En él vivimos, nos movemos y somos (Hch 17, 28). Pablo en el Areópago, primer diálogo cristiano.
El cristianismo nació como diálogo con el judaísmo y las religiones y filosofía del entorno, en el siglo I d.C. El momento clave de ese diálogo lo ha escenificado Lucas en Hch 17, 16-34, un texto de gran densidad que divido en dos partes. Hoy expongo la primera, sobre el camino e identidad de las religiones. Mañana o pasado expondré la segunda, sobre la novedad del cristianismo entre las religiones.
Muchos diálogos (y enfrentamiento) se han dado desde entonces, pero quizá ninguno mejor planteado que el de Pablo en el Areópago de Atenas, según Hch 17. Es un honor y un reto poder replantearlo en este tiempo pascual. Quien lea y medite el texto saldrá enriquecido. Buen día a todos
| X. Pikaza
TEXTO:
Introducción (17, 16-22ª)
16 Mientras los esperaba en Atenas, Pablo sentía que la indignación se apoderaba de él, al contemplar la ciudad llena de ídolos.17 Discutía en la sinagoga con los judíos y con los que adoraban a Dios, y también lo hacía diariamente en la plaza pública con los que pasaban por allí.18 Incluso, algunos filósofos epicúreos y estoicos dialogaban con él. Algunos comentaban: «¿Qué estará diciendo este charlatán?», y otros: «Parece ser un predicador de divinidades extranjeras», porque Pablo anunciaba a Jesús y la resurrección.
19 Entonces lo llevaron con ellos al Areópago y le dijeron: «¿Podríamos saber en qué consiste la nueva doctrina que tú enseñas?20 Las cosas que nos predicas nos parecen extrañas y quisiéramos saber qué significan».21 Porque todos los atenienses y los extranjeros que residían allí, no tenían otro pasatiempo que el de transmitir o escuchar la última novedad.22 Pablo, de pie, en medio del Areópago, dijo:
Comienza el discurso.
Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, los más religiosos de todos los hombres.23 En efecto, mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras cosas un altar con esta inscripción: «Al dios desconocido». Ahora, yo vengo a anunciarles eso que ustedes adoran sin conocer.
24 El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra.25 Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas.26 El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras,27 para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros.
28 En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: «Nosotros somos también de su raza».
INTRODUCCION. 17,16-22a.
Lucas sitúa cuidadosamente el discurso, colocándolo en la parte central de la misión de Pablo, precisamente en Atenas, ciudad de la filosofía y del diálogo de todos los saberes y las religiones.
Impaciencia de Pablo. Pablo en el mercado de las religiones y filosofías (17,16-17).
Está sólo y está cercano al paroxismo (parôxyneto) viendo la abundancia de ídolos de la ciudad (kateidôlon). La sabiduría de este mundo, condensada en la ciudad de la cultura universal. Pasea por la ciudad, ve lo que hay… y se detiene en el ágora que es la plaza pública donde va a discutir y dialogar personas de todas las naciones y escuelas filosóficas y religiosas.
Curiosidad de los filósofos (17,18-20). Habla en la plaza, lugar de paso y venta, y le encuentran los cazadores de palabras (así dice el texto), que forman parte de dos famosas escuelas: los epicúreos, más centrados en los valores estéticos y en los placeres del mundo; y los estóicos, abiertos a la unión sacral del cosmos, con su ética exigente. Ellos llaman a Pablo spermologos: alguien que siembra (vomita) palabras. Pero sienten curiosidad y le buscan pues anuncia cosas nuevas, nuevos dioses (que serían Jesús y Resurrección); ellos quieren conocer su anuncio. Una novedad es Jesús; otra la resurrección: ella define lo más propio de Jesús. Ellas centran el discurso que tendrá la virtud de dividir a los oyentes.
Los atenienses: buscadores de novedades (17,21). Este verso forma un paréntesis explicativo, como un aparte que utiliza el narrador para ayudar a sus lectores. Quizá algunos ignoran el Agenio@ del lugar. Quizá no le han dado importancia suficiente. Por eso, el mismo Lucas detiene un momento la trama narrativa y lo recuerda: todo lo que sigue ha de entenderse a partir de la actividad de los atenienses que no tienen más tarea pasar el tiempo escuchando las últimas novedades (ti kainoteron). Así distingue la sabiduría (que buscan los griegos de 1Cor 1,22) y el afán de novedad (propio de estos atenienses). Estos oyentes no buscan la verdad sino la novedad; no se juntan ante Pablo para profundizar en su experiencia radical de Dios sino que Apasan de lado@, simplemente interesados en sus curiosidades.
Pablo en el Areópago (17, 22a).
Antes hablaba en medio de la plaza (17,17), como Sócrates antaño. Pero los filósofos le llevan aparte al Areo-pago o Montaña (Pagus) de Ares (Marte), sede superior de un famoso Tribunal ateniense. Es buen escenario: Pablo alza y toma la palabra en el lugar básico de la sabiduría pagana.
La escena puede conservar un fondo histórico. Pero más que un posible dato del pasado el texto expone una actitud central del cristianismo: los discípulos del Cristo, habiendo surgido de un lugar estrecho (y conservando una Escritura peculiar, la Biblia Hebrea ), han decidido abrirse al mundo entero. Pablo se vuelve griego entre los griegos. Así toma la palabra y habla en el Areópago, anunciando el mensaje de Jesús en clave universal, sin referirse en modo alguno a la historia peculiar judía ni a sus leyes de tipo sacral, social o alimenticio. En un primer momento no hace falta citar a los patriarcas: los griegos gentiles no han de hacerse antes judíos para acoger al Dios cristiano; Pablo empieza hablando directamente en su lenguaje, no comienza por la BH.
Discurso del Areópago .Exordio o proemio (17,22b-23). Sirve de introducción. Conforme al narrador (Lucas o el autor del libro de los Hechos de los apóstoles) los filósofos no buscan más que novedades: no les interesa la verdad, ni atienden al mensaje radical del nuevo vendedor de ideas. Pero Pablo toma en serio su papel, les toma en serio y conecta con ellos.
Ciertamente, les empieza halagando, al llamarles, en palabra ambigua deisidaimonesterous, es decir, muy religiosos(y quizá supersticiosos). Les halaga, refiriéndose a un altar particular (un bômon) que han alzado al Dios desconocido. Pablo ha pasado por Atenas con curiosidad: ha visto todo lo visible; pero nada le interroga ni sorprende (Acrópolis y estadio, teatro, templo, estatuas, academias... ).
Sólo se ha fijado en un símbolo que expresa en forma intensa el desamparo de Atenas (y del mundo entero): un altar al Dios desconocido.Parece que de hecho no existía tal altar a un Dios en singular sino a los dioses desconocidos, en plural. Pero esa distinción resulta secundaria. Debajo de los dioses Lucas ha visto al Dios (o lo divino). Sabe que los atenienses han sido y siguen siendo buscadores de Alguien al que ignoran y les dice: eso que venerais sin conocerlo (touto, en neutro) es El Dios que yo os anuncio:
- Lucas acepta la búsqueda religiosa de los griegos y no sólo su cultura filosófica, como a veces se ha supuesto. Por eso alude a un altar venerado por el pueblo y no a un sietema filosófico.
- Habla de un Dios no encontrado por la religión (y filosofía). Es bueno su altar como señal de búsqueda pero es también signo de un fracaso cultural y humano.
- Sobre ese fracaso actúa Pablo.El Dios desconocido de los griegos es sólo un touto, una divinidad neutral. El Dios cristiano en cambio se desvela en forma de persona.
Acaba así el exordio, benevolente y general. Conforme a la visión de Lucas, Pablo ha dado el primer paso: ha aprovechado ese altar para entrar en el mundo de los griegos.
Primera tesis de Pablo. Dios y el mundo (17,24-27).
Pablo formula su tesis en un lenguaje que puede ser aceptado por judíos (desde Gen 1), y por los musulmanes, pero también por y griegos (al menos por muchos estóicos y platónicos), que ven a Dios como el que hace (ho poiesas: el hacedor) todo. Pablo no argumenta, no prueba. Simplemente expone su fe, llegando hasta las puertas de eso que podemos llamar la religiosidad universal, que ofrece una afirmación fundante y dos consecuencias negativas:
- Afirmación: siendo hacedor (ho poiesas), Dios mismo ofrece vida/aliento (dsôê/pnoê) a todo lo que existe. Tomada en sí, esta palabra puede entenderse en sentido panteista (o panvitalista, como hace cierto estoicismo), pero a Pablo le vale por ahora.
- Consecuencia antisacral (antiidolática): Dios no habita en templos construidos por los hombres. Judíos y gentiles han querido encerrarle en sus propios edificios, pero Dios no habita en ellos.
- Consecuencia antilitúrgica: Dios no recibe culto de manos humanas. No podemos Adarle@ nada. Toda la religión, entendida como acción del hombre (therapeuein), pierde su sentido.
Pablo se muestra así profundamente iconoclasta. Niega los principios de una religión que se vincula al templo y que aparece como servicio de los hombres. La perspectiva tiene que invertirse: lo que importa es descubrir a Dios como el que puede dar a los humanos vida y aliento, en el sentido más profundo de ese término. Este es el discurso de un judío radical que no concede ya valor a su propia ley y templo, en palabra que muchos griegos aceptan gustosos.
Tesis 2 : Dios y la historia/acción humana (17, 26-28).
Del nivel cósmico pasamos al humano, con afirmaciones judías (todos provenimos de un mismo Adam, ser humano) y helenistas (somos genos, familia de Dios). He dividido el pasaje en tres partes.
En el comienzo está la creación: Dios hizo de uno (ex henos) todo el ethnos o raza de los hombres. De aquí deriva lo que sige en 17,16-19. Es evidente que Pablo está exponiendo la más honda fe judía, pero lo hace en términos universales. Un griego podría ofrecer ciertos reparos al origen común de la humanidad (ex henos), si es que se insiste en la historia del Adam de Gen 2-3; pero Pablo no discute ese tema: defiende la unidad del género humano; pero no la toma en clave de vinculación racional o participación de un mismo logos, como hará el estoicismo.
De esa forma supera el posible particularismo judío, fundado en Ley y Pueblo (raza) y el universalismo elitista de la razón, propio de aquellos que la toman como principio de vinculación humana (en perspectiva de sabiduría de iniciados). Sólo Dios creador vincula para Lucas a todos los humanos. Aquí no se distinguen ya varones y mujeres, judíos y griegos, esclavos y libres. Entre unidad de Dios (el mismo sobre todos) y unidad humana (un ethnos para todos) hay una relación interna. De ella tratan las tres frases que siguen:
1) Dios ha hecho a los hombres para habitar (katoikein) en la tierra, conforme a la palabra de Gen 1,28: creced, multiplicaos, llenad la tierra... No hay ventaja o prioridad de un grupo: hay tiempos (kairous) y lugares (horothesias) para todos. Dios rechaza el particularismo: Dios quiere que los hombres habiten humana, dignamente, sobre el mundo.
2) Dios ha hecho a los hombres para buscar (dsêtein). Habitar y buscar a Dios forman las dos caras de una misma tarea, como sabe bien la BH (Biblia Hebrea) . Pero hablando en un lugar público de Grecia, ante los miembros del tribunal supremo de la cultura (areopagitas; cf 17,34), Pablo no quiere citar su Escritura israelita (la BH). Por eso, continuando en línea de captación de benevolencia, asume como propio lo mejor del pensamiento griego y puede afirmar que en Dios vivimos, nos movemos y somos, pues somos de su estirpe (citando como autoridad o Escritura al poeta pagano Arato, Phaen 5).
DIOS UNIVERSAL. EN ÉL VIVIMOS, NOS MOVEMOS Y SOMOS
Tesis básica. En (Dios, lo divino, el Espíritu Sagrado…) vivimos, nos movemos y somos.
Esta es la tesis que Pablo presente en el Areópago, que es el tribunal supremo de la Cultura Griega de Occidente.
Esta tesis la pueden aceptar judío, cristianos (musulmanes) y griegos. En lo divino vivimos, nos movemos, somos… Ésta es la tesis clave de todos los monoteísmos…
- Esta tesis la pueden aceptar la grandes religiones de oriente, desde China (bajo el cielo divino vivimos, nos movemos, somos…), en el tao o equilibrio divino somos.
- Este tesis la pueden aceptar los hindúes (en Brahman, en Krisna vivimos…) y de un modo especial los budistas (en lo sagrado vivimos, nos movemos, somos, somos…, en lo búdico existimos…).
- Este tesis está en el fondo de las grandes religiones de la naturaleza, tanto en la América pre-colonial como en las religiones bantúes de África….… En el gran Espíritu vivimos, en la realidad sagrada. espíritu vivimos
Somos una prueba/presencia de Dios En este tiempo (2023), muchos quieren hablar de Dios como si fuera un objeto externo, una cosa más entre las cosas (quizá la más importante), sin descubrir y aceptar su presencia en nuestras vida. Pues bien, en contra de eso, Pablo nos recuerda que Dios (lo divino, lo numinoso, la realidad originaria) no es una cosa más entre otra; que no existen realidades (mundo, hombre…) y además de ellas Dios, pues la “realidad” (lo divino, el espíritu fundante, la materia primigenia…) es el fondo y sentido de nuestro ser. Dios sólo se muestra, y sólo podemos encontrarle (y le "probamos", nos probamos en él) allí donde buscamos y encontramos o, mejor dicho, donde vamos desplegando en gesto agradecida y creador el sentido radical de nuestra vida. Nosotros, los hombres, no estamos definidos de antemano, ni tenemos un camino ya trazado, sino que vamos aprendiendo y trazarlo, probando y tanteando lo que somos a través un camino esencial en el que emerge y se despliega (en nosotros, con nosotros y para nosotros, siendo en sí mismo) el ser de lo divino.
En ese sentido podemos hablar de una “prueba” de Dios, que somos nosotros mismos. Él se prueba (experimenta) su frágil y poderosa verdad en nosotros... y nosotros nos probamos y encontramos (vivimos, nos movemos, somos) en él. Hay pruebas y experiencias secundarias, que no influyen de manera esencial en nuestra vida (como casi todas la que pueden programarse y medirse en un plano material o por las ciencias). Pero hay otras que fundan y definen nuestro propio ser personal: no estamos hechos, nos hacemos, a lo largo de un proceso en el que vamos avanzando, de forma tanteante y sorprendida, tanteando para encontrar de esa manera nuestro propio ser, nuestro futuro. Somos, en el fondo, la prueba de Dios, tal como se expresa y culmina en el Cristo muerto y resucitado
Tesis. En lo divino (en lo sagrado, la realidad originaria) vivimos, nos movemos y somos…(Hch 17, 28). No es que podamos escoger: Queramos o no, solo podemos vivir “en Dios” (es decir, en la vida),moviéndonos en él, de forma que en él somos. Esas tres palabras de Pablo en el gran tribunal de Atenas (Areópago) han definido y siguen definiendo el sentido de la “experiencia de Dios”, en un contexto de sabiduría original (helenista, univeral).
− En Dios vivimos (dsômen).
Formamos parte de la Vida de Dios, que no es una cosa entre otras, sino la Realidad de la Vida originaria, que se va desplegando, dándose a sí misma en nuestra vida. Las restantes realidades (estrellas y elementos del cosmos, plantas u animales) no lo saben, pero nosotros lo sabemos y así vivimos. De esa forma podemos afirmar que Él mismo (Dios) vive en nosotros, en cada uno de los hombres, que hacemos la vida tanteando, buscándole a él como a tientas, con el deseo de encontrarlo (ei ge psêlaphêisamen auton; Hch 17, 27), mientras nos estamos buscando a nosotros mismos. Éste es el destino de nuestra vida: Buscar a Dios de manera tanteante, para así encontrarnos a nosotros mismo, en él. Éste ha sido el “despertar” de nuestra conciencia, que es, al mismo tiempo, el despertar de Dios en nosotros, pues si en él vivimos, es porque él vive en nosotros. Ciertamente, la vida de Dios nos desborda, es mucho más que aquello que nosotros somos en particular, en concreto (cerrados en nosotros mismos), de manera que tenemos que dejarle ser, sin acapararle, sin exigirle que sea sólo nuestro, pero sabiendo que es hermoso que él sea también (de una forma especial) en nosotros. − En Dios nos movemos (kinoumetha).
Ésta es la siguiente experiencia: Viviendo en Dios “nos movemos”, es decir, somos movimiento, un proceso de realización. No podemos pararnos, pues si no hiciéramos moriríamos, dejaríamos de ser “vida consciente” de Dios, volviendo a la pura inconsciencia de estrellas y plantas… Nos movemos en Dios, en un proceso que es prueba (queremos sentirnos, descubrir lo que somos) y admiración gozosa.
Es hermoso que seamos, que miremos, que escuchemos, que avancemos, con otros, recibiendo y compartiendo la vida de Dios a medida que la vamos haciendo (recibiendo y compartiendo) con ellos lo que somos, nuestro movimiento divino. A veces nos parece que sería mejor, parar, detenernos, morir (de cansancio); pero descubrimos de nuevo que el camino y movimiento de la vida es experiencia de Dios en nuestra vida, es una exploración que nadie puede hacer “por” nosotros, aunque la hacemos todos “con”, unos con otros.
Somos un movimiento de vida, de realidad, no estamos fijados, realizados…, como individuos, como especie, como humanidad. No somos una esencia hecha ya y terminada, no somos una “especie” parada en sí misma, sino formamos parte de un movimiento asombroso de vida (de kínesis) que está marcada por la muerte (por el riesgo y potencial de la muerte….), pero sin cerrarse por ellas.
En el gran movimiento cósmico de la vida estamos inmersos… Eso lo sabe el tao, lo sabe el pensamiento griego (platónicos, estoicos, epicúreos…). Eso lo sabe el hinduismo, el budismo; lo saben las religiones del “gran espíritu”. El fondo y realidad de nuestro movimiento es divino. Por eso dice Pablo “en Dios nos movemos”. No podemos salir de ese movimiento, porque el movimiento es la vida de Dios, de la realidad, el Movimiento de todos los movimientos en el que somos…
Esta vida en Dios (que es movimiento) parece (y es) muy frágil, está amenazada por todo tipo de riesgos (de falta de salud, de cansancio, de opresión…), pero es, al mismo tiempo, lo más fuerte. El mismo Dios sigue moviéndose y experimentando en nosotros, a medida que nosotros experimentamos, hacemos el camino. − En Dios somos (esmen).
Ésta es la última palabra de la “triada” divina de Pablo en Atenas: En Dios vivimos, nos movemos y “somos” en el sentido fuerte del término, que podríamos traducir en forma actual por “existimos”: Salimos del riesgo de la nada (vivimos), superamos el puro movimiento inconsciente de las restantes realidades (nos movemos), para ser “ser” (existir), nosotros mismos, como realidades en Dios, siendo realidades en nosotros mismos, como seres que “resucitan de la muerte”, como sabemos por el testimonio de Dios en Jesucristo.
Algunos dicen que en el fondo “no somos”, que nuestra existencia es pura apariencia, pura mentira… El mismo Eclesiastés/Kohelet, autor de un famoso libro sobre el sentido de la vida el movimiento… parece decir a veces que no somos. Que en el fondo no hemos vivido, ni nos hemos movido… que todo es pura apariencia. Así interpreta Pablo los momentos anteriores de la vida y del movimiento humano: Ser en Dios significa “resucitar de la muerte” con (como) Cristo (cf. Hch 17, 31), sabiendo así que nuestra vida y movimiento es camino pascual de “resurrección”. Existir de una manera humana, ser en Dios en un sentido plena (más que el puro vivir y moverse) es resurrección, descubriendo así que todo lo que vivimos y todo aquello que vivimos al movernos resucita.
Pues bien, San Pablo se atreve a decir en el Areópago de Atenas que “somos”, como el Dios judíos que dice “soy el que soy”. ¿Somos también nosotros en Dios?.... Podemos terminar la tríada y decir: vivimos, nos movemos… y somos. ¿Somos como especie humana? ¿Existiremos como humanidad ¿Podemos existir también como individuos?
El tema queda abierto para mañana o pasado, conforme a la segunda parte de este discurso de Pablo
La respuesta de Pablo en el areópago será asombrosa. Quedamos para mañana o pasado. Buen día de mayo.
Bibliografía.
He tomado las reflexiones anteriores de mi Diccionario de la Biblia (VD, Estella 2017, págs. 114 ss.). En especial, además de comentarios a Hechos de los apóstoles,cf.:
- Bultmann, Anknüpfung und Widerspruch, ThZ 2(1946) 401-418;
- M. Dubarle, Le discours à l'Aréopoge(Act 17, 22-31) et son arrière-plan biblique, RSPhTh 57(1973) 576-610;
- J. Dupont. Le discoursdevant l'Aréopage et la révélation naturelle, en Id. , Études sur les Actes del Apôtres, Cerf, Paris 1967, 157-170; Id. , Le discours à l'Aréopage (Act 17, 22-31), lieu de recontre entre christianisme ethellenisme, Bib 60 (1979) 530-546 (=Nuovi studi sugli Atti degli Apostoli, Paoline Torino 1985, 359-400;
- Elstester, Schöpfungsoffenbarung und natürliche Theologie im frühem Christentum, NTS 3(1956/7) 93-114;
- Legrand, The Areopagus Speech, en J. Coppens (ED), La notion bibliquede Dieu, BETL 41, Leuven 1985, 337-350;
- des Places, De oratione S. Pauli ad Aeoopagum, Ist Bib. Roma 1970;
- Pohlenz, Paulus und die Stoa, ZNW 42 (1949) 69-104.