Antes de desarrollar cada palabra, el Santo Padre agradeció a los alcaldes italianos que, en este tiempo de pandemia, han sido “un punto de referencia a la hora de hacer cumplir normativas a veces gravosas, pero necesarias para la salud de los ciudadanos”. Consciente de la complejidad de la labor que realizan alternando “la oportunidad” del servicio con “la soledad” de la responsabilidad, Francisco se refirió a la importancia de la participación ciudadana: se espera – dijo – que los alcaldes tengan la solución a todos los problemas, pero sabemos que los problemas no pueden sólo resolverse con recursos financieros. Por eso es importante, señaló, contar “con la presencia de redes de apoyo”.
Invertir con imaginación
En cuanto a la primera palabra de ánimo, el Sumo Pontífice hizo hincapié en practicar “la escucha”, como hacen los padres en una familia. Una buena escucha – dijo – nos ayuda a discernir, a comprender las prioridades sobre las que hay que intervenir. Junto con la escucha, además, “no debe faltar el valor de la imaginación”, puesto que para resolver problemas es necesario, junto a financiaciones adecuadas, proyectos de convivencia civil y de ciudadanía:
Hay que invertir en belleza donde hay más degradación, en educación donde reina el malestar social, en lugares de agregación social donde se ven reacciones violentas, en formación para la legalidad donde prevalece la corrupción.
Transformar las periferias
Siguiendo con la segunda palabra, “periferia”, y puesto que “no hay ciudad sin pobres”, el Papa indicó que “partir” de las periferias “no significa excluir", sino todo lo contrario, porque los pobres “recuerdan nuestra fragilidad” y “nos llaman a la solidaridad”. Y en este tiempo de pandemia, que ha puesto de manifiesto numerosos dramas sociales - el de los que han tenido que cerrar sus negocios, el aislamiento de los ancianos, la depresión de los adolescentes y los jóvenes, las desigualdades sociales que han favorecido a los que ya gozaban de condiciones económicas holgadas, las penurias de las familias que no pueden llegar a fin de mes, los usureros que llaman a las puertas - el Sumo Pontífice indicó a los alcaldes la necesidad “no sólo de ayudar la periferia”, sino de “transformarla” en un laboratorio para una economía y una sociedad diferentes:
De hecho, cuando nos enfrentamos a los rostros de las personas, no basta con darles un paquete de comida. Su dignidad exige trabajo y, por tanto, un proyecto en el que se valora a cada persona por lo que puede ofrecer a los demás. ¡El trabajo es realmente una unción de dignidad! La forma más segura de quitarle la dignidad a una persona o a un pueblo es quitarle el trabajo. No se trata de llevar el pan a casa: eso no da dignidad. Se trata de ganarse el pan que se lleva a casa. Y eso sí, te unge de dignidad.
Fomentar la construcción de la paz
Con la palabra "paz", indicada por Jesús a los discípulos enviados en misión (cfr Lc 10,5), el Santo Padre abordó el tema de la “paz social”, que es “el fruto de la capacidad de poner en común las vocaciones, las competencias y los recursos” y que implica crear un “tejido común de valores que lleve a desarmar las tensiones entre las diferencias culturales y sociales”:
Es esencial fomentar la iniciativa y la creatividad de las personas, para que puedan forjar relaciones significativas dentro de sus barrios. Tantas pequeñas responsabilidades son el requisito previo para la construcción concreta de la paz, que se construye día a día. Es bueno recordar aquí el principio de subsidiariedad, que valora los entes intermedios y no mortifica la libre iniciativa personal.
Y porque una de las tentaciones ante la responsabilidad es la de “huir”, antes de despedirse el Papa Francisco animó a los alcaldes a “permanecer cerca de la gente”, tal como exhortó San Juan Crisóstomo, obispo y padre de la Iglesia: dedicarse a los demás, en lugar de quedarse en los montes y observarlos con indiferencia, les dijo.