Virtudes públicas en J. Ortega y Gasset



Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset


Liga de Educación Política Española

La fundación de esta Liga de Educación Política, a la que me he referido ya, ha sido una de las empresas más importantes y reveladoras acometidas por Ortega, pero que ha sido desatendida y poco apreciada, a pesar de que al presentarse en público contaba con 99 nombres de los hombres más prestigiosos de la vida española. Entre ellos están Manuel García Morente, Américo Castro, Ramiro de Maeztu, Manuel Azaña, Ramón Pérez de Ayala, Fernando de los Ríos, Salvador Madariaga, Antonio Machado etc.

Su proyecto es investigar sobre la realidad de la vida del país tal como se viene desarrollando y proponer soluciones a los problemas que se arrastran desde tiempos antiguos. Se proponen asimismo defender mediante una crítica sana e imparcial cuanto surge con caracteres de vitalidad, frente a los sectores inmovilistas dispuestos siempre a rechazar toda novedad.

A través de su amistad con Ramiro de Maeztu que había pasado algún tiempo en Inglaterra, Ortega conoce el socialismo fabiano. La idea de la Fabian Society era constituir una minoría intelectual que preparara a la sociedad para la recepción del socialismo. Y esta le parece a José Luis Abellán la intención que mueve a Ortega cuando funda la Liga de Educación Política.

Como vimos ya, Abellán situaba un primer inicio de Ortega en la vida pública en 1902, pero la plena incorporación a ella con el carácter político que la acompaña se da, dice ahora, en 1913 con la fundación de La Liga de Educación Política y que presentó en el teatro de la Comedia el 14 de marzo de 1914. En el estudio del actual presidente del Ateneo de Madrid, la idea de esta fundación tiene su origen en el bagaje cultural adquirido en sus estancias como estudiante en Alemania.

Para Ortega lo primero es la educación, si se quiere resolver el problema español. Esto lo había anunciado ya tres años antes en la conferencia anteriormente citada en El Sitio de Bilbao titulada "La pedagogía social como programa político".

Ortega tiene la convicción de que España no existe como nación después de tres siglos de error y dolor, lo que la convierte en un problema político de primer orden que le lleva a decir: "Necesitamos transformar España: hacer de ella otra cosa distinta de lo que hoy es" (Socialización de la escuela I, 507).

Lo cual es obra de la educación que emana de la pedagogía social, puesto que el individuo solo y aislado no existe, es una abstracción. Este es el principio de la pedagogía de su maestro Paul Natorp que resume así: "El concepto de la pedagogía social significa el reconocimiento capital de que la educación está socialmente condicionada en todas sus direcciones esenciales, mientras por otra parte una organización verdaderamente humana de la vida social está condicionada por una educación conforme a ella de los individuos que la componen" (Ibid...515)

Esto implica el reconocimiento de la unidad de la especie humana, superando la división entre pobres y ricos, cultos e incultos. Lo que le lleva a decir: "la pedagogía social que exige la educación por y para la sociedad, exige también la socialización de la educación. Estimo que los partidos obreros se olvidan un poco de la escuela única" (Ibid., 518).

Si esta idea de la educación de nuestro mayor pensador se hubiera desarrollado como él quería, España no habría tenido el retraso que lleva respecto a Europa y se habría evitado también la sangriente guerra civil de 1936-1939. la exministra de Educación, Isabel San Segundo,muy ligada a la Residencia de Estudiantes, como lo estuvo Ortega, ha retomado en parte su idea con la implantación en la enseñanza media de la asignatura Educación para la ciudadanía, que tanta polémica ha suscitado entre los más próximos al nacional catolicismo de antaño, con el apoyo de los miembros de la jerarquía eclesiástica.

Esto no deja de ser un grave error, porque la teología surgida del Vaticano II vincula la teología a una "educación para la ciudadanía política". Puesto que todos los hombres, queramos o no, antes que cristianos somos ciudadanos, lo que significa que no habrá cristianos adultos en la fe sin un compromiso serio en la vida social y política y esto exige preparación.

Los teólogos actualizados a partir del Concilio Vaticano II cuando hablan de la dimensión política de la fe, no se refieren a un aspecto secundario de ella, algo así como a sus consecuencias políticas, sino al componente mismo de la fe como praxis histórica. No existe una fe en estado puro separada de su ámbito humano y cultural. La fe cristiana es una fe inculturada, es decir, encarnada en la realidad políticosocial. Lo contrario sería mera ilusión. El ideal cristiano es transformar el mundo, hacer un mundo nuevo justo y solidario en el que quepamos todos .

Retomando el tema de la Liga de Educación Política, digamos que sus componentes no consideran tan magno cometido un empeño líbremente escogido, que pudiera interpretarse con ciertos visos de inmodestia, sino como una tarea inalienable, que muchos viejos errores y presentes tibiezas han dejado caer de golpe sobre los hombros de una generación. El hecho más grave de la vida nacional que los miembros de la Liga ven en ese momento es la incapacidad de los viejos partidos, de las instituciones antiguas y las ideas de siempre para conservar su propia existencia.

Sólo conservan la función de los escombros para ahogar lo nuevo que germina. Y justificando una vez más su postura dicen: Sería una injusticia menospreciable calificar de ambicioso el acto por el cual intentamos arrimar el hombro bajo las vigas que amenazan con caerse. Pero todas estas disculpas las creen innecesarias. La intervención consciente en la política nacional es un deber de todos los ciudadanos, no un derecho reservado a los políticos de oficio.

Es una decidida voluntad de no dejar incumplida aquella obligación la que nos lleva a este ensayo de organizar un instrumento político que, apartándose de la forma en que suelen estar constituidos los partidos, coincida con nuestro carácter. (Prospecto de la Liga de educación política española I, 300).

Dentro de los proyectos de la Liga está presente también la crisis de la ideología política que arrastra toda Europa, semejante a la de la primera mitad del siglo XIX. No vale aferrarse a las ideas caducas de los que se aferran a mantener el poder a toda costa. Los que se preocupan más de promover el futuro que de mantener el presente, han de mirar cara a cara la magnitud de esta crisis. Todos los componentes de la Liga son de esta opinión. Además, estan convencidos de que la política no es faena que se satisfaga con solo el intelecto, ni sólo mediante la acción individual.

Creen todos ellos, por el contrario, que el área política comienza propiamente donde el puro entendimiento y el individuo aislado concluyen y aparecen las masas sociales batiéndose en una dinámica apasionada. Precisamente el objetivo último de sus aspiraciones es llegar a esas masas. Pero ese es sólo el término, entre tanto han de dedicarse a una labor previa y menos ambiciosa.

Salvo raras excepciones, las masas sociales no se hallan políticamente movilizadas, lo que suele interpretarse diciendo que eso pertenece a la inercia española. Sin embargo, ellos no entienden que pueda hablarse de masas inertes donde faltan unas minorías directoras que las saquen de su indolencia. No bastan las gesticulaciones o proclamas que haga un hombre público, ni que de lustro en lustro invada la conciencia pública algún tema que produzca en la muchedumbre una convulsión fugitiva.

Por el contrario, es forzoso aspirar permanentemente a introducir la actuación política en los hábitos de las masas españolas. Ahora bien, ¿cómo es posible lograr esto sin una minoría entusiasta que despierte en ellas el interés por la política y la necesidad de ejercitarla? Por eso lo primero para ellos es fomentar la organización de una minoría encargada de la educación política de las masas. Para ellos, la verdadera educación nacional es esta educación política(Ibid., 301-302).

Dada la crisis de las ideas políticas existente a la sazón y que aún perdura, es preciso encontrar un nuevo instrumento político encargado de remediar esta situación. Este puede ser el empeño también hoy de unas minorías concienciadas que cojan el relevo de aquella Liga ideada por Ortega y que fue ahogada por el clima político convulso de la época.

Hoy que gozamos de estabilidad política en nuestro país y en la Unión Europea es preciso intentarlo de nuevo. El gran filósofo debe seguir irradiando sobre nosotros todo lo mucho que él imaginó como beneficioso para la nación y que, por los motivos ya aludidos, no pudo realizar la valía de su proyecto, habla Federico de Onís, que fue alumno suyo primero y después uno de los miembros de la Liga: "No es para los que hemos asistido a su cátedra y seguido el curso de sus explicaciones, tan solo una esperanza, sino la capacidad más fuerte y original que en filosofía hemos tenido desde hace mucho tiempo y el creador de toda una nueva visión de los problemas nacionales.

Puede decirse que nace en él el pensador, cuyas ideas originalmente concebidas y bellamente expresadas radican en lo más central, tanto del problema de Europa como del problema de España. También en su alrededor se ha formado un grupo, cada día creciente, de jóvenes en cuyo espíritu se entrelazan dos anhelos como algo inseparable: poseer la cultura europea y realizar la salvación de España" .

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