ADVIENTO ES UN TIEMPO DE ESPERANZA

ADVIENTO ES UN TIEMPO DE ESPERANZA

El Adviento nos invita a mirar al futuro y nos abre a la esperanza. “La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo” (CIC 1817)
El Dios de los cristianos es el Dios de la esperanza… esperamos aquello que nos ha prometido. San Pablo (Carta a los Romanos 8, 24-25) dice: ‘Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no es esperanza, ¿a caso se puede esperar lo que ya se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con constancia’. Y Pablo concluye: ‘solamente en la esperanza estamos salvados’.

La pregunta que surge es ¿de donde brota la esperanza cristiana? La respuesta es: De las promesas de Dios. El Dios de
Jesús es el Dios de las promesas. Y ¿dónde encontramos esas promesas? En las Sagradas Escrituras. Una de los grandes regalos donde todos podemos anclar la vida es en la Escritura. La Palabra de Dios es palabra segura, palabra que no falla. Es la garantía de un Dios que se compromete por escrito lo que ha de cumplir.

La esperanza lanza un grito de alegría porque sabe bien, en lo más profundo de su esencia, que “la salvación anunciada es la salvación que trae el Señor”. Esa salvación proviene de Dios y no es solamente hechura de manos del hombre, aunque sabe bien que “la virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre” (CIC 1818).
Por eso mismo, desde este sentido profundo de la esperanza misma, sabemos que la promesa es clara, “alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”, pero que se nos exige esfuerzo de cambio personal, una profunda renovación y conversión.

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