TRIPTICO DE COLORES - DEL BLANCO AL GRIS 13-III- 2018
Tríptico de colores, del blanco al gris
El blanco es un color de paz.
Hoy se cumplen cinco años de un pontificado atípico (por sus perfiles fuera de lo corriente, no más), pero de una extraordinaria proyección sobre la Iglesia y sus destinos terrenales y hasta sobre el mundo y sus posibles de futuro.
De inteligente, valiente y cercano lo calificaría yo, a bote pronto, al rememorar e tratar de inventariar estos cinco años de su conducta al mando supremo de una Iglesia de Cristo que, incansablemente y en todo tiempo –con mayor o menor acierto en la práctica-, busca su camino de máxima fidelidad al Evangelio. Por muchos que hayan sido los errores de los “hombres de Iglesia” en tal empeño, será difícil negarlo sin caer en mala fe. Porque vale para los hombres de Iglesia también la máxima del viejo latín, según la cual “homo sum et humani nihil a me alienum puto”, que quiere decir sencillamente que “nada de lo humano” les es ajeno.
Lo repito: inteligente; valiente; cercano. Hay más perfiles de distinción, pero en estos tres cifro yo lo que en este Papa me parece definidor: trae un nuevo estilo para el modo de ser y de estar de la Iglesia en el mundo actual
Inteligente por saber leer los signos de los tiempos y no ver en ellos únicamente lo negativo. Es inteligente quien “sabe leer” y no necesariamente el que sabe mucho
Valiente porque remar contra la corriente es de audaces y valientes, como el propio Evangelio de Jesús anota
Y cercano porque se le ve, a cada paso que da, buscando al otro, sin distingos, sin remilgos y sin segundas intenciones; al “otro” –sea quien sea- como si fuera el propio yo”.
Este Papa es “un estilo” nuevo para una Iglesia de dos mil años. No pretende cambiar el dogma ni las esencias de la moral cristiana, porque sería traicionar a Dios. Sólo busca -porque, además, su personalidad se lo requiere y él no se hurta- que la Iglesia de siempre sea la Iglesia de hoy.
Y para eso, para cambiar los modos y romper moldes –decenas, cientos, quizás miles de moldes de “carreras”, de “diplomacias”, de “intereses” endurecidos por el tiempo y cobijados muellemente a la sombra de un “dolce far niente” con cosas que queman y no se quieren tocar porque queman –léase, por ejemplo, las pederastias en la Iglesia, las envejecidas mañas curiales, los acosos a lo “sagrado” dentro de la propia Iglesia y más cosas que no son del caso enumerar ahora-…. Para eso, para cambiar los modos y meter otros usos menos dañinos para la suerte de la Iglesia en el mundo, el estilo del papa Francisco –no se olvide que “el estilo es el hombre”- viene a la Iglesia de hoy como “anillo al dedo”.
Desde el papa León XIII, a finales del s. XIX, cada Papa llegó, com,o de los niños se dice, con “su pan bajo el brazo”: la cuestión social es también de la incumbencia de la Iglesia; el “modernismo”, que no es la “modernidad”, rompe las escalas de la verdad; la militancia no es cosa sólo del partidismo político ya que es cosa de todo ideario -no ideología- que quiera salir adelante con la verdad en las manos; las dos guerras mundiales, con sus increíbles horrores, le exigen pisar la tierra en serio y comenzar a llamar a las cosas por su verdadero nombre y no por apodos o seudónimos. Y ya después, un Juan XXIII y un Pablo VI cogieron “el toro” del necesario “aggiornamento” oficial, por “los cuernos” y trazaron en el escenario real de la Iglesia la línea de un “antes” y un “después” a la presencia de la Iglesia en el mundo. Y vino más tarde la “pastoral” más activa de ir a buscar lo que no está a la mano, vinieron los viajes de los Papas a todas partes; la mano tendida a los disidentes y a los ateos incluso, a otras religiones, a la ciencia. Y ahora este complemento de un Papa inteligente, valiente y cercano.
Un Papa tan atípico que, como hemos visto hace nada, en el avión de regreso al Vaticano tras el viaje a Chile y Perú, no duda en desdecirse de unas palabras que, sin ser falsas, pudieran ser inoportunas; o, en el mismo avión, dar las gracias a un cardenal que le censura por dichas palabras. Eso es un estilo realmente nuevo, el que necesita la Iglesia siempre y ahora más…
Bien sé que hay incluso dentro de la Iglesia, quien o quienes no le quieren o no le gusta o le suena a debilidad ese estilo. Es normal porque es lo corriente, pero porque a algunos no les guste no deja de ser lo que es: el estilo del Evangelio para estos tiempos de hoy.
¿El Papa de la concordia? Es posible. En todo caso, el Papa que necesitaba hoy la Iglesia, sin desmerecer de ninguno de sus predecesores mencionados, sin los cuales tal estilo no hubiera sido posible.
Por lo demás, alguno le tilda de “revolucionario” y hasta de “populista”. Con el “populismo” pasa lo que con algunos otros “ismos”; pero no ee lo mismo ser “popular” que “populista”. Y en cuanto a “revolucionario, quizás lo sea pero en el mejor sentido de esta palabra, que tiene varios. Es cosas de marcar las diferencias, pero no ahora. Perdonen.
Por hoy, contentémonos con saludarle en este 5º cumpleaños de su pontificado y rezar por él, para que, en las adversidades, que las tiene sin duda como todo hijo de vecino y cada cual a su medida, sepa mirar al frente sin doblarse y seguir siendo lo que es: inteligente, valiente y cordial o cercano, que para el caso es lo mismo.
Con brevedad, me voy a los otros dos colores del tríptico de estas reflexiones de hoy
El negro es color de duelo.
Esta mañana he vuelto a oír lo mismo que, ayer, de los mismos labios, había escuchado: una portavoz del PSOE, ante esa “patata caliente” que van a tener algunos partidos políticos, pasado mañana jueves, cuando se debata y se vote en el Congreso esa moción del PNV de derogar la PPR o Prisión Permanente revisable, dijo lo siguiente: “Entendemos el dolor de la familia –se refiere a la del pequeño Gabriel-. pero no se puede legislar en caliente”. Unos momentos después de sentenciar ella su aserto, otro, con más sentido y verdad, dijo que “se ha de legislar con serenidad”.
Pues bien, yo, que me siento jurista, me veo más cerca del segundo que de la primera; y opino lo contrario de que no se deba legislar en “caliente”.
Se sabe por todos que las leyes van siempre detrás de la realidad que están llamadas a regular socialmente. Muchas veces he dicho en clase a mis alumnos de Derecho, a este respeto, que en la Edad Media había ya códigos de leyes, pero no fueron conocidos códigos de circulación vial, y además- eran impensables. Sencillamente, porque para el tráfico de carros y carretas por los caminos no eran necesarios en absoluto. Y ha sido en caliente, es decir, cuando surge la necesidad o cuando se ve a la realidad reclamando leyes, el momento de hacerlas. y cuanto antes, para que el desfase entre los hechos que no paran y las leyes que se quedan quietas al promulgarse –aunque deban ser aplicadas por los jueces, pero eso es otra cuestión- sea el menor posible. Es “en caliente”, por tanto, como se ha de legislar. Quizás quiso decir la “portavoz” –o “portavoza” si ellas lo prefieren- que no se debe legislar al son de las pasiones o de las emociones. Para eso viene el otro dicho del contrincante de la señora del PSOE: hay que legislar con serenidad, pero “en caliente”, cuando la realidad lo exige, cuanto antes y sin rémoras o pre-juicios de partidismos o a la caza de votos.
Y como de esto se puede decir mucho y el color negro es un color de duelo y pesaroso, baste con esto por hoy.
Y, por fin, el gris.
En primer lugar, ¿es un color el gris?
Goethe, en su Fausto, siembra la duda cuando dice que “gris, caro amigo, es toda teoría, y verde, el árbol áureo de la vida”; que el perspicaz Ortega glosa anotando que “ser gris es lo más que el color puede hacer para dejar de ser color” (¿Qué es filosofía?, Lección VI, Ed. Rev. de Occidente, Madrid, 1960, p. 131).
Esta misma mañana –en que “las palmas echan humo”, como solía decir un antiguo comentarista deportivo ante los “golpes” ajustados y certeros, maliciosos también, de nuestro Manolo Santana´-, ante la “canallada” del “pequeño Gabriel”, un tertuliano parecía confundir y asimilar el “populismo” al “sentir del pueblo”; es decir, dando a entender como que los políticos “populistas” fueran, nada menos, los que mejor representan al pueblo.
Como “populismo” es lo del Sr. Maduro en Venezuela, el dicho del tertuliano desconcierta. El “populismo”, como “ismo” que es –a mi ver-, no sería la política del servicio al “pueblo”, sino la política de un servicio que, por mor de una propaganda para pazguatos quiere hacer ver que “los suyos” son “el pueblo” sin serlo. El pueblo, en sus labios o programas. es la coartada para el consabido el totalitarismo populista. Es muy “gris”, por tanto, pensar siquiera que “populismo” refleje o represente el “espíritu del pueblo”
Ahora mismo, por ejemplo, cuando las estadísticas dicen que el 80 % del pueblo es contrario a la derogación de la PPR, el PNV, por afición, el PSOE, por lo del “no es no” y Podemos por populista –del pueblo, pero a su servicio- piden y exigen lo contrario: que se derogue a presar de ,l.o que diga o piense el pueblo. Pasado mañana saldremos de dudas y veremos si el “gris” es color o no es color.
Y como este tríptico de los colores no me da hoy para más, dejemos por hoy lo de los el colores –que hay muchos en el arco iris- y pensemos si hoy, precisamente hoy, vamos de blanco, de negro o de gris. Se dice que para gustos están hechos los colores y los sabores. Pues eso!!!
SANTIAGO PANIZO ORALLO
El blanco es un color de paz.
Hoy se cumplen cinco años de un pontificado atípico (por sus perfiles fuera de lo corriente, no más), pero de una extraordinaria proyección sobre la Iglesia y sus destinos terrenales y hasta sobre el mundo y sus posibles de futuro.
De inteligente, valiente y cercano lo calificaría yo, a bote pronto, al rememorar e tratar de inventariar estos cinco años de su conducta al mando supremo de una Iglesia de Cristo que, incansablemente y en todo tiempo –con mayor o menor acierto en la práctica-, busca su camino de máxima fidelidad al Evangelio. Por muchos que hayan sido los errores de los “hombres de Iglesia” en tal empeño, será difícil negarlo sin caer en mala fe. Porque vale para los hombres de Iglesia también la máxima del viejo latín, según la cual “homo sum et humani nihil a me alienum puto”, que quiere decir sencillamente que “nada de lo humano” les es ajeno.
Lo repito: inteligente; valiente; cercano. Hay más perfiles de distinción, pero en estos tres cifro yo lo que en este Papa me parece definidor: trae un nuevo estilo para el modo de ser y de estar de la Iglesia en el mundo actual
Inteligente por saber leer los signos de los tiempos y no ver en ellos únicamente lo negativo. Es inteligente quien “sabe leer” y no necesariamente el que sabe mucho
Valiente porque remar contra la corriente es de audaces y valientes, como el propio Evangelio de Jesús anota
Y cercano porque se le ve, a cada paso que da, buscando al otro, sin distingos, sin remilgos y sin segundas intenciones; al “otro” –sea quien sea- como si fuera el propio yo”.
Este Papa es “un estilo” nuevo para una Iglesia de dos mil años. No pretende cambiar el dogma ni las esencias de la moral cristiana, porque sería traicionar a Dios. Sólo busca -porque, además, su personalidad se lo requiere y él no se hurta- que la Iglesia de siempre sea la Iglesia de hoy.
Y para eso, para cambiar los modos y romper moldes –decenas, cientos, quizás miles de moldes de “carreras”, de “diplomacias”, de “intereses” endurecidos por el tiempo y cobijados muellemente a la sombra de un “dolce far niente” con cosas que queman y no se quieren tocar porque queman –léase, por ejemplo, las pederastias en la Iglesia, las envejecidas mañas curiales, los acosos a lo “sagrado” dentro de la propia Iglesia y más cosas que no son del caso enumerar ahora-…. Para eso, para cambiar los modos y meter otros usos menos dañinos para la suerte de la Iglesia en el mundo, el estilo del papa Francisco –no se olvide que “el estilo es el hombre”- viene a la Iglesia de hoy como “anillo al dedo”.
Desde el papa León XIII, a finales del s. XIX, cada Papa llegó, com,o de los niños se dice, con “su pan bajo el brazo”: la cuestión social es también de la incumbencia de la Iglesia; el “modernismo”, que no es la “modernidad”, rompe las escalas de la verdad; la militancia no es cosa sólo del partidismo político ya que es cosa de todo ideario -no ideología- que quiera salir adelante con la verdad en las manos; las dos guerras mundiales, con sus increíbles horrores, le exigen pisar la tierra en serio y comenzar a llamar a las cosas por su verdadero nombre y no por apodos o seudónimos. Y ya después, un Juan XXIII y un Pablo VI cogieron “el toro” del necesario “aggiornamento” oficial, por “los cuernos” y trazaron en el escenario real de la Iglesia la línea de un “antes” y un “después” a la presencia de la Iglesia en el mundo. Y vino más tarde la “pastoral” más activa de ir a buscar lo que no está a la mano, vinieron los viajes de los Papas a todas partes; la mano tendida a los disidentes y a los ateos incluso, a otras religiones, a la ciencia. Y ahora este complemento de un Papa inteligente, valiente y cercano.
Un Papa tan atípico que, como hemos visto hace nada, en el avión de regreso al Vaticano tras el viaje a Chile y Perú, no duda en desdecirse de unas palabras que, sin ser falsas, pudieran ser inoportunas; o, en el mismo avión, dar las gracias a un cardenal que le censura por dichas palabras. Eso es un estilo realmente nuevo, el que necesita la Iglesia siempre y ahora más…
Bien sé que hay incluso dentro de la Iglesia, quien o quienes no le quieren o no le gusta o le suena a debilidad ese estilo. Es normal porque es lo corriente, pero porque a algunos no les guste no deja de ser lo que es: el estilo del Evangelio para estos tiempos de hoy.
¿El Papa de la concordia? Es posible. En todo caso, el Papa que necesitaba hoy la Iglesia, sin desmerecer de ninguno de sus predecesores mencionados, sin los cuales tal estilo no hubiera sido posible.
Por lo demás, alguno le tilda de “revolucionario” y hasta de “populista”. Con el “populismo” pasa lo que con algunos otros “ismos”; pero no ee lo mismo ser “popular” que “populista”. Y en cuanto a “revolucionario, quizás lo sea pero en el mejor sentido de esta palabra, que tiene varios. Es cosas de marcar las diferencias, pero no ahora. Perdonen.
Por hoy, contentémonos con saludarle en este 5º cumpleaños de su pontificado y rezar por él, para que, en las adversidades, que las tiene sin duda como todo hijo de vecino y cada cual a su medida, sepa mirar al frente sin doblarse y seguir siendo lo que es: inteligente, valiente y cordial o cercano, que para el caso es lo mismo.
Con brevedad, me voy a los otros dos colores del tríptico de estas reflexiones de hoy
El negro es color de duelo.
Esta mañana he vuelto a oír lo mismo que, ayer, de los mismos labios, había escuchado: una portavoz del PSOE, ante esa “patata caliente” que van a tener algunos partidos políticos, pasado mañana jueves, cuando se debata y se vote en el Congreso esa moción del PNV de derogar la PPR o Prisión Permanente revisable, dijo lo siguiente: “Entendemos el dolor de la familia –se refiere a la del pequeño Gabriel-. pero no se puede legislar en caliente”. Unos momentos después de sentenciar ella su aserto, otro, con más sentido y verdad, dijo que “se ha de legislar con serenidad”.
Pues bien, yo, que me siento jurista, me veo más cerca del segundo que de la primera; y opino lo contrario de que no se deba legislar en “caliente”.
Se sabe por todos que las leyes van siempre detrás de la realidad que están llamadas a regular socialmente. Muchas veces he dicho en clase a mis alumnos de Derecho, a este respeto, que en la Edad Media había ya códigos de leyes, pero no fueron conocidos códigos de circulación vial, y además- eran impensables. Sencillamente, porque para el tráfico de carros y carretas por los caminos no eran necesarios en absoluto. Y ha sido en caliente, es decir, cuando surge la necesidad o cuando se ve a la realidad reclamando leyes, el momento de hacerlas. y cuanto antes, para que el desfase entre los hechos que no paran y las leyes que se quedan quietas al promulgarse –aunque deban ser aplicadas por los jueces, pero eso es otra cuestión- sea el menor posible. Es “en caliente”, por tanto, como se ha de legislar. Quizás quiso decir la “portavoz” –o “portavoza” si ellas lo prefieren- que no se debe legislar al son de las pasiones o de las emociones. Para eso viene el otro dicho del contrincante de la señora del PSOE: hay que legislar con serenidad, pero “en caliente”, cuando la realidad lo exige, cuanto antes y sin rémoras o pre-juicios de partidismos o a la caza de votos.
Y como de esto se puede decir mucho y el color negro es un color de duelo y pesaroso, baste con esto por hoy.
Y, por fin, el gris.
En primer lugar, ¿es un color el gris?
Goethe, en su Fausto, siembra la duda cuando dice que “gris, caro amigo, es toda teoría, y verde, el árbol áureo de la vida”; que el perspicaz Ortega glosa anotando que “ser gris es lo más que el color puede hacer para dejar de ser color” (¿Qué es filosofía?, Lección VI, Ed. Rev. de Occidente, Madrid, 1960, p. 131).
Esta misma mañana –en que “las palmas echan humo”, como solía decir un antiguo comentarista deportivo ante los “golpes” ajustados y certeros, maliciosos también, de nuestro Manolo Santana´-, ante la “canallada” del “pequeño Gabriel”, un tertuliano parecía confundir y asimilar el “populismo” al “sentir del pueblo”; es decir, dando a entender como que los políticos “populistas” fueran, nada menos, los que mejor representan al pueblo.
Como “populismo” es lo del Sr. Maduro en Venezuela, el dicho del tertuliano desconcierta. El “populismo”, como “ismo” que es –a mi ver-, no sería la política del servicio al “pueblo”, sino la política de un servicio que, por mor de una propaganda para pazguatos quiere hacer ver que “los suyos” son “el pueblo” sin serlo. El pueblo, en sus labios o programas. es la coartada para el consabido el totalitarismo populista. Es muy “gris”, por tanto, pensar siquiera que “populismo” refleje o represente el “espíritu del pueblo”
Ahora mismo, por ejemplo, cuando las estadísticas dicen que el 80 % del pueblo es contrario a la derogación de la PPR, el PNV, por afición, el PSOE, por lo del “no es no” y Podemos por populista –del pueblo, pero a su servicio- piden y exigen lo contrario: que se derogue a presar de ,l.o que diga o piense el pueblo. Pasado mañana saldremos de dudas y veremos si el “gris” es color o no es color.
Y como este tríptico de los colores no me da hoy para más, dejemos por hoy lo de los el colores –que hay muchos en el arco iris- y pensemos si hoy, precisamente hoy, vamos de blanco, de negro o de gris. Se dice que para gustos están hechos los colores y los sabores. Pues eso!!!
SANTIAGO PANIZO ORALLO