J. Zizioulas (1931-2023). El último de los "padres griegos". Comunión trinitaria y eucarístía
Acaba de fallecer (2.2.2023) a los 92 años. cf. https://www.google.es/search?q=Juan%20Zizioulas... Teólogo ortodoxo y metropolitano titular de Pérgamo, residente en el Reino Unido. El sentido más profundo de su obra ha quedado reflejado en el documento sobre Comunión Trinitaria y Eucaristía, publicado
| X.Pikaza
Ha sido profesor de teología en las Universidades de Edimburgo, Glasgow, Tesalónica y Londres. Este teólogo laico es elegido en 1986 metropolita titular de Pérgamo con la misión de supervisar el diálogo teológico interconfesional y las relaciones eclesiales ortodoxas. Doctor honoris causa del Instituto católico de París y de la Facultad de teología de Belgrado, y miembro de la Academia de Atenas desde 1993. Actualmente es es metropolitano de Pérgamo.
Ha participado en la elaboración de algunos importantes documentos ecuménicos, y sus numerosos artículos teológicos han aparecido en revistas y obras de colaboración. El ser eclesial es su obra más conocida e influyentehttp://www.sigueme.es/autores/ioannis-d.-zizioulas.html
Teología básica
Persona, comunión e Iglesia son las tres categorías esenciales que conforman el universo teológico de Ioannis D. Zizioulas en El ser eclesial.
Estas categorías brotan del evangelio, la experiencia ejemplar de la primitiva comunidad cristiana y la patrística. Así, tanto la persona como la Iglesia, el cristiano singular como la comunidad creyente reunida en torno a la eucaristía bajo su pastor, se ven emplazados a ser y a existir según es y existe Dios mismo. De hecho, es la Trinidad la forma primera donde Iglesia y ser humano pueden contemplarse y alcanzar la plenitud mediante el acontecimiento de la comunión.
Cuando a finales del siglo pasado el teólogo griego Ioannis Zizioulas se dio a conocer con su obra El ser eclesial, la teología occidental se enriqueció con la perspectiva comunional nacida de la mejor tradición de la Iglesia ortodoxa.
En este nuevo volumen, Zizioulas retoma la categoría fundamental de la comunión para abordar otra no menos importante en el pensamiento contemporáneo: la alteridad. En la relación que se establece entre ambas, se iluminan temas fundamentales que esbozan una singular teología sistemática. En primer lugar, el tema central de Dios; seguidamente la relación trinitaria, donde la libertad absoluta para darse y el amor personal del Padre generan al Hijo y expiran al Espíritu eterno; en tercer lugar, la concreción de dicho encuentro divino en la Iglesia, la vida sacramental y el compromiso ético; por último, el hombre y todas aquellas cuestiones que hoy resultan problemáticas: el individualismo, la sexualidad, la posmodernidad, la ecología y la oración.
Estas páginas invitan a purificar muchos de los supuestos adquiridos en torno a los núcleos de la fe y a fundamentarlos más hondamente, desde la Escritura y los Padres griegos, pasando por las implicaciones de la cristología y pneumatología primeras, hasta el diálogo con las diversas propuestas de la filosofía moderna (http://www.sigueme.es/libros/comunion-y-alteridad.-persona-e-iglesia.html )
Entre católicos y ortodoxox se mantiene una diferencia importante en la visión de la Trinidad. Pero, por encima de ela, diferencia, todos comparten una misma visión del Espíritu Santo y de su acción eucarística, entendida como principio de vida de la iglesia, en Cristo, según ha destacado este pasaje, que recoge la teologia básiaca de J. Zizioulas)1]:
5. La misión de la iglesia permanece vinculada a la del Hijo. La celebración de la eucaristía manifiesta las energías que se despliegan por el Espíritu en el Cuerpo de Cristo.
(a) El Espíritu prepara la venida de Cristo, guiando hacia él la historia del pueblo elegido, haciendo que sea concebido por la Virgen María y abriendo los corazones de los fieles hacia su Palabra.
(b) El Espíritu manifiesta a Cristo como Salvador, que se identifica con el evangelio. La celebración eucarística es la Anámnesis (memorial): de un modo verdadero, aunque sacramental, se mantiene y se hace presente el ephapax (acto único) de la salvación. La celebración de la Eucaristía es el Kairos o tiempo por excelencia del misterio.
(c) El Espíritu transforma los dones sagrados, haciendo que sean el Cuerpo y la Sangre de Cristo (Metabolé), para crecimiento del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. En este sentido, toda la celebración es una Epíclesis (invocación y presencia del Espíritu) que se explicita de un modo especial en ciertos momentos. La Iglesia existe en estado de Epíclesis perpetua. (d). El Espíritu pone en comunión con el Cuerpo de Cristo a quienes participan en el mismo pan y en el mismo cáliz. A partir de eso, la iglesia manifiesta aquello que ella es: el sacramento de la koinonia trinitaria, la «morada de Dios con los hombres» (cf. Hech 21, 4). Actualizando aquello que Cristo ha hecho una vez y para todas (ephapax), el Espíritu lo cumple en nosotros –cumpliendo de esa forma el misterio–. Esta relación con el misterio, que es más evidente en la Eucaristía, se encuentra también en los otros sacramentos, que son todos ellos actos del Espíritu. Por esta razón, la eucaristía es centro de la vida sacramental.
La celebración eucarística, tomada en su conjunto, hace presente el misterio trinitario de la Iglesia. Se pasa así de la escucha de la Palabra, que culmina en la proclamación del evangelio –anuncio de la Palabra hecha carne– a la acción de gracias hacia el Padre, al memorial del sacrificio de Cristo y a la comunión en él, gracias a la plegaria de epíclesis, hecha en la fe. Porque en la eucaristía la epíclesis no es únicamente una invocación para la transformación sacramental del pan y de la copa, sino que es también una oración dirigida a la plenitud de la comunión de todos en el misterio revelado por el Hijo.
De esta manera, la presencia del Espíritu en cuanto tal se extiende por la participación del sacramento de la Palabra hecha carne a todo el cuerpo de la Iglesia. Sin querer todavía resolver las dificultades suscitadas entre Oriente y Occidente en el tema de las relaciones entre el Hijo y el Espíritu, nosotros podemos decir ya juntos que este Espíritu que procede del Padre (Jn 15, 26), como fuente única de la Trinidad, y que ha venido a ser el Espíritu de nuestra filiación (Rom 8, 15), porque él es también el Espíritu del Hijo (Gal 4, 6), se nos ha comunicado de un modo particular en la Eucaristía, a través de este Hijo, sobre el que reposa en el tiempo y en la eternidad (Jn 1, 32).
Por esta razón, el misterio eucarístico se cumple en la oración donde se vinculan las palabras por las cuales la Palabra hecha carne ha instituido la Eucaristía (Mc 14, 22-26) y la epíclesis por la que la iglesia, movida por la fe, suplica al Padre, por medio del Hijo, que envíe el Espíritu, a fin de que en la única oblación del Hijo encarnado se consume todo en la unidad. Por la eucaristía los creyentes se unen al Cristo que se ofrece al Padre con ellos y reciben el poder de ofrecerse ellos mismos en Espíritu de sacrificio, los unos a los otros, como el mismo Cristo se ha ofrecido al Padre a favor de muchos, dándose de esa manera a los hombres. Esta consumación en la Unidad, cumplida inseparablemente por el Hijo y el Espíritu, que actualiza la obra del Padre y su designio salvador, es la iglesia en su plenitud [...]
El despliegue de la celebración eucarística de la iglesia local muestra la forma en que la koinonia se actualiza en la iglesia que celebra la eucaristía. Cuando la comunidad, que rodea activamente al obispo o al presbítero que está en comunión con él, celebra la eucaristía, se manifiestan los siguientes aspectos, internos unos a los otros, aunque en uno u otro momento de de la celebración se acentúa uno u otro aspecto.
(a) La koinonía es escatológica. Ella es la novedad que viene en los últimos tiempos. Por esto, tanto en la eucaristía como en la vida de la iglesia, todo comienza por la conversión y la reconciliación. La eucaristía presupone el arrepentimiento y la confesión, que encuentran por otra parte su expresión sacramental propia. Pero la eucaristía perdona y cura también los pecados, porque ella es el sacramento del amor divinizador del Padre, por el Hijo, en el Espíritu.
(b) Esta konionía es también kerigmática. Esto se verifica en la synaxis (=reunión), no solamente porque la celebración "anuncia" el acontecimiento del misterio, sino también porque lo actualiza hoy en el Espíritu. Esto implica el anuncio de la Palabra a la asamblea y la respuesta de fe de todos. Así se actualiza la Comunión de la asamblea en el kerigma y por tanto en la unidad de fe [...]. De esa forma, la eucaristía es indisociablemente sacramento de la Palabra, porque en ella está presente el Verbo encarnado que santifica en el Espíritu. Por esta razón, toda la liturgia y no solo la lectura de las Sagradas Escrituras, constituye una proclamación de la de la Palabra hecha carne y se vuelve sacramental.
(c) La koinonía es ministerial y pneumática. Por esta razón, la eucaristía es su manifestación por excelencia. Todos los miembros de la asamblea, cada uno en su nivel, son "liturgos" de la koninoía, y lo son por el Espíritu Santo. Siendo don del Dios trinitario, la koinonía es también respuesta de los hombres. En la fe que proviene del Espíritu y de la Palabra, ellos actualizan la vocación y la misión que han recibido en el bautismo: así se vuelven, cada uno en su nivel, miembros vivos del Cuerpo de Cristo.
(Asamblea de Munich 1982. Texto publicado en Irénikon 55 (1982) 352-356).
[1] La Comisión Mixta católico-ortodoxa comenzó sus trabajos en 1980 celebrando reuniones en Munich (1982), Creta (1984), Bari (1986 y 1987), Valamo, Finlandia (1988), Freising, Alemania (1990), Balamand, Líbano (1993) y Baltimore (2000). En contexto trinitario resulta significativo el denso comunicado de la reunión Munich, que destacó el papel privilegiado de la comunión trinitaria en la eucaristía.
Entre las obras de Zizioulas: