Endiablado binomio - Libertad y Autroridad 23-VIII-2018

Hace más de 50 años adquirí en una librería de San Juan de Luz un librito titulado así: Libertad y Autoridad. Este pequeño gran libro –que con frecuencia releo porque tiene mucha miga para no vivir a ciegas ni “a tontas y a locas”- se refiere a la educación de los niños y, en particular, al tan dialéctico como inescindible “quantum” de libertad y “quantum” de autoridad han de mezclarse para obtener una educación equilibrada y sin protuberancias; es decir, unas dosis justas de libertad y otras tantas de autoridad; una libertad que desarrolle la personalidad, nutriendo y marcando caminos de razón a la racionalidad del niño; pero también agregando unas dosis justas de autoridad para evitar que, con dosis elevadas -más de la cuenta- de libertad, la razón y la voluntad se desmadren hasta crear monstruos, cosa muy posible con una libertad desmadrada. Que, aunque “educar” no sea, ni mucho menos, una matemática, hay normas –y este libro las muestra- que valen de algo y quizás de mucho en la noble pero ardua tarea de educar personas humanas.

Hoy, al son del suceso de Ceuta de ayer, me vuelvo –y conmigo lo hacen mis reflexiones de esta mañana- a las páginas del librito Liberté et autorité; y no tanto ni sólo para releerlas –que también-, como para ver en ellas reflejos vivos de lo que está pasando con las irrupciones –violentas ya y preocupantes- de cientos de emigrantes sobre las ciudades de Ceuta y Melilla.
Por eso, porque la cuestión importa y preocupa a buena parte del “pueblo” y no es cosa de mirar para otro lado cuando se ponen en juego cosas muy serias, mis reflexiones giran en torno a este recurrente suceso que, por todas las trazas, no se arregla sólo con promesas de retirar “cncertinas” -obra muy fácil de hacer-, sino que exige buena mano y mejores ojos; y ponerse a ello antes de que sea ya demasiado tarde.

Mis reflexiones se fijan –por una parte- en esas gentes -africanas sobre todo-, que, llevadas por necesidad y desesperación, buscan seguridad y pan ; y por otra, en las fuerzas del orden -guardias civiles especialmente- forzadas a cumplir con su deber –el que les urgen los que gobiernan- hasta verse hostigadas, maltratados y rociadas con cal viva, con mierda y con ácidos corrosivos…..

El espectáculo es dantesco como quiera que se le mire; por una y por otra parte; por parte de los que se juegan la vida invocando derechos sagrados y de los que se la juegan por imperativos del deber pero aguantando carencias evidentes y miradas hacia otro lado de quienes debieran, por imperativos también, ocuparse algo más de ellos, de lo que tienen, de lo que ganan menos que otros de su misma condición pero mejor mirados y de lo que han de soportar por su servicio a la sociedad.
Claro está igualmente que no es fácil compaginar, ni en esto de encauzar bien la emigración, ni en educar a los niños, ni en nada, estos dos vectores de orientación y desarrollo de la vida de los hombres en sociedad, mezclando dosis justas de ambos.
Es palpable –por otro lado- que “autoridad” y “libertad” se rigen por metros dispares en el aprecio de las gentes: si “autoridad” evoca desventuras, “libertad” no cesa de recibir plácemes y parabienes .
No es fácil ni plausible en estos tiempos “buenistas”, -que no buenos por desgracia para todos- enseñar la oreja, , ni plato de gusto razonable optar por la libertad o por la autoridad y, mejor, por un equilibrio de ambas, sin exponerse a la chanza o mofas de “cantamañanas ilustrados”. Es cosa de ese “buenismo” fofo, antediluviano, que se lleva como aura benéfica de la llamada “sociedad del bienestar”

No es fásci ni cómodo…. Y hay en esto, como en tantas otras cosas de primera necesidad que “mpjarse”; pero “mojarse” “a modo” y sin caer en las idioteces o falsedades de los dos extremos. “Mojarse” es echarse al agua de la responsabilidad n materia de libertad y un pruidente “guardar la ropa” enn pero hacer Algo en cuestiones en que la Autioruidad se necesita para que la libertad no se desmadre.

Ante el reto de las migraciones -fenómeno que ha hecho la vida entera de la humanidad, desde Babel hasta Lampedusa y, ahora mismo, entre nosotros, Ceuta y Melilla.
Entre “mojarse” o instalarse en ese limbo paradisiaco del confort intelectual hay –creo- el término medio del justo aristotélico: “mojarse” haciendo algo aunque parezca poco y justificar lo que se haga -hacer no es ni prometer ni mirar a otro lado ni gesticular tan sólo- con la verdad de las obras y no con el bla-bla-bla de unas palabras no siempre buenas, acertadas u oportunas.
Que, después de hacer eso, te llamen “racista” –como está pasando- o te tiren un canto a la cabeza importa menos que quedarse de brazos cruzados viendo cómo las mafias siguen llenandose los bolsillos, los guardias civiles vejados y vilipendiados y los pobres emigrantes entre la espada y la pared de seguir desesperados o convertirse en delincuentes.

Mientras sigo pensando en estas cosas, vuelvo a tomar en las manos el viejo libro que enseña a dosificar libertad y autoridad para que la educación no haga monstruos cultivados de niños y jóvenes, sino seres humanos capaces de dar la mano a la vez, a los dos polos del endiablado binomio; endiablado toro de lidia, pero necesitado –por la causa de la paz social y la justicia distributiva- de ser tomado por los cuernos, sin limitarse a mirarlo desde unos cómodos tendidos de sombra.

Y cierro con esto de hoy mismo. Se hablaba de la relación funesta entre el alcohol y la juventud llamada “del botellón”. El joven entrevistado dijo escuetamente “”No es lo mejor, pero respeta la libertad”. Con esto le bastó para justificarse. La actitud –si no diera risa- pudiera dar escalofríos; pero esas tenemos y el que no se consuela es porque no quiere…. Yo, desde luego, no me consuelo.
Endiablado el binomio: pero urgente socialmente tomar ese toro por los cuernos… Cuanto antes; sin complejos; y pasando del bla-bla-bla a los hechos…..
SANTIAGO PANIZO ORALLO
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