Guerra judía, una guerra "religiosa". Chivo expiatorio y chivo emisario
El Yom Kippur sigue siendo la celebración más importante de un judaísmo "militante, que divide la humanidad en dos chivos (machos cabríos): Uno expiatorio y otro emisario
Esta Celebración se estableció en su forma actual tras el retorno del exilio, de la persecución y de la muerte en el V-I a.C), a modo de división de la humanidad en dos chivos, para asegurar la vida de los pretendidos buenos a través de un tipo de violencia, expulsión y venganza (como un judaísmo actual tras la vuelta de la Shoah/Holocausto del XX).
Este rito genial y peligrosísimo está al fondo de la nueva Guerra Judía del 2023-2025 (más sangrienta que la del 67-70 d.C.), cuya "victoria" no está nada clara, a pesar de lo que digan celotas y sicarios actuales... con falsos oráculos celestes, como los del I d.C., que culmina en el "suicidio" de Masada.
Esta guerra puede ser la tumba del Estado de Israel en su forma actual (como supo F. Josefo en el siglo I), pero el judaísmo auténtico tiene otros textos, ritos y respuestas, que los herederos de la Antigua Alianza han de explorar, en un camino que nosotros (judeo-cristianos de la Nueva Alianza), debemos recorrer con ellos, pues no estamos libres de responsabilidad y culpa.
Este rito genial y peligrosísimo está al fondo de la nueva Guerra Judía del 2023-2025 (más sangrienta que la del 67-70 d.C.), cuya "victoria" no está nada clara, a pesar de lo que digan celotas y sicarios actuales... con falsos oráculos celestes, como los del I d.C., que culmina en el "suicidio" de Masada.
Esta guerra puede ser la tumba del Estado de Israel en su forma actual (como supo F. Josefo en el siglo I), pero el judaísmo auténtico tiene otros textos, ritos y respuestas, que los herederos de la Antigua Alianza han de explorar, en un camino que nosotros (judeo-cristianos de la Nueva Alianza), debemos recorrer con ellos, pues no estamos libres de responsabilidad y culpa.
| X. Pikaza
Hasta la destrucción del templo, año 70 d.C., esta liturgia sacrificial se celebraba con sacrificio real del chivo expiatorio y con expulsión del chivo emisario, que desde entonces se sigue celebrando hasta hoy de un modo simbólico y orante (sacrificial) en todas las comunidades judías, y que sirve separar el bien y el mal ante Dios y dentro de la historia en una especie de “guerra religiosa”, la madre y matriz de todas las guerras de la humanidad, de los judíos en contra de los pueblo gentiles, con salvación para ellos y expulsión de todos los restantes pueblos. Ésta es la guerra final, la guerra de de los judíos con (contra) todos los restantes los pueblos.
- Los judíos como pueblo expiatorio (pueblo del chivo expiatorio) tienen que sufrir y expiar bajo la amenaza de todos los pueblos del mundo, derramando simbólicamente su sangre, para purificación del santuario de Dios.
- Todos los restantes pueblos están simbolizados por el chivo emisario y tienen que ser expulsados fuera de la tierra/templo de Israel (Jerusalén), rechazados, entregados en manos de Azazel, que es el demonio destructor, para que mueran para siempre en las tinieblas exteriores, de manera que sólo quede Israel y los que defienden a Israel (los que se someten bajo Israel) sobre la tierra.
La expresión (chivo expiatorio) se ha vuelto popular y muchos hablamos hoy de chivos (bucos, machos expiatorios y emisarios). Pero el texto bíblico afina muchísimo el motivo, el rito y la finalidad de esta oración y: no habla de uno, sino de dos chivos vinculados y distintos... No puede haber chivo expiatorio (Israel, como víctima) si no hay chivo emisario… No puede sufrir de verdad Israel y liberarse si no expulsa al desierto exterior (a las tinieblas de Satán) a todos los restantes pueblos que les amenazan.
Esta es una oración que se celebra con dos chivos iguales. Uno se mata y con su sangre se rocía el templo de Dios. Al otro se le expulsa al desierto exterior, para que sufra bajo el poder de Azazel, el diablo del mundo perverso. Éste es para muchos el texto más significativo de la Biblia, la fiesta suprema del judaísmo.
Esta fiesta de oración y guerra se celebra a los diez días del Rosh Hashaná o Año nuevo y precede a la celebración de los Tabernáculos o Sukkot, entre septiembre y octubre. Es fiesta de gran celebración, con ayuno mayor, desde la puesta de sol del día anterior a la puesta de sol del nuevo día y ha sido prescrita en los diversos calendarios judíos de origen postexílico: Ex 30, 10; Lev 23, 27-31; 25, 9; Num 29, 7-11, pero ha sido detallada especialmente en Lev 16, el capítulo más importante de la Biblia sobre el tema de las oraciones sacrificiales.
La liturgia de ese día, que vinculaba vincula de un modo especial en esta guerra del año 2025 a los dos chivos, uno expiatorio y otro emisario, ha sido recogida y reinterpretada desde un perspectiva cristiana por la Carta a los Hebreos y constituye uno de los testimonios religiosos más importantes de la historia de la humanidad. Ella refleja y actualiza un rito de purificación que sigue marcando no sólo la historia de occidente, sino del mundo entero.
Este es un rito de expiación, el rito del pueblo judío, como pueblo expiatorio elegido por Dios para expulsar al chivo emisario y arrojarlo a las tinieblas del desierto del Diablo. El pueblo tiene que lavarse ante Dios, limpiar sus manchas, reparar sus culpas. Es un sacrificio que nos sitúa ante un terrible antagonista de Dios que lleva el nombre enigmático de Azazel (que ha de mantenerse en el desierto del infierno exterior), aunque Yahvé, vida divina, sigue manteniendo su trascendencia y superioridad.
En el mundo griego, el sacrificio de Prometeo, servía para separar a los hombres de los dioses. Por el contrario, el sacrificio del Yom Kippur sirve para separar el bien y el mal dentro de mismo Dios y dentro de la historia de los hombres. Éste es el texto del rito de la guerra de Yahvé contra Azazel, del Dios bueno de los judíos contra el Demonio de todos los pueblos del entorno
- (Santuario).«Yahvé habló a Moisés después de la muerte de los dos hijos de Aarón; se acercaron a Yahvé y murieron: «Di a tu hermano Aarón que no entre en cualquier tiempo en el santuario, más allá de la cortina, hasta el propiciatorio (kapporet) que está sobre el arca. Así no morirá, porque ye me dejo ver en una nube sobre el propiciatorio. Así entrará Aarón en el santuario: Con un novillo para la expiación y un carnero para el holocausto...» (Lev 16,1-6).
- (Dos chivos).«Además recibirá de la asamblea (´adat) israelita dos machos cabríos (=chivos) para la expiación y un carnero para el holocausto. Después tomará los dos chivos y los presentará ante Yahvé, a la entrada de la tienda del encuentro. Y echará Aarón las suertes sobre los dos chivos: una suerte para Yahvé, otra suerte para Azazel. Tomará Aarón el chivo que haya tocado en suerte para Yahvé y lo ofrecerá en expiación. Y el chivo que haya tocado en suerte para Azazel lo presentará vivo ante Yahvé para hacer sobre él la propiciación, para enviarlo a Azazel, al desierto...» (16, 7-10).
- (Chivo de Yahvé).«Aarón degollará el chivo de la expiación por el pueblo e introducirá su sangre detrás de la cortina y hará con su sangre lo que hizo con la sangre del novillo: la salpicará sobre el propiciatorio y delante del propiciatorio. Y hará la propiciación por el santuario, por las impurezas de los hijos de Israel, por sus delitos, por todos sus pecados. Lo mismo hará en la tienda del encuentro que está con ellos, en medio de sus impurezas... Después irá altar que está delante de Yahvé y hará la propiciación por él: tomará del novillo y del chivo y la pondrá alrededor, sobre los cuernos del altar. Salpicará sobre el altar siete veces con la sangre de su dedo. Así lo purifica y santifica de los delitos de los israelitas» (Lev 16, 15-19).
- (Chivo de Azazel).«Acababa la propiciación del santuario, de la tienda del encuentro y del altar, hará aproximar el chivo vivo. Y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del chivo vivo y confesará sobre él todos los delitos sobre la cabeza del chivo y lo enviaré al desierto, por medio del encargado. El chivo llevará sobre él todos los delitos a una tierra solitaria; y el encargado soltará el chivo en el desierto» (16, 20-22).
- (Conclusión).«Después, Aarón entrará en la tienda del encuentro, se quitará los vestidos de lino... Y el que ha llevado el chivo para Azazel lavará sus vestidos, se bañará... Las víctimas expiatorias, el chivo y el carnero, cuya sangre se introdujo para la propiciación en el santuario, se sacarán fuera del campamento y se quemarán piel...Es ley perpetua. El día diez del séptimo mes haréis penitencia...Ese día se hace la propiciación por vosotros a fin de purificaros: quedareis limpios de todos vuestros pecados ante Yahvé…» (Lev 16, 23-24).
El Santuario. ¡Que Aarón no entre en cualquier tiempo! (Lev 16,1-6).
Esta año, el Yom Kippur (la celebración de la gran guerra de Yahvé contra Azazel) se ha celebrado del pasado 10 Tishri, 5783 (11 y 12 de octubre de 2024, según el calendario gregoriano), en medio de la guerra, recordando y actualizando la guerra que Israel sigue manteniendo de un modo simbólico/religioso en medio de todos los pueblos del mundo, desde el siglo IV a.C.
Para celebrar esta guerra y vencerla Israel ha construido un templo de Dios, con un patio externo donde está el altar, al aire libre, a la vista de los fieles, una tienda o lugar de encuentro, que podemos llamar Santo, propio de los sacerdotes oficiantes, y finalmente un Qodes o Santísimo, más allá de la cortina, donde sólo penetra una vez al año el Sumo Sacerdote (cf. 16, 34). Dios se ha reservado un espacio donde habita, sosteniendo la vida de sus fieles, pero recibiendo también los pecados e impurezas que ensucian su nombre y su presencia. Por eso se establecen unos ritos de purificación para que le devuelvan su limpieza y que permitan que el pueblo vuelva también a ser puro.
Como sacramento que indica la unidad y separación entre Dios y el pueblo se ha establecido una Cortina (Paroket: 16, 2.12.15), un velo de misterio que separara el Santo (tienda del encuentro) y del Santísimo o lugar del gran silencio donde sólo entra una vez al año el Sumo Sacerdote, revestido de ornamentos oficiales, con la sangre de propiciación de Israel, para elevarla ante Dios y para expulsar del santuario (de la tierra) al chivo emisario, entregado en manos del demonio Azazael (Al Uzza del Islam, téngase esto en cuenta).
En el centro del Santísimo se encuentra el Kapporet, propiciatorio o placa que recubre el arca de la alianza, como escabel donde Yahvé pone sus pies, al sentarse en el trono invisible de su templo. El texto empieza recordando el misterio del lugar: quien entre allí sin causa morirá.
Los dos chivos. El Sumo Sacerdote (Lev 16, 7-10). En torno al espacio sagrado del templo se abre un círculo de vida para el pueblo; más allá queda el desierto de Azazel amenazante (a quien la tradición vinculará a Satán). Pues bien, cuando llega el tiempo sagrado de la expiación se vinculan de forma especial Dios (Yahvé Dios, el que es, con su pueblo) y Azazel el Satán Antidivino con sus puebos condenados ... En el centro, como mediador litúrgico actúa el Sacerdote.
(a) Dios está definido como Santidad, según indica el lugar donde habita (Qodes, lugar santo). Ciertamente es dueño universal del cosmos y tiene su morada sobre el cielo (cf. 1 Rey 8), pero he elegido el templo de Israel como lugar de su presencia.
(b) Azazel es la antítesis de Dios, signo del pecado que habita en el desierto amenazando desde allí a los santos de Dios, que son los israelitas. El texto no teoriza: no se esfuerza por fijar con más precisión el rostro del Dios bueno, pero todos saben quién es (Yahvé, el que es, el pueblo que es: Israel. Los judíos son Yahvé, son Dios, sin la “razón”, la “ley”, por encima de todos los parlamentos, las Onus y Unescos. No necesitan más derechos, tienen el derecho divino de la vida. Azazel habita fuera, al margen de nuestra morada, al exterior de la frontera que separa lo puro de lo impuro, es la amenaza primigenio que ha de ser expulsada sin cesar, para que el orden de Dios se mantenga sobre el mundo
(c) El pueblo verdadero se encuentra bajo la protección Yahvé, pero amenazado por y el pecado de Azazel. Aquí no se citan sus instituciones sociales, ni sus rasgos familiares, económicos, sociales. Lo que importa es la mancha o pecado (violencia) del pueblo, que debe purificarse, pues de lo contrario se podrá destruir el mismo pueblo.
(d) Entre Dios y Azazel, representando al pueblo, se eleva el Sacerdote, un hombre capaz de realizar el rito de purificaciones, tomando en sus manos la sangre que limpia y consagra el santuario, para expulsar los pecados del pueblo, cargados sobre el chivo de Azazel.
En este contexto se entienden los dos chivos, que empiezan siendo ambivalentes: pueden significar el bien (sangre de Dios), pero también el mal (son portadores de pecado). Están en el límite entre Dios y Azazel, en la frontera donde bien y mal se tocan. Son, sin duda, una expresión del pueblo: las dos caras de una misma humanidad violenta que puede ser perdonada sobre el templo (sangre purificadora) o expulsada en el desierto. Son ambivalentes y por eso se deben sortear, en gesto que recuerda viejos ritos sagrados, conocidos dentro de Israel por los Urim y Tummim (cf. Ex 28, 30; Lev 8,8; Num 27, 21; Dt 28, 8.10). Es como si, llegando al límite, no se distinguieran bien y mal, Dios y Azazel.
Chivo de Yahvé, víctima expiatoria (Lev 16,15-19).
Con el chivo de Dios y un novillo se realiza el rito de propiciación, esparciendo la sangre de los animales sacrificados sobre el Altar, el Santo y el Santísimo. La sangre es la violencia al servicio de la vida, de manera que ella sirve para expiar (cf. Lev 17,11), esto es, para reconciliar a los hombres con Dios y, al mismo tiempo, entre sí. Esa sangre ritual limpia los lugares centrales del gran santuario: (a) El propiciatorio del Santísimo, más allá del velo, donde parecían pegarse simbólicamente los pecados, que la sangre limpia, de manera que los hombres vuelven a ser transparentes ante Dios. (b) La tienda del encuentro o Santo donde los sacerdotes presentan sus ofrendas y oraciones, de manera que el templo vuelve a ser espacio de comunicación con lo sagrado. (c) El Altar del gran patio, a cielo abierto, donde se quema la carne de los sacrificios y donde había quedado pegada la impureza de los muchos pecados de los hombres, que deben limpiarse con sangre.
El texto supone que los buenos dioses, que Yahvé, el Dios verdadero, necesitan "víctimas" para reconciliarse… Ellos, los buenos israelitas, protegidos de Dios, corren el riesgo de perder su pureza, por eso tienen que celebrar cada año la fiesta del chivo (del cabrón/macho cabrío expiatorio. Pero Dios les ofrece un medio de purificación: la sangre del chivo sacrificado y del toro con la que el Sumo Sacerdote (un sacerdotes que este año 2024 parece llamar Natanyahu) asperge y limpia el Santísimo, el Santo y el Altar.
Todos los israelitas se han unido sobre la explanada santa, poniendo sus manchas en manos del Gran Sacerdote que lleva la sangre más allá de la cortina, limpiando con ella (en ella) el espacio de Dios, el mismo templo interior y el altar.
Ésta es la fiesta de la purificación, el sacramento de la sangre, el gran signo de la violencia ritual que permite que los hombres superen la violencia social y se reconcilien, purificados ante Dios. La sangre del toro y el cabrito funciona así en la línea del talión: es sangre sagrada que sirve para superar el riesgo de la sangre asesina, es violencia ritualizada, que se expresa por el sacrificio de unos animales sagrados, que nos permiten superar el riesgo de violencia social que nos amenaza. Ésta es religión de una violencia que vence a otra violencia, la "sangre del chivo de Dios" que es más fuerte que la mancha pecadora de los hombres. Esta es la violencia sagrada interior, de los que unen ante Dios por la sangre sacrificada.
Chivo de Azazel, víctima emisaria (Lev 16, 20-22), víctima para Azazel, el Diablo satánico.
Pero hay algo que los hombres no pueden limpiar o purificar, ni siquiera a través de la sangre de los sacrificios. Por eso hay que contar un chivo (Macho Cabrío) para de Azazel, sobre cuya cabeza carga el sacerdote los pecados del pueblo, para enviarlo después, como víctima emisaria, más allá de las zonas habitadas, al ancho cerco de desierto exterior. No todo es templo y lugar de santidad. No hay sangre que pueda limpiar toda mancha, no hay sacrificio que aplaque hasta el final toda violencia. De esa forma se establecen los dos polos simbólicos fuertes de esta densa geografía sacral, vinculada al Yom Kippur.
- Hay un centro sagrado, un lugar de pureza en el que Dios habita, un santuario donde los hombres pueden expiar sus pecados, de manera que expulsan lo malo y quedan limpios, para comenzar de nuevo su vida de purificados. Ese centro de Dios es Israel, templo del Altísimo En este contexto se expían los pecados que pueden perdonarse (los pecados del pueblo bueno) y así puede surgir y surge la comunidad de los reconciliados por la sangre, es decir, por la violencia del chivo expiatorio de Dios que es más poderoso que la violencia de los hombres.
- - Pero, al mismo tiempo, existe una periferia impura, un desierto donde ni la sangre puede ya purificar los pecados de los hombres. Este es el campo desolado de Azazel,al que se expulsa el segundo chivo, que es chivo emisario, llevando los pecados que no pueden perdonarse, de manera que ellos queden así en el lugar-del-no-perdón, espacio de violencia duradera, infierno permanente, fuera del campo sagrado de Israel.
- Desde aquí se ven las diferencias: el sacerdote mata al primer chivo, de manera que su sangre se vuelve expiatoria y se emplea, con la sangre del toro, como fuente de purificación; por el contrario, el sacerdote expulsa al chivo de Azazel, mandándolo vivo al desierto, sin limpiar sus pecados, sin superar sus violencias, sin matarlo. Ese chivo representa, por tanto, la exterioridad impura, aquello que no puede redimirse y queda, de esa forma, para el diablo; es un chivo emisario, pero no para Dios, sino para Azazel.
La sangre expiatoria, con la que el sacerdote asperge y purifica los lugares básicos de convivencia en el mundo, limpia y purifica hacia dentro a los judíos. La misma violencia, ritualizada y canalizada por los sacerdotes, nos permite crear un espacio de paz resguardada en medio de un entorno de tierra-desierto impuro. Por el contrario, el chivo que mandamos vivo hacia el desierto, es un emisario para Azazel.
Pero hay una sangre emisaria que no puede purificar a los malvados Por eso hay que expulsar al chivo emisario sobre el que hemos descargado nuestras violencias, convirtiéndole de esa forma en la otra cara del chivo expiatorio… Hay que expulsarle al desierto de la muerte, llevando consigo todos los pecados y violencias que no pueden purificarse. De esa forma, mientras la comunidad reunida en torno al templo se siente segura, resguardada y limpia (en torno a la sangre sagrada del Chivo de Dios y de su toro), los expulsados de Azazel no tienen más remedio que morir (física, social y culturalmente) en el desierto externo.
En un sentido, el Dios de los dos chivos puede presentarse como bueno, Señor de la cultura y de la historia: unifica a unos hombres, les permite sentirse limpios en torno al templo de la buena sangre, de los buenos sacrificios, en el centro de una comunidad que vive unida por impulso de la sangre ritual, del sacrificio compartido (del Chivo santo y del toro). Pero su limpieza (¡hecha de sangre santa!) exige la expulsión de aquellos a quienes se manda al desierto exterior, con el Chivo de Azazel. Éste es el contenido de la gran fiesta del Yom Kippur, que ha definido por siglos la experiencia israelita.
Una paz fundada en la violencia (Lev 16, 23-24). Ésta ha sido la fiesta de sangre y expulsión que garantiza la vida y unidad del pueblo. Año tras año, los israelitas han debido repetirla para descubrirse perdonados y poder continuar su dura marcha sobre el mundo. El Dios del buen chivo sacrificado les ha permitido vivir en unidad, aunque rodeados por una cultura de pecado, donde reina Azazel en el desierto al que han expulsado el otro chivo.
Éste ha sido durante siglos (y sigue siendo) un rito peligroso, que ha capacitado a los israelitas para ver el gran misterio de la división sagrada y para habitar reconciliados en una tierra rodeada de Satán. De esa forma, ellos se sienten capaces de caminar por la estrecha senda, entre Yahvé y Azazel.
Por eso se dice al final que tanto el buen sacerdote como los portadores del chivo de Azazel «tendrán que lavarse los vestidos» Ha terminado el rito. Se han cumplido las suertes de la vida (expresadas en los chivos sorteados, uno para el Dios que purifica por la sangre, el otro para el Diablo del desierto).
Los que celebran este rito (los sacerdotes de Jerusalén en tiempo del poder persa, helenista o romano) no necesitan matar a los enemigos: los expulsan, los dejan fuera del círculo resguardado de la vida de los fieles de Yahvé. Quizá actúan así porque no tienen poder político ni militar para matar a los impuros.
En otros momentos, otras autoridades religiosas y, sobre todo políticas, no sólo matarán a los enemigos interiores (chivo expiatorio), sino que enviarán también al desierto de la muerte a los enemigos exteriores (chivo emisario). Así han hecho muchos poderes cristianos a lo largo de la historia, interpretando en forma social y política este texto y esta fiesta del Yom Kippur (la expulsión de Azazel).
(a) La sangre expiatoria, con la que el sacerdote asperge y purifica los lugares básicos de nuestra convivencia en el mundo, nos limpia y purifica hacia dentro; la misma violencia, ritualizada y canalizada por los sacerdotes, nos permite crear un espacio de paz resguardada en medio de un entorno de tierra-desierto impuro.
(b) Por el contrario, el chivo que mandamos vivo hacia el desierto, es un emisario para Azazel. No podemos purificarnos con su sangre, pues su sangre no es sagrada para Dios; por eso le mandamos como chivo emisario sobre el que hemos descargado nuestras violencias, convirtiéndole de esa forma en la otra cara del chivo expiatorio, llevando consigo todos los pecados y violencias que no pueden purificarse.
De esa forma, mientras la comunidad reunida en torno al templo se siente segura, resguardada y limpia (en torno a la sangre sagrada del Chivo de Dios y de su enigmático toro, que parece toro de Baal), los expulsados de Azazel no tienen más remedio que morir (física, social y culturalmente) en el desierto externo.
El Dios de los dos chivos parece un Dios bueno, Señor de la cultura y de la historia: unifica a los hombres, les permite sentirse limpios en torno al templo de la buena sangre, de los buenos sacrificios, en el centro de una comunidad que vive unida por gracia de la sangre ritual, del sacrificio compartido (del Chivo santo y del toro). Pero su limpieza (¡hecha de sangre santa!) exige la expulsión de aquellos a quienes se manda al desierto exterior, con el Chivo de Azazel. Éste es el contenido de la gran fiesta del Yom Kippur, que ha definido por siglos la experiencia israelita.
Reinterpretación. Preguntas abiertas ante la guerra de los dos chivos que se está celebrando en estos momentos de Yom Kippur en torno a Jerusalén
No todo el mundo es templo y lugar de santidad. No hay sangre que pueda limpiar toda mancha, ni hay sacrificio que aplaque hasta el final toda violencia. Fuera del altar y del Santísimo del templo donde se aplaca a Dios con la sangre del sacrificio purificatorio del judaísmo queda el ancho desierto que no puede ser purificado ni convertido en tierra buena y habitable. Los celebrantes del “buen chivo” del autodenominado Yahvé Bueno tienen que que expulsar de algún modo a todos los que destruyen su paz nacional, su autoderecho (convirtiéndose de alguna manera en Azazel mundial, en decir, en demonio). . De esa forma cruzan los dos polos simbólicos de esta densa geografía sacral, abierta al mundo entero y no sólo a Israel y a sus creyentes.
- Hay un centro sagrado de pureza (Israel) donde habita Dios, santuario donde los hombres pueden expiar sus pecados, de manera que expulsan lo malo y quedan limpios, para comenzar de nuevo su vida de purificados. En este contexto se enmarcan los pecados que pueden perdonarse de forma que pueda surgir y surja la comunidad de los reconciliados por la sangre, es decir, por la vida liberada de los israelitas, que así aparecen como chivo expiatorio de Dios, que que es más poderoso que la violencia de los hombres.
- Hay una periferia impura,un desierto donde ni la sangre puede ya purificar los pecados de los hombres. Este es el campo desolado de Azazel, al que se expulsa el segundo chivo, que es chivo emisario, que lleva los pecados que no pueden perdonarse, de manera que ellos queden así en el lugar-del-no-perdón, espacio de violencia duradera, infierno permanente, fuera del campo sagrado de Israel.
El texto no define más las funciones de Azazel y las de su chivo emisario, de manera que se ha interpretado de diversas formas. Pero todo nos permite pensar y decir los dos chivos se complementan. Para que Israel cumpla su función de chivo bueno (expiatorio) de Yahvé tiene que expulsar a todos los contrario (enemigos), para que así ellos, los judíos (al purificar el lugar de su presencia, con el chivo expiatorio) puedan seguir estando protegidos por Dios, que les libera de los enemigos.
No hay que matar, sin más, a todos los enemigos perversos, pero es necesario expulsarlos de la tierra de Dios, impedir que sigan haciendo daño. Sin un tipo de expulsión (destrucción) de los enemigos resulta inválida (impoible) la oración y vida de los israelitas elegidos para realizar la verdadera expiación por todos los pueblos.
- El sacerdote sacrifica (=santifica, protege) al chivo de Israel,de manera que su sangre se vuelve expiatoria y se emplea, con la del toro, como fuente de purificación para los creyentes, a fin de que ellos puedan vivir así liberados sobre un mundo habitable, es decir, sobre un mundo habitable, es decir, sobre un espacio ecológico de reconciliación
- Para que la función expiatoria de Israel se produzca, el sacerdote debe expulsar al chivo de Azazel, mandándolo vivo al desierto, sin limpiar sus pecados, sin superar sus violencias, sin matarlo. Ese chivo representa, por tanto, la exterioridad impura, aquello que no puede redimirse y que así queda, entregado en manos de un tipo de diablo, en un desierto de falta de vida, esto es, de muerte, para siempre. un chivo emisario, pero no para Dios, sino para Azazel.
Este pasaje nos sitúa, según eso, ante un espacio doble, un lugar limpio (un campo y pueblo puro, purificado: Israel) en el que habitan los que, año tras año reciben el perdón) y un lugar impuro, un campo yermo de pecado en el que malviven y mueren los no purificados. En este fondo se entiende y enmarcan los dos signos:
- La sangre expiatoria del primer chivo limpia y purifica hacia dentro; al buen pueblo. La misma la violencia, ritualizada y canalizada por los sacerdotes, hace que los judíos puedan superar año tras año los pecados del mundo creando así un espacio de paz resguardada en torno al templo. Éste es el chivo/cordero que quita, borra, los pecados del mundo, expulsando fuera de ese “santo entorno judío” a los no judíos peligrosos, condenados a morir en el desierto de la tierra impuro donde habita Azazel.
Según eso, el chivo emisario, cargado de pecados, no expía ante Dios (no se purifica, ni nos purifica), sino que lleva esos pecados al desierto de Azazel (donde queda en manos de su propia perversión, de su propia destrucción). Este chivo no puede purificarnos con su sangre, pues no es sagrada para Dios. Por eso se envía (se expulsa) al desierto exterior, que sigue estando dominado por pecados y pecados de gentes, de pueblos, de animales no purificados. Es como si los buenos judíos, los purificados necesitan un desierto externo donde “arrojar” la violencia del violencia. De esa forma se distinguen dos espacios.
- (a) Un espacio de sacralidad positiva, propio de Yahvé, de vida expiada, liberada, perdonada, redimida. Éste es el lugar de la salvación ecológica (de justicia política, social), en torno al templo, es decir el lugar del “buen pueblo” de Israel. (b) Queda fuera el desierto Azazel, espacio enemigo de “bestias salvajes” donde domina el terror de Azazel, un tipo de infierno que está fuera del campo de la vida y gracia de Dios.
- (b) Un Espacio de sacralidad negativa, para los enemigos de Israel, interpretados como enemigos de Dios. De esa forma, mientras la comunidad reunida en torno al templo se siente segura, resguardada y limpia (en torno a la sangre sagrada del Chivo expiatorio), los expulsados de Azazel no tienen más remedio que morir (física, social y culturalmente) en el desierto externo. De esa forma, esta guerra de los dos chivos nos lleva siempre al mismo centro y resultado de la historia, a la misma expulsión y muerte de los chivos de Azazael. en torno al templo de la buena sangre, de los buenos sacrificios, en el centro de una comunidad justa y santificada. Al llegar una vez más a este fin me atrevo a sacar dos conclusiones, que otro día pondré de relieve:
1.El doble chivo expiatorio y emisario de Lev 16 no recoge ni expresa toda (ni la mejor teología e historia de Israel). Israel es mucho más que esta doble historia de los chivos, es mucho más que este Kippur: La identidad de Israel se expresa mejor en Lev 25 (día de la reconciliación universal o jubileo) y en los textos centrales de la acogida de huérfanos, mujeres y extranjeros que, según la teología de Levinas son e centro del verdadero Judaísmo.
El verdadero Israel no es el Yom/Guerra Kippur de Natanyahu ni de su Estado Mayor… ni de sus aliados americanos o europeos, que no han entendido nada o casi nada del verdadero judaísmo y menos de cristianismo, en la línea de M. Buber o de F. Rosenzwweg, profetas del auténtico Israel. Israel es mucho más que esta mala interpretación intra-judía del verdadero judaísmo
2.Este ritual de sacrificio y expulsión del Kippur de Netanyahu va en contra del evangelio judeo-cristiano (judío, antes que cristiano que Jesús ha formulado en Mt 5, 43-44: no hay dos chivos, dos morales (amar a los enemigos y odiar a los enemigos), sino un único Dios de amor para todos, y un único “cordero” de redención, que “quita los pecados” de todos los pueblo. Donde se olvida o niega este evangelio, el pretendido pueblo escogido entra en una barbarie más destructora que todas las barbaries anteriores, pues como se dice desde antiguo corruptio optimi pessima, la corrupción de lo mejor es lo peor que puede darse… Israel ha sido lo mejor que se ha producido en la historia de las culturas y religiones… Pero, siendo lo mejor, corre el riesgo de convertirse en lo peor..
Gran parte del judaísmo posterior al rabinismo y al Cristo judío de los cristianos ha sido una meditación sobre este simbolismo sacrificial de los dos chivos. Ese terma de los dos chivos está en el fondo del judaísmo posterior y de los apocalípticos judíos y cristianos. La guerra del Kippur parece avanzar sin vacilaciones. Quizá el peligro no está en el judaísmo, sino en un tipo de aliados de este judaísmo que son sus mayores enemigos, como pasó en Alemania entre el siglo XIX y XX y como puede pasar en USA antes de que termine el siglo XXI [1].
NOTAS
[1] He desarrollado el tema en Yom kippur en Gran Dicionario de la Biblia Verbo divino, Estella 2017 y en La Palabra se hizo Carne, Teología de la Biblia, Verbo Divino, Estella 2029. Cf.
- R. Girard, El Chivo Emisario, Anagrama, Barcelona 1992;
- G. Deiana, Il giorno dell’ Espiazione. Il “kippur” nella tradizione biblica, ABI 30, EDB, Bologna 1995;
- N. Kiuchi, The Purification offering in the Priestly Literature, JSOT SuppSer 56,Sheffield 1987;
- R. de Vaux, Instituciones AT, Herder, Barcelona 1985, 528-577.