Cierto día un hombre, considerado como un gran mensajero de la paz, fue consultado por un joven y le preguntó sobre el secreto de su identidad como líder de la paz.
Este hombre contestó con luz en los ojos y sonrisa en el corazón: "Mi principio es simple y sencillo, pero este convencimiento me ha hecho ser tremendamente eficaz: cuando uno quiere, dos no riñen. Este lema tan sencillo se concreta en decisiones y acciones muy concretas, ya que si me insultan, nunca me siento herido en mi ego. Si me golpean, retengo los golpes con la fuerza de la paz pero jamás cedo en mi compromiso por la paz y la justicia. Si me declaran la guerra, intento rezar y pedir en mis oraciones por esos aparentes enemigos. En definitiva, creo que este camino es el único que lleva a un hombre o una mujer a ser un líder de la paz".
Aquel joven aprendió la grandeza de un alma y el aroma de una bendición para el mundo.