Anámnesis y anuncio kerygmático

Lo siento. No me resulta cómodo esquivar estas palabras tan raras. Son expresiones técnicas, de uso habitual entre los especialistas, que expresan con toda precisión lo que el autor quiere decir. Las dos palabras son de origen griego; la primera, “anamnesis” proviene del griego “mimneskomai”, que significa «recordar», «hacer memoria», y del sustantivo “mnemé”, que significa «recuerdo», «memorial». La segunda proviene del verbo griego “kerysso”, que significa «vocear», «anunciar», y del sustantivo “kêryx”, que significa «heraldo», «pregonero».

Anámnesis (Memorial). Es cierto que todo el conjunto del banquete eucarístico es un memorial; sin embargo, hay un momento especial, después de las palabras del relato, en el cual se concentra y se sustancia de forma específica la función conmemorativa de la eucaristía. La anamnesis es una respuesta a las palabras del Señor «cuando hagáis esto, hacedlo en memoria mía» (1Cor 11, 24-25).

El memorial no falta nunca en las plegarias de acción de gracias. Es una pieza insustituible, esencial. No hay ningún modelo de anáfora en el que falte la anamnesis. Es una clara referencia al carácter anamnético que da sentido y deine a la eucaristía. Lo mismo que la última cena fue un memorial de la pascua del Señor, de su muerte en la cruz y su resurrección, de igual manera la eucaristía celebrada en la Iglesia es un memorial del acontecimiento pascual de Cristo.

La anamnesis no es un mero recuerdo psicológico, sentimental, de los acontecimientos del Señor. Es una memoria sacramental, eficaz, que hace presente y actual lo que conmemora. Esa es la fuerza extraordinaria del memorial eucarístico. En el momento de la celebración se concentra, se hace presente, la totalidad del misterio pascual del Señor, desde la entrega sacrificial de su vida en la cruz, hasta su resurrección, su retorno glorioso al Padre y su última venida, al final de los tiempos, para hacer nuevas todas las cosas y consumar la plenitud de la pascua. Como puede apreciarse, confluyen aquí la fuerza anamnética de la eucaristía y su honda dimensión pascual.

Ahora quiero enganchar todo este discurso, esta visión de la anamnesis, con el tema del kerigma. Porque la eucaristía no es sólo recuerdo; es también anuncio, proclamación, praedicatio y anuncio kerygmático. Hay que tener presente que los acontecimientos recogidos en la anamnesis, los que constituyen su contenido esencial, de carácter claramente cristológico, coinciden con el contenido de la primitiva predicación apostólica.
Conocemos este tipo de anuncio kerygmático a través de los primeros discursos de Pedro, a raíz de la experiencia de pentecostés (Hch 2, 14-39; 3, 12-26; 4, 9-12; 5, 29-32; 10, 34-43), y uno de Pablo (Hch 13, 16-41). En estos discursos los apóstoles no imparten doctrinas o enseñanzas morales; anuncian un hecho, el acontecimiento pascual de Cristo, su muerte y su resurrección gloriosa. Su intención no es adoctrinar, sino provocar la fe de los oyentes, su adhesión a la persona y al mensaje de Jesús. El apóstol no se presenta como un maestro sino como un testigo; ellos son los mensajeros, los pregoneros de la buena noticia.

La anamnesis también es un anuncio; un anuncio escueto, nítido, sin aditamentos superfluos. En esas palabras se concentra lo nuclear de nuestra fe cristiana. Por eso el memorial en la eucaristía se convierte en predicación, en anuncio misionero y en confesión de fe. La anamnesis es una invitación permanente, dirigida a la asamblea, para que renueve su fe, su adhesión incondicional al mensaje. Por eso la eucaristía es, al mismo tiempo, proclamación exultante de las acciones de Dios, reconocimiento de su presencia misteriosa en los acontecimientos, anuncio gozoso del misterio pascual, celebración y actualización de su presencia salvadora y adhesión incondicional, a través de la confesión de fe, a la persona y al mensaje de Jesús de Nazaret.

Concluyo esta reflexión destacando, a partir de lo dicho, la dimensión evangelizadora de la eucaristía. Es cierto que, en términos estrictos, la eucaristía no pertenece al ámbito de la actividad misionera de la Iglesia. Porque la eucaristía sólo tiene sentido en el marco de una comunidad creyente y evangelizada. Sin embargo, sin caer en purismos conceptuales extremos, podemos asegurar que, en la celebración eucarística, la asamblea experimenta un anuncio misionero renovado y la exigencia de una renovada adhesión de fe al mensaje hay un reconocimiento más arraigado del señorío de Cristo. En todo este juego de valores y contornos misioneros, kerygmáticos, de la eucaristía juegan un papel determinante las palabras de la anamnesis. Es lo que quería decir.
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