FR (Fratelli Tutti 1). El camino de la sanación
Voy a comentar algunas palabras que están en la raíz de Fratelli Tutti (diálogo, vida religiosa, iglesia, fraternidad, amistad...), empezando por la "sanación" (curar, sanar, salud...) que está en el centro del Evangelio y del Magisterio de Francisco, en el que puede entenderse en tres sentidos:
(1) Sanación y ecología: Francisco quiere que seamos guardianes, protectores y promotores de la "salud del mundo", en una línea que San Pablo había destacado en Rom, cuando decía que el mundo sufre por nosotros "en dolores de parto"
(2) Sanación y fraternidad: Sólo podemos ser hermanos (tutti fratelli), en especia en tiempos de pandemia si somos hombres y mujeres de salud, esto es, sanadores, como quiso Jesús, que fue ante todo sanador de enfermos y expulsados de la vida.
(3) Sanación y vida personal: sólo podemos ser portadores de salud para el mundo y "sanadores" de otros hombres si estamos radicalmente sanados, reconciliados por dentro, en misericordia y justicia, hombres y mujeres rebosantes de salud humana.
(2) Sanación y fraternidad: Sólo podemos ser hermanos (tutti fratelli), en especia en tiempos de pandemia si somos hombres y mujeres de salud, esto es, sanadores, como quiso Jesús, que fue ante todo sanador de enfermos y expulsados de la vida.
(3) Sanación y vida personal: sólo podemos ser portadores de salud para el mundo y "sanadores" de otros hombres si estamos radicalmente sanados, reconciliados por dentro, en misericordia y justicia, hombres y mujeres rebosantes de salud humana.
Vengo publicando en R21 una serie de explicaciones y comentarios a las palabras clave del Papa Francisco. En el último número (octubre 2020) he insistido en "sanación", recuperando, en la línea de Tutti Fratelli (2020) el sentido básico que ella tenía en la ecología (Laudati si, 2015) como como experiencia y compromiso por la "salud" del mundo.
El mundo es la "casa" de los hombres, el entramado y fondo de su vida, abierta (desde y con el mundo) a la fraternidad humana y a la esperanza de Dios. Sin un compromiso fuerte a favor de salud-vida del mundo y del hombre podemos acabar destruyéndonos todos.
SANACIÓN: Salud del mundo, salud. humana
En tiempo antiguo los hombres parecían sometidos al mundo, que les parecía infinito, incapaz de enfermarse. Pero en la modernidad, desde el siglo XVII en adelante ellos han querido conocer el mundo y transformarlo, ponerlo a su servicio, conforme al eslogan “atrévete a saber” (sapere aude), no sólo en un plano intelectual, sino técnico, político, económico.
El riesgo de un atrevimiento mortal: Atrévete a cambiar las cosas, dominando todo lo que puedas, en un plano racional, moral, técnico: Atrévete más, en línea átomo y bomba, de minas y fábricas, de especulación financiera y utilización del aire y el agua, de los animales, con plena autonomía, sin cuidar tu salud y la de otros, sin reparo de justicia, pues tu libertad está por encima todo, y lo que sea egoístamente bueno para ti será bueno al fin para los otros, aunque ahora sufran. Pero al querer dominar el mundo podemos terminar acabar transmitiendo nuestro virus de enfermedad y muerte al mismo mundo, como sabia, con Gen 1-8, la antigua antropología bíblica.
Conversión necesaria: Salud en el mundo. Atrévete a cuidar el mundo y a sanarlo, si has hecho que esté enfermo, (cf. Rom 8). Con palabras tomadas de la mejor tradición bíblica, Pablo aseguraba que este mundo se encuentra herido, em dolores de parto... Un parto que puede ser de muerte (destruimos el mundo, nos destruimos nosotros mismos) o que puede ser de vida: Nos cuidamos nosotros, cuidamos el mundo para los pobres y los contemplativos, para los hoy expulsados, pero también para los mismos ricos y poderosos, porque nos saben, y destruyendo el mundo se destruyen a sí mismos.
Cambio de orientación: Tenernos que invertir el camino... Hemos enfermado el mundo, pero si Dios quiere y queremos podemos cuidarlo, curarlo... El principio de "dominio", que estaba latente en la Ilustración del XVIII-XIX, ha desembocado ahora en un tipo de economía liberal (neocapitalista) o colectiva (también capitalista, de otro signo externo), empeñada en el dominio ilimitado del hombre sobre el mundo, en línea de progreso creciente y consumo mayor de energía. Nos hemos atreviendo a saber y explorar y manejar el mundo, en línea de producción ilimitada, para satisfacción de algunos y explotación de muchos, desembocando al fin en el riesgo de destrucción de todos. Estamos logrando conquistar el mundo, pero si lo hacemos del todo moriremos al lograrlo. Tenemos que cambiar de orientación: De dominar el mundo a cuidarlo y sanarlo, para cuidarnos nosotros y amarnos, en el camino de Dios que es la vida.
Laudato sí, un camino de sanación
Esta es la situación que Francisco describía en Laudato si (2015), y las cosas se han vuelto peores a los cinco años (2020), amenazados por pandemia‒Covid 19, que no es castigo de Dios, pero sí advertencia de que podemos destruirnos. Importa una vacuna químico‒biológica, pero es más importante la vacuna de la conversión personal y social, espiritual y ecológica, como está diciendo Francisco en todas sus intervenciones
Nuestra “empresa” de fabricación mundial “funciona”... pero en un camino de muerte: Hemos amasado y amontonado inmensos bienes de consumo (no de humanización), al servicio egoísta de algunos, envenenando las fuentes de vida y rematando la fraternidad interhumana. Nos hemos creído eternos, que nuestro poder era “divino”, pero olvidando que la tierra es limitada en ese plano, que de ella venimos y en ella somos, y si la destruimos nos destruimos nosotros mismos.
En este momento, cuando una falsa ilustración político‒científica corre el riesgo de destruirnos, es necesario volver a la “mística” del mundo, es decir, a la contemplación y disfrute de la vida como don, en fraternidad. Lo que importa no es ya producir más (hacer, tener, más capital multinacional o estatal), sino compartir contemplar (sentir y vivir) de un modo distinto, en una línea de mística ecológica. Por eso, Francisco pide a Dios:
Sana nuestras vidas, para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción (LD 246).
Francisco condena con dureza de los poderes que están poniendo en riesgo la vida y salud de la tierra: La atmósfera se sigue envenenando, las negociaciones de los políticos (estados) fracasan y las cumbres mundiales continúan sometidas al dictado de una economía injusta (num. 54), mientras crece la degradación ambiental y la opresión sobre el mundo (56).
Pero más fuerte que su tono negativo es su esperanza, en la línea de una nueva mística sanadora, al servicio de la justicia social, del reconocimiento mutuo de los hombres y del despliegue de los valores de la vida, en una Tierra, que, bien mirada, es presencia y revelación de Dios, presencia sanadora de su amor. Por eso, Francisco no quiere sólo un cambio externo de la economía y política, del trabajo y la industria, sino un cambio más hondo, una sanación (de vacuna) del alma, en tiempos de pandemia.
Tutti fratelli, palabras de Sanación
La encíclica Tutti Fratelli sigue en la línea de Laudato si y ofrece un proyecto y modelo de sanación del mundo, que aquí no quiero desarrollar por extenso. Por eso me limito a citar algunos números que el lector interesado podrá situar en el entorno de la vida actual. No hay fraternidad sin curación, sin sanarnos en amor unos a los otros, en un proyecto económico, social, personal y religioso que el Papa Francisco ha desarrollado en su encíclica. Éstos son algunos de sus puntos principales:
225. En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia.
70. Parábola del Buen Samaritano:... hay dos tipos de personas: las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso. ¿Nos inclinaremos para tocar y curar las heridas de los otros? ¿Nos inclinaremos para cargarnos al hombro unos a otros? Este es el desafío presente, al que no hemos de tenerle miedo. En los momentos de crisis la opción se vuelve acuciante: podríamos decir que, en este momento, todo el que no es salteador o todo el que no pasa de largo, o bien está herido o está poniendo sobre sus hombros a algún herido.
Ampliación: Jesús Sanador
La salvación de Jesús está vinculada con la salud integral del hombre, vinculando así los diversos aspectos de la vida. He tratado del tema en Diccionario de la Biblia, Sanación y curación
Jesús se ha introducido en el espacio de la humanidad sufriente, es decir, en el lugar de los enfermos y oprimidos. Sólo de esa forma puede ser signo de Dios, siendo, al mismo tiempo, creador (suscita un tipo de vida más alta, sanada) y misericordioso (se introduce en la máxima pequeñez del mundo, es decir, de la humanidad sufriente).
Como creyente, como Hijo de Dios Padre y mensajero de su Reino, actúa Jesús, abriendo un espacio de comunicación gratuita a favor los antes excluidos, pues la fe mueve montañas. No se ha sentido Mesías al ver los milagros que hacía, sino al contrario: ha podido realizar y ha realizado "milagros" porque estaba convencido de que Dios le enviaba para anunciar e iniciar su Reino. Por eso, no los utiliza como demostración, ni los realiza cuando se lo exigen, como prueba de su autoridad y su misión (cf. Mt 12, 38-39; 16, 1 par), pues un milagro que se impone por la fuerza y que se «prueba» de un modo científico deja de ser milagro (deja de ser gesto humano).
El milagro de Jesús consiste, precisamente, en acoger a los impuros en cuanto impuros, a los enfermos en cuanto enfermos, apelando para ello a la gracia, es decir, al don humilde, gozoso, universal, del Dios Padre. El milagro de la vida y la salud consiste en saber que el hombre es más que todo lo que puede saber y hacer por sí mismo. En el fondo, el milagro es el hombre, la misma vida del hombre que desborda todos los niveles de la física, la química y la biología. El milagro de Jesús es que hombres y mujeres puedan vivir y comunicarse, de un modo gratuito.
Proyecto de Jesús, un proyecto de sanación (curaciones)
Sin duda, Jesús fue un sanador. Curó a varios tipos de enfermos, aquejados de dolencias vinculadas con la movilidad (cojos, mancos, paralítico), con la falta de comunicación (ciegos, sordos, mudos), con la limpieza religiosa (leprosos, hemorroisas) y especialmente con trastornos que en aquel tiempo solían vincularse con espíritus (endemoniados).
Así penetró en el sub-mundo de los posesos, neuróticos o locos multiformes que parecían dominados por un poder perverso. No intentaba resolver un problema teórico abstracto (sobre magia, racionalidad o ciencia), sino expresar el poder creador de Dios, ofreciendo a los enfermos la buena noticia de que el tiempo de opresión ha terminado y viene el Reino (cf. Mc 1, 15).
Fundado en el Dios de amor, a quien llamaba Padre, Jesús se introdujo en el espacio de la humanidad más sufriente, apareciendo como signo de un Dios que es, al mismo tiempo, creador (supera el nivel de aquello que los hombres pueden hacer) y misericordioso (se introduce en la humanidad sufriente). Desde ese contexto se entienden las notas de su acción trascendente al servicio de los enfermos.
Las sanaciones de Jesús son signo de transparencia personal y comunicación social. Jesús quiere que los hombres y mujeres se iluminen ante sí mismos, que se acepten, que vean desde Dios, dejando que se exprese la fuerza de su vida interior y que de esa forma vivan. Jesús quiere que los hombres puedan relacionarse de manera limpia, que anden unos hacia otros, que se escuchen y hablen, es decir, que sean, que viva. Por eso, lo que llamamos sanaciones o milagros no son cosas que se hacen, sino realidades que acontecen; no se imponen o exigen, sino que emergen y actúan desde su misma gratuidad. No son señal de una potencia que puede manejarse (como quiere Simón Mago: Hech 8, 4-25), sino revelación de la Vida que se entrega sin dominarnos, comunicándose a todos, especialmente a los pobres y enfermos.
Jesús no se ha sentido Mesías al ver los milagros que hacía, sino al contrario: ha podido realizar y ha realizado milagros porque estaba convencido de que Dios le enviaba para anunciar e iniciar su Reino. Por eso, no los utiliza como demostración, ni los realiza cuando se lo exigen, como prueba de su autoridad y su misión (cf. Mt 12, 38-39; 16, 1 par), pues eso los haría anti-milagro (imposición y dictadura sacral), sino como signo y comunicación de amor, dejando que la misma gracia actúe y que los hombres se comuniquen (vivan y se amen, se perdonen y acepten) por gracia.
Esas curaciones de Jesús son experiencia de gratuidad: no sirven para nada, no se puede imponer ni demostrar, son acontecimientos de vida. El milagro de Jesús consiste, precisamente, en acoger a los impuros en cuanto impuros, a los enfermos en cuanto enfermos, apelando para ello a la gracia, es decir, al don humilde, gozoso, universal, del Dios Padre. En el fondo, el milagro es la misma vida del hombre que desborda todos los niveles de la física, la química y la biología.
La salud, que para otros se hallaba al servicio del sistema, dentro de una estructura de castas (o semi-castas) sacrales, es para Jesús signo y presencia del Reino: que los humanos puedan vivir en libertad, en espontaneidad corporal, sin que nadie les vigile y defina; que sean ellos mismos, que desplieguen el poder del propio cuerpo, en servicio mutuo. Ciertamente, en un sentido, son débiles y están amenazados. Pero en otro son lo más grande: Jesús les ofrece el reino para que puedan ver y andar, sentir y amar, sin que otro (sistema o sacerdote) les domine desde fuera. Por eso, cura (proclama el poder de la salud), superando las barreras sacrales y sociales.