Debate sobre Teología Feminista. 1. Ambigüedad (Emilita M. C.)
Carta de Emilita a Teresa:
Querida Teresa
Soy Emilia M. C., amiga de Xabier Pikaza y asidua a su blog. Fue él quien me dio tu dirección de correo. En él te conocí hace unas semanas por tu escrito sobre teología feminista. Tu entrada me sugirió muchas cosas y por eso he decidido hacerme presente con este escrito.
Me gustaría fomentar contigo un debate sobre la teología feminista y manifestar lo que me sugieren tus palabras. Así, trataré de descubrir, si se puede, un lugar de encuentro superior a las visiones individualizadas, espoleando a la vez tu fino sentido teológico. Aspiro simplemente a establecer un diálogo constructivo, de mujer a mujer, de creyente a creyente, y de teóloga a teóloga…
Vaya por adelantado mi admiración y gratitud hacia ti. Yo también creo que la Iglesia necesita mujeres que hagan buena teología, como es tu caso. No formo parte de ninguna escuela teológica feminista, porque creo que el convencimiento de lo que soy está por encima de toda parcialidad. Y de eso precisamente es de lo que quiero hablarte. La reivindicación de la mujer es necesaria, pero el feminismo puede acarrear problemas por su uso ideológico. Como ves, no los identifico. Hay que luchar por la justicia y la equidad, y superar parcialidades, pero dudo que la teología feminista ayude en el grado que ella proclama.
Reconozco, querida Teresa, que tenemos planteado un problema de difícil solución. La interpretación de la Tradición, ha sido hecha por una jerarquía “masculina”, en la que se ha prodigado el estereotipo reduccionista de mujer sujeta y sumisa, apelando a hechos y palabras de Jesús y sus apóstoles. Reconozco esto, aunque, por otro lado, entiendo que esta interpretación no hace justicia a la tradición. Decir que algo es reduccionista exige no caer en interpretaciones igualmente reduccionistas….
Un abrazo, Emilita
¿Ambigüedad? ¿Una teología poco precisa?
1. Para empezar, te confieso que el término “feminista” me resulta un tanto ambiguo,sobre todo cuando se aplica a la teología. ¿Se trata de un ejercicio de lenguaje o de un síntoma de postmodernidad? Temo esos discursos emancipadores que en el fondo sólo esconden autojustificación. En todo caso, no creo que estacorriente derive en sí misma de la lucha de clases marxista, como alguien comentó en el blog de Pikaza. Sería más bien un movimiento reivindicativo propio del discurso actual que defiende la aventura de la diferencia dentro de la complementariedad, es decir, que acepta y promueve los contrastes con el fin deadquirir identidad dentro del tejido social. Por eso, a este movimiento Shirley
Neuman lo llamó «una poética de la diferencia». Giulia Colaizzi, a su vez, ha defendidoel discurso feminista como la contribución más crítica y enriquecedora
de la crisis de la modernidad. El interés por la diferencia es una cuestión centralen los actuales estudios de psicología, sociología y filosofía. Un ejemplo sonlas obras de Vattimo.
2. Por lo que toca a la teología feminista, creo que es idóneo que es bueno plantearla en estos términos. Sólo hay descubrimiento en la diferencia, como reconciliación en el encuentro. Sin embargo, hay quien llama la atención en que la insistencia en el estatuto de diferencia puede acabar convirtiendo este discurso en un simple concepto vacío por repetición o abuso del mismo. De hecho, hay buen número de teóricas del feminismo que recelan del término y del discurso postmoderno.
3. Entrando de lleno en el debate, hablas en tu exposición de contradicción y deteología crítica para poner en evidencia la interpretación recibida y ofrecer alternativas teológicas que superen estas contradicciones. Estoy de acuerdo contigoen que la teología, sobre todo la que aspira a ser testimonio profético(como pretende la teología feminista), se articula por una interpelación con Dios, no sólo con los hombres. En este testimonio profético, el lenguaje y su análisis se convierten en una metáfora de la distancia entre la síntesis o superación
de contradicciones, y las disonancias de la vida y del mensaje. Esto
transforma, decía Bruno Forte, una afirmación aparentemente contradictoria
en una contradicción significativa que trae una innovación de sentido. La metáforaresultante comunica la novedad, que es, al mismo tiempo, sorprendente y chocante, pero también tensa e hiriente. La teología feminista, y en esto tienes razón, se funda en una experiencia secular de desigualdad que, con el paso del tiempo, adquiere la convicción de que sus reivindicaciones chocan con las ideas heredadas, creando interrogantes, estímulos y dinamismos diversos. En todo caso, se está dando la evolución de un feminismo radical a otro cultural, como las mismas feministas reconocen.
4. Ahora bien, apelar a la contradicción, incluso en el caso de discriminación, es un recurso ambiguo, como he dicho, porque no creo que sea suficiente como argumento provocador de síntesis teológicas, aunque sea una herramienta en el discurso teológico. Sabes Teresa que buena parte de la teología actual más madura, se preocupa por resolver desde dentro las paradojas que se dan entre las nuevas perspectivas y la herencia de la tradición. Otras corrientes, igualmente interesantes, lo hacen con criterios más radicales. Todas son necesarias. Asímismo, la palabra “tradición” tiene muchos enfoques, pero, por seguir con el hilo del discurso, acepto tu afirmación sobre la interpretación teológica recibida como herencia tradicional.
5. Me hago entonces una pregunta: ¿qué interpretación heredada hemos recibidosobre la mujer? En principio no cabe negar cierta corriente representada por la estudiosa y biblista Cettina Militello – siguiendo en parte las tesis de M. Daly sobre el antifeminismo en la Iglesia – cuando dice en su Rostro femenino de lahistoria: «los grandes credos monoteístas han sido muy misóginos, incluyendo el cristianismo». Hay más. En las Decretales, por ejemplo, se definía a la mujercomo «miserabilior persona». Militello halla paradójico este hecho con la exaltación
de María, la Madre de Dios, cuyo énfasis y exasperación la convirtió de
paso en el prototipo de mujer aislada respecto de cualquier otra mujer representante del «sexus imbecillior».
6. Así, la herencia teológica ha generado tensiones al tratar históricamente el tema de la mujer, como se ve en la misma tradición social y religiosa. Cierto. Y estas tensiones teológicas, hablando en términos generales, revelan un problema que, según afirmó De Lubac en su obra Paradojas seguidas de nuevas paradojas, deben resolverse sabiendo que no tienen una fácil síntesis. Más allá del convencionalismo, del rechazo a la falsedad y detrás de todas las negaciones y discriminaciones, decía De Lubac, está el descubrimiento del misterio de Dios,que es unión amorosa. Lo que se percibe contradictorio, revela en el fondo un sentido de misterio. Según esto, la síntesis es siempre un camino abierto que debe convivir en la coexistencia de estas paradojas tanto en los enunciados como en la misma vida. Asumiendo las contradicciones y las paradojas, nos asomamos a ese misterio. No obstante, este camino teológico, llevado al término de la contradicción, como dices, olvida que esta experiencia de contradicción es múltiple, tanto en su realidad liberadora como en su contraria.
7. Sabemos que es paradójico, o mejor, contradictorio, que siendo Jesús un judío rompedor e innovador en su trato y comprensión de la mujer, capaz de otorgarle un valor nuevo que el judaísmo de su tiempo no le daba, no haya tenido el cristianismo capacidad suficiente como para luchar contra el antifeminismo de su entorno (sabiendo que en la primitiva comunidad cristiana había mujeres que detentaban un papel importante). Y eso, como sabemos, se ha prolongado durante muchos siglos. Pero, si me permites, es igualmente paradójico, que no necesitando la fe cristiana de un carácter de género ni de genealogía, tenga ahora la necesidad de elabrar discursos de género, sean los que sean, otorgándoles además un valor liberador que ya existe en la raíz misma de la fe cristiana, al margen de cualquier consideración de género, raza o lengua. Por eso, y es a lo que refería, la contradicción no se resuelve distinguiendo o apelando a «ismos» frente a estados de discriminación, sino comunicando la extensión del kerigma cristiano.