Santiago Guijjaro: Una lectura académica del libro de Pagola
J. A. Pagola, Jesús. Aproximación histórica (Madrid: PPC 2007) 540 pp.
Omito la descripción del libro y el contenido de sus quince capítulos, que supongo conocidos, y me centro en la valoración del mismo. Comienzo con dos observaciones que, en mi opinión, hay que tener en cuenta si se quiere hacer una valoración justa.
La primera se refiere a su naturaleza. No se trata de una cristología, sino de una aproximación histórica, como se dice en el título. Su objetivo es recoger las mejores aportaciones de la investigación histórica reciente sobre Jesús, no elaborar una reflexión
completa sobre él. La cristología y la investigación histórica sobre Jesús tienen como referencia básica los evangelios, pero se acercan a ellos con preguntas e intereses diferentes. El elemento catalizador de la cristología son los dogmas formulados dos siglos después. El de la investigación histórica, la preocupación por recuperar los hechos sucedidos unos decenios antes de la redacción de los evangelios. El autor dice claramente dónde se sitúa cuando describe su objetivo con estas palabras: “en este trabajo he buscado aproximarme a la figura histórica de Jesús estudiando, evaluando y recogiendo las importantes aportaciones de quienes están hoy dedicados de manera más intensa a la investigación de su persona” (p. 6). Esto es, de hecho, lo que el lector encuentra en el libro.
En segundo lugar, creo que es importante tener en cuenta su forma literaria. No es un escrito académico, preocupado principalmente por la precisión de los conceptos, sino una obra literaria, que con frecuencia tiene un estilo poético y que resulta muy evocador. Por esta razón algunas de sus afirmaciones no se pueden tomar al pie de la
letra, sino que se deben entender en el conjunto de su exposición. A veces recurre a la interrogación y a la exageración, o utiliza otros recursos para captar la atención del lector. Éste es uno de los grandes valores de este libro. Es un ensayo muy original, que combina la discusión con las evocaciones poéticas o las recreaciones narrativas. En este tipo de escrito, el sentido no está tanto en las afirmaciones puntuales, cuanto en la visión global. De hecho esta forma de escribir hace que el libro se lea fácilmente y con gusto, de modo que el lector no se fija tanto en los detalles cuanto en el conjunto.
Hechas estas dos observaciones preliminares sobre la naturaleza y a la forma literaria del libro, entro en su contenido. Esta obra es el resultado de un enorme trabajo de estudio y evaluación, de síntesis y valoración. Quien no conozca bien lo que ha producido la investigación histórica sobre Jesús en los últimos treinta años, no podrá
hacerse una idea del trabajo que Pagola ha realizado, ni tampoco de la aportación que hace con esta síntesis. Detrás de este libro no está sólo la lectura de los trabajos (libros y artículos) más importantes de esta investigación, tal como reflejan las bibliografías parciales y las colocadas al final del libro, sino una minuciosa, paciente y detallada
labor de evaluación y comparación hasta llegar a una síntesis muy equilibrada.
Lo que se ha escrito en la reciente investigación histórica sobre Jesús ha dado para visiones muy diversas sobre él. En la mayoría de los casos estas visiones se han hecho desde fuera del cristianismo y a veces contra él. El libro de Pagola, sin embargo, ha tomado en serio esta nvestigación y ha propuesto, a partir de ella, una visión coherente
con la fe cristiana. Tal vez no haya sido consciente de ello, pero su libro tiene, indirectamente, un enorme valor apologético. En una ituación en la que la investigación histórica se esgrime para presentar a un Jesús muy diferente del que confiesa la Iglesia, Pagola ha mostrado que el “conocimiento externo” de Jesús que podemos adquirir recurriendo a la historia no contradice el “conocimiento interno” que proporciona la fe, sino que lo enriquece. Este libro refleja, por tanto, la visión de un
creyente que conoce bien la investigación histórica sobre Jesús.
Impresionan las lecturas y la reflexión que hay detrás de la mayoría de sus afirmaciones. No es, en absoluto, un libro frívolo, basado en la última teoría, sino un libro serio, bien fundamentado y bien
escrito. Hay que decir también que, como todos los libros sobre Jesús, es reflejo de una búsqueda personal y de la sensibilidad de una época. A comienzos del siglo pasado E. Schweitzer hizo un balance de la investigación histórica sobre Jesús llevada a cabo en el siglo XIX y concluyó que las imágenes de Jesús reflejaban en cierto modo el rostro de
quienes las habían elaborado. Es inevitable. Jesús es un personaje que no deja impasibles a quienes se acercan a él y esto vale también para el libro de Pagola. La imagen de Jesús que resulta de él refleja, creo yo, su preocupación por hacerle significativo para quienes no le conocen hoy o se han alejado de él. Esta preocupación pastoral podría explicar el lenguaje que se utiliza a veces para describir la misión de Jesús o la finalidad del reinado de Dios, que se describe como “una vida más digna y dichosa para todos” o con expresiones similares; también podría explicar que la dimensión escatológica del mensaje de Jesús esté poco presente.
Este es un tema muy discutido en la investigación y es fácil saber hasta qué punto la perspectiva escatológica fue importante para él. En la reconstrucción de Pagola no es un elemento central. Huelga decir que esta y otras opciones de Pagola a la hora de interpretar los datos que tenemos sobre Jesús pueden discutirse. La historia no es una ciencia exacta y él mismo reconoce que su libro es una aproximación. Pero se trata de cuestiones menores que no afectan a la fe, como por ejemplo, explicar cuándo y por qué Jesús se separó del Bautista y comenzó una misión independiente, si la situación de la mujer en las zonas rurales estaba tan rígidamente definida como en las ciudades, si el reinado de Dios tenía o no fuertes connotaciones escatológicas, cuál fue la misión que Jesús encomendó a sus discípulos más cercanos, qué sentido dio Jesús al signo del templo, o cuál fue el origen de la tradición sobre el sepulcro vacío. Sobre estos y otros temas se podría seguir
discutiendo.
Esta investigación seguirá avanzando a medida que aparezcan nuevos datos y se descubran mejores formas de interpretar los que ya tenemos. Esto nos ayudará, sin duda, a conocer un poco más a Jesús y a comprenderle mejor.
Con todo, la cuestión de fondo, que se plantea implícitamente en este libro y explícitamente en algunos de los comentarios negativos que se han hecho sobre él, es la relación entre dos formas de acceder a Jesús: la del conocimiento histórico y la del conocimiento de fe. Simplificando mucho las cosas podría decirse que el conocimiento histórico es aquel que se adquiere utilizando los modelos explicativos (métodos) de la historiografía. Es, por naturaleza, cambiante y está en constante laboración. El conocimiento de fe, sin embargo, tiene su origen en la convicción creyente de que Dios se ha dado a conocer (revelación). Es, por naturaleza, perenne y no cambia. El llamado “Jesús histórico” es la imagen de Jesús que puede reconstruirse analizando los datos que tenemos con los modelos explicativos de la historiografía. El lamado “Cristo de la fe” es la imagen de Jesús que la iglesia ha ido descubriendo al recibir en la fe la revelación de Dios. Son dos formas de conocer a Jesús diferentes, pero no son excluyentes, sino omplementarias. Esto tiene algunas consecuencias a la hora de valorar el libro de Pagola y otros escritos sobre Jesús y el Cristianismo naciente.
En primer lugar, al decir que son dos formas de conocimiento diferentes, estamos diciendo que no se puede hacer una valoración de un tipo de conocimiento a partir de los criterios del otro. Esto ocurre cuando se parte de los axiomas de la cristología para evaluar los resultados de la investigación histórica y se concluye que el Jesús histórico no es el Jesús de la Iglesia. ¡Pues claro que no! La revelación tiene un carácter progresivo y habrá que esperara hasta los grandes concilios del siglo IV para clarificar y formular lo que los cristianos creemos sobre Jesús. Ocurre lo mismo cuando se quiere valorar el conocimiento de fe desde el conocimiento histórico, reduciendo lo que se puede confesar sobre Jesús a lo que puede demostrarse históricamente. Tampoco este procedimiento es adecuado, porque aplica la valoración propia de un tipo de conocimiento a otra forma de conocer a Jesús.
En segundo lugar, al decir que son complementarias estamos diciendo que un diálogo entre estas dos formas de conocimiento puede ser muy fructífero. Desde el punto de vista cristiano no se puede solucionar la tensión diciendo simplemente que el conocimiento histórico es incompleto y cambiante. Aunque sea de forma provisional y aproximada, la investigación histórica nos acerca a la “carne” de Jesús y nos ayuda a reconocer la presencia del resucitado entre nosotros. Es cierto que, a veces, el estudio histórico sobre Jesús puede resultar incómodo y puede reclamar procesos de renovación en la iglesia, pero el creyente debe ver aquí, ante todo, una invitación al discernimiento y a la conversión, no una amenaza. Del mismo modo, el conocimiento de Jesús que proporciona la fe puede resultar relevante para el historiador, pues el contexto hermenéutico de la memoria de Jesús a través de la historia ha sido el grupo de sus seguidores y es en ese marco donde ésta se ha conservado de forma más plena. El libro de Pagola presupone la autonomía del conocimiento histórico y no debe ser juzgado desde los criterios del conocimiento de fe. Pero, al mismo tiempo, confía en que un esfuerzo serio de reconstrucción histórica puede ayudar a conocer mejor a Jesús y a reavivar la fe en él, sin dejar por ello de plantear algunas cuestiones incómodas.
Santiago Guijarro Oporto