Se va Benedicto XVI, queda J. Ratzinger (con su "amigo" K. Rahner)

Se va pasado mañana, después de 46 años de “servicios especiales” (1977-1982 Arzobispo de Munich, desde 1981 Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, 2005 Papa). Le deseo una jubilación gozosa, pacificada, con años de bendición para orar y volver a los altos estudios, tras muchos años de duro bregar en otras lides.

Sería bueno que retomara el diálogo con su primer maestro y mentor, K. Rahner, de quien se distanció tras unos años de intensa colaboración. (En la imagen aparecen los dos,colaborando en tiempos del Vaticano II, que ellos interpretaron después de modos distintos, como verá quien siga leyendo).


Y así queda de nuevo Joseph Ratzinger, teólogo significativo, con su desgastada, con muchos problemas de Iglesia no resuelto. En esa línea quiero recordarle aquí, desde una perspectiva teológica, comparándole con Rahner, su maestro y "amigo" antiguo, del que se distanció después, para destacar los temas abiertos tras el Vaticano II y no resueltos al final de su Papado.


Pienso que la Iglesia ha de olvidar algunas actitudes defensivas de Ratzinger, Prefecto de la Congregación de la Fe y Papa, volviendo a dialogar con K. Rahner, asumiendo humildemente algunas de sus propuestas e iniciativas, en la línea del Vaticano II.

Un buen principio de "encuentro y renovación" eclesial puede ser el libro que ambos publicaron, antes del Concilio, titulado Episcopado y primado (1961; trad. española Herder, Barcelona 1965). Volver al Concilio, desde sus raíces, puede ser un sano ejercicio de renovación teológica y eclesial, una vez terminado el Papado de Benedicto XVI.


El principio. Ratzinger y Rahner

Antes que obispo, cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe y Papa Benedicto XVI, Joseph Ratzinger ha sido y sigue siendo un teólogo. Nació el 16 de abril de 1927 en Baviera, Alemania. Estudió en la Facultad de Teología de Freising y en la Universidad de München, y escribió unos libros básicos sobre san Agustín, san Buenaventura y sobre la fraternidad cristiana.

Enseñó Teología Fundamental en Freising y después en Bonn. Desde 1963 fue Catedrático de Dogmática e Historia del dogma en Münster, pasando en 1966 a Tübingen, donde formó parte de uno de los claustros de teología más importantes del siglo XX, colaborando en ese tiempo con K. Rahner.

Rahner, que ha sido quizá el teólogo católico más significativo del siglo XX, había nacido en 1904 y era, por tanto, veintitrés años mayor que Ratzinger. Ambos se conocieron en una reunión de teólogos del año 1956 (J. RATZINGER, Aus meinem Leben. Erinnerungen, München 2000, p. 82; cf. H. Vorgrimler, Karl Rahner. Experiencia de Dios en su vida y en su pensamiento (Sal Terrae, Santander 2004).

Michel Schmaus, profesor de dogmática de München, había suspendido el escrito de habilitación de Ratzinger (un tipo de tesis doctoral para la docencia universitaria) y Rahner le ayudó a superar la crisis (logrando que le aprobaran la habilitación), de manera que con su ayuda Ratzinger pudo convertirse en Catedrático de Teología. A partir de ello se produjo un primer acercamiento entre ambos teólogos.

K. Rahner estaba muy satisfecho de los artículos que el joven Ratzinger había escrito para su Lexikon für Theologie und Kirche, especialmente por su espléndido trabajo sobre el infierno, en el que Ratzinger superaba una visión objetivista de la condena eterna, abriendo un camino por el que se puede aceptar la salvación final de todos los hombres (sin negar por ello la justicia de Dios ni la seriedad del pecado).

Ambos tenían una misma visión de la colegialidad de la iglesia, de forma que escribieron juntos un famoso libro titulado Episcopado y primado (1961; trad. española Herder, Barcelona 1965), poniendo de relieve el carácter colegiado y fraterno de la comunión de las iglesias; ése es un libro que ha marcado de algún modo todas las reflexiones posteriores sobre el tema.

Más tarde, en el tiempo de la primera sesión del Concilio, el año 1962, colaboraron también en la redacción del documento sobre “Las fuentes de la revelación”, publicando después un libro también famoso, titulado Revelación y tradición (1965; trad. española en Herder, Barcelona 1971).

Esos dos libros, dedicados a unos temas que fueron centrales en el concilio Vaticano II, han marcado y siguen marcando la convergencia del Rahner maduro y del joven Ratzinger en el despliegue de la teología y de la vida de la Iglesia católica. En este contexto debemos recordar que Ratzinger, que aún no había cumplido cuarenta años, era el teólogo favorito del cardenal Frings, uno de los actores más significativos del Concilio.


Pero sus visiones teológicas y eclesiales eran ya distintas

Estrictamente hablando, Ratzinger no formaba parte del “grupo de Rahner”, que estaba constituido, sobre todo, por otros dos jesuitas: Otto Semmelroth (1912-1979) y Alois Grillmeier (1910-1998). Pero Rahner y los otros jesuitas se reunían a menudo con Ratzinger (y con H. Volk y G. Philips etcétera), especialmente para fijar los temas de la eclesiología conciliar, de tal modo que su colaboración fue decisiva en este campo. De todas formas, en el libro de Recuerdos (“Erinnerungen”, München 1997, p. 131), Ratzinger afirma que sus visiones teológicas de fondo eran ya distintas:

‒ “En el trabajo que realizamos en común percibí claramente cómo, a pesar de que podíamos coincidir en muchas resoluciones y deseos, Rahner y yo habitábamos teológicamente en dos planetas distintos. Él estaba, lo mismo que yo, a favor de la reforma litúrgica, a favor de una nueva función de la exégesis en la iglesia y en la teología y a favor de muchas otras cosas, pero por razones totalmente distintas de las mías. Su teología –a pesar de que en sus primeros años había leído a los Padres de la iglesia– se hallaba totalmente modelada por la tradición de la escolástica suareciana y de su nueva recepción a la luz del idealismo alemán y de Heidegger. Era una teología especulativa y filosófica, donde la Escritura y los Padres de la Iglesia no jugaban en último término ninguna función importante y en la que, sobre todo, la dime
nsión histórica resultaba de menor importancia”.

Y es así. La evolución posterior de Ratzinger ha mostrado que ellos terminaron habitando “en dos planetas teológicos distintos”. Pero cuando Ratzinger añade que la teología de Rahner “se encuentra `totalmente´ (ganz) modelada por la tradición de la escolástica suareciana” está diciendo algo que no concuerda con los hechos.


Ciertamente, Rahner ha sido un teólogo especulativo, pero afirmar, como sigue haciendo Ratzinger que “la Escritura y los Padres no habrían jugado en último término ninguna función importante” en su teología es falso y caricaturesco. Lo menos que se puede decir en este campo es que el Ratzinger triunfante no ha sido galante con su viejo amigo y protector, que no pasó nunca de ser un simple teólogo discutido.

Esta crítica de Ratinzger en contra de uno de sus mentores teológicos suele ser común en un campo académico y de poder eclesial, donde abundan los contrastes y exageraciones. Es normal que los "hijos" se rebelen contra los "padres"; es lo que hizo Ratzinger con Rahner.

De todas formas, el mismo Ratzinger había dedicado una recensión muy positiva a la obra enciclopédica de Rahner, Curso Fundamental sobre la fe (Herder, Barcelona 1979) en Theologische Revue (74 (1978), pp. 177-186) y había valorado positivamente los principios de su teología, en un trabajo-homenaje, publicado en 1979, cuando Rahner cumplió los 75 años (cf. K.-H. Neufeld, Die Brüder Rahner, Freiburg i. Br. 1994, p. 344).


Distanciamiento práctico. Propuestas ecuménicas Rahner rechazadas por Ratzinger

A partir de los años setenta, las posturas teológicas (o, quizá mejor, eclesiales) de Rahner y Ratzinger se fueron distanciando de una forma considerable. El año 1979 la Facultad de Teología de München quiso nombrar a J.B. Metz sucesor de H. Fries, para la cátedra de Teología Fundamental. Pero Hans Maier, ministro de cultura de Baviera, y Joseph Ratzinger, arzobispo de München, vetaron ese nombramiento, oponiéndose de esa forma a lo que Metz, quizá el discípulo más creativo e independiente de Rahner, significaba dentro de la cultura europea, por su apertura a los problemas sociales y por su diálogo con el mundo, en la perspectiva de una teología política, que será asumida y recreada por la teología de la liberación.

Rahner protestó de un modo público, en contra del ministro y del arzobispo, que defendían los poderes de la iglesia y sociedad establecida de Alemania. En esa línea se fueron agrandando las distancias.

Rahner se declaró cada vez más favorable al diálogo con el "mundo" (en especial con el comunismo), al encuentro de las religiones y al compromiso social, en una perspectiva cercana a la teología de la liberación. A partir de los años en los que fue miembro de la Comisión Teológica Internacional (1969-1974), Rahner colaboró activamente en los diversos movimientos de apertura eclesial y política, vinculados a la revista Dialog y a las propuestas de la Paulus-Gesellsachaft, poniendo su teología y su vida (su prestigio personal y su pensamiento) al servicio de la paz mundial y de la justicia, a favor de los oprimidos y sufrientes de la tierra, en una línea que muchos tacharon de “izquierdista”, porque no concordaba con el modelo social de la Democracia Cristiana de Alemania y con una visión casi integrista de la Iglesia católica, que se iba imponiendo en algunos ambientes después de la conclusión del Vaticano II.

En esta línea son significativos los dos trabajos eclesiológicos de Rahner, que pueden tomarse como una continuación de los que años atrás había escrito con Ratzinger (pero que el nuevo Ratzinger ya no aceptó, sino todo lo contrario).

1. Uno se titula Vorfragen zu einem ökumenischen Amtverständnis (“Preguntas previas para una comprensión ecuménica de los ministerios”, 1974), en el que expone de una forma detallada la teología católica tradicional, de tipo escolástico, para mostrar a sus compañeros protestantes que también a partir de la tradición se puede seguir preguntando y avanzando, en una línea de fuerte compromiso ecuménico.

2. El otro libro, publicado con Heinrich FRIES (1911-1988), profesor de teología fundamental de München, se titula Einigung der Kirchen – Reale Möglichkeit “La unión de las iglesias. Una posibilidad real”, 1983), y va exponiendo, en forma de tesis comentadas, unos caminos concretos de unidad –no de unificación– entre las comunidades evangélicas (luterana y reformada) y la iglesia católica romana.

Ratzinger se sitúa en la línea de Urs von Balthasar, en contra de Rahner

En ese momento, el cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, rechazó duramente las propuestas de Rahner y de Fries, presentándolas como “una acrobacia teológica artificial que por desgracia no responde a la realidad”, como una forma de saltar por encima de la pregunta por la verdad “a través de un par de operaciones de política eclesial” (cf. K. RAHNER, Schriften XVI [1984], p. 7). Desde ese fondo se entiende el juicio posterior de Ratzinger:

“El encuentro con Balthasar significó para mí el comienzo de una amistad que debía durar toda su vida, una amistad para la cual yo sólo puedo mostrar gratitud. Yo nunca he vuelto a encontrar hombres con una formación teológica y cultural tan extensa como Balthasar y De Lubac y no sería capaz de decir todo lo que debo a mi encuentro con ellos. Congar, respondiendo a su espíritu conciliador, intentaba mediar siempre entre las posturas opuestas y con esa paciente apertura él cumplió sin duda una misión importante; era un hombre de una inmensa laboriosidad y, a pesar de su enfermedad, mantenía siempre una intensa disciplina de trabajo.

‒ Por el contrario, Rahner se había dejado dominar cada vez más por la conjura de las retóricas progresistas y se había dejado insertar dentro de unas posturas políticas de tipo aventurista, que en realidad resultaban difícilmente conciliables con su teología trascendental. Las controversias sobre aquello que nosotros, como teólogos de este tiempo, podíamos y debamos hacer resultaban inmensamente vivas y exigían además una gran dosis de resistencia física. Rahner y Feiner, el ecumenista suizo, abandonaron finalmente la Comisión que, a su juicio, no servía para nada, porque esa Comisión no estaba dispuesta a asumir sus tesis, que en la mayoría de los casos eran de tipo radical” (J. RATZINGER, Aus meinem Leben. Erinnerungen, München 2000, p. 156).


Evidentemente, el juicio de Ratzinger puede y debe matizarse.

a) Rahner pensaba que la COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL ya no cumplía sus objetivos, porque estaba controlada por Ratzinger, de manera que no era ya lugar de un diálogo libre y abierto entre teólogos de tendencias distintas.

b) Ratzinger, en cambio, afirma que Rahner abandonó la Comisión porque ésta (la Comisión) no aceptaba sus tesis radicales, en las que se expresaba “la conjura de las retóricas progresistas”; estas palabras expresan el miedo de Ratzinger ante la posibilidad de una teología crítica que cuestione desde el evangelio o desde la libertad del hombre unos principios eclesiásticos que él consideraba intangibles.

Dos formas de entender la Teología de la Liberación

En este contexto resulta muy significativa la actitud que tomaron ante la Teología de la Liberación.

‒ Rahner tomó partido a favor de ella, ante todo por su servicio en América Latina. “Una vez escribí un trabajo sobre la ‘Teología de la Revolución’. Yo lo presenté incluso ante la Comisión Teológica Internacional de Roma, fundada por el Papa. Ciertamente, allí lo tiraron muy pronto al cesto de papeles, pero yo lo he publicado. Esta teología y la “Teología de la Liberación”, que ha surgido en América Latina, tienen también ciertos puntos de contacto conmigo ya por el hecho de que, por ejemplo Scannone, un teólogo argentino que escribe sobre esos temas, fue mi alumno en Innsbruck. He tenido algunos contactos con Gutiérrez, que es el auténtico fundador de esa Teología de la Liberación, pues nosotros nos relacionamos a través de la revista teológica internacional Concilium, de la que soy co-fundador” (Anzeiger für die katholische Geistlichkeit, marzo de 1979, p. 78).

En este contexto se sitúa un hecho emocionante. Enfermo ya de muerte, a principios del año 1984, Rahner se enteró de que la Congregación de la Doctrina de la Fe, dirigida por Ratzinger, quería obligar a que los obispos peruanos condenaran a Gustavo Gutiérrez, llamándoles para ello a Roma. Pues bien, el 9 de marzo de 1984 Rahner tuvo que ser trasladado a un hospital, cerca de Innsbruck. Allí dictó todavía algunas cartas, entre otras un escrito dirigido a la Conferencia Episcopal de Perú a favor de Gustavo Gutiérrez. Fueron casi sus últimas palabras escritas. A los pocos días, el 29 de marzo falleció como había vivido: con la felicidad de ser hijo de Dios, con el gozo de haber vivido a su luz (cf. H. VORGRIMLER, Karl Rahner, Sal Terrae, Santander 2004, pp. 168-169).

‒ La actitud de Ratzinger fue muy distinta. No logró que los obispos de Perú condenaran a Gustavo Gutiérrez, pero publicó dos documentos básicos en contra de la Teología de la liberación. Así se consumó una ruptura que sigue siendo significativa. Ratzinger terminó rechazando a Rahner por pensar que era “aventurista” y, en el fondo, poco serio, es decir, porque no aceptaba unos principios teológicos y eclesiales seguros y bien definidos, conforme a una línea de tradición fijada por el Magisterio.

Rahner en contra de Ratzinger

De esa manera, Ratzinger consumó un tipo de evolución teológica, que le llevó de la búsqueda y diálogo de las primeras obras a la defensa de una fe bien establecida. Actuaba, sin duda, con la responsabilidad que le daba el ser Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe.

Por el contrario, Rahner siguió siendo hasta el final un “simple teólogo” ilusionado por la búsqueda del sentido de la fe y por los valores evangélicos del hombre. En esa línea se mantiene su defensa de la libertad de la teología, tal como aparece en uno de sus últimos escritos, que podemos recordar como “manifiesto” a favor de la independencia creadora del teólogo cristiano:

“¿Cómo podremos nosotros realizar aún progresos, que son absolutamente necesarios para la eficacia de la fe y de la iglesia, si es que cada progreso empieza siendo desautorizado de un modo positivo por las autoridades de Doctrina de la fe de Roma que, sin embargo, al menos hasta el momento presente, en muchos casos, mantienen una opinión que es objetivamente falsa?
¿Cómo se podían mantener en los tiempos de Pío X unas posturas que hoy defiende toda la exégesis católica del Antiguo y Nuevo Testamento, si es que ellas sólo se hubieran aceptado tras una aprobación previa de la Comisión Bíblica?
¿Cómo se podría haber introducido en la iglesia aquella enseñanza, aún condenada por Pío XII, que defiende la continuidad biológica entre el hombre y el reino animal, si es que todos los teólogos y biólogos entre Darwin y la mitad del siglo XX hubieran tenido que pedir primero el permiso de Roma?

Lo que sucede es simplemente esto: que el Magisterio eclesiástico se puede equivocar y que de hecho se ha equivocado muchas veces, incluso en nuestro siglo [siglo XX]; y que esos errores concretos, que dañan el mensaje del Cristianismo, sólo se pueden superar cuando resulta posible una crítica abierta en contra de esos errores, por muy prudente y respetuosa que una crítica como esa deba ser” (Schriften XV [1983], p. 364).


Nota final. Temas abiertos

‒ Rahner murió en 1984 siendo sólo un “pobre” teólogo del que desconfiaba la cúpula eclesiástica de Roma, porque seguía manteniendo la libertad evangélica y humana de sus primeros años, madurada con los sufrimientos y experiencias de una larga vida al servicio de la revelación de Dios en Cristo que es salvación y libertad para los hombres.

‒ Por el contrario, Ratzinger asumió las posturas oficiales de un Magisterio que, según Rahner, se sigue equivocando todavía cuando impone sus criterios. Asumió las posturas del Magisterio que él ha dirigido e interpretado como Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la FE y como Papa Benedicto XVI. En sus dos cargos se ha opuesto a las propuestas básicas de Rahner:

1. No ha avanzado en la línea de una vinculación real de las Iglesias cristianas

2. No ha buscado la transformación de los ministerios, con superación de la ley del celibato y con apertura a la ordenación de mujeres y cambio de las estructuras imperantes de la Iglesia.

3. No ha buscado un mayor compromiso en el campo de la realidad social, en la línea de Metz y de la Teología de la Liberación.


El paso de J. Ratzinger por la Congregación de la Doctrina de la Fe y por el Papado ha ido en contra de lo que para Rahner eran las exigencias y tareas de la Iglesia Católica, a partir del impulso del Vaticano II.

Ahora que Benedicto XVI vuelve a ser simplemente Joseph Ratzinger quizá pueda retomar el diálogo roto con su querido K. Rahner. Las propuestas de K. Rahner siguen vivas a los 29 años de su muerte…, quizá más vivas que las de Ratzinger/Benedicto XVI. Posiblemente la Iglesia católica tenga que retomar los impulsos de Rahner, superando los años de “ocultamiento” de Benedicto XVI. Le deseo la bendición de Dios y pido a Dios que le ofrezca en oración su presencia más alta, por encima de estas dificultades eclesiales
.

A pesar de todo (a pesar de mis pequeños problemas personales en ese campo tuyo..., problemas de los que no es tiempo de hablar), quiero darte gracias, J. Ratzinger, ahora que eres de nuevo lo más grande: Un simple fiel cristiano, que eso sí lo eres.
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