El evangelio 'subversivo', del hombre que 'despertó' a Romero Rutilio Grande: Protomártir de El Salvador
"En San Salvador, invitado por diferentes instituciones y colectivos, visité El Paisnal, pueblo donde el jesuita Rutilio Grande nació en 1928 y fue asesinado en 1977. Visité la parroquia donde está enterrado y el Monumento Las Tres Cruces dedicado a él y a sus compañeros mártires Manuel Solórzano y Nelson Lemus en el lugar donde fue asesinado"
"Rutilio Grande ingresó en el seminario de San José de la Montaña, de San Salvador, en 1941 y unos años después entró en la Compañía de Jesús … Fue en Aguilares donde Rutilio hizo la opción radical por los colectivos campesinos empobrecidos"
"Animó a los campesinos a organizarse y a reclamar sus derechos … y firmó su sentencia de muerte"
"Si le han asesinado por lo que hizo, yo tengo que seguir el mismo camino. Rutilio me ha abierto los ojos”, fue el comentario de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador y amigo de Rutilio, ante los cadáveres de los tres asesinados, momento en el que, a mi juicio, se produjo su conversión radical a la Iglesia de los pobres"
"Animó a los campesinos a organizarse y a reclamar sus derechos … y firmó su sentencia de muerte"
"Si le han asesinado por lo que hizo, yo tengo que seguir el mismo camino. Rutilio me ha abierto los ojos”, fue el comentario de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador y amigo de Rutilio, ante los cadáveres de los tres asesinados, momento en el que, a mi juicio, se produjo su conversión radical a la Iglesia de los pobres"
Me encuentro en San Salvador, invitado por diferentes instituciones y colectivos: UCA, Católicas por el Derecho a Decidir, Encuentro Romeriano, Fraternidad Teológica Latinoamericana de El Salvador, Escuela Política para un Nuevo Proyecto, Asociación de Comunidades de Base “Monseñor Oscar A. Romero” y Generación Romero. El domingo, 21 de abril, visité El Paisnal, pueblo donde el jesuita Rutilio Grande nació en 1928 y fue asesinado en 1977. Me acerqué a la casa donde nació y me encontré con una prima del joven Nelson Lemus y con algunos vecinos y vecinas de Rutilio, que lo conocieron y, convivieron con él muy de cerca.
Visité la parroquia donde está enterrado y el Monumento Las Tres Cruces dedicado a él y a sus compañeros mártires Manuel Solórzano y Nelson Lemus en el lugar donde fue asesinado. En él se recogen las primeras estrofas de un poema suyo que se canta en las celebraciones litúrgicas y expresa la conciencia comunitaria y fraterna y el sentido liberador que caracterizó un vida: “Vamos todos al banquete,/ a la mesa de la creación,/cada cual con su taburete,/ tiene un puesto y una misión./ Dios invita a hacer de este modo/ una mesa de fraternidad/trabajando y orando juntos,/compartiendo la propiedad”.
En la placa conmemorativa podemos leer: “Con su martirio en este lugar, Rutilio Grande García, S. I., acompañado por los beatos Nelson Lemus y Manuel Solórzano, firmó su compromiso de amor, entrega y compasión por los pobres y desposeídos, a quienes vio con ojos del amor que tanto predicó”. Se recoge también esta afirmación de Rutilio: “Nos tenemos que salvar en racimo, en mazorca, en matata, o sea en comunidad”
Participé en la eucaristía presidida por la pastora Ivonn, acompañada por la diaconisa Arlete y el pastor Cruz, que celebramos en una pequeña comunidad luterana, llamada “Buenas Nuevas” en un barrio popular de El Paisnal, a la que acompaña el muy querido pastor “Chemita. Ese domingo tenía un carácter especial: se celebraba el 37 aniversario de la creación de la comunidad. Fue una celebración muy participativa de todos sus miembros: desde un niño de 2 años a una anciana de 108. ¡Ella también intervino! Tras la eucaristía, disfrutamos de una deliciosa comida compartida con la comunidad. A partir de tan entrañables experiencias, voy a ofrecer una reflexión sobre el significado de la figura de Rutilio Grande.
El 12 de marzo de 1977 el jesuita Rutilio Grande, de 48 años, y los campesinos Manuel Solórzano, de 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16 años, fueron objeto de una emboscada por parte de una unidad de la Guardia Nacional de El Salvador, que ametralló el vehículo en el que viajaban los tres ocupantes y los asesinó a sangre fría cuando se dirigían a la población del Paisnal, a cuatro kilómetros de Aguilares, donde él era párroco, para celebrar la eucaristía. Los primeros testigos del asesinato fueron los campesinos de Aguilares que encontraron los tres cuerpos “llenos de balas”.
Rutilio, Manuel y Nelson se convertían así en los protomártires de la persecución desatada por los militares y los sucesivos gobiernos salvadoreños apoyados por la oligarquía y, a partir de 1980, por los Estados Unidos, contra la Iglesia popular salvadoreña. La persecución se prolongó durante tres lustros y provocó, entre muchos asesinatos: de monseñor Romero y de cuatro religiosas norteamericanas en 1980 y de seis jesuitas y dos mujeres en 1989.
Rutilio Grande ingresó en el seminario de San José de la Montaña, de San Salvador, en 1941 y unos años después entró en la Compañía de Jesús. Estudió en la Facultad de Teología de los Jesuitas de Oña (Burgos, España), donde fue ordenado sacerdote en 1959. Fungió como formador del Seminario de San José de la Montaña y posteriormente como párroco de Aguilares.
Fue en Aguilares donde Rutilio hizo la opción radical por los colectivos campesinos empobrecidos, contribuyó a su concientización en la defensa de sus derechos en un lugar donde la tierra estaba en manos de unos pocos terratenientes y la mayoría de la población vivía en una situación de miseria. Fue allí donde redescubrió a Dios en medio de la marginación.
“Dios –decía en sus sermones- no está en las nubes acostado en una hamaca. A él le importa que las cosas les vayan mal a los pobres por aquí abajo”. A partir de la experiencia del Dios de los pobres y de un análisis crítico de la realidad, animó a los campesinos a organizarse y a reclamar sus derechos. En dicha tarea contó con el apoyo de otros sacerdotes de la zona, entre ellos al padre colombiano Mario Bernal.
La reacción de los terratenientes no se hizo esperar. Acusaron a los sacerdotes de subversivos y de alterar el orden social. El sacerdote colombiano Mario Bernal, ya citado, párroco de Apopa, fue detenido, encarcelado, torturado y posteriormente expulsado del país por el Gobierno. El 13 de febrero de 1977tuvo lugar unamanifestación popular de protesta contra la expulsión del sacerdote colombiano, a la que siguió una eucaristía en la que Rutilio Grande denunció a los responsables de tamaña persecución contra la Iglesia de los pobres en una homilía conocida como el “Sermón de Apopa”:
“¡Es peligroso ser cristiano en nuestro medio! –dijo-. ¡Es peligroso ser verdaderamente católico! Prácticamente es ilegal ser cristiano auténtico en nuestro país… ¡Ay de ustedes, hipócritas, que del diente al labio se hacen llamar católicos y por dentro son inmundicia de maldad! ¡Son Caínes y crucifican al Señor cuando camina con el nombre de Manuel, con el nombre de Luis, con el nombre de Chabela, con el nombre del humilde trabajador del campo!" ...
“Mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos, que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas… Mucho me temo, hermanos, que si Jesús de Nazaret volviera, como en aquel tiempo, bajando de Galilea a Judea, es decir, desde Chalatenango a San Salvador, yo me atrevo a decir que no llegaría, con sus homilías y acciones, en este momento, hasta Apopa.
Yo creo que lo detendrían allí, a la altura de Guazapa. Allí lo pondrían preso y a la cárcel con él. Se lo llevarían a muchas Juntas Supremas por inconstitucional y subversivo. Al hombre-Dios, al prototipo de hombre, lo acusarían de revoltoso, de judío extranjero, de enredador de ideas exóticas y extrañas, contrarias a la ‘democracia’, es decir, contrarias a la minoría. Ideas contrarias a Dios, porque lo son del clan de Caínes. Sin duda, hermanos, lo volverían a crucificar” (puede leerse el texto completo de esta homilía en Carta a las Iglesias, año 17, n, 371, 1-15 de febrero).
Coincido con Martin Maier, autor de Oscar Romero. Mística y lucha por la justicia, prologado por Jon Sobrino (Herder, Barcelona, 2005), en que con esta homilía Rutilio Grande firmó su sentencia de muerte. “Si le han asesinado por lo que hizo, yo tengo que seguir el mismo camino. Rutilio me ha abierto los ojos”, fue el comentario de monseñor Romero, arzobispo de San Salvador y amigo de Rutilio, ante los cadáveres de los tres asesinados, momento en el que, a mi juicio, se produjo su conversión radical a la Iglesia de los pobres.
A partir de ese momento Romero decidió no participar en acto alguno del Gobierno de El Salvador mientras no se investigara el crimen y no dejó de levantar su voz profética contra el Gobierno y contra la clase dominante, que quiso comprar su libertad de expresión ofreciéndole todo tipo de prebendas, que él rechazó. El domingo 20 de marzo suspendió todos los servicios religiosos de la archidiócesis y celebró una sola misa delante de la catedral, a la que asistieron decenas de miles de personas.
Monseñor Romero reconocióque en Aguilares “se inició un movimiento atrevido de un evangelio más comprometido”. Presentó a Rutilio como “un peregrino campesino” y “hermano entre los pobres”, que encarnó a “un Cristo que es persecución…, enfermedad…, con su cruz a cuestas” y lo definió como “nuestro primer mártir”, que murió por defender la vida de los pobres. El Papa Francisco, impulsor de la canonización de monseñor Romero y de la beatificación de Rutilio, Nelson y Manuel, ha calificado a Romero y a Rutilio de “un tesoro y una fundada esperanza para la Iglesia y la sociedad salvadoreña”.