¡Aceptarnos cómo somos!
¡Caballeros del Gran Heraldo del Rey!
¡Nos deslumbra la Vida!
Y a pesar de tenerla enfrente
No la vemos.
¡Ya no sabemos mirar de frente!
No aceptamos su Resplandor, ni su calor
En el trasiego de la faena diaria, de la rutina sin amor.
En la jaula de hojalata ¡que poco brilla!; la de las vanidades.
Y en el armario de las promesas perdidas
figura un cartel que reza así:
'Quiero ser nombrado Caballero cada día, Caballero de la No Paz y él No Bien'
Olvidando que en el Reino de nuestras tinieblas,
fuimos hechos para ser armados Caballeros de Paz y Bien.
Y así vamos envejeciendo y apagando el brillo de nuestra armadura,
de nuestra triste figura.
Con nuestro pobre y roto instrumento,
vamos desafinando cada día las cuerdas de nuestro Maestro Juglar Guitarrero.
¡Que paciencia tienes Guitarrero!
Yo solo soy un viejo laúd que toca de oído duro y solo suena a tristeza y desesperanza.
¡Que quise ser Caballero de la Vida que no era mía
pactando con mis demonillos!
Amando a trompicones en el campo de batalla que nos hemos creado
a nuestra imagen de hojalata, que ya perdió su brillo.
En el campo de batalla perdimos la memoria de lo que fuimos,
aliándonos con nuestros enemigos para ser cautivos sin derecho a rescate.
Perdimos una buena vida, por una de hojalata en carroza de Oro y Rubis falsos.
Así es la Vanidad del Señor del Mal, del príncipe de los Caballeros de Hojalata.
Pero Jesús, El Caballero del Reino de la Paz y la Alegría nos prometió y ya lo está cumpliendo.
¡Que el que pierda la vida por Él y su causa, la volverá a ganar! ( Lucas 9, 22-25)
Y Él te nombrará Caballero de La Paz y Bien, para dicha del mundo y gloria de tu Señor.