Religión, transhumanista J. Arregui en Salamanca: Caminos de espiritualidad en el mundo de hoy
Dios no es un Ente, es el alma y corazón del universo en expansión

Es una parroquia de barrio marginado, parroquia de presencia cristiana, de tipo social, con trabajos que van desde la pastoral penitenciaria y de inserción de encarcelados hasta el desarrollo agrícola de varias zonas de Salamanca).
Es una parroquia que quiere poner en marcha un tipo de espiritualidad encarnada en la vida, inserta en la Diócesis de Salamanca, con su obispo don Carlos, y con gran libertad espiritual y social. Con esta ocasión han invitado a J. Arregue, para que hable de Caminos de espiritualidad en el mundo de hoy.

No será necesario que presente aquí a J. Arregui, a quien conozco desde hace muchos años, por vecindad espiritual y por trabajo teológico. Le he presentado varias veces en este portal. Quien quiera conocer de primera mano su vida puede acudir a la semblanza que él mismo ha publicado en osé Antonio BADIOLA (ed.),Esperamos porque confiamos. En el 50 aniversario de la Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz, Editorial Eset, Vitoria-Gasteiz, 2017, pp. 951-987. (texto recogido en http://servicioskoinonia.org/relat/449.htm).
Bio-Biografía. Hasta el año 2010
José Arregi. Nació en Azpeitia (Gipuzkoa) el 8 de noviembre de 1952. Es franciscano y vive en el Santuario de Arantzazu.
Se licenció y doctoró en Teología en el Instituto Católico de París con una tesis sobre la relación del cristianismo con otras religiones. Ha sido profesor de diversas materias teológicas en Pamplona Vitoria y Deusto. Trabaja desde hace años en la formación teológica de laicos.
Publicaciones:
Fundador y director de la revista de pensamiento religioso en euskera HEMEN. Erlijio-gogoetarako aldizkaria. Y escribe numerosos artículos en otras lenguas.Algunos de sus libros son:
1. "Hans Urs von Balthasar: dos propuestas de diálogo con las religiones",
2. "El exceso y la palabra. Reflexiones sobre la verdad de las afirmaciones teológicas"
3. Jainkorik baiala ez? (un debate con el escritor ateo Edorta Jimenez), Elkar, San Sebastián2007).
4. Jainkoaz galdezka. 40 euskal idazleren erantzunak (recoge las respuestas de 40 escritores vascos de hoy a unas preguntas que les dirigí acerca de Dios, con un capítulo introductorio mío), Alderdania, Irún 2007.
5. Traducción castellana del libro anterior en Univ. de Deusto (VERANO 2010)
6. "La reconstrucción del creer" (en colaboración con Manuel Reus, Javier Vitoria), PPC, Madrid 2010
7. "Bakea eskatu, bakea ospatu",
8. "Nazareteko Jesus. Zer gizaki? Zer Jainko?",
9. "Oinatzak bidean. Erlijioen historia.
Magisterio
Ha dirigido cursos de teología y vida cristiana, en Pamplona, en Vitoria, en Bilbao...en Arantzazu y en otros lugares y con ese fin ha venido escribiendo unas “cartas” (las famosas Cartas de los jueves) que se han “publicado” en Internet, primero de un modo más privado, luego en portales abiertos (Fe Adulta, Atrio...) y que llegan a muchísimas personas (militantes cristianos, religiosas de clausura, creyentes de todo tipo y religión...) que con su ayuda y ejemplo viven un cristianismo maduro, hecho de sencillez y complejidad, es decir, de "vida"
Arregi es vasco y universal, sin ninguna dificultad, sin ningún complejo; a muchos no les gusta que sea esas dos cosas al mismo tiempo, sin someterse a ningún ídolo político. Así lo ha vivido desde Arantzazu, un santuario abierto a la paz franciscana, cristiana, universal, donde ha promovido encuentro y cursos de dialogo, que están, en la línea de Baketik (http://www.baketik.org/ ). Organización Cristiana al servicio de la paz, que tiene su centro en el Santuario de Aránzazu, de los Padres Franciscanos. Organiza cursos y dirige campañas para la extensión de la paz, no sólo en Euskal Herria sino en todo el mundo, con espíritu franciscano.
Desde 2010
Salió en toda la prensa su "diferencia" con el Obispo Munilla... que el mismo Arregui cuenta en la semblanza de su vida, que ha escrito el año 2017. No quiero añadir nada. Vaya allí quien quiera enterarse, o lea los trabajos que varios, entre ellos un servidor, publicamos sobre la polémica de fondo en RD.

Fue una bendición para J. Arregui. Hubiera sido hermoso, eclesialmente, que pudiera haber seguido en la Orden Regular de San Francisco... pero sigue siendo franciscano, siendo laico, como fue San Francisco. Pudo seguir dando clases en la Universidad de Deusto (hasta su jubilación). Dios le dio una "hermana", compañera y mujer (Itziar), y han sido y son una bendición de Dios uno para el otro.
Ha seguido escribiendo numerosas obras de espiritualidad, publicadas especialmente en FE ADULTA (se encontrará una lista de sus libros y publicaciones you-tube en http://www.feadulta.com/es/ ). Los amigos y seguidores de Euskadi le conocen muy bien por sus colaboraciones en la prensa dominical, básicamente en Deia). Colabora en RD... Es uno de los hombres más significativos de la Iglesia de España.

Una nota final sobre su espiritualidad
Recojo aquí los dos últimos puntos de Mi itinerario teológico, ya citado:: cf. http://servicioskoinonia.org/relat/449.htm ). Vea quien quiera su trabajo entero.
Hace tres años le pedí un trabajo sobre la pobreza y espiritualidad franciscana, para el volumen colectivo El Pacto de las Catacumbas Verbo Divino, Estella 2016). Dios mediante lo publicaré dentro de unos días en RD, para aquellos que no tengan acceso fácil al libro).
6. En resumen: tres paradigmas en una sola vida
Y aquí estoy. Cada día me asombro de cuán distinto es el mundo en que vivo del mundo en que nací, aquel mundo en que aprendí a rezar el Credo y a sentirme Iglesia.
65 años no son muchos, pero es como si en ellos me hubiera tocado cambiar dos veces de era cultural y vivir en mi vida tres culturas distintas, tres visiones del mundo y tres paradigmas teológicos. Antes, las eras culturales perduraban milenios; creíamos que el cielo y la tierra eran inmóviles, y que todo debía regirse por un orden inmutable; la Tierra era el centro del universo, y apenas el sol y la luna giraban lentamente alrededor de ella, para alumbrarnos de día y acompañarnos de noche y marcar los ritmos de la siembra y la cosecha. Pero hoy sabemos que la tierra gira en el cosmos a miles de kilómetros por hora. Todo en el universo –las galaxias cuasi infinitas en número y dimensión, y los átomos cuasi infinitos en sus partículas y ondas y vacíos–, todo está unido con todo, y todo se mueve y corre vertiginosamente. Es admirable más que vertiginoso (lo que produce vértigo y estragos es el ritmo del llamado “desarrollo económico”).

La cultura agraria se ha prolongado durante diez milenios –algo menos por estas tierras, donde aprendimos más tarde a cultivar la tierra y a criar animales–. Hace solamente doscientos años nació la era industrial, y la modernidad con ella. Pero ya estamos en otra era: en apenas doscientos años, la era industrial se ha transformado en era postindustrial, la era de la información; paralelamente, la cultura moderna, caracterizada por la fe laica en la razón científica y en el progreso, se ha transformado en cultura posmoderna, marcada por el estallido de la verdad, la fragmentación del saber, la evidencia de la incertidumbre y el reconocimiento del pluralismo en todos los campos. En apenas doscientos años, hemos pasado de la premodernidad a la modernidad y de ésta a la posmodernidad.
Así pues, en mis 65 años de vida he conocido tres épocas culturales distintas muy distintas. Y al decir “épocas culturales distintas”, me refiero a mi manera de ser creyente, de rezar el Credo.Durante casi 20 años, mi fe fue totalmente premoderna: la tierra era el centro del universo presidido por Dios, Dios era el Ser y el Señor Supremo, la Biblia y los dogmas habían sido directamente revelados por Dios, lo sagrado era superior a todo lo profano, ser sacerdote era lo más grande, el pecado mortal lo más terrible, y el papa tenía siempre la última palabra.
El estudio de la filosofía y de la teología trajo consigo la duda, no exenta de angustias: había que reconciliar –no pocas veces un poco a la desesperada– la filosofía con la teología, la fe con la razón, el teocentrismo con el antropocentrismo, el poder de Dios con la libertad humana, la gracia con la responsabilidad, lo sagrado con lo profano, la transformación política del mundo con la esperanza del “más allá”, la verdad con la tolerancia, la religión con la laicidad, la encarnación única de Dios con el respeto de las religiones no cristianas. Tuve que modernizar mi Credo.
Pero para cuando creí haberlo logrado más o menos durante mis cuatro años del Instituto Católico en París, otro mundo se me abría, o más bien me envolvía. En los años posteriores fui dando forma a un paradigma teológico radicalmente pluralista, ecológico y liberacionista: Dios no es un Ente, es el alma y el corazón del universo en expansión y en creación permanente sin centro alguno; es el Espíritu o la Ruah de la paz y del consuelo, que gime en la humanidad y en todas las criaturas, hasta la plena liberación, hasta la plena creación. Nuestra especie humana Homo Sapiens, aparecida hace nada más que 200.000 años en este precioso planeta verde y azul, no es ni el centro ni la cima ni el fin de la creación, ni siquiera el centro y la cima de este planeta, sino que es –nada más ni nada menos– una manifestación maravillosa y todavía inacabada de la creación en marcha, con un triple cerebro –de reptil, mamífero y humano– no muy bien coordinado entre sí, que no le permite más que una conciencia aún muy dormida y una paz muy frágil; un día desaparecerá, como todas las demás especies, pero seguirá desarrollándose la vida en la Tierra (y en otros planetas probablemente, aunque todavía nada podemos saber). Alguna vez existirán en nuestro planeta o tal vez existan ya en otros seres más “desarrollados” que nosotros, especies vivientes (en no sabemos aún qué formas) que puedan y acierten a vivir mejor que nosotros, en una paz más estable y en una armonía mayor consigo mismo y con todos los seres, para gloria de la Vida o de Dios.
7. ¿Qué Dios? ¿Qué Jesús? ¿Qué mundo y ser humano?
Cada época y cada persona tienen el deber de entender el Credo de aquella manera que le parezca creíble. Lo que no resulta creíble no se ha de creer. El que cree algo lo cree siempre porque por alguna razón le parece creíble, razonable, “plausible” creer así. O bien porque piensa que “Dios lo ha revelado exactamente así”, o bien porque está convencido de que es razonable creer como el papa mande que se crea, o por alguna otra razón. Pero quien cree algo lo hace porque le parece razonable. Quien dice “no me parece razonable, pero lo creo” lo dice porque piensa que tienes razones para decirlo, a no ser que no sepa lo que dice.
En cualquier caso, como dijo Santo Tomás de Aquino, “la fe no se refiere a unas fórmulas, sino a aquello a lo que apuntan”. “Creer” no consiste fundamentalmente en asentir a unas creencias. “Creer” es mirar cada ser, sentir la realidad y vivir la vida desde una profunda gratitud, confianza y compasión universal. Como hizo Jesús. Jesús tenía unas creencias (judías) que nosotros no podemos compartir. El mismo Jesús las compartió de manera libre y creativa, y solo en la medida en que le ayudaban a vivir. Lo mismo hemos de hacer nosotros. La vida nueva, despierta, libre y fraterna, es lo que importa. Lo demás es añadidura.
Hoy, bien entrados ya en el siglo XXI, en este proceso de transformación cultural y de profunda metamorfosis religiosa que estamos viviendo, en la nueva imagen de la realidad y del ser humano dentro de ella que las diversas ciencias –en particular la astrofísica, la física cuántica, la biogenética y las neurociencias – nos trazan, no podemos seguir haciendo teología, es decir, hablando de Dios o de Jesús o del mundo desde Dios con imágenes y lenguajes que pertenecen a cosmovisiones anacrónicas, a paradigmas obsoletos.
No podemos hablar de Dios como se hablaba en un mundo estático y determinista, piramidal y patriarcal, geocéntrico y antropocéntrico: Dios no es en Ente Supremo, “otro”, “alguien”, “persona” de la manera como cualquiera ser humano es para mí “otro”, “alguien”, “persona”. Dios no es menos que un tú, pero no es un tú frente a mí. No es menos que “persona”, pero no es persona como el ser humano. No es una Superpersona humana, con una psicología similar a la humana, solo que omnisciente y omnipotente… No es ni personal ni impersonal, sino transpersonal. Entre Dios y mundo no hay ni unidad ni dualidad. Ni monismo ni dualismo (a esto se refieren quienes, como Enrique Martínez Lozano, hablan de No-dualidad). Dios no interviene desde fuera cuando quiere. No se encarna una vez desde fuera, pues es la Carne del mundo, el Ser de cuanto es, el Corazón de cuanto late, el Verbo activo y pasivo de toda palabra, el Dinamismo de toda transformación, la Ternura de todo abrazo, el Tú de todo yo y el Yo de todo tú, la Unidad de toda diversidad y la Diversidad de toda unidad, la luz de toda mirada, la conciencia de toda mente, la Belleza y la Bondad que sostienen y mueven al universo en su infinito movimiento, en su infinita relación.
¿Y Jesús? No podemos hablar de Jesús en los términos de la metafísica dualista que subyace a los dogmas: como si Dios fuera una “substancia” distinta y separada del mundo, como si en Jesús asumiera “nuestra substancia” por primera y única vez, de manera singular y milagrosa, como si Dios no fuera el verdadero Ser de todo cuanto es, como si todo ser humano no fuera divino por el mero hecho de ser bueno.Jesús fue un hombre bueno, un hombre libre, y ahí se resumen todos los dogmas. Así de simple. Fue un individuo admirable de esta nuestra pobre y maravillosa especie humana; judío galileo. “Fue” y sigue siendo –porque la Vida que se da no muere- profeta o sacramento o símbolo o encarnación de la Compasión liberadora y creadora; vivió la indignación y la paz, la rebeldía y la esperanza; no le importó la religión, sino la misericordia; no le importó la culpa, sino la curación; él no se opone ni excluye ni incluye a ningún otro sacramento de la Compasión divina, y será plenamente Cristo o Mesías o liberador, en comunión con todos los profetas y liberadores del pasado y del futuro, cuando todos los sueños que él llamaba “reino de Dios” se cumplan del todo. Jesús es un Cristo o Mesías en camino (J. Moltmann, otro de los autores que me han resultado más inspiradores, salvo en su idea de la expiación y sus elucubraciones trinitarias). Necesariamente imaginó a Dios a la manera de su cultura y religión, en forma “teísta”: como Ser Supremo, como Padre, como Rey, como Juez, como Alguien personal a imagen de las personas humanas que conocemos, Alguien con psicología humana, aunque sin cuerpo ni genes ni neuronas. Esas ideas de Dios ya no sirven hoy a muchas y muchos cristianos sinceros que quieren dejarse inspirar por Jesús y compartir su esperanza y practicarla.
No podemos hablar de la revelación y de la encarnación de Dios como si este planeta fuese el centro del universo y como si la especie humana fuese el culmen de la evolución de la vida. El universo no tiene centro ni medida fija. Tampoco podemos hablar del ser humano como si la biogenética y las neurociencias no hubieran demostrado que no tenemos más conciencia y libertad que aquellas de las que nos hacen capaces los genes y las neuronas. Y no es poco, pero tampoco es tanto (todavía). La libertad está en camino, como el cosmos, la vida y la conciencia. La libertad es la meta de toda la creación. ¿Y el pecado? El pecado no es la culpa contraída con una divinidad, sino la herida, el error, la finitud y el daño. Pero podemos acogernos, amarnos y seguir confiando los unos en los otros: eso es el perdón, y así encarnamos el misterio de Dios.
Y así deberíamos seguir revisando todo lo dicho sobre la “salvación” o el “más allá”, para volverlo a decir con palabras libres y metáforas nuevas, pues nada de lo dicho es esencial en la fe, sino justamente lo indecible.
Hoy nos confrontamos con el reto económico, político, filosófico y político más grave jamás imaginado: el reto transhumanista. Por primera vez en la historia, el ser humano se plantea la posibilidad –cargada de enormes oportunidades y de terribles amenazas– de crear un ser (¿humano?), un organismo viviente genéticamente alterado, un ciborg (organismo con implantes cibernéticos supercomplejos) o un robot superinteligente, capaz de decidir. Podrá ser un ángel protector o un monstruo exterminador. Podrá ser más espiritual que el Homo Sapiens (y más que Jesús, por lo tanto) o infinitamente más peligroso y perverso. Y en el mundo podrá haber mucha más armonía, fraternidad y bienestar compartido, o las diferencias y las crueldades podrán aumentar sin medida. Y está en nuestras manos (en buena parte) el que suceda lo primero o lo segundo. El ser humano se enfrenta hoy a la opción más radical de toda su historia. Y su mera hipótesis nos obliga a revisar todos los esquemas teológicos todavía vigentes.
Me sorprende ver que los teólogos apenas se toman en serio todas estas nuevas perspectivas. Grandes teólogos del Estado español que, siendo yo profesor principiante y no tan principiante, abrían nuevos horizontes y a los que tanto debo siguen ahora donde estaban entonces, siendo así que todo ha cambiado tanto. Lo atribuyo a que no están atentos a las ciencias ni se han adentrado seriamente en el mundo de las grandes tradiciones sapienciales del Oriente. Hicieron una revolución, pero se estancaron en ella. Es una pena, pues lo que ha venido luego y seguirá viniendo (no sabemos hasta cuándo) de los actuales seminarios será todavía mucho peor. Por eso me parecen tanto más meritorios quienes han seguido caminando hacia los nuevos horizontes (Xabier Pikaza, José María Vigil y Juan José Tamayo, y Javier Melloni entre los más jóvenes…).
Una conclusión abierta
Sigo caminando, consciente de estar cada vez más cerca de esa fase de la vida en que “Otro te ceñirá y te conducirá adonde no quieras ir”. Allí quisiera justamente querer ir; quisiera ir libremente adonde no quiero. ¿No es eso lo que la vida nos enseña en todo su transcurso? Cuando miro para atrás y considero los pequeños azares de mi vida y de mi humilde camino teológico”, es la sensación que me queda y va tomando cuerpo: Otro/a me llevaba desde el fondo de mí y de todo, a pesar de mí y de todo. Otro/a que es mi Mismidad más honda, el Misterio y el Ser más profundo de todo ser. La Presencia buena, la Compañía fiel en quien “vivimos, nos movemos y existimos”, que nosotros mismos debemos encarnar y ser hasta que Dios sea todo en todas las cosas.
La Creación sigue en marcha. No sabemos hacia dónde, pero también depende de nosotros, seres humanos todavía tan inhumanos. El Espíritu gime en el gemido de todos los seres. Sigamos caminando y conversando, recordando y soñando, hasta la plena liberación de todos los seres vivientes, hasta la plena creación que nunca se detendrá ni acabará, hasta la plena encarnación de “Dios”, Compasión creadora, Aliento vital o Ruah universal más allá de todas nuestras palabras. La santa Creatividad nos empuja y guía. Nos anima la confianza, más allá de toda imagen y certidumbre, de que la santa Memoria o el gran Recuerdo o el Corazón del cosmos guarda misteriosamente vivas, a través de todas las transformaciones, nuestras infinitas formas pasajeras. Vivimos en la gran Pascua o paso de la Resurrección universal incesante y eterna.
Entre luces y sombras, y aunque a veces me alcanza el desaliento a la vista de tanto dolor, camino feliz. Y sigo buscando sin pretender encontrar, pues no hay nada que encontrar. Todo ES, todo RESPIRA.