S. Benito, ¿Aún patrón para la Europa de hoy?

El 11 de julio celebramos la fiesta de San Benito de Nursia. Pío XII lo declaró Padre de Europa y fue Pablo VI quien lo proclamó patrón de Europa en 1964 con la carta apostólica “Pacis nuntius”. Una Europa que parece que se va alejando a pasos agigantados del camino del Evangelio que inspiró a su patrón.

Juan Pablo II en la Carta Apostólica “Egregiae virtutis” afirmó:


La Iglesia al recordar solemnemente el 1500 aniversario del nacimiento de San Benito, proclamado Patrón de Europa en 1964 por mi venerado predecesor Pablo VI, ha parecido oportuno considerar que esta protección sobre toda Europa destacará más si, a la gran obra del Santo Patriarca de Occidente, añadimos los méritos particulares de los Santos hermanos Cirilo y Metodio”.

S. Benito de Nursia nació en el 480 (su hermana gemela “Escolástica” también es santa) y es considerado el fundador del monacato en Occidente. De hecho los monasterios benedictinos tuvieron un gran protagonismo en la unidad de Europa, desde las costas mediterráneas a la península escandinava, desde Irlanda hasta Polonia.

Los tiempos que le tocó vivir a S. Benito fueron tiempos convulsos con inestabilidad política y deterioro moral en las costumbres. De algún modo podríamos decir que son tiempos similares en cuanto a la crisis de valores. Pablo VI afirma que los hijos de San Benito “llevaron con la cruz, el libro y el arado, la civilización cristiana”. Juan Pablo II, con motivo del XV centenario del nacimiento de San Benito en 1980 afirmó: “no es lícito al hombre fiel a Dios olvidarse de lo que es humano: debe ser fiel también al hombre”. Ora et labora recoge ese espíritu de comunión entre las cosas de Dios y las cosas humanas, en armonía, en continuo diálogo, sin la tentación de huir de un mundo que nunca ha dejado ni dejará de necesitar a su origen y su meta, a su Creador: Dios.

Fe y Razón no deben ser opuestos sino complementarios, como dirá posteriormente S. Agustín: “Creer para entender y entender para creer“. Europa bajo el tremendo influjo de los existencialistas del siglo XIX ha ido cayendo en picado creyéndose realmente que somos “superhombres” y que Dios es una molestia para la plena realización del ser humano… ¡así vamos!

S. Benito y sus hijos, los monjes benedictinos, fueron inspiración para los pueblos de la vieja Europa tanto a nivel social, político, económico y cultural como religioso y, sin duda, colaboraron en la cohesión de la diversidad de los pueblos de Europa en torno a los mismos valores espirituales, morales y humanistas.

Mi profundo deseo y oración es que nuestra amada Europa retome cuanto antes aquello de “Nihil amori Christi praeponere“ (No anteponer nada al amor de Cristo) que S. Benito tomó de S. Cipriano y añadió en su Regla. Y para ello, sin duda alguna, el testimonio de una Iglesia que vive de Cristo y con Cristo es fundamental.
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