Compostela: Tres "misas" y una iglesia "peregrina"

Me ha sorprendido el amplio eco de la postal anterior: “Prohibido comulgar en Compostela”. No había querido plantear un tema de base, sino sólo comentar una impresión de mi pequeño viaje a Santiago.

Pero he visto que van más de cinco mil entradas directas (y muchas más indirectas). Es claro que el tema ha interesado, así quiero precisarlo, indicando mejor lo que quería decir y sacando algunas consecuencias.

Mi discurso ha sido quizá algo áspero, no había querido serlo; pido excusas si he podido herir a alguno. En sentido estricto, sólo me escandalizó la forma “negativa” de presentar la comunión (¡éstos no, éstos no…!) y el asunto de los dos asiáticos mayores a quienes una guardesa de seguridad expulsó a las malas de la fila de los comulgantes.

El resto son temas que se pueden discutir y/o dialogar, al situarse en diversas perspectivas, como han dicho y defendido varios comentaristas, con su abanico de ideas, casi siempre pertinentes (a mi juicio). Graciñas a todos, como din en Galiza.
En esa línea, retomando antiguas conversaciones con peregrinos y amigos, curas y colegas, quiero ofrecer algunas ideas y propuestas sobre las tres posible “misas” de Compostela.

Las imágenes son del mosaico de Poio, obra de Mahourrek, de quien me consideré amigo, cuando vivió y trabajó en nuestro convento, viniendo de Moravia y Francia. Él y otros muchos caminantes de Santiago me han enseñado a distinguir y vincular las tres misas de esta Iglesia Peregrina que formamos todos

Mi interés por el tema es viejo



He pertenecido por diez años a la diócesis de Santiago de Compostela, he venido cien veces a la ciudad del Apóstol, por razones varias, sobre todo por rezar un momento en su catedral. También he visto nacer y crecer el mosaico del Camino en Poio, diseñado por Mahourrek y el compuesto por los artistas del monasterio, junto a Pontevedra.

Escribí además hace tiempo un folleto sobre el sentido bíblico y cristiano del Camino, que ahora no logro encontrar. Debe hallarse en algún cajón de Poio, quizá junto a los boceces del mosaico de Mahourrek, algunas de cuyas imágenes ilustran esta postal..


Mi interés es antiguo, pero nunca había sentido el deseo de ofrecer una propuesta “litúrgica”, para la gente que recorre los caminos de Santiago, para los que llegan a su Ciudad… Aquí me limito a ofrecer una propuesta que en principio se dirige a los Canónigos del Cabildo de la Catedral, en cuyas manos está uno de los mayores tesoros de tradición y vida cristiana de occidente (y no me refiero al Calixtino, ahora bajo la buena custodia de D. Segundo, buen amigo).

El tesoro es la fe que sigue suscitando el camino de Compostela. La riqueza verdadera de esta ciudad es el mismo Santiago, cuya tumba se dice que está bajo la Catedral, cuya memoria ha trazado un camino de fe hacia el antiguo Occidente, el Finisterrae de los romanos, donde quiso llegar Pablo (Carta a los romanos). En ese contexto ofrezco cuatro propuestas, incluidas “tres misas”.

Primera propuesta, un camino sin misa explícita


El Camino de Santiago, en la línea de la Via Láctea, en la derrota de Occidente (mirando desde Europa Central) no necesita de misa cristiana. Es un camino de historia y de vida, de tierra y leyenda, de contacto directo con la naturaleza y con los compañeros, co-peregrinos que van jalonando el camino, a paso de hombre, es decir, de humanidad inmediata, sin más riqueza que el sol y su luz, con la noche y la lluvia, día a días por los campos, desde Paris o los Alpes, hasta el Campo de la Estrella.

Mirado así, el camino es una espacio y movimiento humano, de fondo religioso, sin necesidad de que lo bauticemos con agua bendita de Iglesia. Van a su aire muchos, con su canción interna, con sus botas fuertes, pisando los caminos, acariciando con los ojos las curvas de la tierra, hasta sentirse ya cerca no Cebreiro, y más aún en el Humilladoiro o Lavacolla, lugares todos de historia y de vida.

Éstos van a Compostela sin necesidad de misa, van por ir, por sentir, por pensar, por compartir… quizá con leyendas y mitos, hasta con magias diversas. Bendígales la suerte, el Dios de los caminos y vuelvan con más salud y amor a sus países, sobre todo si han subido al último acantilado del faro de Fiesterra.

Segunda propuesta, una “misa” sin Cena del Señor (a las once de la mañana)


Pero una mayoría de peregrinos vienen para encontrar de alguna forma la huella del apóstol de Jesús y su camino, quizá sin ser católicos practicantes. Para eso será buena una forma de misa sin comunión eucarística sacramental (¡en el sentido dogmático del término!). Para ellos (y en sentido para todos) se podía organizar una liturgia (algunos le llaman para-liturgia) de entrada en la catedral.

Sería “la misa de las once”, que empezaría en la plaza del Obradoiro, con un gran canto de bienvenida (¡Herru Santiagu!), una palabra emocionado de acogida y una invitación a entrar en el templo por la nave central, saliendo por las laterales.

Me gustaría que esa “misa sin Cena del Señor” tuviera unos gestos especiales: Que los responsables de la Catedral (y del municipio de Santiago) ofrecieran a todos los peregrinos una Concha/Vieira de Santiago, una especial, con el sello del Apóstol, de esas que no se venden… quizá con una flor. En el verso o reverso de la Concha podría ir escrito: Sigillum Jacobi, Sello del apóstol.


Los gastos no serían muchos, el signo podrían quedar grabado en los corazones de los peregrinos, a quienes habría que ofrece un pequeño “pan vendito”, un panecillo del tamaño de un cuarto de mano, como signo de Eucaristía Universal, en la línea de “la misa de las multiplicaciones” del Señor.

Sería simplemente una entrada solemne, con concha de Santiago, con un panecillo, con cantos de saludo y una pequeña “homilía” (¿podrían ponerse unas jarritas de viño galego? ¡Yo no diría que no!). Al final de la ceremonia, hacia las doce se podría decir que quienes quisieran compartir una celebración explícitamente cristiana podían quedarse, que a las doce y media (¡para que hubiera tiempo!) se celebraría la Misa de la Cena del Señor.

Tercera propuesta: La misa de la Cena del Señor (doce y medía)


Sería una “misa cristiana”, con referencia expresa a Jesús, el Señor del Apóstol. Sería misa para cristianos, pero a nadie se le obligaría a salir, una misa en la que bastaría una lectura (los gestos anteriores de entrada servirían de “acto penitencial” y de primera lectura.

Sería una misa con cantos, pero también con silencio, sin demasiada homilía, pasando de la multiplicación de los panes (liturgia anterior) al gesto de compromiso pascual de Jesús en su Cena de entrega, comunión y despedida. No se trazarían prohibiciones para la comunión (¡éstos no, éstos tampoco…!), pero se diría que la comunión explícita implica un compromiso por el Cristo de Santiago, un compromiso para ser como Santiago, dando incluso la vida por el Evangelio de la Comunión Universal.

Sería una misa “de misterio”: de permanencia en el espacio del Señor Jesús, simbolizado por su templo, una misa de catequesis por sí misma. Se invitaría a comulgar a los creyentes, pero no se pondrían trabas, ni habría gorilas vigilando.

((Dicho sea de paso: Habría que pedirle al Papa Francisco que nos haga celebrar un Sínodo de Eucaristía, como está celebrando el de la familia… En ese sínodo de la familia ha invitado a comulgar a los re-casados, a los homosexuales… a gentes antes excluidos, no para rechazar algo anterior, sino para retomar el camino de Jesús. Algo de eso debería suceder en la eucaristía de los grandes santuarios, como el de Compostela).

Cuarta propuesta, la “tercera misa”, en la Cripta o junto al lugar del “martirio”


Al terminar esa misa de las doce y media (para todos) el celebrante podría invitar a quienes así lo quisiera a un tipo de misa o liturgia más intensa, que se celebraría a la caída de la tarde, en un lugar más intimo.

Yo propondría un espacio junto a las excavaciones, una especie de “catacumba”, para un grupo pequeño de más comprometidos. No entro a discutir de quién es la tumba central del “campo de muertos” que se extiende bajo la catedral. Sólo sé que allí se ha venerado y se venera el recuerdo del Apóstol de Occidente y de otros cristianos antiguos. En aquel entorno, donde hasta ahora sólo entran los turistas y pagando bien (a mi me llevaron como examinador de teología…) debería habilitarse un entorno de oración más intima, más decidida, en la línea de Santiago, el primer apóstol “asesinado” (martirizado) por su celo por Jesús.


Esta liturgia de la caída de la tarde sería más largo, con eucaristía (Cena del Señor) explícita o sin ella. Sería un espacio de meditación y profundización cristiana, para gentes de un día…, pero sobre todo para peregrinos que quisieran quedar algo así como una semana en Compostela, para realizar así un “cursillo de iniciación” al evangelio (recordemos que en un camino de Santiago se iniciaron los Cursillos de Cristiandad, con lo que han significado para la Iglesia).

Conclusión

No sé si he respondido a las preguntas de los comentaristas de la postal anterior… No sé si mi propuesto (que llevo ofreciendo ya desde hace tiempo) tiene alguna viabilidad. Pero así la he querido ofrecer de nuevo. Va dirigida en especial a los famosos Canónigos de Santiago, que han sido por siglos maestros de Cristianismo.


Es una propuesta que puede ser dificultosa, pero dificultades mayores han vencido en Santiago con la misa. Quiero recordar sólo los dos famosos “entredichos” que sufrió la diócesis (creo que en el siglo XII) y después la ciudad (creo que a finales del siglo XV), cuando el Papa prohibió celebrar misa en Santiago…

Del segundo entredicho proviene la frase famosa que mil veces he podido escuchar: Vaiche na mixa en Conxo… (Ha ido a misa a Conjo). Los que quería ir a misa en tiempo del dichoso entredicho tenían que salir de la ciudad y caminar hasta el monasterio mercedario de Conxo donde se seguían celebrando misas de la redención…

Inventaron cosas famosas entonces os cregos i a xente de Santiago. Tendremos que inventarlas de nuevo, si queremos que el tesoro de Santiago sigue iluminando esta nueva iglesia, en una época de post-cristiandad.

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