VOX, partido anti-sistema
“Enfrenta la realidad tal como es, no como era o como deseas que fuera.” Jack Welch Jr.
La realidad hay que buscarla como decía Baltasar Gracián bajo las tejas, bajo lo aparente. La realidad tiene vida propia y todos debemos respetarla para construir sobre roca nuestros proyectos, para ser personas sólidas y no líquidas.
Maduramos cuando: 1) aprendemos a separar el grano de la paja; 2) nos preocupamos de lo importante y real; 3) trivializamos lo accesorio e irreal; 4) resolvemos los problemas conforme se van presentando y de frente sin delegar en otros y; 5) sabemos distinguir entre gigantes y molinos de viento y asumiendo nuestros errores sin culpar a otros. La vida es dura y exige sacrificios, lo auténtico y valioso es exigente, el verdadero amor es fruto de una decisión y no de una emoción. La recompensa llega de la mano de la aceptación de estas realidades.
Todos los partidos, también Podemos, con representación parlamentaria en España actualmente sostienen y forman parte de la oligarquía política, mediática y financiera que dirige este país. Esta oligarquía (o casta) ha de ser analizada dentro de un fenómeno más global: la complicidad y alianza entre el Gran Capital y la heterogénea corriente Progre, frente a su adversario común: el Estado-Nación.
Al Gran Capital le sobran las fronteras nacionales, al pensamiento Progre, la existencia de cualquier otra moral o ideología que no sea la suya. A nivel internacional se está dando una guerra por la conquista de posiciones de influencia entre la Plataforma The Movement que dirige Steve Bannon, ex asesor de Trump y que impulsa movimientos nacional-populistas en los países occidentales, y la Fundación Open Society de Georges Soros que impulsa movimientos de ideología progresista y anti-nacional.
Que las ideologías o las religiones tratan de pensar por nosotros sin dejarnos pensar por nosotros mismos, es algo que ha tratado de hacernos entender uno de los más geniales filósofos de la posmodernidad, Lyotard.
Tras la guerra fría primero y tras el estallido de la reciente crisis económica después, el liberalismo y el comunismo, los dos últimos supervivientes dogmáticos del siglo XIX acometieron para no desaparecer, la tarea de transformarse y de disfrazarse, dado que han sido muchos los que de ellos se han desencantado.
El neo-liberalismo, orgulloso vencedor del comunismo, cayó gravemente desacreditado tras descubrirse que sus promesas de prosperidad para siempre y para todos, tardaban en sostenerse lo que una familia asalariada empezaba a dejar de pagar su hipoteca.
¿Quién fue el irresponsable que le vendió la promesa al asalariado de que durante toda su vida mantendría su buen sueldo para pagar su bonita y carísima casa? ¿Quién fue capaz de creerse que podría mantener un buen sueldo durante la longeva vida de su hipoteca? Es curioso, mucha gente puso más fe en la estabilidad de su situación económica a la hora de firmar su hipoteca que en la estabilidad de su matrimonio o pareja a la hora o de casarse o de irse a vivir juntos.
Porque esa ha sido la gran lección de la Posmodernidad: los dogmas están contaminados de falsedad. Nunca ha habido un paraíso socialista ni tampoco existe un paraíso liberal. Tampoco existe un paraíso progresista, pues el progresismo es el pretexto ideológico para que unos pocos consigan vivir mejor que otros que son muchos. El progresismo se vende como ese factor de éxito, dinero e influencia en esa realidad virtual, en esa vida de película, que se nos quiere hacer creer que vivimos.
Liberalismo y comunismo no han desaparecido, se han transformado. El uno, en un capitalismo amable que disfraza de globalización y multiculturalidad lo que es sencillamente una migración de la producción industrial a otros países y un abaratamiento y desmantelamiento de la clase media trabajadora occidental sujeta a una alta presión fiscal. El otro, en un marxismo amable que disfraza de ideología de género y de servicios públicos gratuitos y universales lo que es una subordinación a la moral del Estado y de sus recursos por parte de una población mal retribuida, endeudada y cada vez más dependiente porque envejece rápidamente. Ambos instituyen una servidumbre comunitaria de doble sentido, material y moral.
Y es curioso que vayan de la mano en vez de estar enfrentados. Así nos enteramos que Soros financia movimientos progresistas asociados a esa “izquierda” multicultural y global (aunque la llamen internacionalista) que dejó hace mucho tiempo de ser nacional. También financia a movimientos separatistas por su carácter anti-nacional.
En ese sentido Marcelino Lastra ha sabido dar con la clave para explicar buena parte de la realidad escondida bajo lo aparente. Que dos opuestos, el liberalismo del gran capital y el socialismo del gran buenismo, en realidad van de la mano.
Por eso a VOX es el único partido hostil abiertamente a los dos, y por ello se le silencia o ataca en los medios de comunicación. Sólo la demanda de la audiencia o el que sea utilizado por unos para fragmentar a los otros, le dará protagonismo mediático.
Y por qué es hostil. Al gran capital porque defiende el Estado-Nación fronterizo. Las fronteras fastidian los planes del gran capital de evadir impuestos y de liberalizar el mercado de trabajo y la producción a través de la deslocalización industrial. Cuando estos resultan excesivamente caros, se trata de incentivar la entrada masiva de inmigrantes. Téngase en cuenta que con una clase media “tocada” en Occidente el horizonte consumista se limita (hoy impera el consumismo low-cost). Al Gran Capital le interesa convertir a los sólidos Estados-Nación occidentales en los Estados frágiles y corruptos de las otras zonas del planeta.
Y es hostil a ese Gran Hermano de Buenismo progre, porque es reaccionario. En una sociedad libre corresponde a personas y familias elegir libremente su escala de valores. La conciencia personal y no la ideología estatal fija la moral particular que debe prevalecer sobre la pública si no queremos volver a los tiempos de la inquisición, del censor o del comisario político.
En relación con el Gran capital; este debe entender que la más eficaz y perdurable de las leyes, la de la de la oferta y la demanda, no debe jugar sólo a favor suyo, debe jugar también a favor de la debilitada clase asalariada, y eso se consigue protegiendo nuestras fronteras y garantizando un régimen laboral que ponga límites a los abusos.
En relación con el Buenismo Progre; la Igualdad es esa condición necesaria para que haya orden y paz social, de que la Ley trate con igual exigencia al fuerte que al débil. Igualdad ante la Ley nada tiene que ver con su falsa Igualdad que es Igualitarismo, que es algo así como que todos debemos pensar, merecer, tener e incluso vestir lo mismo. ¿Todos? Todos no. El rigorismo cartujano no rige para esa superior casta sacerdotal progre que vive mejor que los demás y a costa de ellos.
Como pensar lo mismo y recompensar a todos por igual lleva a la pobreza porque nadie se esfuerza, y porque eso de prosperar tiene que traducirse en un desacreditado por insolidario acceso a la propiedad (el fruto de mi trabajo es mío y de con quien quiera compartirlo), entonces nace la dependencia de lo público, la cultura esclavista del subsidio, que es la forma más exitosa de perseverar en la pobreza…y en el poder.
Y es aquí que llegamos a esta alianza que no es tan antinatural como pareciera. El Progresismo aporta al Gran capital la ideología y el relato, y el Gran Capital la cobertura financiera y mediática que este necesita para inocularla en la población e imponerla desde el Boletín Oficial.
La deteriorada clase trabajadora española y europea (del Precariado que llaman algunos) descontenta con la prosperidad sin límite que unos le prometieron y por ella se endeudaron y descontenta con esa izquierda que en vez de defender con absoluta prioridad sus intereses antepone los de animales, ecosistemas, sexos, orientaciones sexuales e identidades regionales, está hoy más vendida que nunca.
Todos estamos vendidos a ese Gran Capital que busca endeudar de por vida a familias y Estados. A unos bajo la ilusión del consumismo indefinido low-cost, a otros bajo la ilusión de la sostenibilidad del Estado de Bienestar.
Si queremos mantener nuestro nivel de vida y Estado de Bienestar hemos de defender a la clase media celosamente, favorecer su acceso y conservación, y eso sólo se consigue con un Estado-Nación fuerte, que procure que la ley de oferta y demanda juegue a favor de ella, y que fuertes y débiles seamos tratados por igual ante las Leyes. Un Estado que salga barato de mantener sin perder su eficacia y una Nación que reivindique el protagonismo y autonomía de la sociedad civil frente a los que pretenden tutelarla para dominarla (las oligarquías política, financiera y mediática).
Todos los seres humanos necesitamos para progresar, motivos sólidos que justifiquen el sacrificio y el esfuerzo. En Occidente eso se ha resuelto en su Historia siempre de una sola manera, y por ello su éxito. La búsqueda de la prosperidad a través del acceso a la “propiedad” (la recompensa al esfuerzo), y el ejercicio de derechos y libertades para que los de arriba no se lo impidan (siempre nos quisieron clientes, siervos o esclavos) y los de abajo también lo consigan (los quieren temerosos, dependientes, resentidos y parte de impersonales masas que sean fácilmente manipuladas a través de sus emociones). Con la protección y el fomento de la clase media se garantiza la movilidad social, sin ella volvemos a los estamentos sociales (ya tenemos castas).
Así que no es de extrañar que VOX sea el apestado del sistema. El auténtico fenómeno político anti-sistema. Y es que cuando se defienden dos realidades, la Nación española y el interés de los españoles, se levantan esas fronteras naturales que son los últimos límites a la imposición de los intereses particulares de la plutocracia financiera, la aristocracia política, y el clero mediático progresista.