"Un texto para calibrar nuestra brújula y volver a situarnos en la vida" El padre prodigioso

En este relato, Jesús pretende acercarnos la experiencia del Dios en el que vive y que, llamándonos a cada uno por nuestro propio nombre, nos ofrece el perdón restaurador
El texto de hoy nos resitúa y calibra de nuevo nuestra brújula para volver a situarnos en la vida
Hemos escuchado tantas veces la parábola del hijo pródigo que la tentación de caer en lo que ya conocemos es inevitable. Tal vez, el mejor modo para gustar de la posible novedad que pueda contener pase por detenernos lo suficiente como para que algo capte nuestra atención y nos resuene dentro. Quizá pueda ser este la forma de que algo del texto nos alcance como un destello de luz que se abre paso en medio de las nubes.
El contenido fundamental de la parábola, con el que solemos identificarnos con facilidad, nos habla del menor de dos hermanos que dilapida la parte de su herencia no sólo perdiéndola en todo tipo de actividades, sino perdiéndose de tal manera que pasa grandes dificultades. En medio de éstas, su orgullo se diluye hasta tal punto que desea al menos comer las algarrobas de los cerdos dejando de este modo, dentro de sí, un espacio para que desde lo más profundo emerja la humildad que posibilite la toma de conciencia. Desde ahí se plantea pedir perdón a su padre con el deseo de lograr su misericordia y, al menos, poder ser tratado como uno de sus jornaleros.
Casi la mitad del texto la ocupa esto que nos suena, la otra mitad procura desvelar la actitud del padre mostrando como es. Y es aquí donde vemos lo inaudito del relato. El padre se alegra desde el primer momento que lo ve llegar en la lejanía, hasta salir a su encuentro y besarle sin pedirle ningún tipo de explicación al hijo. El hijo, en medio de la disculpa arrepentida, casi es interrumpido por el padre que pide organizar una fiesta en su honor porque es consciente de que la vida que se torna en Vida, que se rescata, recupera, rehabilita… es más que motivo de celebración. Jesús descubre en esta parábola el dinamismo interno que lo mueve, así como la experiencia que él mismo tiene de Dios como Abbá.

Esta lógica hace saltar por los aires de manera irremediable nuestras pequeñas lógicas en las que hemos instalado nuestra vida. Por esto el padre es prodigioso, como lo nombra el franciscano Richard Rohr, por eso su abundancia se nos hace incomprensible desde los parámetros desde los que vivimos. En este relato, Jesús pretende acercarnos la experiencia del Dios en el que vive y que, llamándonos a cada uno por nuestro propio nombre, nos ofrece el perdón restaurador. Perdón reparador que brota del reconocimiento propio de la fragilidad y la vulnerabilidad que, una vez abrazadas desde la humildad sincera, nos pone delante de los demás con una actitud nueva transfigurada.
No se daba cuenta que la armonía y la tranquilidad en la que vivía, que la vida junto al padre era justamente el inmenso regalo del que ya gozaba
En la última parte, el relato presenta al hermano mayor al que también solemos parecernos cuando miramos la vida desde la envidia, desde la carencia y la incapacidad de reconocer todo lo que se nos ha dado. Esa actitud que nos sitúa en la queja ignorando la verdadera gratuidad que sustenta nuestra vida. El hermano mayor podía disponer de todo lo que tenía, pero no era consciente de ello, no valoraba lo que había en su casa, lo que él era. Se tenía por bueno y justo y no comprendía que su padre no lo reconociera. No se daba cuenta que la armonía y la tranquilidad en la que vivía, que la vida junto al padre era justamente el inmenso regalo del que ya gozaba.
El texto de hoy nos resitúa y calibra de nuevo nuestra brújula para volver a situarnos en la vida y atender las llamadas desde los distintos entornos en los que desplegamos nuestra vida. Redescubrir su alcance pasa por dejarnos tocar por la Palabra que siempre es inspiradora de nuevos comienzos.
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