Actualidad del Bautista

¿Por qué la liturgia dedica a Juan Bautista dos de las cuatro semanas del Adviento? Vivimos en un mundo descreído, o, por decirlo con una expresión muy de moda, “agnóstico”. Hay quien piensa que si Dios colaborara un poco y nos apoyara con algunos milagros espectaculares, todo el mundo se convertiría. Mentira. Más milagros y más espectaculares que los que obró Jesús, no nos los podemos ni imaginar, y sin embargo ya vemos cómo acabó.

El evangelista Juan, cundo al final de la vida pública de Jesús, antes de la Pasión, hace un balance del resultado, concluye: “A pesar de haberle visto hacer tantos milagros, no creían en él” (Jn 12,37). Puede que sus milagros despertaran entusiasmo en las muchedumbres, pero era momentáneo. Al principio del evangelio de Juan se nos dice que cuando Jesús subió a Jerusalén en una fiesta de Pascua, muchos, viendo sus milagros, creyeron en él, “pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le dijera qué son los hombres; bien sabía él qué hay en el corazón de cualquiera” (Jn 3,133-15).

Del “hosanna” del domingo de Ramos al “¡crucifícale!” del Viernes Santo no median más que cuatro días. En cambio cuando Jesús, amenazado de muerte pero sabiendo que aún no ha llegado su hora, huye de Judea y se retira al otro lado del Jordán, donde Juan el Bautista había estado predicando, dice el evangelista Juan que muchos fueron al encuentro de Jesús y decían: “Juan (el Bautista) no hizo ningún milagro, pero todo lo que dijo de él (Jesús) era verdad. Y entonces muchos creyeron en Jesús” (Jn 10,40-41).

El mundo moderno, decíamos, se muestra escéptico ante la religión, pero también es escéptico ante los milagros. Nos abruma el torrente de informaciones que los medios de comunicación descargan sobre nosotros, y como cuentan tantas mentiras, ante un hecho insólito queda siempre la duda de si será verdad. Además, la ciencia y la técnica modernas hacen unos progresos y crean tales inventos que hasta parecen superar a los milagros clásicos y hacen dudar de los que se aducen para las canonizaciones.

En cambio, ante tantas manipulaciones y mentiras de la propaganda (la comercial y la política), a lo que no estamos inmunizados y lo que nos impacta siempre es la honradez y la autenticidad. Juan Bautista es un gran ejemplo. No realizó ningún milagro, pero dejó el recuerdo de su honradez, de que no buscaba ganancias de ningún tipo, ni siquiera la popularidad fácil, y de que era fiel hasta la muerte a la verdad y a la justicia, sin temor a los poderosos, y por eso después de su martirio muchos, recordando el testimonio que había dado de Jesús de Nazaret, se lo creyeron.

El Bautista es un modelo del testimonio de Jesús que todos los cristianos, pero sobre todo los sacerdotes, los religiosos y los catequistas, hemos de dar de Jesús. El mundo no espera de nosotros que obremos milagros, que a lo más suscitarían una curiosidad momentánea, sino la autenticidad, la honradez, la predicación del ejemplo. Ojalá se pueda decir un día de cada uno de nosotros: “El Padre tal, la Hermana cual, aquel catequista, no hacía milagros, pero lo que decía de Jesús se veía que se lo creía, y era en su obrar consecuente con lo que predicaba”.
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