COMPADECERSE DEL OTRO

COMPADECERSE DEL OTRO

Dios nos libre de aquellas personas que no se compadecen de nadie y que no les importa el sufrimiento ajeno. Se repiten continuamente: “Yo tengo mis propios problemas. Allá cada uno con su vela”.
Los que no se compadecen de nadie en el fondo no aman a nadie y sólo buscan en el mundo alguna emoción que les haga olvidar su desnudez y su avaricia egoísta que les empobrece enormemente.

Bertold Brecht escribió este maravilloso y sorprendente texto, que nos recuerda el daño que nos hacen la indiferencia y los prejuicios: “Primero se llevaron a los comunistas pero a mí no me importó porque yo no era. Enseguida se llevaron a los obreros pero a mí no me importó porque yo tampoco era. Después detuvieron a los sindicalistas pero a mí no me importó porque yo no soy sindicalista. Luego apresaron a los curas pero como no soy religioso tampoco me importó. Ahora me llevan a mí pero ya es tarde”.
¡Dios nos conceda en este día el don maravilloso de compadecernos hasta de las piedras y esta compasión nos llevará más allá de nuestro ego, haciendo nuestro el lema evangélico: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas” (Mt 7,12)!
¡Siente como tuyos los sufrimientos de los demás porque “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (G.S. 1)!

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