24/25.3. Encarnación de Dios / divinización del hombre. Sinfonía trinitaria.

Ésta es teológicamente la fiesta central del año, la fiesta de la vida: Dios es encarnación, el hombres es divinizacion (camino de Dios). Cuando en el credo de la misa se cantaba et incarnatus est  todos los fieles se inclinaban o arrodillaban  en silencio, venerando el misterio.

Éste es el misterio de los nueve meses de una mujer en-cinta, de la humanidad preñada del verbo divino (Juan de la Cruz). Así lo quiero recordar ese año, condensando unas palabras del prólogo que he escrito para P. Marín-Mena, Amor y alteridad 

El título es algo pomposo (sinfonía trinitaria) pero me parece el más adecuado para el tema: Dios se hace hombre, para que los hombres nos hagamos Dios.Buen día a todos.

El ícono de la Anunciación — El ícono, imagen sagrada

(a) El Dios bíblico cristiano es Trinidad, Dios de la vida/obra de Jesús y de su presencia como Espíritu Santo en la historia de la humanidad (del mundo) y de la Iglesia.  

(b) El Dios trinidad es misterio de adoración y compromiso, de contemplación y redención, de divinizacion liberadora de los hombres.

 Jesús (Hijo de Dios) no es un visitante de paso sino la  misma humanidad de Dios en la tierra, Dios que ha puesto su posada (se ha posado) para siempre en y con los hombres: San Juan de la Cruz), en su centro y raíz, que forma parte de la trinidad, conforme a la inquietante y luminosa confesión de Jn 1, 14: El logos se hizo carne y habitó (eskênôsen: puso su tienda entre las tiendas de los hombres).

Encarnación de Dios, alteridad de amor

ALTERIDAD Y AMOR

 Jesús no es hijo de Dios por disponer de una naturaleza divina intemporal que sobrevuela por encima de los posibles cambios (nacimiento, muerte, pascua) de Jesús y de los hombres. Al contrario, es hijo de Dios (Dios encarnado) siendo precisamente deificación del ser humano (Hijo de Dios). Es Hijo porque nace de Dios, vive en Dios (expresando en su vida humana la vida divina del Padre); es Hijo porque asume toda vida humana   y se abre al mundo entero por la resurrección, es decir, porque ofrece y despliega su divinidad en forma humana por el espíritu Santo. No hay por tanto dos dioses, uno inmanente (Dios en sí) y otro encarnado en los hombres), pues el mismo Dios en sí es el Dios encarnado en los hombres, vinculándose así el exitus o salida humana de Dios y el redditus  o ascenso divino del hombre.

De esta manera, podemos y debemos hablar humanamente de la divinidad, en perspectiva de encarnación, yhablar divinamente de la humanidad en perspectiva de Pascua. Esta experiencia está en el fondo de la filosofía/teología de Hegel y de un pensamiento cristiano occidental, en la línea de K. Rahner con su fórmula central de la identidad entre trinidad inmanente y trinidad económica, entre encarnación de Dios y divinización/deificación del hombre.  

El Dios Trinidad es el Padre de Jesús, el mismo Jesús y su Espíritu en la iglesia y en la historia de los hombres. Ciertamente, Jesús ha sido y es un hombre, una persona histórica. Pero, siendo hombre de la historia (y por serlo plenamente), es presencia (expresión, encarnación) del Dios-amor, el Dios que es trascendente (inmanente en sí), siendo economía de vida de los hombres.

Esa divinidad de Jesús se ha de entender de manera dinámica y dialéctica. De un modo dinámico podemos afirmar que Jesús/hombre es Dios porque realiza (=explica y despliega) en el transcurso de su vida, que es «nacer-hacerse-darse», , el abismo del amor de Dios (que Gen 1, 1-2 presenta como caos generante). De un modo complementario, en clave dialéctica, debemos añadir que Jesús es hombre en la verdad de Dios, en el despliegue total de ese proceso, desde dentro de la historia humana, que es lugar y expresión de la historia de Dios[1].

Encarnación, diacronía y sincronía humana de Dios. Orígenes de Jesús

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Por eso es necesario que entendamos la divinidad trinitaria en dos líneas: en una más temporal (de despliegue generante, de vida, que viene del Padre y reposa en el Hijo) y en otra más espacial o ambital, que se expresa en forma de Espíritu Santo, es decir, de comunión, comunicación, perijóresis divina, entendida como Espíritu santo. Hay, por tanto, dos coordenadas, una diacrónica (del Padre al Hijo/humanidad), otra sincrónica (el Espíritu divino es comunicación, inhabitación, pre-sencia y co-existencia de unos en y con otros).

El ser verdadero no es “yo soy porque pienso, Descarte”, ni “soy porque puedo  imponerme sobre los demás” (en esa línea va el conatus de Espinosa), sino porque me piensan y me quieren, diciéndome “tú eres”, tú puedes, nosotros somos. Eso es lo que yo quise mostrar bíblicamente en Los orígenes de Jesús”: Dios es Dios porque es don de sí, Padre/Madre (nacimiento), y porque es vida acogida, recibida (Hijo…). Pero, siendo eso, generación (en línea diacrónica), Dios es comunión, en línea sincrónica: comunicación de amor (espíritu Santo).

- En el principio, todo es don (simbolizado en el amor generados de Dios Padre-madre). Así afirmamos con Rahner que Jesús, logos de Dios, es aquel que surge cuando Dios se autoexpresa de una forma total, cuando se aliena y empieza a ser otro (para ser de verdad el que es, sin perder identidad, sino encontrándola en el Hijo). Jesús es lo que surge cuando Dios se expresa totalmente; surge de Dios y de tal forma reproduce y actualiza su misterio que debemos afirmar que es Logos-Hijo, es decir, el mismo Dios que, sin dejar de serlo, sale de sí y se expresa fuera de sí mismo.

- En el centro (Jesús, Hijo-hermano) todo es gracia, entrega gozosa de amor, fidelidad humana, en gratuidad concreta, humanidad total. Es gracia en forma de “varón”, pero no de varón contra o sobre mujer, sino en ser humano abierto en plenitud a Dios, de manera que podemos decir que es varón en forma femenina… iniciando un camino de humanidad (sanación, perdón…) que se abre en gracia a todos los seres humanos. Jesús recibe el don de Dios (nace de Dios) dentro del camino de la vida humana, a través de los condicionamientos del mundo, de la historia…

De esa forma decimos que es  “palabra”, esto es, comunicación abierta a todos, siendo así Dios mismo en forma humana. En esa línea, podemos añadir que Jesús es hombre en la medida en que realiza plenamente su divinidad desde/en Dios Padre su entidad humana. Y Jesús es divino en la medida en que proviene de Dios y refleja su verdad sobre la tierra.

- En la meta decimos que, siendo en Dios (siendo Dios), Jesús se hace comunicación total de Pascua, esto es, resurrección liberación, resurrección, comunión universdal, Espíritu Santo.Jesús resucita como Dios siendo Espíritu de Vida Universal, esto es, “persona” superando (trascendiendo) todos los rasgos de una persona entendida como substancia y sujeto de sí… De esa manera es hombre y es Dios viviendo en sí al vivir plenamente en los otros. Desde aquí pensaba que deben superarse los rasgos de la persona-substancia de Espinosa, para volver de verdad a la Biblia descubriendo que, por el Jesús pascual, surge la humanidad del Dios comunión, como Espíritu Santo, cuerpo universal de Vida, comunidad plena de comunión.

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Yo quería  superar así un tipo de ontología cristológica de tipo helenista que se contentaba con prestar a Jesús por un tiempo una naturaleza/vestidura humana añadida a su naturaleza divina, como si fueran “dos physis” sumables, una al lado de la otra, aunque vinculadas por un prosopon-persona difícil de concretar, entendida en forma de Espíritu Santo (persona compartida).   

  Trinidad, un tema complejo, una luz admirable

  Estos eran los elementos centrales de mi libro-programa teológico, los Orígenes de Jesús, una obra bíblico/trinitaria, de fondo redentor, proponiendo en el fondo un programa de liberación cristológico-trinitaria.  

 - Un tema clave en la expresión trinitaria de Dios  es el origen divino/humano de Jesús, su concepción virginal, su nacimiento y camino, como cantaba Juan de la Cruz: Del Verbo divino, la Virgen preñada ya va de camino… Si le dais posada). Yo pensaba, con el Concilio de Calcedonia que, naciendo totalmente en/como Dios, Jesús había nacido totalmente como humanidad, en forma de historia humana, hijo de mujer.  El tema no era el simple “prodigio biológico” de su nacimiento humano. El tema era la “posada” (acogen en humanidad a los hijos de Dios, a los excluidos de la vida, a los encarcelados)

El otro motivo era la personalidad propia del Espíritu Santo: cómo somos personas siendo unos en otros, en koinonia de vida, siendo unos en otros. Se trata  puesde explorar y explicarel carácter “dialogal” (dia-logos) del Espíritu Santo”, entendido como resurrección de Jesús y comunión/comunicación de todos los hombres en Dios, que así será “todo en todos” (1 Cor 15, 28).  El Espíritu Santo no se puede tomar como otro (alteridad pura), es decir, como persona-objeto sustancial,  sino como persona-comunión (persona que es en sí siendo fuera de sí).

JS. Bach – 16. III. CREDO. Et incarnatus est (Coro) Misa en Si menor, BWV  232 - YouTube

   Esas eran (y siguen siendo) las dos vertientes del tema:

(a) La concepción “virginal, es decir, la “forma” en que nace Dios en la historia de los hombres, por medio de María, la humanidad preñada del verbo divino”.

(b) La comunicación integral, es decir, la acogida y comunión de todos los hombres como experiencia del Espíritu Santo entendido y vivido en forma de comunicación personal (inhabitación, deificacición).

Yo quería trazar el “constitutivo ontológico” de la persona entendida como comunión de persona, como resurrección y presencia de unas en otras, conforme a una experiencia y búsqueda antropológico/teológica que sigue siendo hoy más urgente que hace 50 años, en una línea cristológico-trinitaria, trazada en el evangelio de Mateo, en un camino que va desde la esperanza/amenaza final (Mt 25, 31-46) al mandato y tarea eclesial (Mt 28, 16-20). 

El Verbo se hizo carne (Jn 1, 14): tuve hambre y me disteis de comer (Mt 25)

 ­- El Dios Trinitario se identificaba por Jesús con cada uno de los hombres (tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo…), expresándose como espíritu de vida (comunión) en el camino de una humanidad sufriente (de hambrientos, sedientos, desterrados…, encarcelados).

De esa forma se vinculan la Trinidad eterna y la Trinidad redentora, como muestra de forma auténtica el Mosaico de la Trinidad de Santo Tomás in Formis de Roma, con su valiente interpretación exegético-dogmática de la encarnación de Dios y de la deificación del hombre a partir de Mt 25, 31-46, pues el Cristo de la Trinidad/redención  acoge y vincula, desde Dios Padre que está al fondo y desde el Dios Espíritu, que son sus dos manos del Cristo a los dos hombres (blanco y negro), con las dos religiones (islam y cristianismo).  

LITURGIA CATÓLICA, DIVINO TESORO: Conmemoración de los difuntos de la Orden  trinitaria: himno litúrgico

 De esa forma  se vinculan e identifican encarnación de Dios en Cristo y deificación (comunión) de los hombres en Dios, por medio del Espíritu, que son las dos manos de Dios y de Cristo, uniendo en amor/liberador y elevando en misterio de vida a los hombres.

a) Hay que volver al Origen (=a los Orígenes). En el punto de partida de la Trinidad cristiana está Dios entendido como principio agente (Revelador y/o creador), ser primigenio o fundante que se manifiesta a sí mismo, en gesto de generosidad o donación, de forma que podemos llamarle padre-madre o principio/manantial de todo lo que existe. El origen no es el puro vacío, ni el enigma insoluble, ni la confusión general, sino Aquel que se manifiesta, es decir, que habla, diciéndose a sí mismo y diciendo todo lo que existe, espacialmente a unos seres que pueden escucharle, como son los hombres. En el principio está, según eso, la palabra de aquel que “se habla”, se expresa mismo, no sólo para decirse a sí mismo, sino para decirnos a nosotros.

b) Hay que mantener la Encarnación. Pero no hay tampoco trinidad cristiana sin encarnación de Dios. Siendo que aquel que habla, Dios es también Palabra hablada, de forma que podemos llamarle así Logos (Palabra), es decir, comunicación encarnada en forma de “ser humano”. De esa manera, al decirse a sí mismo, sin dejar de ser Padre, Dios se hace “Hijo”, a través de un proceso de “generación”. Ese Dios en cuanto “dicho”, es decir, como Palabra, viene a presentarse como Mediador, Mediación de Dios y centro (sentido) de todo lo que existe. El mismo Revelador se vuelve de esa forma “revelado”; no dice cosas externas, se dice a sí mismo, se encarna. En esa línea, la Palabra de Dios (hecha carne: Jn 1, 14) viene a presentarse como mediación y “argumento” (fondo de realidad) de todo lo que existe, y así se ha revelado en Jesucristo.

Mozart: Mass in C Minor, K. 427: "Et incarnatus est" (Soprano I) - song and  lyrics by Wolfgang Amadeus Mozart | Spotify

c) Nunca podemos olvidar que somos Comunión en el Espíritu Santo, comunión de amor de varones y mujeres, de blancos y negros, de cristianos y musulmanes... Dios es, la vida profunda de todos los seres que existen, vinculados entre sí a través de comunicación (es decir) por la palabra. Todos los seres que vienen de Dios, a través de su “palabra” viven, se mueven y existen en ese mismo Dios, por Jesús (hijo) comunicándose entre sí, vinculados por un mismo despliegue compartido de vida que llamamos Espíritu Santo, principio de vida (Dios) encarnado en Cristo se vuelve comunicación personal (cf. Hech 15, 28: Toda la teología paulina de Lucas).

Esos tres elementos forman la estructura o realidad de fondo de todo lo que existe,  un proceso de comunicación en amor, como encarnación de Dios, comunión interhumana y deificación…: Somos personas o existimos porque Dios "nos habla" desde el mismo fondo de todo y porque su Palabra se identifica en realidad con Cristo, como principio y sentido de todo diálogo, tal como se expresa por medio del espíritu Santo, de forma que todos podamos compartir todo lo que somos, recibiéndolo y dándolo, enriqueciéndonos así unos con otros (desde y para otros).

Dios se hace presente y nos vincula en forma de “palabra”, revelada (encarnada) en Jesucristo, de tal forma que, en él y por su Espíritu podemos ser y comunicarnos todos como humanos, es decir, como presencia humana de Dios, de la Realidad fundante. De esa forma lo ha entendido la Escritura, éste es su argumento de fondo.   Según eso, en la revelación trinitaria de Dios todo se encuentra vinculado. Nada de lo que vemos y tocamos de un modo directo se crea ni destruye para siempre, sino que todo se transforma  permanece, en un camino en el que somos aquello que recibimos y damos. Del Dios incognoscible (Padre/Madre) procedemos; su palabra escuchamos, en ella existimos y nos comunicamos, abriendo (compartiendo) un camino que es de todos (para todos) como indica el don y resurrección de Cristo.

a lenda do artista: La Déesis

 Hay muchos caminos en ese gran proceso de vida, pero, conforme a la Biblia hay un Camino Central, que está al servicio de todas las vidas, tal como se ha manifestado en concreto por medio del Pueblo de Israel, culminando en Cristo. Ese camino, centrado según los cristianos en Cristo, no es superior a otros, en sentido de jerarquía, pero está abierto a todos, de forma que puede tomarse como orientación, modelo y espacio abierto en el que nos movernos, existimos y somos (Hch 17, 28).

Por eso, en el fondo de esa multiplicidad de senderos de vida hallamos un camino central o unificante que nos capacita para orientarnos en el cúmulo de textos y experiencias (de la Biblia y de fuera de la Biblia), como clave hermenéutica o guía de lectura de todo el universo. No es que la historia de la Biblia sea superior a otras historias, ni que Cristo sea mayor en jerarquía ontológica a otros santos o profetas. Pero los cristianos creemos que en la Biblia y en Cristo encontramos todos un estímulo y lugar para existir, para ser en el camino del Espíritu de Dios en el que todas las personas y pueblos nos hallamos mutuamente vinculados, representados, acogidos, caminando hacia el futuro de la plenitud humana. 

Cristo, el hombre de la trinidad, encuentro de todos los caminos

Enchiridion Trinitatis – Secretariado Trinitario

 El Dios bíblico se expresa de esa forma como Palabra en Cristo y como vida múltiple por el Espíritu Santo. No viene a revelarse en un sistema de verdades claras y distintas, al modo cartesiano. Por eso, la Biblia no se puede tomar como libro filosófico. Tampoco se revela sin más en la unidad y variedad de fenómenos del cosmos, en una línea que ha sido estudiado por las ciencias naturales, físicas, químicas y astronómicas de los eruditos y sabios de occidente. El Dios bíblico "acontece" (se manifiesta y habla) a través de mensajeros o profetas, esto es, hombres y/o mujeres que no viven para sí, sino para los otros(así Abraham y Moisés, Oseas e Isaías, Jeremías y Ezequiel), abriendo caminos de vida compartida y esperanza.

En el AT, ningún profeta puede presentarse como "lugar de revelación total" de la realidad, de tal forma que Dios sigue siendo  siempre un "más" y el hombre no refleja nunca del todo su misterio. Los cristianos decimos, en cambio, que Dios se ha revelado de un modo pleno (no total) por Jesucristo. En ese sentido, Jesús de Nazaret representa un "novum", pero un novum que sólo se entiende desde todo lo anterior, en el contexto de la más honda experiencia israelita. En esa línea añadimos que Dios se ha revelado   de tal forma que su verdad interior (su inmanencia) se identifica con la persona, mensaje y camino de Jesús, que así puede entenderse como historia humana de Dios).

Jesús es la novedad de Dios, pero sigue encontrándose en la línea del AT: habló Dios en otro tiempo "en los profetas", aunque nunca había revelado del todo su misterio; ahora lo ha hecho, nos ha hablado del todo; por eso decimos que Jesús mismo es su Hijo (cf. Jn 1 y Hb 1). Según eso, en el principio era y sigue siendo la manifestación de un Dios que dice su palabra o se desvela por medio de los hombres.

Imagen y presencia de Dios era Adán en el principio (Gn 1). Imagen y manifestación de Dios fueron los profetas que forman eso que pudiéramos llamar la columna vertebral o gran vereda de la historia israelita. Historia de Dios son todos los pueblos y culturas de la tierra. Por eso, allí donde la línea israelita llega hasta su meta tenemos que hablar de Trinidad. Dios se expresa en su Hijo Jesús, pero no de un modo aislado, sino en comunión con todo el proceso diacrónico y sincrónico de la humanidad, dentro de un universo donde todo se encuentra igualmente implicado en forma de comunicación trinitaria. En esa línea podemos decir que la Trinidad es la  hermenéutica consecuente de la Biblia cristiana y de la iglesia[2].

  El hombre es imagen de Dios (Gen 1) y por eso ha de entenderse en forma de proceso o camino de Dios, de manera que su  revelación (abierta en línea trinitaria) se identifica de algún modo con la misma realización del hombre (también interpretada en línea trinitaria). Así podemos añadir que el hombre no es hombre pleno todavía, sino que se va haciendo de un modo individual y social, a través de un proceso de manifestación divina (que es realización humana), pero siempre en libertad de amor no en imposición dominadora, desde arriba, desde fuera[3].

Diccionario de las tres religiones

 En esta perspectiva ha de entenderse la experiencia de Jesús a quien el NT ha descubierto y presentado como "el hombre", verdadero ser humano, porque recibe la vida como don de Dios, para así compartirla, acogiendo, sanando, enriqueciendo a los otros. Jesús es Cristo de Dios, Mesías porque expresa y realiza el verdadero sentido de lo humano, el auténtico acogiendo a todos, y compartiendo la vida con todos. Jesús es Adán, hombre primero, porque ha descubierto y realizado para sí y para todo el conjunto de lo humano la verdad de aquello que estaba ya anunciado en Gen 2-3. No ha comido del árbol de 1o bueno/malo, es decir, no ha querido hacerse dueño imponerse sobre nadie, como destaca el himno de Flp 2, 6‒12,  ser así mesías de oider sobre los demás, no ha comido del árbol de la vida", sino que ha recibido y desplegado el amor de Dios de un modo gratuito, dando su vida por los demás y recibiendo así, por la resurrección el don de vida/gracia de Dios Padre.

 Cristo es auténtico Adam, ser humano verdadero, es varón, pero no en oposición a las mujeres, sino en comunión con ellas, siendo así el Hijo de Dios, es decir, la gracia encarnada de su amor, tal como se hallaba de algún modo anunciado, previsto e iniciado a lo largo del AT. En todos los caminos anteriores que definen el AT (desde Abraham hasta Daniel, desde David hasta Isaías y todos los profetas) la humanidad se estaba buscando a sí misma. Estrictamente hablando no existía todavía ser humano sino sólo un proyecto, un camino vacilante de humanidad. Sólo en Cristo llega a realizarse eI hombre verdadero como gratuidad.

 En Cristo se ha realizado así la humanidad, el proyecto de la historia. Cristo es el amor de Dios hecho “gracia” humana, en la historia, como plenitud de Israel y principio de nueva y verdadera humanidad. Ahora podemos afirmar que ha culminado y se ha cumplido aquello que querían indicar los textos primigenios de Gen 1-3: Cristo es el hombre divino.

Siendo hombre pleno es revelación total de Dios, como destacaba con su finura habitual K. Rahner: Allí donde el hombre es por fin del todo humano, allí donde vive en plenitud su realidad finita viene a presentarse como "hijo de Dios sobre la tierra, en apertura de amor infinita, en una historia abierta al mismo Dios. Ésta es la paradoja fundante del cristianismo, como hermenéutica trinitaria de la Escritura israelita: sólo quien se hace totalmente humano en su vida concreta (Jesús) puede presentarse y se presenta como la expresión total de Dios (su Hijo).   

Trinidad y encarnación

Cusp of the Portal of the Majesty: Last Judgment. Deisis. | Download  Scientific Diagram

Por esto, la Iglesia en su conjunto no ha podido aceptar una hermenéutica gnóstica o puramente racional de la Biblia por razones que resultan claras. Para la iglesia no hay Dios malo frente (contra) al Dios bueno, ni hay proceso sexual intradivino, ni despliegue  infinito de vidas cambiantes, al interior del pléroma divino.  El Dios trinitario es un principio y camino de amor múltiple, en comunión de vida y libertad:

- El despliegue trinitario de Dios no surge por especulación gnóstica a partir de la naturaleza unitaria y múltiple de un “pléroma” antes cerrado en sí mismo.El Dios trinitario se encuentra vinculado con una experiencia mesiánica de salvación, tal como arriba he mostrado. Dios se expresa plenamente en el hombre Jesús; por su parte, Jesús abre por su vida y su pascua un camino de vida compartida en el Espíritu Santo.

- El Hijo/Palabra de Dios se identifica con el mismo Jesús de Nazaret, hombre, un hombre concreto en el que vincula la historia de los hombres, en forma de donación mutua y de entrega de amor de unos por otros. Por eso, la confesión trinitaria resulta inseparable de la confesión cristológica. Si prescindimos de Jesús ya no podemos hablar de Trinidad. La relación escatológica (definitiva) entre el Jesús Mesías y Dios Padre es el centro y sentido de la Trinidad.

- El Espíritu Santo no es un individuo nuevo al lado de Jesús, sino el amor de comunión (vida de Dios), que se despliega humanamente en la historia de n esPentecostés, definición del Espíritu Santo rompe (supera) los signos o mitos triádicos, naturales que aparecen en algunos mitos y filosofías de tipo gnóstico gnosis. No es la madre frente al padre; no es la mujer frente al varón, ni es el hijo común del padre y de la madre, sino que es precisamente la vida (ruah), el pneuma", aliento de los hombres y mujeres de los seres humanos en Dios y de unos en otros.

 La Biblia y la iglesia superan, según eso, el esquema "normal" de la trinidad familiar (padre, madre, hijo), situándonos ante la experiencia fundamental de comunicación de los seres humanos,  superando un esquema de sujeto y objeto, de amo y esclavo, señor y siervo, amigo y enemigo. Así queda y se ratifica el hecho de que el hombre o mujer, la persona, vive más en aquel a quien ama que sí mismo.

El verdadero ser no es dominio, sino presencia de unos en otros, presencia y comunión, como el Padre en el Hijo y el Hijo en el Padre, y unos hombres y mujeres en otros en forma de comunicación y comunión de vida. En esa línea, la experiencia trinitaria de la Biblia y de la Iglesia ha de expresarse en forma de “nueva ontología”. No es que haya primero un esquema de pensamiento ya formado y luego, como por añadidura, se introduzca ese esquema, desde fuera. La realidad es, desde su principio,  donación y comunicación en un sentido que se funda y culmina en la Trinidad:

 - Por un lado, es evidente que los esquemas previos de tipo gnóstico o filosófico de Grecia, como los modelos de pensamiento moderno pueden influir y han influido en la formulación trinitaria de la Iglesia. En ese sentido debemos referirnos sobre todo a los modelos dialécticos ternarios del platonismo que  habla de Dios-Materia-Idea o, sobre todo, de Dios-Sophia-Logos o de Uno-Nous-Alma. También podemos referirnos a los modelos de la dialéctica hegeliana… Pero, al mismo tiempo debemos confesar que la novedad cristiana ha superado esos modelos, desde la nueva experiencia del evangelio, que va más allá del juicio de oposición/talión (ojo por ojo) y de la lógica del juicio…, pues Jesús dice “no juzguéis”.  

- El proceso de elaboración de categorías trinitarias fue largo (duró más de cuatro siglos en el mundo antiguo: siglo I-V d.C.), y está siendo muy largo en la modernidad (aún no ha culminado, a partir de las categorías hegelianas. No se trata de un juego de especulación; tampoco ha sido una aventura intelectual separada de la experiencia cristiana. Es al contrario: La iglesia se ha sentido (y se siente) llamada a expresar su experiencia de vida (fundada en Jesús) en claves “ontológicas” de pensamiento y obra.

             En esa línea podemos hablar de una hermenéutica dogmática(canónica) de la experiencia y tarea trinitaria de la Biblia y de la Iglesia, pero no podemos tomarla como única, absoluta, pues depende del entorno cultural en que ha brotado (en un contexto de ontología de substancia, en línea jerárquica, con supremacía masculina etc.)[4].

Icono de la trinidad, icono de la redención

Mañana se celebra San Juan de Mata, fundador de la Orden de la Santísima  Trinidad y de los Cautivos

Tanto 2 Cor 13, 1 (que la Gracia, jaris, de Jesús, el amor, agapê de Dios  y la Comunión, kôinonia) del Espíritu Santo…) como Mt 28,16‒20 (en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo) ofrecen una interpretación trinitaria de la revelación cristiana, en una línea que proviene del AT. En ese sentido se puede hablar de un único testamento de Dios, que va de su formulación antigua (AT) a la nueva…, pero tres “Personas” o formas (Padre, Hijo y Espíritu) en las que se expresa ese único Testamento.

Quizá pudiéramos sentir el deseo de unificar ambas líneas añadiendo para ello (con Joaquín de Fiore: 1135-1202 )[5] que el último o Tercer Testamento se identifica con la culminación de la Iglesia. Así tendríamos un esquema que parece coherente: el protagonista del AT es Dios; el del NT es el Hijo Jesucristo; el Espíritu Santo sería protagonista del tiempo de la Iglesia. En esta línea se ha movido de algún modo el mismo Hegel, ofreciéndonos una visión trinitaria de la historia, de manera que a cada uno de los momentos de Dios corresponde una persona trinitaria:

a) La visión transcendente de Dios (Padre) coincide con el momento israelita, siendo tema y centro del AT. A ese nivel, lo divino se expresa como distancia y sublimidad, abriendo para el hombre un campo de ley (en plano de deber). De todas formas, en contra de Hegel, 2 Cor 13, 13 interpreta al Padre del AT como Amor.

b) La encarnación de Dios (Hijo) se identifica con la vida de Jesús, recogida y testimoniada en el NT, tal como Pablo la condensa en la palabra clave de su experiencia y teología: La gracia del Señor Jesucristo. Por medio de la Pascua se rompe la distancia que había entre Dios y el hombre; surge así la humanidad auténtica que es Cristo

c) La comunidad de Dios (Espíritu Santo) se presenta como reconciliación donde se vencen y superan las antiguas diferencias: Dios y el hombre se unifican al fin y se unifican también los hombres separados, formando así la comunión definitiva de lo humanidad, formando un único cuerpo de Cristo, una comunión suprema, es la verdad del "testamento final" que nosotros mismos somos (¿realizamos?) haciéndonos plenamente humanos.

 Ese esquema histórico que tiende a vincular AT, NT e Iglesia con las tres personas de la Trinidad tiene su valor y debe al menos conservarse como referencia para una hermenéutica completa del misterio cristiano: sólo podremos entender la Biblia si la Comunión del Espíritu nos abre al conocimiento pleno de Jesús que es Gracia y de Dios que es Amor originario, en el espacio de la vida de la Iglesia (cf Jn 14-17).

Sólo en el amor del Espíritu captamos el sentido más profundo del Padre y del Hijo, no en forma de conocimiento abstracto, sino de transformación personal. Pero, dicho eso, quizá debamos volver quizá la sobriedad dogmática de los primeros Concilios y Padres de la Iglesia que han fijado sin demasiadas explicaciones teóricas la taxis, el decir, el ordenamiento trinitario de la revelación y de la Iglesia, en forma propositiva, no especulativa[6].

 Dios es Padre de Jesús y Origen del Espíritu. Los tres, Padre, Hijo y Espíritu forman un sólo Dios, una naturaleza (esencia) divina. De modos distintos, los tres actúan en el AT, en el NT y en el tiempo de la Iglesia. También el NT es tiempo del Padre que engendra a Jesús dentro de la historia y le resucita de los muertos. Padre, Hijo y Espíritu Santo actúan, finalmente, en el tiempo de la Iglesia. Las tres “personas” constituyen un misterio de salvación inseparable que se manifiesta a través de la historia bíblico‒eclesial (plano diacrónico que va del Padre por el Hijo al Espíritu), siendo, al mismo tiempo, misterio de "amor comunitario" (en perspectiva de encuentro sincrónico, es decir, para siempre).

Trinidad, encarnación de Dios, divinización del hombre

Por qué 'La Trinidad' de Andréi Rubliov es el icono ruso más famoso? -  Russia Beyond ES

  Es importante la terminología filosófica de esencia (unidad) y de personas (trinidad) al tratar del Dios de la Biblia y de la Iglesia. Pero más importante nos parece el descubrimiento de categorías evangélicas que nos capaciten para entender la Trinidad (y el conjunto de la Biblia) desde el mismo centro de la revelación cristiana, cosa que hasta ahora no se ha hecho todavía de manera suficiente. Por eso será bueno partir nuevamente de 2 Cor 13, 13:

1) La Gracia (jaris) del Señor Jesucristo. En el centro de la Biblia, allí donde ella viene a culminar como evangelio, tanto en el mensaje de Jesús como en la fe de Pablo, hallamos la experiencia de la gracia como expresión original de lo divino. Buscamos a Dios, y descubrimos (recibimos) la Gracia de Jesús, que se expresa y encarna en su vida y en su muerte, como Señor y Cristo de la gratuidad, que no ha venido a imponerse sobre el mundo por medio de la fuerza, que no ha dominado sobre los hombres a través de un tipo de “victoria” política (mesianismo davídico), ni de victoria teológico (Dios no se ha impuesto con su fuerza superior sobre los hombres). Cristo es la gracia encarnada de Dios, ésta es la primera experiencia cristiana, el principio de la Trinidad.

 2) El Amor de Dios. La Gracia de Jesús (que ofrece su vida por (para, en) los excluidos e impuros, por las víctimas y los condenados del mundo) es la revelación y presencia del Amor de Dios, definido así como agape (1 Jn 1, 8). Jesús puede ser “jaris” (gratuidad mesiánica) porque Dios es Padre/Amor, como proclama Pablo en el saludo de todas sus cartas.

Esa “definición” de Dios como amor resulta inseparable del gesto evangélico más hondo de pobreza o pequeñez de Jesús, Hijo, que es Dios recibiéndolo todo, en gesto de acogida o receptividad eterna, siendo acogida y regalo de amor, siendo gratuidad plena en el mundo. Este amor de Dios es la riqueza suprema, siendo la plena pobreza, que es no tener nada por sí mismo, teniendo todo como recibido. Pobreza significa compartir lo que se tiene con los otros, en gesto de apertura creadora. Esta pobreza es nota personal del Hijo Jesucristo y es mensaje central de la Escritura, centrada en el misterio de la Cruz.

3) Comunión universal; Dios es principio y sentido de comunión, más allá de las ideas y esencias del mundo antiguo, más allá de poder impositivo que busca el mundo moderno). El amor del Padre (que se da totalmente) y la gracia/pobreza del Hijo (que todo lo acoge del Padre, entregando su vida por los hombres) culminan y se expresan en forma de comunión universal, no como don externo, sino como vida compartida, unos en otros y por oros.. Es importante la terminología filosófica de esencia (unidad) y de personas (trinidad) al tratar de Dios y de la Biblia, como acabamos de indicar en el apartado precedente. Pero más importante nos parece el estudio y despliegue de unas categorías evangélicas (gracia, amor, comunión) que nos capaciten para entender la Trinidad (y el conjunto de la Biblia) desde el mismo centro de la revelación cristiana.

  El misterio trinitario (Padre e Hijo) culmina en la comuniónuniversal, que es el Espíritu Santo, vida en comunicación y comunión (presencia mutua) que ni el mundo griego antiguo ni el moderno, de tipo cartesiano han logrado formular, a pesar de los grandes pensadores judíos del siglo XX, a pesar de los teólogos de la iglesia ortodoxa de la actualidad. El amor del Padre (que se da totalmente) y la gracia del Hijo (que todo lo acoge del Padre) culminan y se expresan en forma de comunión universal, dialogante, es decir, en comunidad abierta, a todos los hombres, judíos y gentiles, en línea diacrónica (historia pascual) y sincrónica (apertura universal)[7].

 Desde lo dicho hasta aquí (en clave antropológica y trinitaria) podemos añadir que amor, gracia y comunión se identifican o, mejor dicho, se implican mutuamente, como supone el texto que estamos comentando (2 Cor 13, 13) (a)  La persona es autoconciencia en Amor y sólo surge si recibe para así darlo (darse) y compartilo (compartirse)- (b)  La persona es auto donación en Gracia, es decir, receptividad (todo lo que es lo está recibiendo) y donación completa todo: Sólo existe y se tiene dando su ser y siendo, de esa forma fuera de sí, en aquellos a quienes ama. (c)  Amor y Gracia se vinculan en comunión. No tiene más quien más tiene, sino quien más regala (más se entrega), ni tiene menos quien menos recibe, sino que todo lo comparte.

Nada se reserva el donante, nada le falta al receptor. Uno y otro lo tienen todo (se tienen a sí mismos) al darse mutuamente, en generosidad compartida. Desde aquí debe entenderse el sentido social de la Trinidad. Se ha dicho con frecuencia que una sociedad sólo subsiste allí donde se funda en leyes firmes de auto-posesión o dominio. Pues bien, en contra de eso, la iglesia sólo puede entenderse (ser) superando desde dentro toda “ley” de posesión o dominio propio. En esa línea podemos y debemos hablar de una iglesia trinitaria.    

La iglesia es, ante todo, una experiencia de Gracia. No proviene de la fuerza de los vencedores, ni se funda en la imposición de los grandes. Ella surge y se mantiene como signo de la gracia mesiánica de Jesús, que no se ha impuesto como mesías político‒militar‒nacional de David, sino que ha compartido su vida como gracia con aquellos que han querido compartir su gracia. 

Santoral - Parroquia Santa María Madre de Dios

La Iglesia es testimonio y prersencia  del Amor de Dios, en forma gratuita. Por eso, ella se encarna entre (en) los pobres, en aquellos que acogen la vida como gracia y la comparten en amor mutuo.   Como destinatarios de ese don de Dios, como dueños del reino, reunidos por Jesús y convocados por su llamada a la gran esperanza que es Dios, los pobres del mundo aparecen así como herederos (propietarios) de la Iglesia: no teniendo nada por sí mismos, ellos lo tienen todo, porque todo lo reciben como don de Dios en Cristo.

‒ Finalmente, la iglesia/humanidad es Comunión de vidaen el Espíritu, lugar de encuentro de gracia y pobreza, es decir, lugar de encuentro entre los hombres.  Dentro de ella, los seres humanos se descubren, en sentido estricto, como ricos y pobres: dan y reciben (o reciben y dan) lo que tienen, en gesto de Propiedad compartida (esto es, de superación de toda propiedad particular), de forma, dentro de ellas, los creyentes pueden afirmar: Todo es nuestro, porque nada nada es nuestro; todo podemos darlo porque todo lo hemos recibido.  

 NOTAS

[1] Todo en Jesús es don (regalo de vida, comunión), en línea que abarca los dos ejes de la realidad, tal como nosotros los percibimos, de un modo sincrónico y diacrónico, de forma que no podemos hablar de una espacio y tiempo separados entre sí, y distintos de la humanidad, porque Dios mismo es espacio y tiempo de los hombres, dentro de eso que podemos llamar las coordenadas trinitarias (no puramente cartesianas), que Kant interpretó como puro “a priori” del conocimiento humano (subjetivo), sin ver que eran expresión y esencial del conocimiento-ser divino.

[2] En esa línea escribí algunos trabajos sobre el sentido ontológico del tema La: Trinidad en el quehacer teológico actual, EstTrin 6 (1972) 435-483; Trinidad y ontología, EstTrin 8 (1974) 189-236.

[3] Desde fondo podemos añadir tres observaciones  a) El hombre no puede hacerse Dios por fuerza, esto es, por sí mismo, como resultado de una acción “suya”. El hombre no se puede “fabricar” como divino, pues todo lo que él hace fuera de sí mismo (o de otros seres humanos) son cosas‒objetos de consumo, ídolos que le terminan engañando y dominando). El hombre no puede comer del árbol del conocimiento del bien/mal que se es lo divino. Si quiere hacerse Dios, el hombre se destruye a sí mismo.  (b) Al hombre se le ofrece el árbol de la vida, pero sólo puede conseguirla allí donde renuncia a dominar la vida (y dominarlo todo) por la fuerza, fabricándose a sí mismo como Dios, en la línea de eso que Jesús llama Mammón. El camino de Dios en la vida de los hombres es una experiencia de gratuidad, y comunicación. Somos lo que nos han dado, somos lo que damos, en proceso de comunicación personal, esto es, en amor mutuo, en comunicación por el Espíritu Santo, en forma de resurrección. (c) A 1o largo de la historia larga, rica y creadora de la Biblia, vemos que siempre que los hombres (Israel) han querido fundar su existencia en sí mismos, en clave de lucha y violencia han fracasado. La vida de los hombres es gracia, es don supremo, don de los dones, signo y presencia de Dios, que es ante todo “gracia”: aquel que se da y entrega a sí mismo.

[4] Esa interpretación canónica (propia de los concilios y primeros Padres de la Iglesia), puede y debe tomarse como referencia, pero no imponerse, ni en el occidente actual ni en otros grandes espacios culturales (China, India, Mundo Musulmán etc. Quizá podamos tomar como base de 2 Cor 13, 1: La Gracia del Señor Jesucristo, y el Amor de Dios y la Comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros.

[5] Ese esquema histórico-escatológico de la Trinidad ha sido estudiado y criticado, de forma quizá un poco simplificadora, por H. de Lubac, La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore I-II, Encuentro, Madrid 2011. Se trata de una obra de lectura obligada para entender la traducción histórico-social (escatológica) de la Trinidad en la historia de occidente.

[6] He ofrecido ejemplos de esta taxis en Enquiridion trinitatis, Sec. Trinitario, Salamanca 2005.

[7] (a) El Padre es "origen amoroso" de todo, principio de donación dirigida al Hijo, en gesto de entrega personal eterna. (b)  Tanto en un nivel de eternidad fundante como en plano temporal de historia, el Hijo Jesucristo viene a presentarse como plena gratuidad: nada tiene por sí mismo, todo lo recibe, dándolo todo. (c) . Eso es lo que indican los antiguos al decir que es "engendrado": Él es la gracia, todo lo ha recibido, todo lo da. Es gracia, sólo tiene y es lo que recibe del padre y lo que da a los hombres, en amor gratuito. (c) El Espíritu Santo es finalmente comunión o kononia universal, unión del Padre con el Hijo, diálogo en que ambos se vinculan siendo uno en el otro (unso hombres e otros).

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