Ignacio de Loyola 1. Hombre de visiones, primer "empresario" cristiano.

El próximo martes (31 VII) celebra la Iglesia Católica la fiesta de Ignacio de Loyola (1491-1556), vasco universal, visionario y fundador de la Compañía de Jesús, primera gran institución ("empresa") moderna al servicio de la Iglesia. Fue guerrero, caballero, convertido, fundador universal, uno de los creadores de la Edad Moderna.

Luchó en Pamplona por el Emperador, pero fue herido y, mientras curaba las heridas en su casa torre de Loiola (Azpeitia), pudo descubrir otra manera de hacerse caballero al servicio de Jesús, en una Iglesia que a su juicio se hallaba amenazada. En un sentido, fue el último gran cruzado de la Edad Media. Pero, al mismo tiempo, fue el creador de una espiritualidad y de una estrategia apostólica moderna, centrada en la entrega de la vida al servicio de la libertad interior y eclesial más que social de los creyentes.

En la línea de lo que vengo diciendo estos días, quiero resaltar hoy dos de sus rasgos, que parecen opuestos, pero son complementarios.



(a) Fue un visionario: “Vio” (como Bernadette de Lourdes) y sus visiones (apariciones) le dieron una certeza interior, una emoción, unos motivos para entregarse al servicio del evangelio.

(b) Fue un organizador muy racional, el primero de los grandes "empresarios" cristianos de la Edad Moderna. En ese sentido podemos presentarle como el mayor planificador e impulsor de la Iglesia Católica, el gran “gurú” de la transformación cristiana, en forma “racional”, a través de los Ejercicios espirituales.

Así lo indicaré en las dos partes de este post, al que seguirá (Dios mediante) otro dedicado a los "ejercicios", es decir, al aprendizaje y despliegue metódico del cristianismo.

A. UN VISIONARIO. EXPERIENCIA EMOCIONAL E IMAGINARIA DE DIOS

Fue un visionario, un hombre de gran imaginación. Era capaz de “ver”, el mismo Dios se le aparecía… Las visiones que tuvo marcaron su vida, pero él nunca quiso fundar en ellas su obra (no construyó un tipo de santuario como el de Lourdes, para celebrar sus visiones).

Tuvo una inspiración (un fogonazo de vida...) en la que fundó su camino. Pero luego, en la práctica, fue un hombre metódico, el creador de un cristianismo metódico, organizado (casi podríamos decir "científico"). Empiezo con las visiones de fondo:

1. Visión de la Trinidad: Tres teclas. Montserrat.

Ignacio ha desarrollado un pensamiento más imaginativo que conceptual. En esa línea presenta su visión de la Trinidad, de hondo sentido musical, pues las “tres teclas” que él descubre producen toda la música del cielo. Las personas son tres, y así él dirige una oración a cada una de ellas. Pero, al mismo tiempo, añade una cuarta oración a la Trinidad entera, en gesto que ha de entenderse más desde una perspectiva armónica y musical que desde un fondo dogmático:

«Tenía mucha devoción a la santísima Trinidad, y así hacía cada día oración a las tres personas distintamente. Y haciendo también a la santísima Trinidad, le venía un pensamiento: que ¿cómo hacía cuatro oraciones a la Trinidad? Mas este pensamiento, le daba poco o ningún trabajo, como cosa de poca importancia. Y estando un día rezando en las gradas del mesmo monasterio (Monserrat) las Horas de nuestra Señora, se le empezó a elevar el entendimiento, como que vía la santísima Trinidad en figura de tres teclas, y esto con tantas lágrimas y tantos sollozos, que no se podía valer. Y yendo aquella mañana en una procesión, que de allí salía, nunca pudo retener las lágrimas hasta el comer; ni después de comer podía dejar de hablar sino en la santísima Trinidad; y esto con muchas comparaciones y muy diversas, y con mucho gozo y consolación; de modo que toda su vida le ha quedado esta impresión de sentir grande devoción haciendo oración a la santísima Trinidad» (Autobiografía, 28).


2. Visión intelectual: río hondo. Manresa.

En el comienzo de la modernidad, allí donde se formula por primera vez el pensamiento “católico”, como alternativa al protestantismo ( Lutero), Ignacio de Loyola viene a presentarse como un hombre de imaginación creadora. Así lo muestra su famosa “visión del río”, del agua profunda donde se contiene y expresa la hondura de la realidad: más allá de lo que se piensa y sabe está lo que se descubre, al otro lado de la realidad misteriosa (agua del río).

Más que la iglesia a la que va para orar (en contexto se simbología cristiana), le impresiona el signo cósmico del río, la experiencia cósmica de un Dios que se manifiesta en la hondura de la realidad, haciendo que todas las cosas y los conocimientos de la vida entera se ajusten y cobre un sentido.

«Una vez iba por su devoción a una iglesia, que estaba poco más de una milla de Manresa, que creo yo que se llama sant Pablo, y el camino va junto al río; y yendo así en sus devociones, se sentó un poco con la cara hacia el río, el cual iba hondo. Y estando allí sentado se le empezaron abrir los ojos del entendimiento; y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas espirituales, como de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande, que le parecían todas las cosas nuevas. Y no se puede declarar los particulares que entendió entonces, aunque fueron muchos, sino que recibió una grande claridad en el entendimiento; de manera que en todo el discurso de su vida, hasta pasados sesenta y dos años, coligiendo todas cuantas ayudas haya tenido de Dios, y todas cuantas cosas ha sabido, aunque las ajunte todas en uno, no le parece haber alcanzado tanto, como de aquella vez sola. Y esto fue en tanta manera de quedar con el entendimiento ilustrado, que le parescía como si fuese otro hombre y tuviese otro intelecto, que tenía antes» (Autobiografía, 30. 5º).


Éste es el río del misterio en el que se ha introducido, bajo la montaña sagrada (Montserrat), donde ajusta su vida y organiza todos sus pensamientos.

En el fondo del itinerario ignaciano viene a desplegarse por tanto una vivencia de encuentro inmediato con Dios, que se expresa de un modo intelectual (¡en un entendimiento ilustrado!) y que se expande después en las mociones afectivas de su espíritu y en la decisión de su voluntad al servicio del Reino. En ese pensamiento más hondo (la claridad que proviene de las aguas del río de Dios) abierto a la acción comprometida al servicio de la causa de Jesús, que ha influido en casi toda la espiritualidad católica moderna, se vinculan dos rasgos:

(a) el compromiso de la vida, expresado en el descubrimiento de la propia vocación y tarea al servicio de la iglesia;
(b) por la contemplación, el creyente se descubre inmerso en la voluntad y en la vida de Dios. De esa manera, Ignacio ha superado el riesgo de racionalismo escolástico y ha destaca el carácter práctico de la contemplación, que se funda en el seguimiento de Jesús y que se expresa en forma de compromiso al servicio de la tarea de Iglesia.


En esa línea se ha desarrollado la teología de la Compañía de Jesús, que será una de las instituciones más significativas del pensamiento católico de la modernidad, desde Suárez, Molina y Roberto Belarmino hasta algunos de los representantes más significativo del catolicismo del siglo XX (→ Rahner, Lubac).

3. Diario espiritual, 21 de Febrero de 1544, Paris.

Durante la oración, todo el tiempo, devoción continua y muy grande, luz cálida y gusto espiritual, entrañando en cierto modo alguna elevación [...]. En la misa...yo conocía, yo sentía o veía, Dominus scit (Dios lo sabe) que hablar al Padre, ver que él era una persona de la Santa Trinidad, ello me llevaba a amarle del todo y tanto más porque las tres restantes personas se encontraban totalmente en él. Yo sentía la misma cosa cuando oraba al Hijo y la misma cosa cuando oraba al Espíritu Santo, gozando indiferentemente de una o de la otra persona, mientras yo sentía las consolaciones, atribuyéndolas a los tres.


4. Conocimiento y visión. Roma

Cuando decía misa tenía también muchas visiones, y cuando hacía las Constituciones las tenía también con mucha frecuencia; y que ahora lo puede afirmar más fácilmente, porque cada día escribía lo que pasaba por su alma y lo encontraba ahora escrito. Y así me mostró un fajo muy grande de escritos de los cuales me leyó una parte. Lo más eran visiones que él veía en confirmación de alguna de las Constituciones y viendo unas veces a Dios Padre, otras las tres personas de la Trinidad, otras a la Virgen que intercedía, otras que confirmaba
(Autobiografía, 100).

5. Recordar las visiones de un hombre de Dios

He querido recordar las visiones de un hombre de Dios, de uno de los creadores del cristianismo occidental moderno. Fue un precursor del racionalismo, de la organización eficaz, de la unidad de la empresa misionera de la Iglesia. Pero fue, al mismo tiempo, un hombre de visiones y experiencias interiores, en contacto personal con el Dios que le hablaba por dentro, sin necesidad de visiones exteriores.

Este Ignacio de la experiencia sigue siendo para nosotros un guía y maestro, no para hacer sin más lo que él hizo, sino para buscar a Dios como él le buscó, descubriendo incluso caminos distintos de los suyos. Un peregrino fue, peregrinos seguimos siendo nosotros. Pero la obra de Ignacio no se centra en la expansión de sus visiones (como pudo suceder con Bernadette de Lourdes), sino en la elaboración de un programa de vida que está centrado en su libro de los Ejecuciones Espirituales.

(Los textos que cito están tomados San Ignacio de Loyola, Obras completas, BAC, Madrid 1992; hay un desarrollo más extenso de esta vertiente espiritual de Ignacio en mi libro Enquiridion Trinitatis, Sec. Trinitario, Salamanca 2005).



2. UN HOMBRE PACTICO. LO EJERCICIOS ESPIRITUALES.

Ignacio fue un visionario, como he dicho... un hombre de imaginación y experiencia interior... Pero nunca se cerró en sus visiones, sino que las transformó en un "esquema racional" (metódico) de aprendizaje y desarrollo cristiano.

No fue un intelectual en sentido académico (le costó estudiar, en Alcalá, Salamanca y París...), pero sus escritos principales (Ejercicios espirituales y Constituciones de la Compañía de Jesús) han marcado la vida y pensamiento de toda la Iglesia moderna. Es el representante máximo de la contra-reforma católica, uno de los creadores del pensamiento y de la misión cristiana de la modernidad.

Mañana desarrollaré el tema de la oración en los Ejercicios Espirituales de Ignacio. Hoy quiero presentar algunos de sus temas básicos. Ellos marcan eso que pudiéramos llamar el comienzo de la “racionalización espiritual” del catolicismo moderno.

1. Los ciclos de los ejercicios. Cuatro semanas

Su libro de los Ejercicios Espirituales (que había sido precedido por el Exercitatorio de G. de Cisneros y por otros trabajos de la corriente espiritual Devotio Moderna, desarrollada sobre todo en los Países Bajos), escrito en torno al año 1530, constituyen el testimonio más significativo del testimonio y camino de la espiritualidad católica de la modernidad. “Ejercitarse” en ser cristiano es asumir y seguir el camino de Jesús, a través de un “curso” intensivo de cuatro semanas:

-- la primera dedicada al conocimiento de sí mismo (al descubrimiento de mi propia realidad, con el riego de perderme y la urgencia de cumplir la tarea marcada por Dios mismo en mi vida)

-- y las tres siguientes al descubrimiento del camino de Jesús (infancia, vida pública y muerte, resurrección). Ser cristiano es para Ignacio imitar y seguir a Jesús, de un modo concreto, que puede precisarse en los “misterios” de su vida:


(a) Ciclo del Nacimiento, con trece misterios: Anunciación, Visitación, Nacimiento, Adoración Pastores, Circuncisión, Magos, Purificación, Huída Egipto, Vuelta de Egipto, Vida oculta, Niño en templo, Bautismo, Tentación.

(b) Ciclo de la vida, con otros trece misterios: Llamada apóstoles, Caná de Galilea, Expulsión vendedores Templo, Sermón Monte, Tempestad calmada, Andar sobre mar, Envío apóstoles, Conversión de Magdalena (Lc 7), Multiplicación Panes, Transfiguración, Resurrección de Lázaro, Cena de Betania, Subida a Jerusalén.

(c) Ciclo de la pasión, con once misterios. Predicación de Jesús en el Templo, Última Cena, Cena-Huerto, De huerto a casa de Anás, De Anás a Caifás, De Caifás a Pilato, Juicio Herodes, Vuelta a Pilato, De Pilato a Cruz, Crucifixión, De Cruz a Sepulcro.
(d) Ciclo de pascua, con catorce estaciones Aparición. Madre (apócrifa), Ángel de pascua (Mc 16), Aparición a mujeres (Mt 28), Aparición a Pedro (Lc 24, 33), Emaús (Lc 24), Aparición a discípulos sin Tomás (Jn 20), Aparición con Tomás (Jn 20), Pesca pascual (Jn 21), Aparición y misión desde la montaña (Mt 28, 16-20), Aparición a 500 hermanos (1Cor 15, 7), Aparición a Santiago (1 Cor 15), :Aparición a José de Arimatea (apócrifos), Aparición a San Pablo (1 Cor 15), Ascensión (Hech 1).

Sin este libro de Ejercicios, que es de alguna forma la respuesta católica al proyecto de Lutero (no en contra, sino en su línea, aunque en un contexto eclesial distinto), no puede entenderse el despliegue del pensamiento cristiano de la modernidad.


2. Un caballero cristiano: Conquistar Jerusalén.

Ignacio es el promotor de una “cruzada” no militar, que se funda en el encuentro personal con Cristo. No es un hombre de “letras”, en el sentido técnico del término, pero ha estudiado la teología básica en la universidad de París (después de haber pasado por Alcalá de Henares y durante menos tiempo por Salamanca) y conoce los nuevos movimientos de la teología, fundando su programa en la vida de Cristo, tal como aparece en las tres últimas semanas de su libre de Ejercicios.

Véase la unión entre el plano de la imaginación (cada cristiano ha de ver al Cristo...) y el plano del discurso racional y compromiso. El punto de partida (imaginativo) de su programa está resumido en la imaginación/meditación que sigue (centrada en la Conquista de Jerusalén, del mundo entero, para Cristo, en la línea del post de ayer, centrado en la implantación del Reino de Dios):

«El primer punto es poner delante de mí un rey humano, elegido de mano de Dios nuestro Señor, a quien hacen reverencia y obedecen todos los príncipes y todos los hombres cristianos. El segundo es mirar cómo este rey habla a todos los suyos diciendo: mi voluntad es de conquistar toda la tierra de infieles; por eso, quien quisiera venir conmigo ha de ser contento de comer como yo, y así de beber y vestir, etc.; asimismo ha de trabajar conmigo en el día y vigilar en la noche, etc.; porque así después tenga parte conmigo en la victoria como la ha tenido en los trabajos. El tercero considerar qué deben responder los buenos súbditos a rey tan liberal y tan humano y por consiguiente si alguno no aceptase la petición de tal rey cuánto sería digno de ser vituperado por todo el mundo y tenido por perverso caballero.

La segunda parte de este ejercicio consiste en aplicar el sobredicho ejemplo del rey temporal a Cristo Nuestro Señor, conforme a los tres puntos dichos. Y cuanto al primer punto, si tal vocación consideramos del rey temporal a sus súbditos, cuánto es cosa más digna de consideración ver a Cristo Nuestro Señor, rey eterno, y delante de él todo el universo mundo, al cual y cada uno en particular llama y dice: Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos y así entrar en la gloria de mi Padre; por tanto, quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria» (Ejercicios Espirituales 92-95).


Éste es el punto de partida de la doctrina (meditación) que Ignacio ofrece a quienes quieren compartir su camino de seguimiento de Cristo, de manera que él se define así como instructor de caballeros cristianos al servicio de la iglesia.

Su rey no se contenta con tomar Jerusalén, quiere conquistar toda tierra de infieles, en batalla superior y religiosa. Esta cruzada de Ignacio, caballero-peregrino, tendrá aspectos de búsqueda interior y de total desprendimiento, pero vendrá a manifestarse sobre todo como entrega al servicio del apostolado eclesial, es decir, de la creación de Iglesia. No se trata de mantener lo que existe, sino de extender el evangelio, a través de la gran batalla que empieza a librarse sobre el mundo, como indica la meditación sobre las dos banderas:

«Así por el contrario se ha de imaginar del sumo y verdadero capitán, que es Cristo Nuestro Señor. El primer punto es considerar cómo Cristo Nuestro Señor se pone en un gran campo de aquella región de Jerusalén, en lugar humilde, hermoso y gracioso. El segundo, considerar cómo el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todos los estados y condiciones de personas» (Ejercicios 143-145; cf. 135-147).


Esta batalla de Jesús se dirige hacia una nueva conquista universal que se planea y realiza como apostolado, al servicio muy concreto de la iglesia cuyo centro es Roma. Por eso, los soldados de la Compañía de Jesús deben prepararse a través de un gesto de radical desprendimiento, superando todo anhelo de riqueza y soberbia (cf. Ibid. 142, 146): dejarán honra y grandeza de este mundo y seguirán a Jesucristo en camino de misión o apostolado en nombre de la iglesia (Ibid., 352-370).

De esta forma ha transformado Ignacio de Loyola la cruzada militar antigua, dirigida a la conquista externa de Jerusalén, en apostolado al servicio concreto de la Iglesia, extendida por el mundo. Ese programa, abierto a todos los cristianos (a quienes dirige sus Ejercicios espirituales), se expresa de un modo especial a través de los miembros de la Compañía de Jesús, para quienes Ignacio escribe sus Constituciones, uno de los textos de organización social más importantes de la historia de occidente.

Ignacio ha sido un hombre de pensamiento práctico. No ha creado teorías para resolver problemas de dogmática, sino que ha desarrollado su genio al servicio de la transformación de las personas, para ponerlas al servicio de la tarea de la Iglesia. Ignacio es quizá el primero de los grandes “cristianos prácticos”, un hombre de pensamiento activo que, por un lado, se apoya en la misericordia de Dios pero que, por otro, organiza y programa su actuación al servicio del despliegue de la Iglesia.

Sus Obras completas han sido editadas en muchas ocasiones (cf. BAC, Madrid 1982). La bibliografía sobre Ignacio de Loyola es muy extensa. Entre otros, cf.. S. Robert, Une autre connaissance de Dieu. Le discernement chez Ignace de Loyola (Paris 1997); I. Tellechea, Ignacio de Loyola, solo y a pie (Salamanca 2004); Q. Aldea, Ignacio de Loyola en la gran crisis del siglo XVI (Santander 1993); S. Decloux, El camino ignaciano (Estella 1984); R. García-Villoslada, San Ignacio de Loyola (Madrid 1986).
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