"Memorables fueron sus sermones evangélico-políticos, pronunciados con una libertad insobornable" Mariano Gamo: cristianismo revolucionario y conciencia de clase
Conocí a Mariano Gamo a mediados de la década de los 70 y compartí con él la militancia en la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y el nacimiento de Iglesia Popular, primero, y de Comunidades Cristianas Populares, después. Fueron años en los que nos sentíamos unidos en los sufrires, pensares y vivires en el difícil parto de una Iglesia del pueblo sin adhesión alguna al poder
Largo y muy fecundo ha sido el itinerario profético y liberador del sacerdote obrero y teólogo de la liberación Mariano Gamo, fallecido el 5 de julio a los 92 años, al servicio del Evangelio traducido en el compromiso político y sindical en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad española y, muy especialmente, de la clase trabajadora oprimida por el capitalismo salvaje de la dictadura franquista y hoy por el neoliberalismo rampante.
Fue una persona de gran humanidad y trato exquisito, de una inteligencia privilegiada y profunda sensibilidad poética y musical a flor de piel, que se inició durante los estudios humanísticos, filosóficos y teológicos en el Seminario de Madrid en la posguerra civil española y desarrolló ininterrumpidamente hasta su muerte. El estudio fue una constante en su vida y supo compaginarlo con la militancia política y sindical, el trabajo profesional y la actividad eclesial. El resultado fueron el título de ATS y la licenciatura en Filología Hispánica.
Diálogos cristiano-marxistas y teología de la liberación
Conocí a Mariano Gamo a mediados de la década de los 70 y compartí con él la militancia en la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) y el nacimiento de Iglesia Popular, primero, y de Comunidades Cristianas Populares, después. Fueron años en los que nos sentíamos unidos en los sufrires, pensares y vivires en el difícil parto de una Iglesia del pueblo sin adhesión alguna al poder. Siguiendo el análisis marxista, afirmábamos entonces que la lucha de clases pasaba por la Iglesia.
Fueron los años del nacimiento de Cristianos por el Socialismo, primero en el Santiago de Chile de Salvador Allende y luego en España; del debate entre amor cristiano y lucha de clases; del diálogo cristianismo-marxismo entre teólogos cristianos como Rahner, Metz, González Ruiz, Giulio Girardi, Álvarez Bolado…, y pensadores marxistas como Garaudy, Bloch, Mury, Gardavski…, quienes nos recordaban a los teólogos que no malbaratáramos el Misterio. Unos y otros contribuyeron a des-dogmatizar el cristianismo y el marxismo, a descubrir el hilo rojo de la ética liberadora que recorre ambas corrientes y a encontrarse en la praxis transformadora.
En una de las salidas de la cárcel de Mariano Gamo, fui a recogerle a las puertas de la prisión de Carabanchel y lo llevé a una de las bocacalles de la avenida de Doctor Esquerdo donde vivía con su madre que le estaba esperando como cada vez que abandonaba los barrotes carcelarios
Por esos años escribía mi tesis doctoral, dirigida por Casiano Floristán, sobre la JOC en España, que subtitulé “Cristianismo, clase obrera y lucha de clases”, bajo la inspiración de Giulio Girardi y de la incipiente teología de la liberación. En 1972 se celebró en Encuentro de El Escorial sobre dicha teología en el que intervinieron algunos de sus iniciadores y principales protagonistas: Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea, Juan Luis Segundo…. Las conferencias y los diálogos de aquel encuentro fueron publicadas en el libro Fe cristiana y cambio social en América Latina. El Encuentro de El Escorial 1972, editado por el Instituto Fe y Secularidad, que lo promovió, y publicado por la editorial Sígueme en 1973. Es uno de los libros fundamentales para entender los orígenes de la teología de la liberación y su recepción en Europa y, especialmente en nuestro país, donde no pocos cristianos y cristianas, teólogos y teólogas y movimientos sociales seguimos tan creativa corriente teológica.
Sermones políticos
En una de las salidas de la cárcel de Mariano Gamo, fui a recogerle a las puertas de la prisión de Carabanchel y lo llevé a una de las bocacalles de la avenida de Doctor Esquerdo, donde vivía con su madre que le estaba esperando como cada vez que abandonaba los barrotes carcelarios. Aquel día me sentí orgulloso de ejercer de “buen samaritano” de una persona íntegra que, solo ante el peligro, se encaró con el poder en plena dictadura, incluido el poder eclesiástico, que no le apoyóo en su profetismo. A partir de entonces surgió entre nosotros una estrecha relación de amistad y sintonía.
Durante casi 15 años fungió como párroco de Nuestra Señora de la Montaña, donde llevó a cabo una transformación radical y desacralizadora del viejo modelo parroquial centrado en el culto y lo convirtió en la “Casa del pueblo de Dios”, lugar de reuniones de las comisiones obreras nacientes y de los encierros reivindicativos de los trabajadores y las trabajadoras (era conocida popularmente como “Nuestra Señora de los encierros”) y comunidad cristiana de base inclusiva de niños, jóvenes y adultos e inserta en el tejido social del barrio de Moratalaz, formado por una ciudadanía inmigrante marginada y por sectores populares empobrecidos a quienes defendió y dignificó.
Memorables fueron sus sermones evangélico-políticos, pronunciados con una libertad insobornable, una lucidez crítico-profética y una denuncia pública de las sangrantes brechas de la desigualdad a todos los niveles. Fueron sermones controlados y grabados por la Brigada Político Social, que le acarrearon multas, detenciones y encarcelamientos en el Monasterio del Paular, la cárcel de Carabanchel y la cárcel Concordataria de Zamora. En esta última convivió con sacerdotes vascos presos políticos, con quienes mantuvo siempre una estrecha relación de sintonía y solidaridad en la lucha contra el franquismo y contra la opresión política sufrida por el pueblo vasco, como puede comprobarse en los diferentes videos en los que comparten las experiencias de aquellos años en prisión y los compromisos eclesiales y políticos posteriores.
Con sus homilías políticas, críticas del franquismo y del capitalismo estaba siguiendo la recomendación del teólogo y pastor evangélico Karl Barth: “No es buena señal que la comunidad se asuste y se atemorice cuando el sermón se politiza, como si pudiera ser apolítica […]. La comunidad consciente de su responsabilidad política querrá y exigirá que el sermón se politice. Lo entenderá en clave política, aunque no se utilice ni un solo término político”. En Mariano Gamo se hizo realidad la bienaventuranza que declara felices a las personas perseguidas por causa de la justicia (Mt 5,10).
Comunidad de base, barrio de Moratalaz, prisión
La comunidad de base en que convirtió la parroquia de Moratalaz tenía, por una parte, la ambivalencia del ser, y, por otra, era el espacio de una lucha específica tanto en el interior de la iglesia como en la comunidad secular. Era el espacio en el que uno comulga con una iglesia como proyecto liberador, como realización de cada día y como frente de lucha contra todas formas alienantes y antievangélicas de que ha estado revestida la fe cristiana y que todavía perviven en lo que llamamos Iglesia.
El barrio era, para él, la comunión de aspiraciones con lo que llamamos pueblo como conjunto de todas las clases populares y la posibilidad de contar con la ayuda de personas que, aun no perteneciendo al proletariado, se ponen de su lado.
La prisión fue el precio que había que pagar por la lucha contra la dictadura oligárquica, la posibilidad de entrar en relación-comunión con todos los que viven la misma causa y de conocer los bajos fondos, como son el resto de los presos, particularmente los sociales, al tiempo que representaba la posibilidad de reflexionar y plantearse una nueva perspectiva dentro de esa especie de desierto que es el estar detrás de las rejas sin sentirse mediatizado por esas urgencias de cada día.
Cura obrero y conciencia de clase
De su identificación con las mayorías populares empobrecidas de Moratalaz surgió su conciencia de clase, que le llevó a convertirse en cura obrero en diferentes trabajos: peón de la construcción, encofrador, trabajo editorial, camillero, ATS, etc. Trabajó en la editorial ZIX, en la Clínica de la Concepción y en el Hospital de Leganés. Era la forma de liberarse de la institución eclesiástica, de lograr la independencia económica y de ganar el pan con el sudor de la frente. Practicó la conciencia de clase a través de la lucha por la defensa de los derechos de la clase trabajadora con su participación en las huelgas, comités de empresa y juntas de personal. La relación de los compañeros con él, aun sabiendo que era cura, “estaba totalmente secularizada”, como me confirmaba a finales de la década de los setenta.
La clínica, amén de lugar de trabajo y de adquirir el pan de cada día, era la comunidad de clase, la comunidad de aspiraciones y luchas con el resto de los trabajadores, el momento en el que, a través del trabajo, entras en comunión con esa media España que trabaja para la otra media, acostumbraba a decir. Su trabajo era profundamente humano y humanizador al tratar con las personas enfermas.
Militancia política y profetismo
Poco a poco fue despertando su conciencia política, que le llevó a militar en partidos políticos de la izquierda clandestina durante el franquismo, a presentarse como candidato por la agrupación de electores promovida por la ORT en las primeras elecciones de la transición democrática y como diputado autonómico por Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid, donde ejerció como portavoz de la Comisión de Sanidad y demostró una elocuente oratoria sólidamente argumentada. Fue miembro del PCE y de su comité Central.
“¿En dónde están los profetas que en otros tiempos nos dieron las esperanzas y fuerzas para andar?”, preguntaba Pedro Casaldáliga en uno de sus poemas más emblemáticos, para responder: ·en las ciudades, en los campos, entre vosotros están”. Entre nosotros estuvo el profeta Mariano Gamo, que hizo realidad la afirmación de Marx: “La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra la miseria real. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, así como el espíritu en un mundo carente de espíritu”. De lo contrario, la religión se convierte en “opio del pueblo”.
Mariano Gamo fue sincero para con Dios y honesto con la realidad, que intentó transformar siguiendo la tesis 11 de Marx sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Durante más de sesenta años fue el mejor ejemplo del cristianismo revolucionario que puso en práctica dos propuestas: la del “amor políticamente eficaz”, que formulara en la década de los sesenta del siglo pasado el revolucionario colombiano Camilo Torres, y la de la “santidad política” del mártir del nazismo Dietrich Bonhoeffer a favor de los “condenados de la tierra”.
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