La cigüeña sobre el campanario
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La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
Capítulo XII
El secuestro de María Santísima
(Cont., viene del día 7)
María no es una especie de monja que tuvo un hijo por obra y gracia del Espíritu Santo y esto la hizo mucho más monja todavía.
Con el mayor respeto por las monjas, que han sido y son, a veces admirables. Pero María de Nazaret, psico-sociológicamente, no tiene nada absolutamente de monja. Es una mujer-mujer del pueblo-pueblo. Así nos la presentan los acercamientos más históricos de las fuentes evangélicas.
Todavía podemos y debemos dar un paso más en este camino.
Los tres evangelios sinópticos dejan traslucir una tensión entre Jesús y sus parientes. También el Evangelio de San Juan afirma taxativamente (5, 7) que "ni siquiera sus hermanos creían en él". Marcos(3, 21) dice crudamente que los parientes, enterados del movimiento multitudinario que se producía en torno a Jesús, "fueron a echarle mano, porque decían que no estaba en sus cabales".
Ningún texto dice ni sugiere que María participase de la incredulidad de los hermanos de Jesús. Probablemente callaba. En este contexto, los tres sinópticos nos dan una indicación importante.
"Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar. Tenía gente sentada alrededor, y le dijeron:
_Oye, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera.
El les contestó:
_¿Quienes son mi madre y mis hermanos?
Y paseando la mirada por los que estaban sentados
en el corro, dijo:
_Aquí tenéis a mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios ése es hermano mío y hermana y madre" (Marcos, 3, 31-35; comp. Mateo, 12, 46-50 y con menos dramatismo, Lucas, 8, 19-21.
Los cristianos pensamos que María fue madre para Jesús porque, en su sencillez, fue la más fiel cumplidora de la voluntad de Dios. Mucho más que el vehemente, generoso y complicado Pablo, por ejemplo.
Pero el dicho de Jesús pone de relieve su oposición a todo espíritu de nepotismo. Y este dato es importante, porque en el mundo judío los vínculos de consanguineidad tenían un papel preponderante. En este sentido hay un antagonismo, evangélicamente significativo, entre la actitud de Jesús respecto de su madre y la del rey Salomón respecto de la suya (I Reyes, 2, 19). María no es para Jesús la "Reina Madre".
Ver: JM. Díez-Alegría, Rebajas teológicas de otoño
Ed Desclée de Brouwer 1980
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La blanca cigüeña,
como un garabato,
tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado
Capítulo XII
El secuestro de María Santísima
(Cont., viene del día 7)
María no es una especie de monja que tuvo un hijo por obra y gracia del Espíritu Santo y esto la hizo mucho más monja todavía.
Con el mayor respeto por las monjas, que han sido y son, a veces admirables. Pero María de Nazaret, psico-sociológicamente, no tiene nada absolutamente de monja. Es una mujer-mujer del pueblo-pueblo. Así nos la presentan los acercamientos más históricos de las fuentes evangélicas.
Todavía podemos y debemos dar un paso más en este camino.
Los tres evangelios sinópticos dejan traslucir una tensión entre Jesús y sus parientes. También el Evangelio de San Juan afirma taxativamente (5, 7) que "ni siquiera sus hermanos creían en él". Marcos(3, 21) dice crudamente que los parientes, enterados del movimiento multitudinario que se producía en torno a Jesús, "fueron a echarle mano, porque decían que no estaba en sus cabales".
Ningún texto dice ni sugiere que María participase de la incredulidad de los hermanos de Jesús. Probablemente callaba. En este contexto, los tres sinópticos nos dan una indicación importante.
"Llegaron su madre y sus hermanos, y desde fuera lo mandaron llamar. Tenía gente sentada alrededor, y le dijeron:
_Oye, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera.
El les contestó:
_¿Quienes son mi madre y mis hermanos?
Y paseando la mirada por los que estaban sentados
en el corro, dijo:
_Aquí tenéis a mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios ése es hermano mío y hermana y madre" (Marcos, 3, 31-35; comp. Mateo, 12, 46-50 y con menos dramatismo, Lucas, 8, 19-21.
Los cristianos pensamos que María fue madre para Jesús porque, en su sencillez, fue la más fiel cumplidora de la voluntad de Dios. Mucho más que el vehemente, generoso y complicado Pablo, por ejemplo.
Pero el dicho de Jesús pone de relieve su oposición a todo espíritu de nepotismo. Y este dato es importante, porque en el mundo judío los vínculos de consanguineidad tenían un papel preponderante. En este sentido hay un antagonismo, evangélicamente significativo, entre la actitud de Jesús respecto de su madre y la del rey Salomón respecto de la suya (I Reyes, 2, 19). María no es para Jesús la "Reina Madre".
Ver: JM. Díez-Alegría, Rebajas teológicas de otoño
Ed Desclée de Brouwer 1980
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