Los demonios de Sara y nuestras luchas diarias
Siguiendo con la lectura del libro del Génesis en las primeras lecturas de la misa de esta semana nos encontramos hoy con un episodio que entremezcla la realidad humana y la acción misericordiosa de un Dios que no se desentiende de sus hijos. Para comprender mejor la reacción de Sara, la mujer de Abraham conviene remontarnos unos capítulos atrás, en concreto al capítulo 16 donde nos narra que la misma Sara le pide a su esposo que tenga un hijo con su esclava Agar ya que ella es estéril y no podrá darle descendencia. Así ocurrió y al verse embarazada de Abrahán narra el génesis que Agar le perdió el respeto a Sara por lo que se creó una fuerte enemistad entre ambas. Como era maltratada por Sara, Agar decide huir hasta que el Señor sale a su encuentro y le pide regresar y ser dócil a su señora prometiéndole que Dios mismo estará al cuidado de su hijo y le dará una enorme descendencia. Fruto de esta situación podemos comprender humanamente el desencuentro entre ambas mujeres que hoy nos narra la primera lectura. Ismael, hijo de Agar e Isaac, hijo de Sara juegan entre ellos. Sara haciendo valer su condición de esposa de Abraham le pide que la despida para que no sea heredero el hijo de la esclava. Recodemos que fue la propia Sara la que le pidió a Abraham tener un hijo con Agar y ahora probablemente llena de envidia y celos humanos le pide que la despida. Toda esta parte es la que nos referimos como muy humana… la vida está llena de historias de celos y malas decisiones humanas.
Agar finalmente repudiada marcha por el desierto con su hijo y quedándose sin agua, derrotados tira la toalla de la batalla de supervivencia… se retira lejos de su hijo para no verlo morir deshidratado. Y aquí es donde entra en acción Dios. La misericordia de Dios que se manifiesta siempre fiel ante el clamor del afligido, del que sufre. Como hemos respondido en el salmo: “El afligido invocó al Señor y Él lo escuchó”. Dios sale al encuentro de Agar y su hijo Ismael en el desierto y pone ante ellos un pozo de agua fresca con el que sobrevivir. El Dios fiel que no abandona nunca a sus hijos y escucha el clamor de los pobres y afligidos.
En el evangelio proclamamos el relato de los dos endemoniados de Gerasa. Aquellos demonios que atormentaban las almas de aquellas pobres gentes nos recuerdan que también nosotros, cada uno de nosotros libramos nuestra batalla particular con nuestros propios demonios. Sara con sus celos y envidias. Nosotros con nuestras debilidades e incoherencias.
Pero Dios es siempre fiel y dispuesto a ponerse de nuestro lado en la batalla contra el mal que nos seduce, nos tienta y nos distrae tan a menudo.
Dejémonos sanar por la ternura de la misericordia de Dios!
Agar finalmente repudiada marcha por el desierto con su hijo y quedándose sin agua, derrotados tira la toalla de la batalla de supervivencia… se retira lejos de su hijo para no verlo morir deshidratado. Y aquí es donde entra en acción Dios. La misericordia de Dios que se manifiesta siempre fiel ante el clamor del afligido, del que sufre. Como hemos respondido en el salmo: “El afligido invocó al Señor y Él lo escuchó”. Dios sale al encuentro de Agar y su hijo Ismael en el desierto y pone ante ellos un pozo de agua fresca con el que sobrevivir. El Dios fiel que no abandona nunca a sus hijos y escucha el clamor de los pobres y afligidos.
En el evangelio proclamamos el relato de los dos endemoniados de Gerasa. Aquellos demonios que atormentaban las almas de aquellas pobres gentes nos recuerdan que también nosotros, cada uno de nosotros libramos nuestra batalla particular con nuestros propios demonios. Sara con sus celos y envidias. Nosotros con nuestras debilidades e incoherencias.
Pero Dios es siempre fiel y dispuesto a ponerse de nuestro lado en la batalla contra el mal que nos seduce, nos tienta y nos distrae tan a menudo.
Dejémonos sanar por la ternura de la misericordia de Dios!