¡La dichosa obsesión de compararnos con los demás!

Leemos en el evangelio:


"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:

-«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.

Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:

“Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido.”

Ellos fueron.

Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:

“¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”

Le respondieron:

“Nadie nos ha contratado.”

Él les dijo:

“Id también vosotros a mi viña.”

Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:

“Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.”

Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.

Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:

“Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.

Él replicó a uno de ellos:

“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿0 vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?’

Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."

Esto es una realidad tan actual y una clara tentación para todo creyente... la tentación de entrar en la lógica del mundo y de trasladarla a la relación con Dios. Ya nos lo recuerda la Escritura "Mis caminos no son vuestros caminos".

La lógica del mundo tiende a ser egoísta y egocéntrica, lo primero YO, lo segundo YO y se queda algo PARA MI. Y esta lógica se ha convertido, con el paso del tiempo, en un mal endémico... pero incluso observamos ¡que se ha colado en la Iglesia! Cuántas celotípias, cuántas envidias, cuántos carrerismos.... entristece respirar cercano todo eso.

Vemos en el texto evangélico que algunos trabajadores de la viña se indignan con el dueño porque, según la lógica de este mundo donde cada uno recibe lo que "se merece", comete una grave injusticia pagando lo mismo a quienes estuvieron más tiempo en la viña que a los que recién entraron. En términos meramente mercantiles o laborales es una injusticia, está claro. ¡Ay cuando alguien contempla la Iglesia como un lugar mercantil, donde hacer carrera o donde ganar privilegios o favores!... ¡Ay cuando uno se considera con más "derechos" que otros por ser más cumplidores!... el peligro de olvidar que somos trabajadores y creernos los dueños de la viña.

La viña es de Dios, nosotros meros trabajadores.

Una comunidad cristiana que se deje infectar por la lógica de los "merecimientos" está llamada al fracaso. La mentalidad de quienes creen que a Dios se le gana con los propios méritos lleva a actitudes de juicio y condena de los demás inevitablemente. Quien se cree merecedor de un premio conseguido a pulso tiende a juzgar a quienes no considera merecedores de ello. Es lo que le pasó a estos trabajadores de las primeras horas, se indignaron porque se esperaban más que lo dado a los demás.

La justicia de Dios se rige por los parámetros del amor y la compasión. Para Dios, que es eternidad, no hay límites del tiempo ni se deja influenciar por los condicionamientos humanos. Dios mira siempre el corazón del ser humano.

En el texto evangélico el dueño de la viña había acordado un denario por trabajar en la viña tanto con los de todo el día como con los de las últimas horas. Si uno tiene puesta su mirada únicamente en Dios, en el acuerdo con el dueño, no está pendiente de comparaciones con los otros, de quién es digno o indigno, de quien se merece más o menos... ¡sabe que ese es TRABAJO DEL DUEÑO no de uno!

¿Acaso Dios nos ha nombrado jueces de nuestros hermanos? ¿Se nos ha olvidado que el único juez de vivos y muertos es el Señor?

He conocido esta triste dolencia de quienes viven obsesionados comparándose con los demás, más preocupados de lo que hacen los otros que lo que está en su mano.

Fue la enseñanza del "nuevo Pedro", arrepentido tras negar a Cristo tres veces:


"Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».

Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de este?». Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa? Tú sígueme»."

El mismo Pedro andaba preocupado con la vida de otros... Jesús le responde claramente ¿qué te importa? Como diciendo: tú ocúpate de tu vida, de tu compromiso, de tu fidelidad y cuando mires al otro que sea únicamente para extenderle tu mano y elevar tu oración al padre en favor de tu hermano....
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