El darse la mano de los novios en la boda
La parte CENTRAL del matrimonio es el momento en que los novios manifiestan el CONSENSO. Hay diversas fórmulas en el ritual, la más utilizada y la que mejor expresa el consenso es ésta:
“Yo, NN, te recibo a ti, NN, como esposa y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.” (y viceversa cuando lo dice la novia al novio)
El sacerdote, tras el interrogatorio a los esposos introduce el momento del consenso con una monición e invitándoles a tomarse de la mano derecha.
El gesto de tomarse de la mano derecha es muy antiguo aunque ha sufrido alguna variación en la forma. Por ejemplo, en la Biblia encontramos en Tobías 7, 13:
“Ragüel hizo venir a su hija Sara. Cuando ella llegó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: «Recíbela conforme a la Ley y a lo que está prescrito en el Libro de Moisés, que mandan dártela por esposa. Tómala y llévala sana y salva a la casa de tu padre. ¡Que el Dios del cielo los conduzca en paz por el buen camino!»”
En una sociedad patriarcal, el padre tomaba de la mano a la hija y la daba al esposo como signo de abandono de la casa paterna y el pasaje a la casa del esposo. A partir del siglo XIII encontramos en diversos rituales francos que se celebraban los esponsales en la puerta de la iglesia. El sacerdote sustituye, de algún modo, la figura del padre de familia y esto propició un cierto cambio de mentalidad donde el protagonismo lo asumían plenamente los esposos y el gesto de tomarse ellos mismos la mano derecha manifestaba la libertad y decisión personal de contraer matrimonio.
El matrimonio se celebraba, por lo tanto, en dos momentos. Uno a la puerta de la iglesia donde se hacía lo que se conocía como los esponsales y luego otro dentro de la iglesia donde se celebraba la misa nupcial. El por qué de estos dos espacios es muy interesante. El hecho de hacer el interrogatorio en la puerta de la iglesia a los ojos de todos también tenía el fin de proteger a la esposa. Al ser público se evitaba que la mujer fuera raptada o violentada a casarse. Hoy en día nos resultan más familiares las amonestaciones que se cuelgan en la puerta de la iglesia donde se va a casar una pareja por si alguien conoce algún impedimento. Así se evitaría lo que Hollywood tanto ha explotado en sus películas cuando en el momento en que el sacerdote decía “si alguien conoce algún motivo para que no se realice este matrimonio que lo diga ahora o calle para siempre” y aparecía alguien dándole suspense al tema.
Hoy en día, en las celebraciones del matrimonio hemos perdido la solemnidad de los gestos sencillos pero cargados de significado como el de darse la mano derecha para expresar el consentimiento. Siempre estamos a tiempo de recuperarlo…
“Yo, NN, te recibo a ti, NN, como esposa y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida.” (y viceversa cuando lo dice la novia al novio)
El sacerdote, tras el interrogatorio a los esposos introduce el momento del consenso con una monición e invitándoles a tomarse de la mano derecha.
El gesto de tomarse de la mano derecha es muy antiguo aunque ha sufrido alguna variación en la forma. Por ejemplo, en la Biblia encontramos en Tobías 7, 13:
“Ragüel hizo venir a su hija Sara. Cuando ella llegó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: «Recíbela conforme a la Ley y a lo que está prescrito en el Libro de Moisés, que mandan dártela por esposa. Tómala y llévala sana y salva a la casa de tu padre. ¡Que el Dios del cielo los conduzca en paz por el buen camino!»”
En una sociedad patriarcal, el padre tomaba de la mano a la hija y la daba al esposo como signo de abandono de la casa paterna y el pasaje a la casa del esposo. A partir del siglo XIII encontramos en diversos rituales francos que se celebraban los esponsales en la puerta de la iglesia. El sacerdote sustituye, de algún modo, la figura del padre de familia y esto propició un cierto cambio de mentalidad donde el protagonismo lo asumían plenamente los esposos y el gesto de tomarse ellos mismos la mano derecha manifestaba la libertad y decisión personal de contraer matrimonio.
El matrimonio se celebraba, por lo tanto, en dos momentos. Uno a la puerta de la iglesia donde se hacía lo que se conocía como los esponsales y luego otro dentro de la iglesia donde se celebraba la misa nupcial. El por qué de estos dos espacios es muy interesante. El hecho de hacer el interrogatorio en la puerta de la iglesia a los ojos de todos también tenía el fin de proteger a la esposa. Al ser público se evitaba que la mujer fuera raptada o violentada a casarse. Hoy en día nos resultan más familiares las amonestaciones que se cuelgan en la puerta de la iglesia donde se va a casar una pareja por si alguien conoce algún impedimento. Así se evitaría lo que Hollywood tanto ha explotado en sus películas cuando en el momento en que el sacerdote decía “si alguien conoce algún motivo para que no se realice este matrimonio que lo diga ahora o calle para siempre” y aparecía alguien dándole suspense al tema.
Hoy en día, en las celebraciones del matrimonio hemos perdido la solemnidad de los gestos sencillos pero cargados de significado como el de darse la mano derecha para expresar el consentimiento. Siempre estamos a tiempo de recuperarlo…