La voz y el desierto
En este segundo domingo de adviento la liturgia nos presenta el evangelio de Lucas al inicio de su capítulo tercero. En concreto, podemos leer en los versículos 4 al 6:
"Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios."
Lucas especifica claramente: "como está escrito en el libro del profeta Isaías". Vamos a buscar el texto al que hace mención y lo encontramos en Isaías 40, 3-4:
"Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!
¡Es interesante observar un detalle que puede pasar desapercibido! Os invito a fijaros en los "dos puntos (:)"
En Lucas: "Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor"
En Isaías: "Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor"
Isaías escribe a un pueblo que vuelve del destierro de Babilonia, los ánimos están bajos al encontrarse el desierto de una nación devastada. El profeta tiene la misión de mantener la esperanza de su pueblo, de despertar el ánimo y las ganas de luchar para levantar de nuevo su hogar. Dios no es ajeno a sus luchas, no gira la cara a sus dolores. Dios los ha rescatado y llega "con poder" y "como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz (v.11)". De ahí que los dos puntos a los que nos referimos están antes de la referencia al desierto: "Una voz grita (proclama):..."
Lucas hace referencia a Juan el bautista. Anuncia al profeta que está en el desierto llamando a la conversión. El profeta que anuncia también, como Isaías, la llegada del Señor. El mismo Señor que se presenta como pastor en Isaías se hace carne ahora en Lucas. Dios se hace uno de los nuestros para materializar su cercanía hasta tal extremo de abajarse el Creador en forma de creatura. ¡Qué maravilloso misterio! Pero para escuchar al profeta es necesario marchar al desierto, su voz clama en el desierto no en los palacios ni en el templo. En este caso, los dos puntos están después de la referencia al desierto: "Una voz grita en el desierto:..." Si quieres escuchar la voz del profeta has de ir al desierto, salir de las comodidades de palacio, dejar atrás las seguridades y salir a la intemperie del desierto.
El Isaías el desierto aparece como lugar de reconstrucción, el pueblo regresa a una tierra devastada y allí ha de volver a levantar la nación, en ese desierto toca volver a echar raíces, a cimentar al pueblo. En Lucas el desierto aparece como el lugar donde Dios habla por boca de su profeta.
El desierto adopta, en ambos textos, el simbolismo del encuentro con la voz de un Dios que convoca a su pueblo a reconstruir lo caído, a reencontrarse con su identidad primera. El desierto y la voz de Dios van de la mano. Dios no se desentiende de su pueblo, no se cruza de brazos indiferente ante la suerte de su gente. Dios sale al encuentro en la debilidad y la intemperie, como un pastor que compaña y apacienta a su rebaño.
Es tiempo de Adviento, es tiempo de reconstruir y cimentar bien nuestra fe. Es tiempo de prepararse para el reencuentro con un Dios que se abaja y se deja encontrar por el hombre. Pero es imprescindible no tener miedo ni huir del desierto donde la voz sigue gritando. ¿La escuchas?
"Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios."
Lucas especifica claramente: "como está escrito en el libro del profeta Isaías". Vamos a buscar el texto al que hace mención y lo encontramos en Isaías 40, 3-4:
"Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies!
¡Es interesante observar un detalle que puede pasar desapercibido! Os invito a fijaros en los "dos puntos (:)"
En Lucas: "Una voz grita en desierto: Preparen el camino del Señor"
En Isaías: "Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor"
Isaías escribe a un pueblo que vuelve del destierro de Babilonia, los ánimos están bajos al encontrarse el desierto de una nación devastada. El profeta tiene la misión de mantener la esperanza de su pueblo, de despertar el ánimo y las ganas de luchar para levantar de nuevo su hogar. Dios no es ajeno a sus luchas, no gira la cara a sus dolores. Dios los ha rescatado y llega "con poder" y "como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz (v.11)". De ahí que los dos puntos a los que nos referimos están antes de la referencia al desierto: "Una voz grita (proclama):..."
Lucas hace referencia a Juan el bautista. Anuncia al profeta que está en el desierto llamando a la conversión. El profeta que anuncia también, como Isaías, la llegada del Señor. El mismo Señor que se presenta como pastor en Isaías se hace carne ahora en Lucas. Dios se hace uno de los nuestros para materializar su cercanía hasta tal extremo de abajarse el Creador en forma de creatura. ¡Qué maravilloso misterio! Pero para escuchar al profeta es necesario marchar al desierto, su voz clama en el desierto no en los palacios ni en el templo. En este caso, los dos puntos están después de la referencia al desierto: "Una voz grita en el desierto:..." Si quieres escuchar la voz del profeta has de ir al desierto, salir de las comodidades de palacio, dejar atrás las seguridades y salir a la intemperie del desierto.
El Isaías el desierto aparece como lugar de reconstrucción, el pueblo regresa a una tierra devastada y allí ha de volver a levantar la nación, en ese desierto toca volver a echar raíces, a cimentar al pueblo. En Lucas el desierto aparece como el lugar donde Dios habla por boca de su profeta.
El desierto adopta, en ambos textos, el simbolismo del encuentro con la voz de un Dios que convoca a su pueblo a reconstruir lo caído, a reencontrarse con su identidad primera. El desierto y la voz de Dios van de la mano. Dios no se desentiende de su pueblo, no se cruza de brazos indiferente ante la suerte de su gente. Dios sale al encuentro en la debilidad y la intemperie, como un pastor que compaña y apacienta a su rebaño.
Es tiempo de Adviento, es tiempo de reconstruir y cimentar bien nuestra fe. Es tiempo de prepararse para el reencuentro con un Dios que se abaja y se deja encontrar por el hombre. Pero es imprescindible no tener miedo ni huir del desierto donde la voz sigue gritando. ¿La escuchas?