Dios...más a la vista 17-XII-2018
La existencia y la presencia de Dios no se demuestran; se sienten; y, si lo apuramos más, se viven. Como, además y por obvias razones, los hombres naturalmente carecemos de vocabulario para enfrentarnos o encararnos a lo divino –es idea feliz de Harold Bloom-, nos faltan medios y modos para diseñar, al modo humano, su Verdad infinita.
Por otra parte, Dios no es un profesor de filosofía o de matemáticas, como han pretendido y quizá pretenden algunos. “Aristóteles –anota Ortega y Gasset- quiere hacer de Dios un profesor de filosofía en superlativo. Yo ando muy lejos –añade- de pretender semejante cosa” (cfr. Verdad y perspectiva, en Confesiones de El Espectador, Obras, Alianza Edit., vol. II, pp. 17-18). Y como Dios no es eso, no hace falta dárselas de matemático o de filósofo para encontrarse con Él.
Creo, por ello, que se equivocan los que así, por estas vías, lo piensan encontrar, o quienes por ellas lo pretenden ver.
Dios es amor; ante todo y sobre todo, es amor. Y como bien se sabe que, en el amor y en las cuestiones de amor, la teoría es lo último y teorizar con el amor es como “irse por los cerros de Úbeda”, y al amor no se le argumenta tanto con razones como con devolución de amor y con obras de amor, pienso que han de verse los caminos de Dios con meta en el hombre mucho más en línea de obras de amor que en otras magnitudes más espectaculares o cenitales que las naturales y propias del amor.
Como una posibilidad nunca es un hecho y, por eso, los hechos de amor no se corresponden a meras posibilidades de amor, fácil será pensar en obras de amor cuando el de Dios al hombre se traduce en “hacerse hombre” –“El Verbo de Dios se hace carne humana”, del Evangelio. Y se hace Hombre por una “política” de Dios de aproximación y cercanía; es decir, para que -estando a mano y tan cerca, conociéndolo así, en esta cercanía, más de lo que es posible por otros medios de ciencia y técnica (por carencia, como decimos,del vocabulario adecuado) se pudiera llegar hasta Él por un conocimiento más al vivo y, así, poder amarlo más y mejor.
¿Acaso no es verdad que el Verbo, Dios mismo, la Palabra con mayúscula, se hace hombre con la sola finalidad de ”evangelizar a Dios”?; ¿para dar la Buena Noticia de Dios sobre todo lo que el hombre necesita saber para conocer y amar a Dios? ¿No es eso el Evangelio de Jesús?.
¿No está en esto –ya de lleno- la próxima Navidad? ¿No es esto, acaso, la verdadera Navidad?
+++
Este tercer domingo del Adviento cristiano es llamado de “gaudete”-alegraos.
La idea central –la que la Iglesia busca inculcar a los cristianos por medio de la liturgia de este domingo- es que la alegría es una virtud cristiana, de las primeras en la estela de una fe sentida y vivida; y que la alegría cristiana deriva de una idea esencial al Cristianismo: “Dios está cerca”, como refiere hoy el apóstol Pablo. Y esta cercanía –para el hombre problemático y dramático de siempre y el de ahora más-, llevando consigo seguridad y fortaleza, no podrá por menos de alentar y estimular la alegría del vivir, como el propio apóstol rubrica en nexo inescindible y necesario con la proximidad de Dios.
Dios está cerca y ello produce tranquilidad, seguridad, esperanza y gozo.
Tan cerca está, que- como asegura el libro del Deuteronomio- ningún otro pueblo tiene a sus dioses tan cerca de si como está cerca de nosotros nuestro Dios.
Tan cerca está, hasta posiblemente perder perspectiva y no verle, desconcertados o tal vez cegados por la misma proximidad, que puede sonar a paradoja, aunque no lo es, porque hay veces que las evidencias ciegan y aquí puede darse una de ellas.
Tan cerca está en su compromiso de amor con el hombre, que no sólo decidió que nada de lo humano le fuera ajeno, a Él, que en su empeño de hacernos “hombres”, sino que no tuvo recelo alguno en abrirle las puertas de “lo divino”.
El “Dios a la vista”, como nunca lo estuvo antes, es el Dios de la Navidad. Y en la versión del “Dios con nosotros” puede verse la expresión más atinada y vigorosa de lo que, un año más, trae consigo la Navidad.
“Expectación”, pues, bien puede ser la palabra más apropiada para significar una actitud verdaderamente cristiana ante el gran misterio de la venida de Dios, no de cualquier modo, sino vistiendo carne de hombre, para instalarse –vital y vitaliciamente- dentro de la historia humana, como parte activa en ella y como uno más de nosotros.
Expectación que es espera, una espera no tanto curiosa o caramelizada como anhelante y proyectiva.
Y expectantes -cada año- quiere a los cristianos la liturgia de este domingo 3º del Adviento, como expectante pinta el Evangelio de hoy al “pueblo” aquel, admirado ante Juan el Bautista por los signos inminentes de la venida y la llegada de Dios.
+++
Ante la espera de lo inmediato –poco más de ocho días fantan ya para la gran rememoración-; ante el auténtico revulsivo, que fue, de toda la historia humana, aquella primera Navidad; ante el momento más estelar y culminante, de lo nunca visto ni soñado-, la pregunta de la gente de los más diferentes colores y sabores brota y salta de los labios lógica y obligada: ¿qué tenemos que hacer nosotros?.
El publicano, el militar, el pueblo entero… Todo era expectación y ganas de tocar y pisar el centro y no irse por tangente. Todo suena a conversión, a cambio, a reforma…
Sin embargo, el Dios que viene a liberar y redimir a todo el que lo quiere y lo busca, no salva ni redime a nadie que no lo quiera; porque respeta su compromiso con la libertad del hombre al diseñarlo como lo hizo. Además, como las respuestas de fe son respuesta de obras o no son ninguna respuesta y las obras son amores, es fácil entrever por dónde han de ir, en cristiano, las actitudes y respuestas ante la Navidad: que no es una fiesta pagana ni de solsticio alguno por mucho que se trate de dorar la píldora.
Cambio y reforma. Pero reformar es no tan sólo desprenderse de malos usos o quitar abusos. Es, además de eso, algo positivo: poner usos nuevos en la vida del que busca reformarse o regenerarse.
Dios está cerca y es alegría; pero con alegrarse no basta…
Dios está muy cerca del hombre: a la puerta y llama. En uso de la libertad, se puede no responder. Allá cada cual con su libertad…
Para el desaire que sería, en un creyente cristiano, no responder a Dios cuando llama, puede valer hoy –este domingo de ya inmediatas expectativas navideñas- el conocido soneto de Lope de Vega -Qué tengo yo que mi amistad procuras-, en el admirable soliloquio del creyente que porta el cuarteto final, de tan operante psicología, de tan intensa poesía navideña. “Cuántas veces el ángel me decía: alma, asómate agora a la ventana y verás con cuánto amor llamar porfìa; y cuántas, hermosura soberana”, mañana le abriremos respondía, para lo mismo responder mañana!”.
SANTIAGO PANIZO ORALLO
Por otra parte, Dios no es un profesor de filosofía o de matemáticas, como han pretendido y quizá pretenden algunos. “Aristóteles –anota Ortega y Gasset- quiere hacer de Dios un profesor de filosofía en superlativo. Yo ando muy lejos –añade- de pretender semejante cosa” (cfr. Verdad y perspectiva, en Confesiones de El Espectador, Obras, Alianza Edit., vol. II, pp. 17-18). Y como Dios no es eso, no hace falta dárselas de matemático o de filósofo para encontrarse con Él.
Creo, por ello, que se equivocan los que así, por estas vías, lo piensan encontrar, o quienes por ellas lo pretenden ver.
Dios es amor; ante todo y sobre todo, es amor. Y como bien se sabe que, en el amor y en las cuestiones de amor, la teoría es lo último y teorizar con el amor es como “irse por los cerros de Úbeda”, y al amor no se le argumenta tanto con razones como con devolución de amor y con obras de amor, pienso que han de verse los caminos de Dios con meta en el hombre mucho más en línea de obras de amor que en otras magnitudes más espectaculares o cenitales que las naturales y propias del amor.
Como una posibilidad nunca es un hecho y, por eso, los hechos de amor no se corresponden a meras posibilidades de amor, fácil será pensar en obras de amor cuando el de Dios al hombre se traduce en “hacerse hombre” –“El Verbo de Dios se hace carne humana”, del Evangelio. Y se hace Hombre por una “política” de Dios de aproximación y cercanía; es decir, para que -estando a mano y tan cerca, conociéndolo así, en esta cercanía, más de lo que es posible por otros medios de ciencia y técnica (por carencia, como decimos,del vocabulario adecuado) se pudiera llegar hasta Él por un conocimiento más al vivo y, así, poder amarlo más y mejor.
¿Acaso no es verdad que el Verbo, Dios mismo, la Palabra con mayúscula, se hace hombre con la sola finalidad de ”evangelizar a Dios”?; ¿para dar la Buena Noticia de Dios sobre todo lo que el hombre necesita saber para conocer y amar a Dios? ¿No es eso el Evangelio de Jesús?.
¿No está en esto –ya de lleno- la próxima Navidad? ¿No es esto, acaso, la verdadera Navidad?
+++
Este tercer domingo del Adviento cristiano es llamado de “gaudete”-alegraos.
La idea central –la que la Iglesia busca inculcar a los cristianos por medio de la liturgia de este domingo- es que la alegría es una virtud cristiana, de las primeras en la estela de una fe sentida y vivida; y que la alegría cristiana deriva de una idea esencial al Cristianismo: “Dios está cerca”, como refiere hoy el apóstol Pablo. Y esta cercanía –para el hombre problemático y dramático de siempre y el de ahora más-, llevando consigo seguridad y fortaleza, no podrá por menos de alentar y estimular la alegría del vivir, como el propio apóstol rubrica en nexo inescindible y necesario con la proximidad de Dios.
Dios está cerca y ello produce tranquilidad, seguridad, esperanza y gozo.
Tan cerca está, que- como asegura el libro del Deuteronomio- ningún otro pueblo tiene a sus dioses tan cerca de si como está cerca de nosotros nuestro Dios.
Tan cerca está, hasta posiblemente perder perspectiva y no verle, desconcertados o tal vez cegados por la misma proximidad, que puede sonar a paradoja, aunque no lo es, porque hay veces que las evidencias ciegan y aquí puede darse una de ellas.
Tan cerca está en su compromiso de amor con el hombre, que no sólo decidió que nada de lo humano le fuera ajeno, a Él, que en su empeño de hacernos “hombres”, sino que no tuvo recelo alguno en abrirle las puertas de “lo divino”.
El “Dios a la vista”, como nunca lo estuvo antes, es el Dios de la Navidad. Y en la versión del “Dios con nosotros” puede verse la expresión más atinada y vigorosa de lo que, un año más, trae consigo la Navidad.
“Expectación”, pues, bien puede ser la palabra más apropiada para significar una actitud verdaderamente cristiana ante el gran misterio de la venida de Dios, no de cualquier modo, sino vistiendo carne de hombre, para instalarse –vital y vitaliciamente- dentro de la historia humana, como parte activa en ella y como uno más de nosotros.
Expectación que es espera, una espera no tanto curiosa o caramelizada como anhelante y proyectiva.
Y expectantes -cada año- quiere a los cristianos la liturgia de este domingo 3º del Adviento, como expectante pinta el Evangelio de hoy al “pueblo” aquel, admirado ante Juan el Bautista por los signos inminentes de la venida y la llegada de Dios.
+++
Ante la espera de lo inmediato –poco más de ocho días fantan ya para la gran rememoración-; ante el auténtico revulsivo, que fue, de toda la historia humana, aquella primera Navidad; ante el momento más estelar y culminante, de lo nunca visto ni soñado-, la pregunta de la gente de los más diferentes colores y sabores brota y salta de los labios lógica y obligada: ¿qué tenemos que hacer nosotros?.
El publicano, el militar, el pueblo entero… Todo era expectación y ganas de tocar y pisar el centro y no irse por tangente. Todo suena a conversión, a cambio, a reforma…
Sin embargo, el Dios que viene a liberar y redimir a todo el que lo quiere y lo busca, no salva ni redime a nadie que no lo quiera; porque respeta su compromiso con la libertad del hombre al diseñarlo como lo hizo. Además, como las respuestas de fe son respuesta de obras o no son ninguna respuesta y las obras son amores, es fácil entrever por dónde han de ir, en cristiano, las actitudes y respuestas ante la Navidad: que no es una fiesta pagana ni de solsticio alguno por mucho que se trate de dorar la píldora.
Cambio y reforma. Pero reformar es no tan sólo desprenderse de malos usos o quitar abusos. Es, además de eso, algo positivo: poner usos nuevos en la vida del que busca reformarse o regenerarse.
Dios está cerca y es alegría; pero con alegrarse no basta…
Dios está muy cerca del hombre: a la puerta y llama. En uso de la libertad, se puede no responder. Allá cada cual con su libertad…
Para el desaire que sería, en un creyente cristiano, no responder a Dios cuando llama, puede valer hoy –este domingo de ya inmediatas expectativas navideñas- el conocido soneto de Lope de Vega -Qué tengo yo que mi amistad procuras-, en el admirable soliloquio del creyente que porta el cuarteto final, de tan operante psicología, de tan intensa poesía navideña. “Cuántas veces el ángel me decía: alma, asómate agora a la ventana y verás con cuánto amor llamar porfìa; y cuántas, hermosura soberana”, mañana le abriremos respondía, para lo mismo responder mañana!”.
SANTIAGO PANIZO ORALLO