La cigüeña sobre el campanario

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La blanca cigüeña,
como un garabato,

tranquila y deforme, ¡tan disparatada!
sobre el campanario.
Antonio Machado

¡Yo creo en la esperanza...!
El credo que ha dado sentido a mi vida


4. El Cristo de mi fe

II. Descubrimiento de la Religión
Verdadera



Cuando Pablo habla de la incorporación de los cristianos a Cristo, de una identificación misteriosa del cristianismo con el cuerpo glorioso de Cristo, el dinamismo de este "misterio" no es el de la religiosidad ontológico-cultualista, sino el de la religiosidad ético-profética. Y esto por el papel que tiene Pablo "la fe que actúa por la caridad"(Gálatas 5, 6), por la dialéctica paulina de caridad y justicia y por la esplícita articulación de la fe en la resurrección con la esperanza escatológica.

De aquí que la inserción del "misterio" de Cristo, "quien fue entregado por nuestros delitos, y fue resucitado para nuestra justificación"(Romanos 4, 25), no represente en Pablo una caída en la concepción religiosa ontológico-cultualista.

Tampoco nos orienta hacia la religión ontológico-cultualista el misticismo de los escritos juáneos, tan firmemente radicados en el realismo de la caridad fraterna, que es indespensable y también suficiente para constiuirnos hijos de la verdad e hijos de Dios.

Nosostros sabemos que hemos pasado
de la muerte a la vida,
porque amamos a los hermanos.
Quien no ama permanece en la muerte.
Todo el que aborrece a su hermano
es un asesino;
y sabéis que ningún asesino
tiene vida permanente en él.
En esto hemos conocido lo que es amor;
en que él dió su vida por nosotros.
También nosotros debemos dar la vida
por los hermanos.
Si alguno que posee bienes de la tierra,
ve a su hermano padecer necesidad
y le cierra su corazón
¿cómo puede permanecer en él
el amor de Dios?
Hijos míos,
no amemos de palabra ni de boca,
sino con las obras y según la verdad.
En esto conoceremos que somos de la verdad,
y tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él,
en caso de que no nos condene nuestra conciencia,
pues Dios es mayor que nuestra conciencia
y conoce todo.

Mi situación actual en el seno de la comunidad cristiana es paradógica. Mi fe en Cristo Jesús me mantiene en esa comunidad. Pero mi comprensión de la fe en Jesucristo me hace sentirme extraño en esa comunidad, que, en conjunto y en la línea represntada por el establishment eclesiástico, mantiene una actitud religiosa prevalentemente ontologico-cultualista.

La solución de este conflicto no es para mí reducir la comunidad cristiana al pequeño grupo de los que encuentro que piensan como yo, y de tratar de constituir con ellos una nueva "Iglesia". Esta fue, más o menos, la orientación de los reformadores del siglo XVI. Los grandes reformadores contaron con más de un pequeño grupo.

Tampoco encuentro la solución en renegar de la comunidad histórica de los cristianos, para refugiarme en una especie de idea platónica de la Iglesia. La actitud ético-profética, mesiánica y escatolófica que es la de la Biblia, no nos permite salir de este modo de la realidad histórica.

Yo soy cristiano, porque creo en Jesucristo. Estoy históricamente dentro de la comunidad de los creyentes (real, histórica), concretamente en la Iglesia Católica.

En el interior de esa comunidad no puedo no confesar mi fe. Una fe que se siente conflictiva con el modo con que la mayoría de mis hermanos de fe ven y viven su cristianismo.

Una fe que, dentro de mi pequeñez real y sentida por mí, aspira a ayudar a otros a vivir la fe y a encontrar la vena ético-profética del cristianismo verdadero. No puedo hacer otra cosa.

Vivo así modestamente aquella experiencia de San Pablo, que continuaba su carrera a ver si lograba asir a Cristo Jesús, a causa de un hecho fudamental: que Cristo Jesús lo había "agarrado" a él.

---Ver:José Mº Díez-Alegría, ¡Yo Creo en la Esperanza!
Desclée de Brouwer 1972
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