Especialista en historia e interpretación de los dogmas Bernard Sesboüe SJ (1929-2021). Teólogo dogmático
Maestro de una generación de pensadores y teólogos franceses
Hombre de gran sabiduría, cercano, atento, respetuoso. Vino un par de veces a los simposios de teología trinitaria que organizaba el Prof. Nereo Silanes. Tuve ocasión de compartir algunos temas sobre Dios y, en especial, sobre la Iglesia
| Xabier Pikaza X. Pikaza
A su juicio, el judaísmo rabínico no pudo aceptar la formulación trinitaria universal de los cristianos. Por eso, el bautismo, entendido y vivido en clave trinitaria, constituye uno de los puntos de enfrentamiento y separación más fuerte entre judíos y cristianos. En el bautismo trinitario culmina no sólo la confesión “divina” de Jesús, Cristo muerto y resucitado, que es el Hijo a quien los creyentes adoran (cf. 28, 5.9.16), sino la experiencia trinitaria de la Iglesia, impulsada por el Espíritu. Esa confesión distinguirá de ahora en adelante a los cristianos, como grupo distinto del judaísmo “normativo” de los sacerdotes y escribas.
Esta afirmación del fondo histórico (evangélico) de la Trinidad (despliegue personal divino), tal como se expresa y ratifica en el bautismo, nos sitúa ante la identidad de Dios y sentido de la historia. A juicio de Sesboüe, la Trinidad no empieza siendo dogma teológico, sino expresión privilegiada de la confesión bautismal.
Dios no ofrece a los hombres el resultado de un amor ya realizado (externo a ellos), sino que ha querido realizare como amor (encuentro del Padre con el Hijo en el Espíritu) en la misma historia humana, desplegando su Vida en la vida-muerte de su Hijo Jesucristo. Ciertamente, Dios podría haber realizado su comunión (Trinidad) de otra manera; pero de hecho él ha decidido vincular ese amor eterno al despliegue histórico de la humanidad, centrada en Cristo, de forma que el mismo y único surgimiento intradivino (inmanente) del Hijo se identifica con el despliegue intrahistórico del Mesías Jesucristo.
De esa manera, la inmanencia de Dios (comunión de Padre e Hijo en el Espíritu), siendo en principio separable de la historia humana (economía salvadora), se despliega y “existe” en esa historia, como puso de relieve H. Mühlen, Der Heilige Geist al Person, Aschafendorff, Münster 1966, 5-11, 170-179, y El Espíritu Santo en la Iglesia, S. Trinitario, Salamanca 1988, 223 ss. Este planteamiento, reformulado en otra clave por los concilios (Nicea-Calcedonia), quiere ser respetuoso con la experiencia bíblica de Jesús, culminada en nuestro caso en Mt 28, 16-20.
He desarrollad el tema en La Trinidad, Sígueme, Salamanca 2015. Pero mi visión de conjunto del rema es deudora de dos obras teológicas francesas de gran envergadura: J. Moingt, El Hombre que venía de Dios I-II, Desclée de Brouwer, Bilbao 1995, y B. Sesboüe, Jesucristo, el único mediador I-II, Sec. Trinitario, Salamanca 1994.