Mostrar la alegría verdadera de la humildad del Padre. En la Vida verdadera del Espíritu Santo.
¡Maestro, no me elegiste por mi humildad, sino para que sea humilde!
¡Maestro, no me elegiste por mi humildad, sino para que sea humilde!
¡Cada día me lo recuerdas!
Caminar como los menores Y con Francisco de Asís Acompañando a los niños del Evangelio, los predilectos de Jesús
Teniendo la cara limpia del maestro Sin tristeza en la mirada Con la sonrisa verdadera
Para servir a todos, y no poseer nada Ni tu propia vida Solo la vida en Jesús ¡Y el corazón de Padre! Y con Él harás su Voluntad día y Noche.
El humilde nada busca Su Yo ya murió en el Yo del Padre- Y descansa de verdad.
Porque cada día con los ojos virginales del niño Que destellan tu amor reciben la palabra en la mirada del Padre En los acontecimientos de cada día Y hacen lo que Él les demanda.
Todo es sencillo Para el que confía en Jesús. Como los niños del Evangelio.
¡Y así transcurre su vida Del Evangelio a la vida Siendo ya libre y dispuesto para todo...!
Mostrar la alegría verdadera de la humildad del Padre En el Camino recto del Padre En la Verdad del hijo prometido En la Vida verdadera del Espíritu Santo.
Y si acaso te preguntaron por Él responde siempre con su palabra, siempre con la palabra del Maestro Que es humilde y da la alegría verdadera, la del Evangelio.
Y no busques otra cosa Que lo ya recibido por Él Y por Él y por TÍ Da gracias a Dios siempre por ello.