Mes de la Biblia: Los revolucionarios de ayer se han vuelto conservadores de hoy

Septiembre 2024. Mes de la Biblia. Ésta es la  que propongo para mis lectores de traición bíblica de libertad y universalidad (incluidos USA e Israel, Europa Occidental y Rusia)  está triunfando en el mundo un teísmo de imposición y de exclusión de los enemigos. Es tiempo bueno para rehacer el camino de la Biblia. Esta es la idea que propongo como principio de reflexión para este mes de la Biblia. No es mía, es de G. Theissen.

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Sólo una mutación como la que propone la Biblia puede liberarnos de la destrucción total que se aproxima

             La fe en el uno y único Dios apareció en diversos lugares, suscitando un cambio revolucionario de nuestra conciencia. Dos de esas mutaciones espirituales han sido significativas para nuestra cultura occidental: el monoteísmo de los filósofos griegos y la fe bíblica en el único Dios.

Ellas surgieron casi al mismo tiempo, de un modo independiente: a través del Segundo Isaías, un profeta de la mitad del siglo VI a. C., y de Jenófanes de Colofón, su contemporáneo griego. Desde el punto de vista de la teoría de la evolución, estas revoluciones espirituales pueden tomarse como 'mutaciones' de nuestra estructura religiosa de adaptación a la Realidad última, como un intento de responder a esa Realidad mejor que a través de la guerra sagrada y de la imposición de los más fuertes.  Así dice Jeremías .

Os recogeré de entre las naciones paganas, os reuniré de los países en los que habéis sido dispersados y os daré la tierra de Israel. Y cuando ellos vengan de esos países, quitarán de la tierra de Israel sus ídolos y abominaciones. Yo les daré un corazón fiel y les infundiré un espíritu nuevo; les arrancaré el corazón de piedra, y les daré un corazón de carne, para que observen mis preceptos, guarden mis mandamientos y los pongan en práctica. Entonces, ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios (Ez 11, 17-20).

  La verdadera transformación se espera para el futuro. Cuando Dios introduzca de nuevo a los exilados en la tierra, ellos recibirán un corazón nuevo. Para ello es decisivo que se alejen de todos los dioses. Yahvé les dice:

"De todas vuestra impureza y de todas vuestras idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo. Os arrancaré vuestro corazón de piedra y os daré un corazón de carne" (Ez 36, 25-26).

La transformación del ser humano y su alejamiento respecto de la multitud de dioses son dos caras de la misma realidad.

            Aquellos que por vez primera en la historia alcanzaron un monoteísmo consecuente, reconocieron que, para ser fieles a la nueva Realidad que se les había desvelado, ellos debían realizar una especie de 'mutación', a fin de responder de esa manera a sus demandas − esto es lo que sucede a todos los seres vivientes, que tienen que pasar por mutaciones cuando empiezan a vivir en un entorno nuevo, con características totalmente distintas. Por ejemplo, los seres que viven en el mar tienen que desarrollar órganos nuevos si quieren adaptarse a las exigencias de la vida en tierra seca. Pues bien, con el descubrimiento del Dios uno y único se abre para el hombre un 'entorno' radicalmente nuevo, con 'exigencias de adaptación' muy distintas; por eso, el hombre ha de cambiar de un modo radical.

El monoteísmo surgió en un momento (que no fue ni el primero ni el último en su historia) en que el pueblo judío corría la amenaza de caer víctima de un proceso histórico de selección. ¿Qué significa esto?

CIUDAD BIBLIA, X. Pikaza Ibarrondo - Biblia - Libros - Silos - La ...

Recordemos que la historia humana conoce procesos de selección tan brutales como los de la naturaleza. Las guerras de exterminio son expresiones del peso de la selección y en ellas sobreviven los militarmente superiores: su población y su cultura poseen mayores posibilidades de expansión. Los militarmente inferiores desaparecen − sea por aniquilación física, sea por destrucción de sus tradiciones culturales: lengua, forma de vida, literatura.

Las guerras del cercano Oriente antiguo eran en parte contiendas de exterminio: los vencidos solían ser eliminados. Así lo muestra el rey Mesa de Moab cuando se envanece de haber conquistado la ciudad israelita de Atarot:

"He atacado la ciudad y la he tomado; he matado a toda la población de la ciudad, como sacrificio a Kamosh y a Moab". En este aspecto, los israelitas no eran ni mejores ni peores que los otros pueblos de su entorno. Basta con leer lo que manda Moisés después de una victoria sobre los madianitas:

Ahora pues, matad a todos los varones, incluidos los niños, y a todas las mujeres que hayan tenido relación con hombres. Las niñas y las jóvenes que no hayan tenido relación con hombres dejadlas con vida, para vosotros mismos (Num 31, 17-18).

Se perdona a las muchachas porque ellas pueden contribuir a la reproducción física del pueblo vencedor − siendo todavía demasiado jóvenes para transmitir las tradiciones culturales de sus pueblos de origen (de los vencidos). De este modo se expresa la forma en que se realizaba la guerra en el Oriente antiguo. En cierto sentido, allí donde los vencedores se contentaban con esclavizar y deportar a los vencidos − o incluso con exigirles el pago de un tributo − se introducía una cierta 'humanización' en esa forma de practicar la guerra.

            Los judíos deportados en Babilonia acababan de experimentar una guerra de ese tipo, que trajo la catástrofe total de su política. Conforme a la lógica normal de antiguo cercano Oriente, también su dios Yahvé había fracasado, porque la guerra entre los pueblos era, al mismo tiempo, guerra entre sus dioses. Yahvé había sido derrotado.

Pero en vez de abandonar a su Dios − y de reconocer como más poderosas a las divinidades de los vencedores − los israelitas proclamaron, precisamente después de la catástrofe, que los dioses de los vencedores no eran nada: ellos no existen. Yahvé es el único Dios: la catástrofe no expresa su impotencia, sino su potencia. Esta interpretación de la catástrofe contenía ya una gran esperanza: si la desobediencia frente al único Dios había sido causa de la catástrofe, la obediencia ante Dios podía superar esta situación catastrófica. Así lo expresa Ezequiel, el gran profeta del Exilio:

Los israelitas se quejaban en el exilio: "Sufrimos el castigo que merecen nuestros delitos y pecados y por eso nos estamos consumiendo. ¿Cómo vamos a permanecer en vida?". El profeta les contesta: "Por mi vida, oráculo del Señor, yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se convierta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra perversa conducta ¿Por qué vais a morir, pueblo de Israel?" (Ez 33, 10-11).

             Según eso, la afirmación del monoteísmo en el exilio incluye dos conocimientos básicos: (1) Sólo hay un Dios, que reina sobre todos los pueblos, incluso sobre los vencedores.(2) (2) 

La Palabra se hizo carne - EPUB - Editorial Verbo Divino

Este Dios ofrece la posibilidad de arrepentimiento, y de esa forma promete nueva vida para todo el pueblo de Israel a pesar de la catástrofe.

            En términos más modernos, este mensaje profético puede formularse así: es mejor cambiar radicalmente de conducta que morir. Y también así: el cambio radical de conducta es posible para las sociedades en su conjunto, pues viene concedido y ordenado por aquel Poder que determina las condiciones básicas de la realidad entera. No está justificado, pues, el pesimismo de aquellos que dicen: hasta ahora, los seres humanos se han comportado siempre de un modo destructivo ¿Cómo podrán cambiar ahora las cosas? ¡Al contrario! Los seres humanos pueden recibir un 'corazón' nuevo, y pueden cambiar de un modo radical.

  El mensaje de la posibilidad de un cambio radical de conducta como posibilidad de supervivencia no suena en nuestros oídos de un modo tan revolucionario como sonó en otro tiempo.Las sociedades modernas creen en la posibilidad de un cambio de conducta − y esto es una herencia de la tradición bíblica. Pero las sociedades tradicionales de aquel tiempo interpretaban el cambio de comportamiento, a lo sumo, como una forma de decadencia, no como una suerte positiva.

Cambiar de comportamiento para no morir.

     Los seres humanos son los únicos que tienen la posibilidad de cambiar su comportamiento sin tener que morir. Por ejemplo, si nosotros estuviéramos firmemente pre-programados para el militarismo etnocéntrico, que ha dominado a lo largo de toda la historia pasada y que ha sido cantado en las epopeyas heroicas de los pueblos, estaríamos condenados a la ruina de nuestra cultura. Antes o después, empuñaríamos nuestras armas pavorosas − pero con modelos de comportamiento que están adecuados para la maza y el hacha, el arco y la flecha, la espada y la lanza, no para las bombas nucleares.

Sin un cambio radical en los comportamientos básicos de nuestras relaciones sociales no tendríamos ninguna esperanza: caeríamos víctimas de las antiguas leyes de la selección; y estas leyes establecen que los seres vivientes cuyas formas de conducta son incompatibles con las condiciones de la realidad desaparezcan, antes o después.

           Si no estamos dispuestos para un cambio radical de conducta corremos el riesgo de una destrucción colectiva; a través de la 'conversión' quitamos su fuerza destructora a las leyes de la selección.

Por eso, aquel que en el mundo antiguo pone básicamente en discusión el politeísmo pone por ello en discusión toda la sociedad establecida, con sus modelos de comportamiento: al actuar de esa manera, quiere afirmar un único valor en contra de todos los restantes. El monoteísmo antipoliteísta implica siempre una crítica social. Las vidas de Akenaton, Zoroastro, de los grandes profetas y de Mahoma están caracterizadas por sus conflictos con la sociedad.

Los revolucionarios de ayer se han vuelto conservadores de hoy. Por el contrario (en la antigüedad) el monoteísmo anti-politeísta se encuentra estrechamente vinculado con el cambio de comportamiento. La fe en un Dios (en lugar de los muchos dioses nacionales) no ha impedido ciertamente las guerras; pero ha liberado la fantasía para que ella pueda imaginar una posible superación de la guerra. En Isaías encontramos un oráculo (que probablemente no proviene del mismo Isaías) que vincula el reconocimiento del único Dios por parte de todos los pueblos con la esperanza de la paz eterna:

  Al final de los tiempos estará firme el monte del templo del Señor, se asentará sobre la cumbre sobre los montes, dominará sobre las colinas.

  1.             Hacia él afluirán todas las naciones, vendrán pueblos numerosos. Dirán:          "Venid, subamos al monte del Señor, al templo del Dios de Jacob  Él nos enseñará sus caminos y marcharemos por sus sendas  Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor. 
  2.   Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en podadera  No alzará la espada nación contra nación, ni se prepararán más para la guerra (Is 2, 2-4; cf. Mic 4, 1-5).

Cuando todos reconozcan al Dios uno y único no podrá haber más guerra − esta es una idea lógica, allí donde las guerras se conciben como guerras entre dioses. Es evidente que esta lógica no ha dominado de hecho la conducta de judíos, cristianos y musulmanes. Pero ella condujo a la visión del cambio de las espadas en arados − visión que sigue siendo de tal forma explosiva, que en alguno de los estados actuales más modernos del mundo aparece como peligrosa y subversiva.

 El monoteísmo bíblico como estructura de adaptación a la realidad central.

La fe en el único Dios es una protesta contra el principio de selección. La armonía con una Realidad central, que se sitúa más allá del mundo de la vida de los hombres, confiere una 'fuerza de supervivencia' aún a aquellos que no tendrían ninguna posibilidad de supervivencia adaptándose al mundo humano.

Alguien podría decir: según eso, que la fe en un Dios único no es más que un medio sublime de supervivencia. La apertura de una nueva dimensión religiosa de la Realidad sería comparable al descubrimiento de un nuevo 'nicho ecológico' en el cual pueden 'sobrevivir' formas de vida que en sus nichos antiguos se hallaban condenadas a desaparecer. Pues bien, por más plausible que resulte, este pensamiento es falso, porque  el Dios uno y único no es un 'nicho ecológico' junto a otros, sino la Realidad central que está en el fondo de todos los nichos ecológicos.

   Los medios de vida contenidos en un nicho ambiental determinado son siempre escasos: los que habitan esos nichos deben competir y luchar por conseguir un acceso a los medios de vida. Pero Dios nunca es 'escaso': él es el fundamento de todos los recursos; infinitos seres vivientes pueden 'acercarse' a él, sin que sus riquezas se agoten; él concede a los hombres la conciencia de que el fundamento de la Realidad posee una plenitud infinita, de manera que apelando a ella puede superarse toda competencia y lucha por la posesión de bienes.

Aquí se sitúa el avance decisivo del politeísmo al monoteísmo. Mientras los hombres adoren una multiplicidad de dioses, la conversión de un Dios a otro será simplemente un cambio de un 'nicho ecológico' a otro. Esto es totalmente evidente en el caso de dioses vinculados con un territorio, pero vale también para los dioses que cumplen una determinada función − como los dioses que representan la esfera de la sexualidad o la alimentación, la guerra, el poder o el derecho.   Por el contrario, el Dios Uno ha de ser el Dios único y extenderse a todas las esferas de la realidad, a todos los territorios y sectores de la vida, a todos los pueblos y grupos.

(Estas reflexiones están tomadas de G. Theisen, La fe bíblica en perspectiva evolucionista y de mis libros Ciudad Biblia y La Palabra de Dios se hizo carne)

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