"Éste es el tiempo oportuno, el tiempo le necesita" "Estimado hermano Francisco, felicidades por su 88 cumpleaños y porque usted se ha ganado el crédito"
"Muy estimado Papa Francisco, su mensaje llega en un momento justo cuando parece que la historia y el mundo tratan de salvarse cabalgando sobre autoritarismos, nacionalismos, soberanismos aunque pretenden ser de nuevo cuño"
"¿Qué le dice su misericordia al hombre moderno? ¿No nos dice que sólo rompiendo unilateralmente el círculo maldito de la violencia mimética lograríamos derrotar la indiferencia?"
"Y éste es el tiempo oportuno, el tiempo le necesita, Papa Francisco. A Usted la carga de sostenernos y de acompañarnos"
"Ha abierto a todos la puerta de la compasión y el espacio de la misericordia, sin las cuales pereceríamos cada uno por nuestra cuenta, como ovejas sin pastor"
"Y éste es el tiempo oportuno, el tiempo le necesita, Papa Francisco. A Usted la carga de sostenernos y de acompañarnos"
"Ha abierto a todos la puerta de la compasión y el espacio de la misericordia, sin las cuales pereceríamos cada uno por nuestra cuenta, como ovejas sin pastor"
Estimado hermano mayor, Papa Francisco:
Muchas felicidades en el día de su 88º cumpleaños.
He sentido la necesidad de pensar y de escribirle unas líneas. No le oculto que lo hago también apesadumbrado y triste por tantas voces críticas infundadas que se le dirigen. Y no lo hago para expresarle mi solidaridad, que sería un poco vana en mi opinión, sino para darle las gracias. Y para decir “gracias” en la vida, cuando hay que hacerlo, siempre es el momento adecuado para hacerlo.
Desde que mi hermano mayor en fe fue nombrado Obispo de Roma, he ido sintiendo en mí la certeza de que su Iglesia en salida hablaba a todos, no sólo a sus miembros más firmes y seguros, sino también a aquellos como yo, que caminamos a tientas y al borde de las dudas y preguntas (y que tenemos como santo patrón a Tomás), y que sentimos una puerta se abre por el mero placer de abrirla o quizá por el deber de abrirla. ¿Alguien le ha dicho alguna vez que para quien no sabe, para quien no puede saber, ésta es la certeza más hermosa? ¿El único consuelo, la única ayuda, la verdadera cercanía que puede ayudar a permanecer en el camino?
Muy estimado Papa Francisco, todos nosotros, seres humanos (incluso antes que cristianos o de otras confesiones), necesitamos caminar, y Usted, al recordarnos que para hacerlo necesitamos un horizonte, nos ha ayudado y sigue ayudándonos, a todos nosotros, a sentirnos parte de un camino más grande, y por tanto a mirar el suyo y el de la Iglesia como un camino que nos implica, que nos concierne.
Los que hoy le atacan criticándolo creo que también temen esto. Sí, los que le atacan no quieren que, viendo horizontes comunes, los hombres se reconozcan como hermanos en la misma humanidad y que al hacerlo, como decía Martin Luther King, descubran que han aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no a convivir como seres hermanos. Para mí, esto confirma la fuerza de su mensaje, de su profecía. Digo profecía porque si su mensaje sobre el poliedro salvaría a una globalización fracasada, y con ella a una humanidad que tantas veces parece que ya no sabe ser humana, ese mensaje llega en un momento justo cuando parece que la historia y el mundo tratan de salvarse cabalgando sobre autoritarismos, nacionalismos, soberanismos aunque pretenden ser de nuevo cuño.
¿Qué le dice su misericordia al hombre moderno? ¿No nos dice que sólo rompiendo unilateralmente el círculo maldito de la violencia mimética lograríamos derrotar la indiferencia? En cambio, el miedo legitima la indiferencia que justifica la desatención que engendra la muerte en una espiral sin fin. Este tiempo ha vuelto a enfermar, convirtiéndose en un tiempo global de muros, vallas, miedos, rechazos. Y necesita un “año de gracia”, un “tiempo de compasión, una nueva oportunidad de curación. Los pensamientos que surgen por doquier hablan de eternidad, esa que sólo piensa en el espacio y olvida el tiempo, porque teme la alternativa, lo nuevo y el cambio.
Y éste es el tiempo oportuno, el tiempo le necesita, Papa Francisco. A Usted la carga de sostenernos y de acompañarnos. A mí, a nosotros, humildemente, darle las gracias, por lo que hace, también por los muchos hermanos y hermanas que no conoce personalmente, como yo. Por eso, esta carta mía sólo tiene una finalidad, darle las gracias desde lo más profundo de mi corazón, porque ha abierto a todos la puerta de la compasión y el espacio de la misericordia, sin las cuales pereceríamos cada uno por nuestra cuenta, como ovejas sin pastor.
Su enseñanza, tantas veces a través del magisterio de los gestos, no es una doctrina abstracta, académica, alejada de la vida de las personas sino que ha sabido hacerla una palabra viva, capaz de dar vida; una palabra eficaz, que genera, crea y transforma; una palabra penetrante, que llega a lo más íntimo, que las toca y acaricia en lo más profundo; una palabra que va directa al corazón y nos lleva a escrutar sentimientos, afectos, emociones, y a discernir los pensamientos de su propio corazón.
La suya no es la autoridad institucional de «los escribas», la casta de los legitimados para enseñar. Por eso algunos le reconocemos que le viene de lo alto y le otorgamos la credibilidad del que se ha ganado el crédito por el desenlace de su vida y de su servicio, porque hace lo que dice y dice lo que hace, porque habla de liberación y libera de verdad. La novedad de su enseñanza está en la acción y es la liberación. Su autoridad reside en que no se limita a hablar de ello: lo realiza, libera verdaderamente a las personas de aquello que estorba e impide vivir la vida plena a las personas.
Comenzaba felicitándole por su cumpleaños. Así acabo. ¡Muchas felicidades en el día de su 88º cumpleaños! (Es la misma edad que mi padre aunque él es un poco mayor que Usted por unos meses).
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