Claves para una cristología transteísta
| José Arregi
No es fácil ofrecer hoy una presentación de Jesús de Nazaret breve, sustanciosa y sencilla, y además interesante y novedosa. Annamaria Corallo lo ha logrado en este libro, y la felicito con el mismo placer con que he leído estas páginas. Páginas que instruyen a la mente y hablan al corazón. En cada una de ellas se funden el rigor intelectual y la sensibilidad entrañable, el análisis crítico de textos antiguos y el aliento del Espíritu universal, siempre presente, libre y nuevo.
La autora despliega sin ostentación un amplio conocimiento de las investigaciones más recientes sobre Jesús, pero no es su primer propósito informarnos sobre lo que él enseñó e hizo por los caminos y aldeas rurales y en las humildes casas de Galilea hace 2000 años. Quiere acercarnos a las fuentes vitales que inspiraron al profeta galileo y que nos pueden aún inspirar en un mundo, el nuestro, tan distinto del suyo. De la letra de ayer brota un Evangelio nuevo, una buena noticia para nuestros días, más necesaria que nunca. Y nace este libro lleno de frescura, un buen esbozo abierto de cristología coherente e inspiradora para este siglo XXI que avanza tan rápido, un siglo en el que la aceleración de lo que llamamos progreso asfixia la vida.
Quiero destacar en particular el subtítulo, que encuentro muy relevante, y no exento de atrevimiento: Gesù di Nazaret in chiave transteista (Jesús de Nazaret en clave transteísta). La expresión es novedosa, y es posible que en más de uno provoque extrañeza, reticencia, o incluso una abierta protesta. Me parece, sin embargo, que define una clave fundamental para la profunda renovación de la cristología que nuestra época requiere.
Contextualicemos el término transteísta. Fueron Paul Tillich (teólogo y pastor luterano) y Heinrich Zimmer (indólogo) quienes, en los años 50 del siglo XX, acuñaron el concepto (transtheistic), el primero para referirse a la filosofía religiosa griega (presocrática y estoica en particular), el segundo para designar la filosofía-teología hindú. En sus escritos teológicos y en sus sermones como pastor, Tillich invitaba a la irrenunciable tarea espiritual de transcender el concepto tradicional “teísta” de Dios, a saber: un Ente supremo diverso de los entes que forman el mundo, o una Persona divina separada de las personas humanas. “Tal vez –decía a sus oyentes en uno de sus sermones– tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios”. Lo mismo predicaba el Maestro Eckhart a finales del s. XIII y comienzos del XIV. Lo mismo afirmaba Dietrich Bonhoeffer cuando en sus escritos de prisión, poco antes de ser ahorcado por los nazis en abril de 1945, confesaba al “Cristo de los no-religiosos” y apelaba a un “cristianismo no-religioso” y llamaba a vivir “ante Dios sin Dios”. En las últimas décadas del siglo XX y en las primeras del s. XXI, el obispo episcopaliano John Shelby Spong es quien más y mejor ha desarrollado una teología sistemática no-teísta.
Siguiendo esa estela, Annamaria Corallo presenta a Jesús en clave transteísta, y éste me parece uno de sus aciertos más decisivos, y el más atrevido. Ciertamente, no se puede hablar de Jesús sin hablar de Dios –con este nombre o sin él–, pues su presencia le envolvía y habitaba, sostenía su confianza vital, su esperanza mesiánica, su misión profética arriesgada. Pero, hoy y aquí, tampoco se puede hablar bien sobre Jesús, es decir, de manera comprensible e inspiradora, sin hablar bien sobre Dios, a saber, de manera razonable, coherente con la cultura común después de Kant, Darwin y Nietzsche, después de Einstein y del telescopio James Web. El Dios Ente supremo, extrínseco al mundo, justo y clemente, creador y legislador universal soberano, que rige el mundo, que interviene en él cuando quiere, se revela u oculta, habla o calla, atiende o desatiende las plegarias, perdona o castiga, salva o condena… no tiene cabida en la cosmovisión científica y en el pensamiento moderno de los hombres y mujeres de hoy. El “Dios teísta” ya no es creíble para la inmensa mayoría, desde los niños hasta los ancianos. Es una mayoría creciente que, según todos los datos, no dejará de seguir extendiéndose más allá de las fronteras del llamado “Occidente”.
Para una inmensa mayoría en aumento de nuestra sociedad del conocimiento y del cambio demasiado acelerado tampoco es creíble un Jesús entendido clave teísta, una imagen que aún perdura en los textos litúrgicos, en la doctrina oficial, y en el fondo del imaginario tanto de “creyentes” como “no creyentes”: Jesús como Logos o hijo preexistente de Dios, encarnado en un Sapiens judío y varón, única revelación y encarnación plena de dios en la Tierra y en el universo, único salvador universal, hombre perfecto… En un gesto de lucidez cultural, de coraje teológico y de responsabilidad eclesial, Annamaria Corallo esboza una cristología en paradigma transteísta, que es inseparablemente liberadora, feminista y ecológica. Así habla bien sobre Jesús y sobre Dios. Y hablando así, lo digo con profunda convicción y gratitud, ofrece un soplo de aliento transformador para una humanidad global que tiene ante sí los retos más urgentes y las amenazas más graves de toda su historia, tales como la emergencia climática, la crisis ecológica, la inteligencia artificial y la guerra universal de la economía financiera y de las armas.
A este nuevo paradigma cultural y por consiguiente teológico, muchos lo llaman, sin embargo, posteísta en lugar de transteísta. No creo que merezca la pena enzarzarse en esta discusión, pero me inclino por el término escogido por la autora. El prefijo trans- me resulta más sugerente y abierto que post-. Éste parece establecer una especie de línea divisoria clara: antes del teísmo, después del teísmo. Entiendo que quien dice trans-, por el contrario, no define doctrinas ni erige fronteras, más bien las abre: más allá. La vida es incesante movimiento y dinamismo transformador. Ciertamente, el espíritu –que late en la partícula y el átomo, en el agua y la piedra, en la planta y el animal, en el universo entero– nunca ha existido ni se manifestó en Jesús sin forma, pero no se encerró en ninguna de las formas en que en él se manifestó y operó (en su imagen de Dios, en sus creencias religiosas, en sus prácticas rituales, en su pertenencia sinagogal…). Jesús fue teísta, sin duda, pero su aliento profundo le empujaba y nos empuja más allá de su imagen de Dios, de sus creencias, del templo y de toda institución. El espíritu es libre, y atraviesa y transciende las formas en las que se manifiesta y obra. Somos libres de utilizar unas formas u otras –teístas o no-teístas o ateas–, pero en cuanto simples lugares provisionales de encuentro y de relación, de paso a la Vida hecha de energía, relación y ternura. “Misericordia quiero, y no sacrificios” (Evangelio de Mateo 9,13). La compasión subversiva, pacífica y sanadora es lo que cuenta en el fondo, más allá de todas las formas.
La inspiración profunda de Jesús, el Jesús viviente, libre e inspirador, más allá de la historicidad fáctica y del constructo dogmático, en comunión con todas las personas históricas y con todas las figuras literarias, es lo decisivo en una cristología profunda y fecunda. Así es en este libro. Cada página expresa la convicción –que comparto enteramente– de que la figura viviente de Jesús que emerge de los relatos evangélicos libremente leídos –se corresponda o no dicha figura con la estricta historicidad o con los dogmas tradicionales– es de plena actualidad. En sus Bienaventuranzas subversivas, en su empatía incondicional con los últimos, en su projimidad sanadora, en su comensalía abierta y feliz, en su libertad arriesgada frente a la “ley divina”, frente al poder religioso, político y económico, en su anuncio de Jubileo universal, en su mirada contemplativa de la naturaleza como sacramento de la Realidad fontal que llamaba y llamamos “Dios”, en su crítica del patriarcalismo, en su práctica de la fraternidad-sororidad universal sin jerarquías, en su grupo de vida itinerante de hombres y de mujeres por igual… podemos seguir hallando inspiración y estímulo para responder a los enormes retos de supervivencia global que afrontamos hoy los seres humanos, hijos e hijas de la Tierra, hermanos y hermanas de todos los vivientes.
(Publicado como prólogo a la obra de Annamaria Corallo, l’uomo che narró Dio. Gesù di Nazaret in chiave transteista, Gabrielli, 2023, pp. 11-14)