El cardenal Bustillo llegó a afirmar que "Córcega es un laboratorio de laicidad para el continente" Papa Francescu in Corsica: Piedad popular y laicidad

El Papa y el cardenal Bustillo
El Papa y el cardenal Bustillo

El último viaje del Papa fue de un éxito total y ha de destacarse, lo cual me alegra. Éxito también del cardenal-obispo de Ajaccio

Fue impresionante el comportamiento de las gentes de Ajaccio, destacándose la presencia muy numerosa de gente joven

los análisis sobre la Piedad Popular y la laicidad “a lo corso” fueron el núcleo de las intervenciones de Bustillo y del Papa en la clausura del Congreso citado

Minutos antes de las nueve de la mañana del soleado domingo, 15 de diciembre de 2024, aterrizó en el aeropuerto de Córcega (Corsica), denominado Napoleón Bonaparte, el avión azul, color del cielo, que transportó al Papa Francesco, procedente de Roma. No resulta extraño que el aeropuerto tenga el nombre de Napoleón Bonaparte, pues allí nació, muriendo en otra isla, aunque más lejana, atlántica y no mediterránea, llamada Santa Elena. Un Emperador que a los españoles nada ha de gustar, pues fue cruel con nosotros, guerreando contra él en la llamada Guerra de la Independencia. 

Pretendió el Bonaparte acabar con los Borbones, no habiéndolo conseguido, aunque sí hubo un cierto tipo de afrancesamiento ideológico o liberalismo y la existencia de ilustres colaboracionistas afrancesados, tal como explica Miguel Artola en su libro Los afrancesados. Al visitar un español la isla de Córcega, hay que “hacer” memoria. 

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Francisco, junto a Macron
Francisco, junto a Macron Vatican Media

El Papa llegó acompañado de los curiales cardenales, Parolin, el secretario de Estado vaticano, del corso Mamberti y de Robert Francis Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos, así como del arzobispo Peña Parra, de nombre Edgar, como la ópera de Puccini, y con autoridad de Sustituto de la Sección para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano. El francés ministro del Interior, dimisionario, el católico  y flaco  Bruno Ratailleau, que tanto gusta a la extrema derecha y disgusta a la extrema izquierda y a los socialistas, recibió al Papa, que no descendió por las escaleras, sino que apareció por el otro lado del avión, en silla de ruedas, que ningún parecido tiene con la que fue “silla gestatoria” y papal, a la que se atribuyeron, indebidamente, significados jocosos. 

Allí estuvo el joven obispo de Ajaccio, monseñor Bustillo, creado cardenal por el Papa Francisco, y que, por eso, añadido a lo de que nació en Navarra (ESPAÑA), no en Francia --para más fastidiar--, y que, además, es de poderosa musculatura, tiene ya muchos enemigos que están dispuestos a todo, hasta quitarle la condición de “papable”. Un periodista español, de derechas, con ocasión de la muerte (2022) de otro franciscano y cardenal, el riosecano Carlos Amigo Vallejo, escribió: “Al revés que Bergoglio, Carlos Amigo fue un franciscano que llevaba un alma de jesuita encerrada bajo el hábito”.

Y resulta que Bustillo es también franciscano y cardenal, por lo que lo de tener “alma de jesuita”, parece muy propio de franciscanos cardenales; desde luego, Bustillo es también muy jesuítico, como su rápida carrera acredita. Y se ha de tener en cuenta, para lo malo, que Córcega, Corsica, “Isla de Belleza”, está próxima a Italia, casi enfrente de la italiana Cerdeña, tierra de sardos tercos como Becciu o Cossiga ¡Qué Dios me perdone!

Ya lo escribimos: el Papa Francesco es también muy religioso y jesuítico, habiendo llegado a ser provincial de los jesuitas en Argentina. El también religioso y jesuita, el P. Antonio Spadaro,S.J. contó en Los religiosos: pecadores y profetas, que el último Papa religioso fue el camaldulense Gregorio XVI, elegido en 1831. O sea, que después del camaldulense, llegaría Francesco. 

El último viaje del Papa fue de un éxito total y ha de destacarse, lo cual me alegra. Éxito también del cardenal-obispo de Ajaccio, acerca del cual, aquí, en Religión Digital, mi director José M. Vidal, escribió un buen artículo (sea dicho sin afán de peloteo o pretensión de subida de soldada, que es imposible). Y el Papa demostró que su elección, tan discutida, de no ir a la “reapertura” de Notre-Dama y sí a Ajaccio, fue muy inteligente, pues la tarde-noche del 7 de diciembre, Notre Dame estuvo repleta de zascandiles y con ellos se habría de encontrar el Papa. Por cierto, que en el aeropuerto Napoleón Bonaparte, momentos antes de volar a Roma en la tarde-noche de ayer, en Ajaccio, el Papa apenas prestó atención al regalo del presidente Macron, que consistió en un artístico libro, precisamente, sobre Notre Dame. 

Altar de la misa en Ajaccio
Altar de la misa en Ajaccio

Fue impresionante el comportamiento de las gentes de Ajaccio, destacándose la presencia muy numerosa de gente joven, lo cual fue señalado por el mismo Papa en la homilía de la Misa del apres-midi. Es de señalar que lo vivido en Ajaccio hizo olvidar la crisis de la Iglesia católica, especialmente en Francia, pues Francia, la fille aînée de l'Église, vivió y vive, acaso cada vez menos, un proceso de “descristianización”. A la indiferencia de Europa sobre las cuestiones de Dios, se refirió el Papa en el Discurso de clausura del congreso “Religiosidad popular en el Mediterráneo”, causa primera -eso se alegó- del viaje a la Isla de Belleza. 

La clausura del congreso me hizo recordar la cuarta Encíclica papal Dilexit Nos, en la que se escribe: “Ruego que nadie se burle de las expresiones de fervor creyente del santo pueblo fiel de Dios, que en su piedad popular intenta consolar a Cristo”. Y esa Encíclica sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo, nos hizo, a su vez, recordar al segundo libro del cardenal-obispo Bustillo, titulado El corazón no se divide, con prólogo del Papa. El navarro también escribe. Y en esa Encíclica, inevitablemente, el Papa jesuita tenía que referirse a la devoción jesuítica al Corazón de Jesús, aunque con mucha delicadeza, pues los números 143,144,145, 146 y 147 están encabezados por Resonancias en la Compañía de Jesús. 

El cardenal-obispo Bustillo, con ocasión de la Reapertura de Notre Dame, a primeros de diciembre, visitó estudios de radio y televisión, anunciando la importancia de la visita del Papa a Córcega, la primera de un papa y la tercera vez que un papa pisaría suelo francés, no yendo a París. Dio Bustillo las claves del futuro congreso acerca de la religiosidad popular, así como una visión peculiar de Córcega sobre la laicidad. Efectivamente, los análisis sobre la Piedad Popular y la laicidad “a lo corso” fueron el núcleo de las intervenciones de Bustillo y del Papa en la clausura del Congreso citado. El asunto es teológica y jurídicamente trascendental en un país, Francia, cuya ley sobre la Separación de Iglesias (en plural) y el Estado, de 1905, planteó y plantea muchos problemas y soluciones.  

La sensibilidad francesa sobre la separación “Iglesia (ahora en singular) y Estado” es muy grande, y se manifiesta ante cualquier acontecimiento en que surge lo religioso. Polémica hubo, por ejemplo, cuando el presidente Macrón manifestó querer pronunciar un discurso en el interior de la Catedral reaperturada el 7 de diciembre, no afuera en el parvis. Y la Iglesia sensible a esa separación, no vio “con buenos ojos” la pretensión presidencial, aceptándola posteriormente. La piedad popular de Córcega, que supone pasear en la vía pública imágenes de culto católico, fue muy cuestionada por laicistas a lo francés, generalmente residentes en París.

Por todo lo antecedente, fueron muy importantes las intervenciones del cardenal Bustillo y del Papa en el Palacio de Congresos de Ajaccio sobre la piedad popular y la laicidad. 

Francisco, con el cardenal Bustillo
Francisco, con el cardenal Bustillo

A.- Intervención del cardenal Bustillo:

“La laicidad es la laicidad” dijo, señalando a continuación que la laicidad “se encarna” en una cultura particular, siendo la historia, la geografía y la cultura las determinantes de las diferencias o particularidades. Y Córcega por ser tan peculiar –añadió Bustillo—tiene un concepto “suave” y dinámico de laicidad. 

Incluso Bustillo, en su discurso, se atrevió a afirmar que Córcega es “un laboratorio de laicidad para el continente”. Y se atrevió también a afirmar que la calle, los espacios públicos, en cuanto sitios ocupados por tradiciones populares, son espacios de carácter sagrado (amplia visión sagrada del espacio público). A buen seguro que tales manifestaciones a laicistas rígidos, parecerán excesivas. Y eso vale para tradiciones populares en Córcega, en Sicilia, y también en la Andalucía profesional; más aún, eso es una característica de todo el Mediterráneo. 

Y patrocinó Bustillo una profundización de las tradiciones corsas, que hacen visibles las creencias católicas.

B.- Intervención del Papa: 

El Discurso del Papa se dividió en dos partes, siendo su intervención más larga. Comenzó hablando de la piedad popular y concluyó con la laicidad.  

1.- Piedad popular: 

Comenzó hablando del Mediterráneo, cuna de civilizaciones, y del Próximo Oriente, tierra del Dios de Israel y de Cristo, el Hijo de Dios. Señaló el Papa la oposición indebida entre una cultura cristiana y una laica.

Citando a San Pablo VI habló de la bondad de la piedad popular, encarnada en unas culturas y tradiciones comunitarias. Citó el Papa también a Blaise Pascal, destacando los pequeños pasos en el movimiento ascendente de la fe, más importantes que las intelectuales pruebas sobre la existencia de Dios. Y una piedad popular -añadió el Pontífice- que es fuerza evangelizadora, luego, obra del Espíritu Santo, y debiendo distinguirse entre lo que es espiritualidad cristiana y lo que no lo es. 

El Papa destacó que la fe no es asunto privado, siendo objeto de testimonio, en rezos y obras, señalando la importancia de la labor también caritativa de las Hermandades o Cofradías. Y piedad popular que la enraizada en Córcega que no es superstición. 

Francisco, con la mujer más anciana de Ajaccio
Francisco, con la mujer más anciana de Ajaccio Vatican Media

2.- La laicidad: 

El Papa propuso un concepto evolutivo y dinámico de laicidad para el bien de la colectividad. Analizó el concepto de “sana laicidad” de Benedicto XVI, considerada necesaria e indispensable, exigiendo reciprocidad y continuo diálogo; diálogo franco y fructífero en las relaciones Iglesia-Estado, entre lo religioso y los intereses civiles. No instrumentalización de la Religión –dijo el Santo Padre y sí enriquecimiento de la política por causa de las creencias religiosas. 

Concluyó el Papa su intervención exhortando a los políticos a que escuchen al pueblo y que los pastores estén cerca de todos, que sean próximos.

Conceptos tan importantes, como el de la laicidad, han de ser tratados pausadamente, dejando para otros momentos desarrollos importantes sobre ello. Aprovechando el recuerdo de Francesco a Benedicto XVI, traigo a colación los grandes debates acerca de las ideas de Benedicto XVI con ocasión de su estancia en Paris, siendo presidente de la República Nicolás Sarkozy. Éste, en 2004, antes de ser presidente, publicó un interesante libro de entrevistas titulado significativamente La Republique, les religions, l´espérance.  

Un Sarkozy, que en su presidencia de la República (2007-2012) levantó numerosas protestas de los laicistas, tanto al tomar posesión de la “canonjía” (chanoine ) de San Juan de Letrán, en Roma, tanto al manifestar que “el instituteur no podrá nunca reemplazar al cura o al pastor, pues a aquél faltará siempre la radicalidad del sacrificio de su vida y el carisma de un compromiso portador de esperanza”.   

La historia de Córcega es, por su complejidad, interesante. Sobre esa historia escribió páginas interesantes el periodista Jean-Louis Andreani (Comprendre la Corse, Gallimard-Folio, 1999). Andreani señala: “El problema planteado a Francia es el de la actitud a adoptar ante la excepción corsa; una isla frecuentemente conquistada y jamás sumisa.  Una isla que, a partir de 1976, también tuvo su Frente de liberación nacional de Córcega (FLNC), responsable de muchas muertes por acciones terroristas, y que, como otras islas mediterráneas, en especial la italiana Sicilia, también es tierra de criminales organizados. 

Concluyo repitiendo que el viaje papal fue un éxito rotundo, aunque no viera a mi admirado monseñor Rino Fisichella, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, pues lo de Ajaccio también fue como Jubileo; y tampoco vi a monseñor Saiz Meneses, por lo de las procesiones y Hermandades de Sevilla, tan parecidas a las de Ajaccio.   

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