Concordancias de Santa Teresa del Niño Jesús. A Pamplona hemos de ir...
Hay un canto popular que invita a las fiestas del “siete de julio San Fermín”, diciendo, “a Pamplona hemos de ir”. Pero yo os invito a una fiesta aún mayor: La presentación oficial de las “concordancias cristianas” de Santa Teresa de Lisieux (Teresita del Niño Jesús), como reza la primera imagen de esta postal: Hoy, 25.5.2022, en Seminario Diocesano, a las 7 de la tarde.
La Hna. Michèle Marie y la Comunidad de Carmelitas Descalzas de Donamaría presentan hoy el libro de las “concordancias (de la obra completa) de Santa Teresita. A través de esa obra, con las concordancias de los escritos de Teresa de Lisieix, os invito a penetrar en sus “concordancias vitales”. Es es de las cinco personas que más han influido en el cristianismo y en la espiritualidad de USA (y quizá de todo el occidente) a lo largo del siglo XX, con Alce Negro, Teilhard de Chardin, D. Bonhöffer y Th. Merton, como seguiré indicando.
| X. Pikaza

La Comunidad de Carmelitas Descalzas de Donamaria
se complace en invitarle al acto de presentación del libro:
Las Concordancias de Santa Teresa del Niño Jesús
que tendrá lugar el próximo día 25 de Mayo de 2022 a las 19:00 h.en el Seminario Diocesano de Pamplona
Avenida Baja Navarra, 64 31006 PAMPLONA
Durante el Acto intervendrán Padre Dámaso Zuazua, ocd.
Hna. Michèle Marie Thomy, ocd

Será bueno acudir a Pamplona o a la editorial Fonte (Monte Carmelo, Burgos) editora de la obra, pero también, de un modo especial, al monasterio de Teresa de Lisieux, en Donamaria, el corazón del Pirineo navarro, en la zona de Malerreka (Alto Bidasoa). A muchos santuarios he ido (de Jerusalén a Lourdes, de Roma a Montserrat y Guadalupe…), a solas, con grupos cristianos. Últimamente estoy yendo todos los años Donamaría, para respirar el “aire y vida” del Carmelo, en el monasterio o casa de Teresa de Lisieux, bajo las grandes cascadas, para compartir con Mabel el espíritu y vida de las carmelitas del monasterio de Teresa de Lisieux, donde vive Michèle Marie, autora de estas Concordancias.

Teresa de Lisieux (1973-1897) no es una santa más, es “la santa” de la Edad Contemporánea. A finales del siglo XX se realizó un USA un magno estudio de universidad y de calle, de iglesia y de sociedad civil, fijar las cinco personas que más habían influido en la espiritualidad y cristianismo norteamericano del siglo que acababa. De un modo sorprendente, la mayoría no escogieron obispos o papas del Concilio Vaticano II, ni creadores de un tipo de teología más social o más espiritual como Bultmann y Barth, Rahner y Balthasar, sino a los cinco que he citado, Cuatro varones y una mujer:
Alce Negro, un “chamán” aborigen, heredero de la cultura superior de los “indios” vencidos, que fue en gran parte destruida por los invasores “blancos” o morenos.
Theilhard de Chardín, jesuita y paleontólogo francés empeñado en tender puentes entre la ciencia y la experiencia religiosa, en un mundo que debemos aprender a respetar.
Bonhöffer, pensador y teólogo alemán, testigo de la fe en el hombre, de la resistencia ante el mal y de la búsqueda de Dios, asesinado por su fidelidad a la vida en medio de una cultura de muerte.
Thomas Merton, francés y norteamericano, un monje y contemplativo impulsor del diálogo más hondo entre las religiones, en clave de interioridad y de apertura al misterio interior de la existencia.
Teresa de Lisieux. Por encima de esos cuatro “grandes varones”, la más leída, la más votada, la más reconocida fue la “pequeña Teresa”, qie fue capaz de recrear desde su propia vida las “coordenadas” (concordancias) básicas la vida cristiana, que no es imposición sacrificial, ni estructura legal de poder, sino experiencia de libertad y amor gratuito, abierto a todos, en respeto, en afecto concreto.
Esta fue la sorpresa de aquellos encuestadores del año 1999. Para una mayoría de creyentes resultaba secundaria la estructura de poder religioso de la Iglesia, incluso el mismo Concilio Vaticano II y los papas posteriores. Según ellos, Teresa de Lisieux, casi niña, una adolescente madurada en amor, había hecho por el evangelio y por la Iglesia (es decir, por la humanidad) más que los jerarcas oficiales de la Iglesia.

Por eso me parece muy importante, en línea de iglesia y de nueva humanidad, el hecho de que la Hermana Michèl Marie Thomy, con sus compañeras y amigas del Monasterio de Donamaria, hayan preparado y publicado esta “concordancias”, que nos ayudarán a seguir leyendo a Teresa de Lisieux, con más precisión, con más conocimiento… sabiendo que ella (Teresa) ha sido una “concordancia fiel de Dios”, y que también nosotros, los cristianos, podemos y debemos ser “concordancia y presencia” del Dios de Jesús, en este nuevo mundo, en que ella nos enseña a penetrar y vivir sin miedo.
Presentación del P. Luis Aróstegui
Los escritos y los dichos de santa Teresa de Lisieux tienen desde hace 25 años sus concordancias en su lengua original: “Les mots de Sainte Thérèse de l’Enfant-Jésus et de la Sainte-Face”, de Jacques Lonchampt (1996).
La autora de las presentes concordancias en castellano, Hna. Michèle Marie Thomy, del Carmelo de Donamaría (Navarra), se resistía a creer que no las hubiera en la lengua de santa Teresa de Ávila, pero no las había. Se sintió confirmada en su primera convicción de que debía elaborar estas concordancias, imprescindibles en la lengua de la fundadora del Carmelo Teresiano.
Aquí están a nuestra disposición las Concordancias de las Obras Completas y de das Últimas conversaciones de santa Teresa del Niño Jesús y de la santa Faz, según la versión de Manuel Ordóñez, ocd (texto de la edición del Centenario), de la editorial Monte Carmelo.
Esta obra constituye un impagable medio de acceso rápido a los textos y temas que interesan a los estudiosos y a todas las personas que, por su oficio y servicio pastoral o por devoción, desean profundizar e inspirarse en los escritos de esta maestra de espiritualidad evangélica(cf. Luis Aróstegui, ocd, que ha sido General de la Orden).
Breve presentación mía

Yo no puedo ofrecer nada especial en este día, solamente alegrarme, por las hermanas y amigas del Carmelo de Donamaría, que forman desde hace años nuestra casa de referencia “espiritual”, el convento de Santa Teresa de Lisieux en Navarra. Sólo me queda felicitarles, con Mabel, mi mujer, a todas ellas, diciendo que les queremos, no sólo por estas Concordancia, sino, y sobre todo, por lo que son, con los amigos y amigas que allí vamos encontrado, empezando por el capellán, don Tiburcio, que este año nos ha dejado (RIP) y siguiendo por Marisol, que ha sido y sigue siendo también colaborado en la tarea de este diccionario. De Michèle Marie Thomy, la autora principal de este diccionario, no podemos decir nada más, sino sólo: Muchas gracias, mercy beucoup, eskerrik asko.

- Pikaza,TERESA DE LISIEUX,
Sólo a modo de “apéndice” me atrevo a reproducir, por si alguno quiere entrar en ellas, las páginas que he dedicado a Teresa de Lisieux en mi Diccionario de Pensadores cristianos.
Teresa de Lisieux (1873-1897). Religiosa católica francesa, de la Orden del Carmen, creadora y transmisora de una de las experiencias espirituales más hondas de la modernidad. Nació en una familia piadosa de Normandía (sus padres han sido beatificados, el año 2008) y fue la menor de un grupo de cinco hermanas que le ofrecieron cariño y protección. Perdió pronto a su madre y buscó el afecto de su hermana mayor, que ingresó en el Carmelo de Lisieux, donde ella entró también, siendo aún muy joven (con quince años y medio), y donde entraría el resto de sus hermanas, menos una (que formó parte de otra comunidad religiosa).
Teresa recorrió en pocos años (morirá a los veinticuatro) un camino de vida ejemplar, que ha marcado el cristianismo del siglo XX. Sin ser una pensadora en sentido profesional, ella ha “pensado” su vida y ha escrito su experiencia en tres Cuadernos (A, B, C), en los que expone los momentos y el sentido más profundo de su proceso de maduración cristiana. Esos tres manuscritos fueron unidos después de su muerte, formando un libro (Historia de un Alma)y que ha sido muy traducido y leído, de manera que ha llegado a decirse es el libro que más ha influido en la vida de los católicos del siglo XX; sea como fuere, es el que más ediciones ha tenido después de la Biblia. Pero aquí, por fidelidad al pensamiento propio de Teresa de Lisieux, no citamos ese libro posterior, sino los tres manuscritos (A. B. C), poniendo primero la página del texto original y después la que corresponde en la edición castellana más significativa (Teresa de Lisieux. Obras completas, Burgos 3 2003). Pareciendo débil y muy centrada en sí misma, en sentido intimista, Teresa ha sido una mujer apasionada y creadora en el camino del amor, con unas dotes excepcionales para sentir el latido de la vida, encontrando a Dios en el amor de su familia y de sus hermanas religiosas. No ha hecho nada que pueda parecer externamente extraordinario, pero se ha dejado querer y ha querido, recreando de esa forma el camino del pensamiento cristiano. Con ese convencimiento, escojo y comento algunos de sus textos más significativos, ordenados cronológicamente, para captar mejor las etapas de su itinerario biográfico e intelectual.
- Yo nunca le he oído hablar. Uno de los rasgos más sorprendentes de Teresa de Lisieux es que, siendo fiel a la enseñanza de su doctor carmelita (→ Juan de la Cruz), no apela nunca a revelaciones directas de Dios. Muchos santos antiguos las tenían (decían tenerlas) y se guiaban por ella. Pues bien, en contra de eso, Teresa de Lisieux afirma seriamente que no ha tenido tales revelaciones: “nunca le he oído hablar, es decir, nunca he tenido una revelación directa de él”. Estamos, según eso, en plena modernidad, en un contexto que no admite ya la presencia de revelaciones especiales y distintas de Dios. Teresa es sincera: no tiene pruebas exteriores, no apela a milagros. Se encuentra plenamente inmersa en el mundo, con sus propios hermanos y hermanas. Eso significa que Dios ha de hablarle en la misma transparencia y camino de su vida.
«Comprendo y sé muy bien por experiencia que "el reino de los cielos está dentro de nosotros" (Lc 17, 21). Jesús no tiene necesidad de libros ni de doctores para instruir a las almas. Él, el Doctor de los doctores, enseña sin ruido de palabras... Yo nunca le he oído hablar, pero siento que está dentro de mí, y que me guía momento a momento y me inspira lo que debo decir o hacer. Justo en el momento en que las necesito, descubro luces en las que hasta entonces no me había fijado. Y las más de las veces no es precisamente en la oración donde esas luces más abundan, sino más bien en medio de las ocupaciones día a día... » (Ms A 83v, 245).
Según eso, todo es natural en su vida: no hay éxtasis, toques interiores, revelaciones especiales. Ciertamente, ella se deja acompañar por algunos sueños, por pequeños signos... Pero sabe que todo eso pertenece al mismo despliegue de su vida, de manera que en un sentido todo puede explicarse desde su contexto físico, psicológico y social. Ésta es la paradoja de su vida. Por un lado, ella sabe que el mismo Jesús la va guiando, como maestro interior, en camino de intensa maduración espiritual y/o humana. Por otro lado, ella sabe en su vida todos es natural, de manera que, en ciertos momentos, siente muy fuertes tentaciones de pérdida de fe. No hay necesidad de apelar a demostraciones exteriores. La mística es camino de fe.
- Más allá del victimimismo. El paso a la gratuidad. Teresa de Lisieux ha vivido en un tiempo en que se destacaba el valor del victimismo religioso. Le han dicho por diversos lugares que la perfección de las almas grandes consiste en entregar la vida y dejarse morir, en manos de la justicia de Dios, para así reparar las ofensas que en contra de ese Dios han cometido los infieles. Pues bien, dirigida por su propia inspiración espiritual, sin grandes maestros (confesores exteriores) que puedan encauzarla, ella ha superado por amor ese camino del victimismo. Ésta ha sido una de sus aportaciones teológicas fundamentales. Su misma experiencia del evangelio, interpretada desde la tradición de san Juan de la Cruz (cf. citas de Cántico B, en Ms A, 83r, 244), le ha impedido ofrecerse en holocausto a la justicia divina, porque ella sabe Dios quiere víctimas de amor, es decir, amigos.
«Este año, el 9 de junio (de 1895), fiesta de la Santísima.Trinidad, recibí la gracia de entender mejor que nunca cuánto desea Jesús ser amado. Pensaba en las almas que se ofrecen como víctimas a la justicia de Dios para desviar y atraer sobre sí mismas los castigos reservados a los culpables. Esta ofrenda me parecía grande y generosa, pero yo estaba lejos de sentirme inclinada a hacerla. Dios mío, exclamé desde el fondo de mi corazón, ¿sólo tu justicia aceptará almas que se inmolen como víctimas...? ¿No tendrá también necesidad de ellas tu amor misericordioso...? En todas partes es desconocido y rechazado... ¡Oh, Dios mío!, tu amor despreciado ¿tendrá que quedarse encerrado en tu corazón? Creo que si encontraras almas que se ofreciesen como víctimas de holocausto a tu amor, las consumirías rápidamente. Creo que te sentirías feliz si no tuvieras que reprimir las oleadas de infinita ternura que hay en ti…Si a tu justicia, que sólo se extiende a la tierra, le gusta descargarse, ¡cuánto más deseará abrasar a las almas tu amor misericordioso, que se eleva hasta el cielo...!... Jesús mío, que sea yo esa víctima dichosa. ¡Consume tu holocausto con el fuego de tu divino amor...!» (Ms A, 84r, 246)
Teresa ha superado así un tipo victimismo, en línea de holocausto espiritual ofrecido a la justicia de Dios, que había sido dominante en la teología francesa de los siglos XVIII y XIX. Ella descubre que su Dios no necesita que le aplaquen, que apaguen su furor, pues no es un Dios de iras y furores. Lo que Dios busca es solamente amor, el gesto de aquellos que acogen su gracia y viven según ella. El Dios de Teresa de Lisieux será signo y principio de amor: no quiere víctimas, sino amigos: personas que acojan su ternura y le respondan con ternura, por el simple gozo de amar; personas que escuchen su palabra de amor y respondan ofreciendo amor a los hermanos, pues, como Teresa de Lisieux repite muchas veces: "el amor sólo con amor se paga".
- En el corazón de la Iglesia, mi madre, yo seré el amor. En esa línea, Teresa de Lisieux desea alcanzar todos los dones de Dios: su vocación de amor no se contenta con ninguna vocación aislada, con ninguna tarea limitada. Así quiere ser, al mismo tiempo, contemplativa y misionera, esposa y madre.... Quiere ser guerrero y sacerdote, zuavo pontificio y apóstol, doctor y mártir (cf. Ms B, 2v y 3r, 258-259). Quiere serlo todo, pero no sabe cómo. Pues bien, la respuesta se la ofrece Pablo en I Cor 12-13 cuando, tras haber presentado los diversos carismas de la iglesia, los vincula en el amor como el don central y más alto: «La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, no podía fallarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre... Comprendí que el amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el amor lo era todo, que el amor abarcaba todos los tiempos y lugares... En una palabra, ¡que el amor es eterno...! Entonces, al borde mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia, y ese puesto, Dios mío, eres tú quien me lo ha dado... En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor... Así lo seré todo... ¡¡¡Así mi sueño se verá hecho realidad...!!!» (Ms B, 3v, 261).
Esta es una de las páginas más significativas del pensamiento cristiano de la segunda mitad del siglo XIX. Su mensaje no es nuevo, pues lo que en ella dice está ya contenido en la tradición cristiana, a partir del mismo Pablo. Ella ofrece, sin embargo, algunos detalles nuevos, paradójicos y sorprendentes, que iré desarrollando en todo lo que sigue. Teresa de Lisieux encuentra aquí su tarea y lugar sobre el mundo. Dios mismo se lo ha dado y ella lo ha encontrado. Su vocación y tarea cristiana será simplemente amar.
- Yo te he glorificado en la tierra, he coronado la obra que tú me encomendaste. En el pasaje que he citado antes, Teresa de Lisieux interpretaba su vida desde el amor, que es el Espíritu Santo, dentro de la iglesia. Pues bien, según otro texto, en la culminación del Ms C, en el momento más lúcido y alto de su vida, en una especie de Oración Sacerdotal de despedida, ella toma los rasgos de Jesús y asume como propias las palabras de su oración en favor de todos los humanos. Externamente hablando, Teresa de Lisieux puede hacer muy poco. Sin embargo, internamente, por solidaridad y cuidado cristiano, ella se siente responsable de toda la iglesia, de la humanidad en su conjunto (incluso de los no creyentes). Y de esa forma, como nuevo Cristo, eleva al Padre, las mismas palabras la Última Cena (cf. Jn 17): «Amado mío, yo no sé cuándo acabará mi destierro... Más de una noche me verá todavía cantar en el destierro tus misericordias. Pero, finalmente, también para mi llegará la última noche [Última cena de Jesús y de Teresa], y entonces quisiera poder decirte, Dios mío: "Yo te he glorificado en la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. He dado a conocer tu nombre a los que me diste. Tuyos eran y tú me los diste. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de tí, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido y han creído que tú me has enviado. Te ruego por éstos que tú me diste y que son tuyos".... "Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo y que el mundo sepa que tú los has amado como me has amado a mi". Sí, Señor, esto es lo que yo quisiera repetir contigo [con Jesús] antes de volar a tus brazos. ¿Es tal vez una temeridad? No, no. Hace ya mucho tiempo que tú me has permitido ser audaz contigo. Como el Padre del Hijo Pródigo cuando hablaba con su hijo mayor, tú me dijiste: "Todo lo mío es tuyo" (Lc 15, 31). Por tanto, tus palabras son mías y yo puedo servirme de ellas para atraer sobre las almas que están unidas a mí las gracias del Padre celestial... Madre querida [la M. Gonzaga, superiora del convento], vuelvo a estar con usted. Estoy asombrada de lo que acabo de escribir, pues no tenía intención de hacerlo. Ya que está escrito, habrá que dejarlo» (Mc C, 34v y 35r, 323-324).
Teresa de Lisieux se identifica así con el Cristo de la Última Cena. La historia de la entrega de Jesús se vuelve así su historia, las palabras de Jesús son su palabra. Sin duda, es católica y acepta el ministerio oficial de sus sacerdotes. Pero, estrictamente hablando, ella actúa y habla como Sacerdote de la humanidad entera. Por eso, asume la palabra de Jesús y, en una especie de Gran Liturgia universal, ella se presenta en amor ante Dios Padre, llevando en sus manos y en su corazón el sufrimiento y búsqueda de todos los humanos. Las palabras de Jesús (tomadas básicamente de Jn 17) son muy conocidas: las saben de memoria y las repiten muchísimos cristianos. Pero Teresa de Lisieux las hace suyas y las proclama de nuevo, hacia el final de su vida, con un entusiasmo de amor y con una entrega amorosa que nos permiten entenderlas de un modo nuevo, como testimonio de una gran Consagración Sacerdotal, propia de Teresa y de todos los que asumen su sacerdocio universal dentro de la Iglesia.
Teresa no se limita a orar a favor de los sacerdotes, como pide la tradición carmelitana, sino que ella misma se eleva, en el mismo centro de la iglesia, como sacerdote, con la ofrenda de su propia vida, con todos los hermanos. Desaparece de algún modo su distancia con respecto a Cristo. Ella misma es Cristo, es Mesías de la nueva humanidad abierta al amor. Desde ese fondo se entienden las etapas y momentos básicos de su vida, que iré presentando en lo que sigue.
- Infancia espiritual. Teresa de Lisieux ha podido presentarse como Gran Sacerdote (con Jesús y como Jesús) porque se sabe Hija de Dios, desde su experiencia más honda de infancia espiritual. Sólo así, descubriéndose pequeña ante Dios, ella puede aceptarse y descubrir su lugar en el mundo. «Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a ese hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en manos de su padre... "El que sea pequeñito, que venga a mí", dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón (Prov 9, 4). Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que "a los pequeños se les compadece y perdona" (Sab 6, 6). Y en su nombre el profeta Isaías nos revela que en el último día "el Señor apacentará como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su pecho" (Is 40, 11). Y como si todas estas promesas no bastaran, el mismo profeta, cuya mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad, exclama en nombre del Señor: "Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré"» (Is 66, 12-13): (Ms B, 1r, 254).
«Yo quisiera también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, pues soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección. Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas palabras salidas de la boca de la Sabiduría Eterna: "El que sea pequeñito, que venga a mí" (Prov 9, 4). Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el pequeñito que responda a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí que encontré : "como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas os meceré"» (Is 66, 12-13)» (Ms C, 2v, 274). Éstas son las palabras más cristianas de Teresa de Lisieux y, paradójicamente, ellas proceden de los últimos estratos del libro de Isaías y de la tradición sapiencial de Israel. En un sentido estricto, siendo radicalmente cristianas, ellas son universales y provienen de una experiencia religiosa que pueden aceptar los creyentes de otras religiones y, de un modo especial, todos los que aceptan la figura de un Dios (o divinidad) con rostro personal, amante, materna.
Es evidente que estas palabras pueden ser asumidas desde el evangelio, partiendo de la más honda experiencia de Jesús, a quien Dios mismo constituye y confirma como Hijo (Mc 1, 9-11 par) y de la teología de Juan o de Pablo, cuando hablan del Espíritu de filiación que nos permite decir ¡Abba, Padre! (cf. Gal 4; Rom 8). Pero en ellas sigue resonando un tipo de sabiduría religiosa universal. Por eso, siendo cristiana ejemplar, Teresa de Lisieux viene presentarse como testigo de un pensamiento y de una experiencia religiosa que se abre al conjunto de la humanidad.
- Un amor abierto a los demás. He puesto de relieve su camino de infancia espiritual: ésta ha sido su conquista más honda, éste el resultado de un proceso apasionante de maduración humana, que ella ha realizado paso a paso, hasta los últimos momentos de su vida. Pero Teresa de Lisieux aparece también como ejemplo de un amor esponsal cuyos signos están relacionados con su entrada en el convento. En la línea de su “madre” → Teresa de Jesús, ella ha querido ser también esposa de Jesús, en un camino de enamoramiento radical, como muestra ya la Tarjeta de Bodas de su profesión, en la que Dios y Teresa aparecen vinculados en matrimonio para siempre (cf. Ms A, 77v, 232). Ellaasume así la metáfora esponsal que es propia de la tradición carmelitana en la que se inscribe. Más aún, ella la utiliza y repite muchas veces, pero de un modo que no es propiamente suyo. Ella se sabe esposa de Dios. Pero en el fondo de su vida más que el amor de un esposo parece que busca el de un padre, desarrollando así una espiritualidad de infancia más que de matrimonio místico. Ella no ha ido al Carmelo buscando un Esposo, sino un Padre/Madre, aunque le llame esposo y se refiera, con frecuencia, a sus esponsales.
Quizá podamos decir que el aspecto esponsal ha quedado implícito en su vida, de modo que al presentarse en verdad como Hija (en actitud filial ante Dios), Teresa ha podido volverse en realidad (quizá sin saberlo) verdadera Esposa de Dios, en el sentido más profundo de este término: amiga y enamorada, compañera y responsable de las cosas de Dios. De todas formas, ese aspecto más esponsal quedará velado, de manera que, en sentido estricto, ella ha destacado más los rasgos de Dios como Padre. Pero, de un modo sorprendente, ese mismo amor paterno le ha capacitado para descubrir a los “hermanos”, es decir, a los otros hijos de Dios a quienes ella debe acompañar y ayudar. Este descubrimiento y tarea marca, a mi juicio, la culminación de su camino espiritual.
Si Teresa hubiera quedado simplemente como niña o hija querida, en simple camino de infancia espiritual, su testimonio hubiera sido mucho más limitado. Pues bien, ahora debemos añadir que, aprendiendo a ser hija, ella ha realizado una verdadera tarea maternal, pudiendo presentarse así como modelo de aquellos/as que saben entregar la vida a los demás, abriendo para ellos un camino de maduración personal. Al final de su trayecto, en los últimos años (meses) de su breve biografía, ella ha sido capaz de volverse madre, ofreciendo una ayuda real a sus demás hermanas o hijas (las novicias de su comunidad), actuando como verdadera formadora de personas.
Siendo hija (infancia espiritual), ella ha empezado a ser madre, poniendo su vida al servicio de los otros. Ciertamente, Teresa de Lisieux ha empezado siendo una niña necesitada, sedienta de amor paterno/materno. Pero en la culminación de su vida, superando por dentro un proceso de fuerte sequedad (que se expresa en formas de duro ateísmo, como si el Dios anterior se le ocultara), ella ha podido presentarse de verdad como madre, no sólo de novicias, dentro de su convento, sino también en las restantes relaciones personales: «Cuando me fue dado penetrar en el santuario de las almas [como formadora de novicias] vi enseguida que la tarea era superior a mis fuerzas. Entonces me eché en los brazos de Dios como un niñito, y, escondiendo mi rostro entre sus cabellos, le dije: "Señor, soy demasiado pequeña para dar de comer a tus hijas. Si quieres darle a cada una, por medio de mí, lo que necesita, llena tú mi mano...".
Dios ha tenido a bien llenar mi manita cuantas veces ha sido necesario para que yo pudiese alimentar el alma de mis hermanas... De lejos parece de color de rosa eso de hacer bien a las almas, hacerlas amar más a Dios, en una palabra, modelarlas según los propios puntos de vista y los criterios personales. De cerca ocurre todo lo contrario: el color rosa desaparece..., y una ve por experiencia que hacer el bien es algo tan imposible sin la ayuda de Dios como hacer que brille el sol en plena noche... Se comprueba que hay que olvidarse por completo de los propios gustos y de las ideas personales, y guiar a las almas por los caminos que Jesús ha trazado para ellas, sin pretender hacerlas ir por el nuestro...
Desde que me puse en brazos de Jesús, soy como el vigía que observa al enemigo desde la torre más alta de una fortaleza. Nada escapa a mis ojos. Muchas veces yo misma me sorprendo de ver tan claro... Le he dicho, Madre querida, que yo misma había aprendido mucho instruyendo a las demás. Lo primero que descubrí es que todas las almas sufren más o menos las mismas luchas, pero que por otra parte son tan diferentes las unas de las otras... que no se las puede tratar a todas de la misma manera...» (Ms C, 23r-v, 305-306).
Éste es el signo de su madurez. La misma Teresa que ha entrado al convento como niña, buscando una madre, ha debido al fin hacerse madre de otras religiosas, que no formaban parte de su primera y pequeña familia de mundo: ha tenido que olvidarse de sí, para alimentar y animar en el camino de la vida humana y religiosa a sus compañeras novicias. La pequeña mujer que quería quedar en la niñez, para ser alimentada sin cesar por Dios, como una pelotita en manos del niño Jesús, viene a convertirse en maestra de sus hermanas, en formadora espiritual de las novicias.
Así lo va indicando gran parte de su Ms C, escrito en los últimos meses de su vida. Lo que antes había sido (en gran parte del Ms A) recuerdo de niña, que evoca la infancia en la casa y que busca la compañía de sus hermanas mayores a las que sigue al convento, se vuelve ahora palabra de mujer madura que aprende a convivir con las hermanas de comunidad. Algunos investigadores han destacado la dureza y rudeza de la convivencia en el Carmelo de Lisieux, con una Teresa casi mártir, perseguida por hermanas incompetentes y celosas. Personalmente no logro percibir esa dureza ni rudeza. Teresa ha sufrido los problemas normales de toda convivencia, entre personas de diversa cultural psicológica y social. Ha sabido situarse y responder, con normalidad, con hondura religiosa, perdonando, sonriendo, respondiendo con amor a los posibles celos y defectos de sus hermanas. De esa manera ha podido hacerse "madre" de las religiosas jóvenes de la comunidad (de las novicias). Le han visto madura para eso, y ella ha respondido con madurez, como lo indican sus escritos (Ms C) y sobre todo el testimonio de sus hermanas religiosas. Ha respondido como mujer madura y madre dentro de una comunidad plural. De esa manera, siendo patrona de la infancia espiritual, ha podido venir a convertirse en patrona y guía de madres/padres en la iglesia.
- Hermana Teresa. Amor misionero. Uno de los elementos más conflictivos y creadores de la vida de Teresa ha sido su relación fraterna (a veces casi esponsal) con su hermana Celina. Algunos momentos de esa relación, especialmente cuando ella parece oponerse a los posibles proyectos matrimoniales de Celina pueden parecer duros. Pero después, cuando su hermana Celina está ya en el convento con las otras cuatro hermanas (menos Leonia que ha buscado otra comunidad), Teresa, que podía descansar tranquila, inicia un camino sorprendente de creatividad cristiana, pasando del plano filial y fraterno al plano un amor creador, abierto a otros muchos. Teniendo ya a Celina en el convento, Teresa descubre que tiene que hacerse hermana de otros muchos, es decir, de todos. Sólo ahora podrá desarrollar el otro rasgo más significativo de su vida espiritual: siendo hija pequeña, en manos de Dios, ella se hará compañera y animadora de muchos hermanos: «Desde hacía mucho tiempo, yo venía deseando algo que me parecía totalmente irrealizable: tener un hermano sacerdote. Pensaba con frecuencia que, si mis hermanitos no hubiesen volado al cielo, yo tendría la dicha de verles subir al altar. Pero como Dios los escogió para convertirlos en angelitos, ya no podría ver mi sueño convertido en realidad .Y he aquí que Jesús no sólo me ha concedido la gracia que deseaba, sino que me ha unido con los lazos del alma a dos de sus apóstoles que ha convertido en hermanos míos... Quiero contarle, Madre querida, cómo Jesús colmó mi deseo... Estaba yo en el lavadero, muy ocupada en mi faena, cuando la madre Inés de Jesús [su hermana, en aquel tiempo superiora: en 1985] me llamó aparte y me leyó una carta que acababa de recibir. Se trataba de un joven seminarista que... pedía una hermana que se dedicase especialmente a la salvación de su alma y que, cuando fuese misionero, le ayudase con sus oraciones…Imposible, Madre, decirle la dicha que sentí. El ver mi deseo colmado de manera inesperada hizo nacer en mi corazón una alegría que yo llamaría infantil, pues tengo qe remontarme a los días de mi niñez para encontrarme con el recuerdo de unas alegrías tan intensas que el alma es demasiado pequeña para contenerlas... Hacía muchos años que no saboreaba esta clase de felicidad...» (Ms C, 31v y 32r, 318).
«Es hora ya de que reasuma la historia de mis hermanos, que ocupan ahora un lugar tan importante en mi vida. Recuerdo que el año pasado, un día de finales de mayo [de 1896], usted me mandó llamar... y me hizo esta propuesta: "¿Quieres encargarte e los intereses espirituales de un misionero?"... Yo le expliqué, Madre querida, que, al haber ofrecido ya mis pobres méritos por un futuro apóstol, no creía poder ofrecerlos también por las intenciones de otro... Todas mis objeciones fueron inútiles. Usted me contestó que se podían tener varios hermanos... Pues bien, así es como me he unido espiritualmente a los apóstoles que Jesús me ha dado por hermanos: todo lo mío es de cada uno de ellos... » (Ms C, 33r, 320-321).
De esa forma, la Teresa ya colmada de fraternidad, que parece tenerlo todo, pues todo lo tiene con Celina en el convento, descubre la posibilidad de ampliar esa fraternidad, en gesto de amor generoso, ofreciendo su vida por otros hermanos. Ella, que había comenzado a vivir en la pequeñez de un hogar burgués, donde sólo eran auténticos hermanos los de carne y sangre, sin más tarea que la de cultivar la pequeña familia de la tierra y culminarla en el convento, descubre que su tarea fraterna se abre a los hermanos misioneros y, por ellos, a muchísimos hermanos, a todos los hombres de la tierra. Ésta es la expresión final de su madurez fraterna, la culminación de su camino. Quería refugiarse en un padre/madre, y ha terminado por hacerse hermana y amiga de muchos misioneros, no sólo de estos dos a los que escribe sin cesar, sino de todos aquellos que siguen (seguimos) leyendo sus escritos. Ha venido al Carmelo buscando amor y, al final, tiene que darlo a manos llenas. De manera especial ruega por los misioneros, que son sus auténticos hermanos, abriéndose de esa manera a todos los que sufren y luchan en el mundo. Ahora sí que podemos afirmar que ha culminado su camino: ella, Teresa de Lisieux, será amiga y compañero de todos los que, en estos tiempos nuevos, asumen la tarea de ir creando una civilización del amor.
Ciertamente, seguirá siendo pequeña (no quiere realizar su tarea desde arriba, con métodos de imposición). Quizá tendrá dificultades en el campo del amor enamorado, como las han tenido y tienen muchísimos cristianos. Pero podrá presentarse y se presenta como inspiradora y patrona de madres y hermanos. Sus novicias son para ella el signo de todos los hombres y mujeres que necesitan ayuda en el camino que conduce a la maduración en el amor. Sus misioneros serán signo de todos los hombres y mujeres que se esfuerzan por llevar la Palabra y suscitar relaciones de fraternidad (de Reino de Dios) sobre la tierra. Ella no hace directamente casi nada. Pero internamente lo hace todo: va explorando en el camino del amor, va descubriendo caminos y medios para amar. De esa forma puede presentarse al fin como modelo de hija, madre y hermana. No sabe otra cosa que amar y por amor ofrece su testimonio de mujer y cristiana ejemplar, que ha marcado con su ejemplo el cristianismo del siglo XX.
Obras. Entre las ediciones de sus escritos, en castellano, cf. Teresa de Lisieux. Obras completas (Monte Carmelo, Burgos 3 2003), que contiene Manuscritos, Cartas, Poesías, últimas Conversaciones y Escritos diversos. Cf. también Historia de un Alma (Burgos 2003). He desarrollado el tema E. J. Martínez (ed.), Teresa de Lisieux. Profeta de Dios, doctora de la Iglesia (Congreso Internacional, Salamanca 1999, 511-564).
(X. Pikaza, Diccionario de Pensadores Cristianos, Verbo Divino, Estella 2012, 865-862).