"Un hombre libre, comprometido con la verdad, cristiano al servicio de la vida" Pedro Zabala (1934-2021). Colaborador de RD: ¿Miedo a Jesús? Libertad en la Iglesia
Nacido en Logroño (1934), ha fallecido el pasado 12 de este mes (12.11.21), después de unos meses de salud más delicada.
Le presento como colaborador de RD, aunque no ha tenido blog ni columna propia. Le dije hace tiempo (creo que el año 2008): "Pide que te pongan un blog en RD, o se lo pido yo mismo". Me dijo que que prefería publicar en diversos medios de la Rioja, de tipo político-social y de Iglesia. Que me mandaría los trabajos y que, si me parecía, publicara yo algunos en mi blog. Y así quedamos, y así hemos cumplido.
Me ha ido enviando amistosamente sus trabajos, y he venido incluyendo algunos en mi blog, hasta hace unos meses, como podrá ver quien pulse en un buscador: "Pedro Zabala, blog de X. Pikaza". No sé cuantos serán, son muchos. Y así quiero presentarle como colaborador de RD, agradeciendo la riqueza que ha dado generosamente a mi blog, siempre de buen humor, siempre agradecido por mis introducciones, en las que a veces matizaba algún pensamiento suyo, especialmente desde 2009 hasta 2020.
A mi juicio, él ha sido un gran pensador, hombre singular, difícil de catalogar, único, por su arraigo en el pasado, su libertad personal, su compromiso por la verdad, su cristianismo de vida, su crítica siempre bondadosa y constructiva al servicio del diálogo, de la paz, la transformación de la Iglesia, de la libertad y concordia entre los diversos pueblos del Estado Español.
Me ha ido enviando amistosamente sus trabajos, y he venido incluyendo algunos en mi blog, hasta hace unos meses, como podrá ver quien pulse en un buscador: "Pedro Zabala, blog de X. Pikaza". No sé cuantos serán, son muchos. Y así quiero presentarle como colaborador de RD, agradeciendo la riqueza que ha dado generosamente a mi blog, siempre de buen humor, siempre agradecido por mis introducciones, en las que a veces matizaba algún pensamiento suyo, especialmente desde 2009 hasta 2020.
A mi juicio, él ha sido un gran pensador, hombre singular, difícil de catalogar, único, por su arraigo en el pasado, su libertad personal, su compromiso por la verdad, su cristianismo de vida, su crítica siempre bondadosa y constructiva al servicio del diálogo, de la paz, la transformación de la Iglesia, de la libertad y concordia entre los diversos pueblos del Estado Español.
| Xabier Pikaza X.Pikaza
¿SEGUIMOS TENIENDO MIEDO A JESÚS? (Pedro Zabala)
28.04.2011
Nos liberó del acatamiento infantil y descubrimos que podíamos pensar por nuestra cuenta. Es cierto que se nos disiparon algunas dudas, pero en el camino emprendido fueron apareciendo otras nuevas, quizá más profundas e inquietantes. Pero habíamos aprendido que las dudas y el esfuerzo por disiparlas son inseparables en el camino humano hacia el descubrimiento de la verdad.
Fueron dos los hallazgos básicos en esta tarea del saber espiritual que suponen auténticos hitos.
El primero es que lo esencial de la Fe no son las creencias. Éstas son secundarias a lo esencial: fiarse de Dios y de su rostro humano, su revelación máxima, Jesús de Nazaret. Las creencias no son un absoluto, sino relativas a esa confianza. La Fe es más de corazón y de entrañas que de cabeza. Pero también de ésta. Porque atañe al ser humano completo.
No puedo creer algo que sea irracional. Pero mi asentimiento se refiere a algo, al Misterio absoluto, a Alguien que excede de la razón humana. Lo que podamos proclamar válidamente acerca de Él y de su obrar en la naturaleza y en la historia ha de ser razonable. “Hay que creer para comprender y hay que comprender para creer”.
Los cristianos tenemos un libro, un conjunto de libros, la Biblia a la que acudimos para descubrir mejor qué es y Quién es ese Dios al que decimos adorar. Como cualquier definición de su esencia e incluso de su existencia es pretenciosa y mera idealización de atributos humanos, o nos contentamos con la manifestación tautológica “Yo soy el que soy” o más atinadamente proclamamos nuestra Fe en el Dios de Jesús. ¿Qué podemos decir razonablemente del conjunto de relatos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento?.
Sólo algunos se aferran ciegamente a un literalismo absurdo o al monopolio de su interpretación dogmática por parte de la jerarquía. Opino que quienes hemos empezado a pensar por nuestra cuenta, hace tiempo que afirmamos que “no todo lo que contiene la Biblia es Palabra de Dios, ni toda la Palabra de Dios se encierra en la Biblia”.
He aprendido hace poco que judíos y cristianos no somos gentes del Libro, sino de la lectura, o relectura del Libro. Y es en cada relectura, hecha en comunidad, donde el Espíritu revela el significado válido y auténtico para la vida de esos creyentes. No son aislados, ni la jerarquía, ni los expertos exégetas, ni la conciencia individual, sino todos juntos, orando comunitariamente, a quienes la Ruah se revela. Y es esa Palabra, nacida de la vida y para la vida, la que humildemente debemos seguir. Esto puede llevar y de hecho lleva a pluralidad de interpretaciones, forzosamente no unánimes.
Hay quienes se asustan de la pluralidad y pretenden que coactivamente se imponga desde arriba una visión única. Emplean su celo en denunciar y anatematizar a quienes creen que se apartan de la recta doctrina. Su rigidez fanática es tal que, a menudo, van mucho más allá en sus interpretaciones que la propia jerarquía, a la que tachan de blanda o inconsecuente, si se aparta, aunque sea lenta y zigzagueantemente, de algo que antaño se creía inmutable. Claro que el celo descalificador se da también, a veces, entre quienes creen haber llegado a posturas más “progres” o más acordes con la investigación racional. Es preciso estar convencido del carácter relativo y secundario de las creencias en la vida del Espíritu, para convivir cordialmente entre personas y grupos dispares. En mi modesta experiencia, puedo decir que participo codo con codo en varias actividades, con católicos de sensibilidades distintas a la mía y con agnósticos y ateos. El seguimiento explicíto de Jesús con aquellos y la atención a necesitados y la lucha por los Derechos Humanos con todos, nos estimula en esas tareas, sin más dificultades que las inevitables en todo los grupos humanos.
Lo que sí es claro que Jesús, el Cristo, y su seguimiento, es la guía certera en este caminar. Fue el Profeta, anunciador del Dios compasivo y de la llegada de su Reinado. Venció las tentaciones del poder, del dinero y de la vanagloria, con lo que pudo vencer los miedos inherentes a nuestra condición humana y conquistar una libertad absoluta frente a la Ley y los poderosos. Su conducta religiosa y políticamente incorrecta atemorizó a los controladores del Templo y del poder político. Esto le llevó a la muerte. Como le temían, le asesinaron tras una parodia de procesos judiciales. Y sufrió la muerte más ignominiosa, en la Cruz. No fue un Padre vesánico el que decidió su muerte para aplacar su venganza, sino el miedo de los poderosos a que sus enseñanzas y vida arrastraran al pueblo tras Él. Sabemos, sin embargo, que venció a la muerte y resucitó, que vive.
Pero la pregunta que surge inmediata es: ¿Seguimos teniendo miedo a Jesús?. ¿No Le temen acaso los dirigentes religiosos y políticos que se encastillan en su dominio, amparándose en la Ley o en la violencia?. ¿No Le tememos también los que nos creemos sin poder, pero no resistimos al mal institucionalizado, sin apostar decididamente por las víctimas crucificadas?. ¿Cómo podemos decir que hemos resucitado con Él, si tenemos miedo a sus exigencias radicales y liberadoras?.
LIBERTAD EN LA IGLESIA (Pedro Zabala) RD 15.05.2011
Existen en nuestra Iglesia, personas cuyo oficio parece ser acusar a los demás de desviaciones disciplinares o doctrinales. No sólo señalan las conductas externas, sino que se atreven a señalar aviesas intenciones en las personas denunciadas. Conocedores al dedillo del derecho canónico y del catecismo oficial, a los que sitúan por encima del mismo Evangelio, con frecuencia resultan más papistas que el propio Papa y denuncian la debilidad de los pastores que no echan del rebaño a las ovejas que se atreven a pensar por su cuenta. Peor son aquellos que no lo hacen públicamente, sino que envían a la jerarquía denuncias, a veces anónimas. Lo más triste es que esas denuncias, a menudo dan lugar a procesos inquisitoriales contra clérigos o profesores, en los que no se dan a conocer a los acusados quiénes son sus denunciadores o no se les permite aclarar la cuestión debatida.
Como los laicos somos en la estructura piramidal miembros de segunda clase (las mujeres, de tercera, claro) estamos libres de estas opresiones. Pero si queremos actuar libremente, no podemos acogernos al asociacionismo canónico, sino acudir a la vía civil para organizar nuestras actividades. Así podemos debatir temas tabúes o invitar a participar a teólogos rebeldes, sin que el yugo jerárquico nos lo impida. Esto nos priva, naturalmente, de cualquier clase de apoyo institucional por muy legítimas y evangelizadoras que resulten nuestras actuaciones, normalmente acogidas con un silencio elocuente.
Tengo resistencia a transcribir al papel mis experiencias personales, pero esta vez haré una excepción. Estoy incardinado en la Iglesia de Dios, peregrina en La Rioja, a través de una comunidad de base, denominada de la Esperanza. Y participo activamente como voluntario en Cáritas diocesana, en el servicio jurídico-psicológico y en el de formación. Allí colaboramos personas de distintas sensibilidades y orientación. En una de las reuniones a las que asistí, formalmente convocados, estábamos esperando al delegado diocesano (persona estupenda, cuyos varios años de experiencia misionera le alejan del envaramiento autoritario de algunos clérigos) que se íba retrasando, con la natural preocupación de los venidos de pueblos, ya que nos aguardaba un orden del día muy extenso. Se propuso empezar ya y que el cura se incorporase cuando llegase, pues sus muchas obligaciones le habrían impedido ser puntual. Hubo quien protestó, pues faltaba el jefe. Rápidamente contesté que creía que estaba allí desde el principio. “Cuando dos o más estéis reunidos en mi nombre...”. La respuesta no se hizo esperar: el sacerdote es el representante de Dios en la tierra. Y pude frenar la réplica rápida, antes de que llegase a mis labios: Son los pobres, los verdaderos representantes del Señor en la tierra... No era el momento de un debate teológico, sino de trabajar juntos. Y, así, empezamos la reunión sin más dilación.
Opino que hoy en la Iglesia existen distintos planteamientos que pudieran reducirse con cierta imprecisión a dos: los que quieren la uniformidad, impuesta desde el modelo vigente piramidal-jerárquico y los que concebimos la Iglesia, como un discipulado de iguales, como Comunidad de comunidades, con diversidad de funciones, superando las diferencias docente-discente, y varón-mujer. Cuando se habla de reforzar las señas de identidad eclesiales y de sus distintos órganos, no puedo asentir cuando se trata de parafernalias y signos externos. Nuestras señas auténticas han de ser según el mandato y ejemplo de Jesús: “mirada cómo se aman” y cómo se vuelcan con los últimos: “los ciegos ven, los sordos oyen, los cautivos son redimidos ...”. Ser testigos del Dios de Jesús, nos emplaza a llevar el Perdón del Padre a todos, empezando por los de nuestra propia casa. ¿Para cuándo empezamos?.
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