Los santos que nunca serán canonizados
Thomas Münzer: un comunista cristiano
"avant la lettre"
Nuestro santo apócrifo de hoy tiene las más escasas posibilidades de que alguna iglesia le canonice, a no ser que surja como por arte de birlibirloque una iglesia comunista(eso sí, no soviética ni troskista, ni maoísta, etc.
Se trata de Thomas Münzer, que nació en 1468 en Stolberg(Alemania). Su padre murió muy pronto ajusticiado por la arbitrariedad del conde del lugar. Creció, pues, en medio de una gran pobreza de privaciones de toda índole. Muy pronto entró en la Orden de San Agustín y demostró en seguida su naturaleza inquieta, a veces ascética, a veces rebelde.
A partir de 1513 comenzó a recorrer las tierras de Sajonia como predicador ambulante proclamando la rebelión contra los príncipes.
Parece que en 1519 conoció a Lutero en Leipzig. Este le dio una recomendación para un puesto de capellán de la ciudad industrial de Zwickau, donde inmediatamente se alió con los elementos más pobres y visionarios contra los ricos: esta postura provocó la indignación de Lutero.
Estos espirituales de Zwickau, que tuvieron un influjo decisivo en el desarrollo posterios de Münzer, centraban su vida religiosa en la iluminación interior a base de la lectura de la Biblia. También pensaban que habían sido elegidos para emprender una obra de altos vuelos espiritualles.
Münzer abandonó el año 1521 la ciudad de Zwickau y se dirigió a Praga, donde intentó ganar para su causa a los llamados "hermanos boemios", que constituían otro movimiento espiritualista, que había tomado el punto de partida en Juan Hus. En 1523 Münzer volvió a Alemania a la ciudad de Allstedt, donde redactó la primera misa en lengua alemana, mucho antes que lutero, del que se fue separando cada vez más.
En Allstedt, Münzer formó una liga de fieles a la voluntad de Dios, la cual se extendió muy intensamente por diversos y variados espacios. Lutero lo acusó de agitador del pueblo ante los nobles de Sajonia. En su intento de defenderse de esta acusación ante el duque de Sajonia, Münzer no tuvo éxito, y esto lo obligó a tomar una actitud cada vez más al margen del orden establecido. Como un nuevo "Juan Bautista" quería preparar el señorío de Cristo mediante la creación del Estado de Dios.
Para lograr este ideal, había que acabar con los tiranos y los opulentos y darle la libertad al pueblo. A medida que avanzaba el tiempo los sermones de Mïnzer anunciaban que el Reino de Dios no se abría de entender como un más allá de la vida terrena, sino como un cambio radical en las relaciones con los hombres, los cuales se han de plasmar nuevamente según el modelo de la Iglesia primitiva. Quizá es por eso por lo que los clásicos del comunismo consideren a Münzer como un comunista avant la lettre.
A fines de febrero de 1524 tuvo que huir a Mülhausen, donde transformó el Consejo Municipal de acuerdo con su manera democrática de entender el cristianismo primitivo. Desde esta ciudad envió cartas a sus partidarios para que secundaran la guerra de los campesinos. Él mismo se presentaba como "esclavo de Dios contra los sin Dios, armado de la espada de Gedeón". Los campesinos, cuyo líder había llegado a ser Münzer, fueron derrotados por los nobles en Frankenhausen el 15 de mayo de 1525. Münzer, después de torturas inauditas fue ejecutado en Mülhausen el 27 de mayo de 1525.
¿Se equivocó Münzer? Posiblemente, sí; pero su equivocación fue francamente evangélica. En uno de sus sermones decía: Dios quiere establecer el cambio en los últimos días; quiere que su nombre sea honrado correctamente; quiere apartar los pecados del mundo y derramar su Espíritu sobre toda carne. Si la cristiandad no tuviera que hacerse apostólica, ¿para qué habría de seguir predicando?. Nosotros hemos de experimentar en la predicación de la fe que nosotros, hombres carnales, tenemos que llegar a ser dioses mediante la encarnación de Cristo, y con él hemos de ser discípulos de Dios, enseñados y divinizados por él. Sin duda hemos de ser cambiados del todo de tal menera que la vida terrena camine en dirección del cielo.
Quizá Münzer cometió la ingenuidad de creer que el mensaje cristiano puede ser tomado, sin más, como un modelo técnico para establecer el ideal de las relaciones humanas, tal como se desprende de una lectura evangélica fundamentalista. Quizá no cayó en la cuenta de que según la parábola del trigo y la cizaña la utopía no se realizará plenamente sino "al final de la Historia". Pero lo cierto es que intuyó la fuerza transformadora del Evangelio cuando se proclama en toda su pureza.
Así lo entendieron los que entonces "constantinizaban" la Iglesia, tanto desde el trono como desde el altar.
Por eso, Thomas Múnzer es un mártir de las dos partes.
--- Ver: José Mª González Ruiz,
Los santos que nunca serán canonizados
Planeta 1979.