APRENDER A VIVIR

APRENDER A VIVIR

Muchos hombres y mujeres pasaron por la vida con la sola intención de violentar y de hacer daño a todo lo que les rodeaba y murieron tristes cuando el Eterno les exigió la vida, pero otros amaron todo cuanto les rodeaba, y en la hora de su partida sonrieron gustosamente porque eran devuelto a la armonía final con todo lo creado y al abrazo compasivo del Misterio, que se manifiesta sin sobresaltos en las huellas del Nazareno.

Todo cuanto existe cobra vida cuando amamos sin desfallecer desde lo más diminuto hasta lo más grandioso. Y este amor se manifiesta a borbotones desde la “contemplación del Eterno”.
Como bien decía Séneca, “hace falta toda una vida para aprender a vivir”, y es en esa vida nuestra donde tenemos que hacer méritos para entrar en la dinámica del amor.

¡Qué bien supo expresar Madre Teresa de Calcuta que “el mayor pecado es la ausencia de amor y de caridad, la terrible indiferencia con el prójimo que, al borde del camino, está expuesto a la explotación, a la corrupción, a la indigencia y a la enfermedad”!
¡Tened en cuenta este consejo: “escuchad el consejo del que mucho sabe; pero sobre todo, escuchad el consejo de quien muchos os ama” (Arturo Graf)!

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