Descargo de conciencia 18-VIII-2018
Amigos.
Si recordáis, el 6 de julio pasado, con ocasión del Día llamado del “Orgullo gay”, mis reflexiones -con mi Punto de vista particular sobre el llamativo evento- llevaban este rótulo: Orgullo gay y otros orgullos. Al cerrar el ensayo, escribí esta frase: “Pronto me voy a ver en un evento así, de un familiar próximo. Iré a la ceremonia civil. Respetando su libertad y su decisión de persona adulta, es posible que incluso le aplauda discretamente por cortesía y afecto, y también por devoción a la libertad de las conciencias.
Hoy, al venirme –ya tarde- de dicha ceremonia civil, completo mis apuntes del ensayo anterior haciéndoos llegar –a la letra- las palabras que dije a los asistentes, con ocasión de la ceremonia.
Al hacerlo así, cumplo un deber de lealtad; conmigo mismo ante todo, pero no menos con mis familiares y amigos. Con la Iglesia y con Dios, creo que también. Y por esto, sobre todo, lo hago.
Respeto y libertad
Hace tiempo, Rafa –mi sobrino-, entre azorado y temeroso, me anunció su boda con Mark. Y me preguntó si asistiría. Cuando le dije –sin dudarlo siquiera- que lo haría, añadió que le gustaría que dijera unas palabras ese día. También lo prometí hacerlo.
He cumplido mi promesa de estar en la boda –digo boda y no matrimonio, por razones obvias- y ahora me dispongo a decir las prometidas palabras.
Al ponerme a pensar lo que iba a decir, confieso haberme sentido como en la piel de Lope de Vega, cuando le pidieron que compusiera su primer soneto –pieza literaria, como saben todos, nada fácil de hacer. La sinceridad del poeta se hizo ya prodigio de ingenio al enhebrar la primera estrofa: “Un soneto me manda hacer Violante y en mi vida me he visto en tal aprieto. Catorce versos dicen que es soneto; burba burlando van ya tres delante…”. Pero –me pregunto- ¿en mi vida me he visto en un aprieto así? No. Realmente no.
He asistido –más de una vez y de dos- a ceremonias civiles de matrimonio y he hablado en algunas de ellas; ante el Sr. Alcalde de san Sebastián, Odón Elorza, por ejemplo; en Hernani otra vez en la boda de unos amigos que me pidieron les acompañara. Y algunas otras veces más.
No es lo mismo, dirán algunos.
Exactamente lo mismo no, aunque parecido sí.
Cuando, en 2005, el gpbierno Zapatero promulgó la ley de matrimonio de personas del mismo sexo –no sólo por tanto de los homosexuales, sino de dos hombres o dos mujeres cualesquiera- lo primero que hice fue organizar y dar un curso entero sobre la homosexualidad, para analizarla en todas las perspectivas posibles. Y más de una vez he repetido una frase que, si para algunos ha podido sonar a provocadora, a mí me parece del todo normal: “Los homosexuales también son hjjos de Dios”.
Dos o tres años más tarde, la Fundación Valdedios de Asturias me invitó a un debate con el catedrático de Derecho Constitucional de la universidad de Oviedo: sobre la invocación del derecho a la objeción de conciencia –ante estas celebraciones- por parte de alcaldes y concejales. Defendí allí que este derecho es perfectamente aplicable a toda ley que se considere en conflicto con la conciencia de uno; que la objeción a la ley por motivos de conciencia es derecho de la persona individua, pero no del cargo que la persona ocupa; y que –por el cargo- esa persona está obligada a cumplir las leyes o a dimitir del cargo si no encontrara otro –concejal, por ejemplo- para sustituirle.
Quiero decir con esto que no me asustan -porque no me han asustado nunca- los “miuras”. Al contrario, creo que, toreando “miuras” y no “cabestros”, es como se engancha uno con el buen toreo y pasa de largo del toreo de salón.
Estoy por tanto aquí y voy a decir a mi sobrino y a Mark dos o tres cosas con motivo de la boda, con brevedad porque no es ocasión, ni de discursos ni de homilías. Nada de eso viene a cuento en este momento.
He de decir ante todo que –a parte de por el cariño a mi sobrino- estoy aquí con naturalidad y sin complejos, sin sentirme fuera de lugar; y que la palabra que va a entreverar de lleno mi relato se llama “respeto”. Respeto de doble cuño: por un lado, respeto a lla libertad del “otro”, quienquiera que sea; y, por el otro, respeto a la ley.
La libertad de pensamiento y de conciencia es –para mí como para casi todos- la primera de las libertades y la que cimenta algunos de los derechos más fundamentales del hombre; entre ellos, el de libertad religiosa o, a “sensu contrario”, la de ser ateo, indiferente o agnóstico.
Y el respeto a las leyes, en su calidad suprema de garantía irrecusable de la vida del hombre en sociedad. “Nos hacemos servidores de las leyes para poder ser libres”, dijo ya aquel tribuno romano llamado Cicerón en su tratado sobre las leyes. Es cierpo que restan libertad las leyes, pero sin leyes –justas y las justas- no se puede hablar de libertad en ninguna sociedad.
Ser respetuoso con la conciencia de los otros, como ser respetuoso con la ley, es perfectamente cristiano; sin que ello quiera decir, naturalmente, que el ”respeto” o ser respetuoso equivalga a tragarse vivas las cosas, o sea, sin cocerlas. guisarlas y masticarlas bien antes.
Y pienso que el respeto ha de ponerse por encima de ideas, conveniencias y oportunismos. He procurado, no sé si lo he conseguido siempre, hacerlo regla de vida. Respeto, sin prejuicios ni distingos.
De mis jugosas anécdotas donostiarras, recuerdo aquel día, en que Luisito Alday, abogado, me llamó la atención porque –estando yo a la máquina de escribir las declaraciones-,el otro abogado -socialista y buen amigo también, Fernando Múgica-, se sentara en mi silla de juez. Me limité a contestarle: No te preocupes; no creo que me contagie que Fernando se siente en mi sillón. Al poco tiempo, Fernando Múgica me pidió que le bautizara a su primer nieto. Y lo hice con mucho gusto. A los dos días del bautizo, un canalla de la Eta le daba dos tiros en la calle de San Martín de Donosti. Me ofrecí a celebrar su funeral, aunque ante mí alardeara muchas veces de agnóstico. Fui su amigo y me honra haberlo sido.
Dicho lo cual, que creo suficiente, lo que me queda por decir es sólo esto. Enhorabuena y mucha suerte.
Disculpen ustedes.
SANTIAGO PANIZO (18-VIII- 2018)
Si recordáis, el 6 de julio pasado, con ocasión del Día llamado del “Orgullo gay”, mis reflexiones -con mi Punto de vista particular sobre el llamativo evento- llevaban este rótulo: Orgullo gay y otros orgullos. Al cerrar el ensayo, escribí esta frase: “Pronto me voy a ver en un evento así, de un familiar próximo. Iré a la ceremonia civil. Respetando su libertad y su decisión de persona adulta, es posible que incluso le aplauda discretamente por cortesía y afecto, y también por devoción a la libertad de las conciencias.
Hoy, al venirme –ya tarde- de dicha ceremonia civil, completo mis apuntes del ensayo anterior haciéndoos llegar –a la letra- las palabras que dije a los asistentes, con ocasión de la ceremonia.
Al hacerlo así, cumplo un deber de lealtad; conmigo mismo ante todo, pero no menos con mis familiares y amigos. Con la Iglesia y con Dios, creo que también. Y por esto, sobre todo, lo hago.
Respeto y libertad
Hace tiempo, Rafa –mi sobrino-, entre azorado y temeroso, me anunció su boda con Mark. Y me preguntó si asistiría. Cuando le dije –sin dudarlo siquiera- que lo haría, añadió que le gustaría que dijera unas palabras ese día. También lo prometí hacerlo.
He cumplido mi promesa de estar en la boda –digo boda y no matrimonio, por razones obvias- y ahora me dispongo a decir las prometidas palabras.
Al ponerme a pensar lo que iba a decir, confieso haberme sentido como en la piel de Lope de Vega, cuando le pidieron que compusiera su primer soneto –pieza literaria, como saben todos, nada fácil de hacer. La sinceridad del poeta se hizo ya prodigio de ingenio al enhebrar la primera estrofa: “Un soneto me manda hacer Violante y en mi vida me he visto en tal aprieto. Catorce versos dicen que es soneto; burba burlando van ya tres delante…”. Pero –me pregunto- ¿en mi vida me he visto en un aprieto así? No. Realmente no.
He asistido –más de una vez y de dos- a ceremonias civiles de matrimonio y he hablado en algunas de ellas; ante el Sr. Alcalde de san Sebastián, Odón Elorza, por ejemplo; en Hernani otra vez en la boda de unos amigos que me pidieron les acompañara. Y algunas otras veces más.
No es lo mismo, dirán algunos.
Exactamente lo mismo no, aunque parecido sí.
Cuando, en 2005, el gpbierno Zapatero promulgó la ley de matrimonio de personas del mismo sexo –no sólo por tanto de los homosexuales, sino de dos hombres o dos mujeres cualesquiera- lo primero que hice fue organizar y dar un curso entero sobre la homosexualidad, para analizarla en todas las perspectivas posibles. Y más de una vez he repetido una frase que, si para algunos ha podido sonar a provocadora, a mí me parece del todo normal: “Los homosexuales también son hjjos de Dios”.
Dos o tres años más tarde, la Fundación Valdedios de Asturias me invitó a un debate con el catedrático de Derecho Constitucional de la universidad de Oviedo: sobre la invocación del derecho a la objeción de conciencia –ante estas celebraciones- por parte de alcaldes y concejales. Defendí allí que este derecho es perfectamente aplicable a toda ley que se considere en conflicto con la conciencia de uno; que la objeción a la ley por motivos de conciencia es derecho de la persona individua, pero no del cargo que la persona ocupa; y que –por el cargo- esa persona está obligada a cumplir las leyes o a dimitir del cargo si no encontrara otro –concejal, por ejemplo- para sustituirle.
Quiero decir con esto que no me asustan -porque no me han asustado nunca- los “miuras”. Al contrario, creo que, toreando “miuras” y no “cabestros”, es como se engancha uno con el buen toreo y pasa de largo del toreo de salón.
Estoy por tanto aquí y voy a decir a mi sobrino y a Mark dos o tres cosas con motivo de la boda, con brevedad porque no es ocasión, ni de discursos ni de homilías. Nada de eso viene a cuento en este momento.
He de decir ante todo que –a parte de por el cariño a mi sobrino- estoy aquí con naturalidad y sin complejos, sin sentirme fuera de lugar; y que la palabra que va a entreverar de lleno mi relato se llama “respeto”. Respeto de doble cuño: por un lado, respeto a lla libertad del “otro”, quienquiera que sea; y, por el otro, respeto a la ley.
La libertad de pensamiento y de conciencia es –para mí como para casi todos- la primera de las libertades y la que cimenta algunos de los derechos más fundamentales del hombre; entre ellos, el de libertad religiosa o, a “sensu contrario”, la de ser ateo, indiferente o agnóstico.
Y el respeto a las leyes, en su calidad suprema de garantía irrecusable de la vida del hombre en sociedad. “Nos hacemos servidores de las leyes para poder ser libres”, dijo ya aquel tribuno romano llamado Cicerón en su tratado sobre las leyes. Es cierpo que restan libertad las leyes, pero sin leyes –justas y las justas- no se puede hablar de libertad en ninguna sociedad.
Ser respetuoso con la conciencia de los otros, como ser respetuoso con la ley, es perfectamente cristiano; sin que ello quiera decir, naturalmente, que el ”respeto” o ser respetuoso equivalga a tragarse vivas las cosas, o sea, sin cocerlas. guisarlas y masticarlas bien antes.
Y pienso que el respeto ha de ponerse por encima de ideas, conveniencias y oportunismos. He procurado, no sé si lo he conseguido siempre, hacerlo regla de vida. Respeto, sin prejuicios ni distingos.
De mis jugosas anécdotas donostiarras, recuerdo aquel día, en que Luisito Alday, abogado, me llamó la atención porque –estando yo a la máquina de escribir las declaraciones-,el otro abogado -socialista y buen amigo también, Fernando Múgica-, se sentara en mi silla de juez. Me limité a contestarle: No te preocupes; no creo que me contagie que Fernando se siente en mi sillón. Al poco tiempo, Fernando Múgica me pidió que le bautizara a su primer nieto. Y lo hice con mucho gusto. A los dos días del bautizo, un canalla de la Eta le daba dos tiros en la calle de San Martín de Donosti. Me ofrecí a celebrar su funeral, aunque ante mí alardeara muchas veces de agnóstico. Fui su amigo y me honra haberlo sido.
Dicho lo cual, que creo suficiente, lo que me queda por decir es sólo esto. Enhorabuena y mucha suerte.
Disculpen ustedes.
SANTIAGO PANIZO (18-VIII- 2018)