La cigüeña sobre el campanario
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La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
Violencia y no violencia
La utopía escatológica judeo-cristiana apunta hacia una superación total de la violencia, como destino de la humanidad. El profeta Isaías ha expresado esto en forma mítica y poética con una forma incomparable:
"Porque todo calzado de combate,
todo manto arrastrado por la sangre,
son quemados,
devorados por el fuego.
Ya que nos ha nacido un niño,
se nos ha dado un hijo,
ha recibido sobre el hombro el imperio,
se le da este nombre:
Consejero maravilloso, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de la paz.
Se extiende el imperio
en una paz infinita,
para el trono de David
y su realeza
que establece y asegura
en el derecho y la justicia
....
Saldrá un vástago del tronco de José,
y brotará de sus raíces un retoño.
El espíritu de Yahvé hará morada en él,
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y acatamiento de Yahvé.
No juzgará por las apariencias
ni sentenciará de oídas,
juzgará con justicia a los débiles,
con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al violento con la vara de su boca,
al malvado con el respiro de sus labios.
Su cinturón será justicia,
su ceñidor fidelidad.
Serán vecinos el lobo y el cordero,
reposará con el cabrito y el leopardo,
comerán juntos el novillo y el cachorro
y un parvulillo los conducirá.
La vaca pacerá con la osa,
juntas acostarán a sus crías;
El león comerá, como los bueyes, paja
El pequeñuelo hurgará en el boquete del áspid
y en la guarida de la víbora.
Nadie hará daño a nadie, ninguno hará mal
en todo mi santo monte,
porque estará la tierra llena del conocimiento
como las aguas cubren el mar".
Evidentemente esta descripción es poética e ideal, pero apunta a un significado real e histórico. Es una meta que conquistar. Algo difícil y complejo, que no tenemos a la vuelta de la esquina.
El mismo texto profético, no obstante su significación mitologizante, nos está indicando que la paz infinita no va a venir sin esfuerzo y sin contrastes. El violento y el malvado tendrán que ser reducidos. Habrá que hacer justicia sentenciando.
A la luz de esta utopía mesiánica, el problema que se plantea a la reflexión de un cristiano de nuestro tiempo es este: ¿qué podemos hacer nosotros para encauzarnos hacia esa meta, para progresar (histórica, real y socialmente en el camino de la superación de la violencia?
Ver el libro de Diez Alegría) "Proceso a la violencia" publicado en 1978).
La violencia que hay que superar es ante todo la "violencia institucional", porque ésa es la que está a la base de todas o casi todas las explosiones de violencia armada, de casi todos los actos de violencia cruenta. Se trata de la existencia de estructuras económicas, sociales, jurídicas y culturales (también religiosas), que causan la opresión del hombre e impiden que sea liberado de esa opresión.
Cuando se producen fenómenos de guerrillas, por ejemplo, o incluso de terrorismo, a veces absolutamente inhumanos, pero que son en realidad un fenómeno inducido por violencias estructurales muy profundas,¿qué pensar de los que claman: "muerte sin contemplaciones al terrorista, porque esos no son hombres sino fieras, y, a la vez, son feroces conservadores del orden establecido con todas sus contradicciones y prejuicios?
¿Dónde está aquí la mayor violencia?...
---Ver: JM. Díez-Alegría, Rebajas teológicas de otoño Desclée de Brouwer 1980.
La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
Violencia y no violencia
La utopía escatológica judeo-cristiana apunta hacia una superación total de la violencia, como destino de la humanidad. El profeta Isaías ha expresado esto en forma mítica y poética con una forma incomparable:
"Porque todo calzado de combate,
todo manto arrastrado por la sangre,
son quemados,
devorados por el fuego.
Ya que nos ha nacido un niño,
se nos ha dado un hijo,
ha recibido sobre el hombro el imperio,
se le da este nombre:
Consejero maravilloso, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de la paz.
Se extiende el imperio
en una paz infinita,
para el trono de David
y su realeza
que establece y asegura
en el derecho y la justicia
....
Saldrá un vástago del tronco de José,
y brotará de sus raíces un retoño.
El espíritu de Yahvé hará morada en él,
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y acatamiento de Yahvé.
No juzgará por las apariencias
ni sentenciará de oídas,
juzgará con justicia a los débiles,
con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al violento con la vara de su boca,
al malvado con el respiro de sus labios.
Su cinturón será justicia,
su ceñidor fidelidad.
Serán vecinos el lobo y el cordero,
reposará con el cabrito y el leopardo,
comerán juntos el novillo y el cachorro
y un parvulillo los conducirá.
La vaca pacerá con la osa,
juntas acostarán a sus crías;
El león comerá, como los bueyes, paja
El pequeñuelo hurgará en el boquete del áspid
y en la guarida de la víbora.
Nadie hará daño a nadie, ninguno hará mal
en todo mi santo monte,
porque estará la tierra llena del conocimiento
como las aguas cubren el mar".
Evidentemente esta descripción es poética e ideal, pero apunta a un significado real e histórico. Es una meta que conquistar. Algo difícil y complejo, que no tenemos a la vuelta de la esquina.
El mismo texto profético, no obstante su significación mitologizante, nos está indicando que la paz infinita no va a venir sin esfuerzo y sin contrastes. El violento y el malvado tendrán que ser reducidos. Habrá que hacer justicia sentenciando.
A la luz de esta utopía mesiánica, el problema que se plantea a la reflexión de un cristiano de nuestro tiempo es este: ¿qué podemos hacer nosotros para encauzarnos hacia esa meta, para progresar (histórica, real y socialmente en el camino de la superación de la violencia?
Ver el libro de Diez Alegría) "Proceso a la violencia" publicado en 1978).
La violencia que hay que superar es ante todo la "violencia institucional", porque ésa es la que está a la base de todas o casi todas las explosiones de violencia armada, de casi todos los actos de violencia cruenta. Se trata de la existencia de estructuras económicas, sociales, jurídicas y culturales (también religiosas), que causan la opresión del hombre e impiden que sea liberado de esa opresión.
Cuando se producen fenómenos de guerrillas, por ejemplo, o incluso de terrorismo, a veces absolutamente inhumanos, pero que son en realidad un fenómeno inducido por violencias estructurales muy profundas,¿qué pensar de los que claman: "muerte sin contemplaciones al terrorista, porque esos no son hombres sino fieras, y, a la vez, son feroces conservadores del orden establecido con todas sus contradicciones y prejuicios?
¿Dónde está aquí la mayor violencia?...
---Ver: JM. Díez-Alegría, Rebajas teológicas de otoño Desclée de Brouwer 1980.