¡María, Madre mía, no estás muerta, estás muy viva!
¡Esta tarde de verano te contemplo en una Virgen tallada del S. XIV!
¡Cuántas miradas recibiste! Y Cuántas plegarias escuchaste Y a todos atendiste: Madres de piel arrugada que pidieron por sus hijos tuyos
Hijos que te rogaron mil gracias: trabajos, enfermedad, amores y también mucho agradecimiento.
¡Ahora estamos los dos solo Que privilegio de amor Y me emociono sabiendo que puedo acariciarte tu rostro como lo hicieron antes muchos hijos tuyos!
Gracias por ver tus ojos, y verme yo en ellos. Gracias por acariar tus labios y ver tu sonrisa Gracias por tu sonrisa para que no dude que estás viva Y así contemplar a tu niño sentado entre tu trono, a tu amparo celestial. Y tú me has dejado a tu niño moreno un rato para dármelo a conocerlo un poco más
¡Madre mía! Tu bien sabes lo que necesito Y no me canso de pedírtelo noche y día Al final me lo darás por un muy querido hijo tuyo. ¡Confío en ello totalmente!
Y tú me dices que tenga paciencia La misma que tú tuviste con tu hijo en el calvario.
¡Y en esta tarde tú ya te has adelantado y me lo has dado! Ya me has dado lo que más quería- a tu hijo, para que lo haga mío Y así mi pequeño volverá Y quedará sano, como tú quisiste y ya será tuyo Para pronto acudir a tu regazo.
Y así, su padre, madre e hijo
Te daremos las gracias en tu presencia, siendo ya solo Uno.
Nos ha hecho ver,
Que contigo Madre, todo es posible Y sin ti nada es factible haciendo de lo imposible, posible Y de lo posible, amor de una madre.
Pues nunca se ha oído decir de ti Que al que te ha acogido, nunca se ha ido de vacío.