El Santo del día - 29-VIII-2018

Acostumbro -todos los años, tal día como hoy- leer de nuevo –para mí, leer algo de nuevo es comprometerme a mirarlo y verlo del revés y más adentro- uno de los numerosos ensayos cortos de Ortega y Gasset. El que suelo repasar este día se titula Esquema de Salomé.
Habré de anotar de inmediato que esta costumbre no me viene de otra cosa que de ser hoy el día de conmemoración litúrgica de la “degollación de Juan el Bautista”. Preso de Herodes, que lo mandó decapitar, su cabeza, aún sangrante, sobre una bandeja, fue puesta en las manos de una mujer, una danzarina, por encargo de otra mujer, la madre de la danzarina, que odiaba al que fuera el “precursor” de Jesús; “el más grande entre los nacidos de mujer”; el que -del desierto al Jordán- nunca se cansó, ni de apostar por el mejor bien de convertirse del mal, ni de llamar a las cosas por su nombre, aunque eso le trajera –como sucedió aquella vez- la inquina, maniática y feroz, de alguna de las “conjuras” dispuestas y al acecho siempre de ejecer el macabro papel de destruir lo bueno; desde la de los necios –versión O’Toole-, la de los miserables, la de los idiotas o la de de los canallas, entre otras factibles o posibles….. Fácil será colegir cuál de ellas fue la que puso en manos de la danzarina, aquel dìa, la cabeza cortada del Bautista, aunque yo pienso que sería la última de las citadas.

Quien haya tenido –este día- la suerte de haber leído con reposo y buen ojo esta porción del evangelio de San Marcos (en el cap. 6º), habrá podido vislumbrar al menos la trama urdida por aquel juego de pasiones que deja entrever el relato evangélico. Cumpleaños del rey Herodes y fiesta por todo lo alto; euforia y bebida que inhibe y suelta o rebaja el control de los impulsos (gran indicador de inmadurez); alas de mariposa revolando en el aire de la fiesta, ante las miradas sensuales de una corte de papanatas aduladores y risueños; el monarca, llevado de una euforia venida seguramente de la mezcla de los vapores de su mente con la vaporosa danza de Salomé, prometiendo y jurando, a lo loco y sin pensarlo dos veces, dar incluso la mitad de su reino a cambio de los efluvios sensuales del vaporoso danzar; la falsa mujer del rey –que había robado a su propio hermano Filipo y con la que vivía pese al dedo acusador y de censura del Bautista, la despechada y venenosa Herodías.
Tal juego de pasiones, así pintado por el evangelista con unos trazos tan escuetos como primorosos y deliciosamente psicológicos, confluyendo en hacer posible el episodio espeluznante, es el que puso en bandeja, sobre las manos como de mariposa –quizás mariposa negra- de la danzarina Salomé la cabeza cortada, aún sangrando y palpitante, del Bautista.
Cuando Salomé -terminada la danza y con la promesa del malvado y necio rey, de darle aunque fuera la mitad de su reino- acude a la reina del odio a preguntarle qué pediría, la suerte estaba echada para el profeta y su vida era ya –como en la novela de García Márquez- la “crónica de una muerte anunciada”.
El rey, “apesadumbrado” al oír la petición de Salomé, como dice san Marcos -a pesar de todo, Herodes respetaba al Bautista, porque las urgencias de la conciencia humana hay veces que van más allá y más lejos que “las cuarenta que le pueda cantar” un profeta o un predicador- le manda sin embargo decapitar -era liviano y, además de malvado, necio-, y que la bandeja, con su cabeza, fuera puesta sin tardanza en las manos de la pícara danzarina. Ella la lleva hasta su madre y esto hace que, en el Esquema de Salomé, Ortega titule o llame a la danzarina Salomé una “mujer de presa”, epíteto este que contraría todos los atributos de una feminidad normal, como palmariamente muestra en este colosal ensayo el mejor pensador de la España moderna.

Esta relectura y meditación del orteguiano “Esquema de Salomé”, compuesto a rebufo de la degollación del Bautista, me incita a resaltar solamente unas pocas frases cortas del mismo, en torno al tema de una Salomé evadida de algunos de los más nobles atributos de una feminidad normal. Que miro y tengo por variaciones sobre el tema. Que prefiero mostrar a la letra para no desvirtuar su valor con glosas precipitadas en unas reflexiones forzosamente cortas y breves. En el genial ensayo, estas frases dan pistas aprovechables para quienes tenemos de la mujer –porque mujer fue nuestra madre- un concepto llamado por entero al respeto máximo, aunque no a la mitificación. Mitificarla no hace a la mujer ser más de lo que es; ya que mitificarla sería como destruirla en su verdad de carne y hueso.

Así se abre el Esquema de Salomé: “En la morfología del ser femenino, acaso no haya figuras más extrañas que las de Judith y Salomé, las dos mujeres que van con dos cabezas cada una, la suya y la cortada”. No hace falta glosa para observar a y través de esta frase inicial que algo extraño bordea las dos figuras, paradigmáticas por tanto al analizar la condición femenina del ser humano.
Así se relata en otra parte del ensayo de Ortega: “Judith y Salomé son dos variedades que hallamos en el tipo de mujer más sorprendente por ser el más contradictorio: la mujer de presa”. Desmitificando feminismos más acrobáticos y abstractos que realistas o ras de tierra, la glosa pudiera venir de la sobada frase de Rafael “el Gallo” dedicada precisamente al “filósofo” Ortega con ocasión de un viaje a Sevilla”: “Hay gente pa tó”; y, en el caso, como hay varones musculosos más de lo debido y desertores de la verdadera masculinidad puede haber también mujeres “de presa”, contrariando –como dice Ortega y yo admito- las auténticas señas de la identidad femenina.
Y esta otra frase del remate del ensayo referido “Salomé, que no ama a Juan el Bautista, necesita apoderarse de su persona, y al servicio de este anhelo masculino, pondrá ella todas las violencias que el varón suele usar para imponer al contorno su voluntad. Ved por qué, como otras llevan un lirio en la mano, lleva esta mujer una cabeza segada entre sus largos brazos marmóreos. Es su presa vital. Rítmico el paso, ondulado el torso, corvino el rostro hebreo, avanza por la leyenda, y sobre la cabeza yerta, de ojos vidriosos, se inclina su alma con un rapaz encorvamiento de azor o de neblí…”.
Tiene razón Ortega cuando, tras esa frase final, afirma que es una historia “demasiado intrincada y prolija” como para agotarla de un plumazo. Pero la veo y encuentro válida para ese propósito antes dicho: respetar al cien por cien a la mujer, pero sin mitificarla, por si –contra pronóstico, pero realmente- pudiera salirnos al camino de la vida ese tipo de la “mujer presa”, posible, aunque nada normal, con que Ortega perfila a Salomé.

Es muy posible que el “feminismo” –el mundial y el español también-, más la sarta de intelectuales “de la vista baja”, hombres o mujeres, que tienen a gala haber seguido cursos de alguno de los “gallos” mayores del feminismo mundial, como la norteamericana Judith Butler –tal vez sin haber ojeado soquiera su “Réfaire la femme”- pongan el grito en el cielo, por recordar tan sólo al gran pensador Ortega, del que seguramente no han leído ni La rebelión de las masas o Las confesiones e El espectador. Es posible que -en esta cultura sin sustancia, tan propia de nuestro tiempo, que el propio Ortega analiza y desprecia en uno de los primeros pensamientos de su sensitivo Revés de almanaque- alguien vea en este gran ensayo del pensador un alarde fatuo de ver donde no hay. Es posible…

Sea como sea y dicho lo dicho, al terminar de releer el Esquema –genial, como digo- de Salomé, sólo me queda pedir a las y los que sientan alguna curiosidad o deseo, por minúsculo que sea, de poner ante los ojos algunas de las patrañas científicas de la mayor parte de ese “feminismo” “sans femme”, artificial y utópico, siempre ideologizado y a veces incoherente –porque se calla cuando debiera hablar porque no cuadra con la ideología, como en el caso reciente de Lidia, la mujer a la que le acaban de romper la nariz por quitar ilegales lazos amarillos en La Ciudadela de Barcelona-, tan empeñado en vender a precio del oro lo que es tan sólo un falso y falaz desvalor antropológico. Léanlo o, quizás mejor, “atrévanse a leer”, tan fascinante ensayo. Pero léanlo más de una vez.
A mis amigos –a quienes mayormente van dirigidas mis reflexiones de hoy y de siempre- les pido más. No les aconsejo, les pido por favor que lean lo antes posible este Esaquerma de Salomé de Ortega, para liberarse cuanto antes de cuentos chinos o más próximos aún que los chinos. Hace pocos días anoté –como fruto de una lectura- que –al igual que los siglos XVII y XVIII fueron de la Ilustración, el XIX –confuso casi todo él- trajo credos antiliberales y antidemocráticos y el XX fue en su primera parte fue el de la vergüenza de las dos guerras mundiales y de los totalitarismos y en su segunda parte el de Mayo del 68 y las revoluciones culturales sin sustancia y de casi sólo formas- este s. XXI en que estamos amenaza con ser el de las “culturas light” y el del “cuento”, y no chino, sino occidental a secas. ¿No se ve a leguas que estamos en ello?
A mis amigos –insisto- les ruego que no tarde en leer este ensayo de Ortega para liberarse de las bromas feministas. El feminismo serio y de verdad anda por otras laderas…. Ortega da buenas pistas, para respetar a la mujer son destruir as la mujer; para Defenderla en todos sus derechos y deberes, pero sin mitificarla.

SANTIAGO PANIZO ORALLO
Volver arriba