Bienvenida a los miembros de la familia salesiana
Al saludar al Rector Mayor y a los miembros del Consejo general, a los cardenales y a los obispos salesianos, el Santo Padre también dio la bienvenida a los peregrinos venidos de Boretto, pueblo natal de Artémides Zatti, y a los que llegaron desde Argentina y Filipinas. “Saludo a los miembros de la Familia salesiana provenientes de numerosos países del mundo, de modo particular a los salesianos coadjutores. Y un saludo especial – dirigió el Papa – a la persona que recibió la gracia de la curación por intercesión del beato, que mañana tendré la alegría de canonizar”.
Artémides, un migrante italiano en Argentina
A los peregrinos salesianos, el Papa Francisco les dijo que, le gustaría recordar la figura de Artémides Zatti desde cuatro puntos de vista. En primer lugar, como inmigrante. El Pontífice recordó que, los salesianos llegaron a Argentina en 1875 y en los inicios desarrollaron su apostolado en Buenos Aires y en otros lugares, sobre todo en favor de los inmigrantes italianos. “Artémides conoció a los salesianos en Bahía Blanca, donde había llegado en 1897 junto con su familia. Lamentablemente, muchos inmigrantes perdían el valor de la fe, absorbidos por el trabajo y los problemas que encontraban. Pero los Zatti, gracias a Dios, fueron una excepción. La participación en la vida de la comunidad cristiana, las relaciones cordiales con los sacerdotes, la oración común en su hogar y la frecuencia de los sacramentos no disminuyeron”.
Zatti, “pariente de todos los pobres”
Un segundo aspecto que destacó el Santo Padre de la figura de Artémides Zatti es que fue “pariente de todos los pobres”. La tuberculosis que lo afectó a la edad de veinte años parecía que debería haber puesto fin a todos sus sueños, pero, gracias a la curación obtenida por intercesión de María Auxiliadora, Artémides dedicó toda su vida a los enfermos, sobre todo a los más pobres, a los abandonados y a los descartados. Los hospitales de San José y de San Isidro fueron un recurso sanitario valioso y único, especialmente para atender a los pobres de Viedma y de la región de Río Negro; el heroísmo de Zatti los convirtió en lugares de irradiación del amor de Dios, donde el cuidado de la salud se volvió experiencia de salvación.
De este modo, un hospital se convirtió en la “Posada del Padre”, signo de una Iglesia que quiere ser rica de dones de humanidad y de gracia, morada del mandamiento del amor a Dios y a los hermanos, lugar de salud como signo de salvación. “El hospital y las casas de los pobres, que visitaba noche y día desplazándose en bicicleta, eran la frontera de su misión. Vivía la donación total de sí a Dios y la consagración de todas sus fuerzas al bien del prójimo. El trabajo intenso y la disponibilidad incansable para atender las necesidades de los pobres estaban animados por una profunda unión con el Señor, mediante la oración constante, la adoración eucarística prolongada y el rezo del rosario”.
Artémides, un salesiano coadjutor
En tercer lugar, señaló el Papa Francisco, lo vemos como salesiano coadjutor. Recordamos el hermoso testimonio que dio en 1915 en Viedma, con ocasión de la inauguración de un monumento a la memoria del padre Evasio Garrone, salesiano misionero y considerado por Artémides como insigne benefactor. En esa circunstancia hizo esta declaración: «Si estoy bueno y sano y en estado de hacer algún bien a mis prójimos enfermos, se lo debo al padre Garrone, Doctor, que viendo que mi salud empeoraba cada día, pues estaba afectado de tuberculosis con frecuentes hemoptisis, me dijo terminantemente que, si no quería concluir como tantos otros, hiciera una promesa a María Auxiliadora de permanecer siempre a su lado, ayudándole en la cura de los enfermos y él, confiando en María, me sanaría. CREÍ, porque sabía por fama que María Auxiliadora lo ayudaba de manera visible. PROMETÍ, pues siempre fue mi deseo ser de provecho en algo a mis prójimos. Y, habiendo Dios escuchado a su siervo, SANÉ».
Zatti, intercesor por las vocaciones
El cuarto y último rasgo que el Santo Padre indicó fue el de intercesor por las vocaciones. Y sobre esto el Papa narró una experiencia personal. “Cuando era Provincial de los Jesuitas de Argentina conocí la historia de Artémides Zatti, leí su biografía y le confié a él la petición al Señor de santas vocaciones a la vida consagrada laical para la Compañía de Jesús. Desde el momento que empezamos a rezar, por su intercesión, aumentaron considerablemente los jóvenes coadjutores; y eran perseverantes y muy comprometidos. Y de esa forma de testimonio de esa gracia que recibimos”.
Y a este respecto, deseo subrayar la importancia de la vocación de los hermanos. Lo he visto en la Compañía de Jesús y sé que igualmente se puede decir para los salesianos. Los hermanos tienen un carisma especial que se alimenta en la oración y en el trabajo. Y hacen bien a todo el cuerpo de la Congregación. Son personas de piedad, alegres, trabajadoras.
“En ellos no se ven “complejos de inferioridad” por el hecho de no ser sacerdotes, ni aspiran a ser diáconos. Son conscientes de su vocación y la quieren así”
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