Si el Islam llegara al poder en Francia...


París tiene un presidente musulmán en la última novela de Houellebecq, “Sumisión”. El libro que ha publicado ahora, Anagrama en Bercelona, se puso a la venta en Francia, el mismo día del atentado contra “Charlie Hebdo”. Si hay algo de lo que no se puede calificar a su autor, es de oportunista. Michel Houellebecq es el escritor menos políticamente correcto que hay en Europa. Le amas o le odias, pero lo último que se puede decir de él, es que resulta predecible. ¡Siempre te sorprende!

Michel Houellebecq, nacido en Saint-Pierre (Reunión, Francia) en 1958, es un provocador nato. Le odia tanta gente, que necesita ir siempre con escolta. Desde el pasado 7 de enero, el gobierno francés hace que le acompañen dos policías de civil. Su obra se comenta tanto, que el primer ministro habla de su nuevo libro como si fuera un asunto de Estado. Se pueden imaginar cuántos han pensado en su libro, después de los recientes atentados en París…

En su obra, estamos en el 2022. Francia vive dominada por el miedo. El país está inmerso en continuos episodios de violencia urbana, que son deliberadamente ocultados por los medios de comunicación. La derecha y la izquierda han sucumbido ante un nuevo partido, la Hermandad Musulmana, liderado por el joven y carismático Mohammed Ben Abbes, que lograr aliarse con los socialistas, para formar gobierno. La política y la economía están en manos de laicistas, pero la educación y los valores son conformados por islamistas, apoyados en un discurso antirracista.

Tras una votación anulada por fraude electoral, Ben Abbes es elegido presidente. Su talante es moderado y tolerante. Se compromete a proteger las tres “religiones del libro”, siendo bastante generoso con la Iglesia Católica. Lo que sí defiende, es el patriarcado. Acepta la poligamia y exige a los docentes que enseñen el Islam. Favorece el empleo masculino y el crimen empieza a desaparecer. Ese es el escenario con el que comienza la novela de Houellebecq.

¿VUELVE LA RELIGIÓN?
El protagonista del libro, Francois, es un anodino profesor de literatura de la Sorbona, que se convierte al catolicismo, siguiendo el ejemplo del autor del siglo XIX en que está especializado, Huysmans. Como él, se retira a la abadía de Ligugé, tras una vida de disipación, en que ha intentado soportar el tedio con sus aventuras sexuales. Conmovido por la Virgen de Rocamadour, deja de enredarse con sus estudiantes, para emprender el peregrinaje de la fe.



Su decano, Robert Rediger, era un defensor de la causa palestina, que se hace musulmán, llegando a ser rector de la universidad y luego, ministro del gobierno de Ben Abbes. Se busca una adolescente como segunda esposa y vive en el palacete donde se escribió un clásico del erotismo, “La historia de O”. La autora encuentra el placer en la sumisión sublimada por las novelas de Grey. Y el Islam les ofrece ahora la total sumisión de la que habla el título.

En su entrevista con The Paris Review, Houllebecq dice que el título original era “La conversión”. Parte de la convicción del autor de que la sociedad no puede sobrevivir sin religión, como decía Comte. El escritor cree que “hay una auténtica necesidad de Dios, que está produciendo ya un resurgir de la religión”. Aunque flirtea con el catolicismo, observa que “en el norte y el sur de América, se ha beneficiado menos el Islam, que los evangélicos”, pero “en África, hay dos grandes poderes religiosos en auge, el cristianismo evangélico y el Islam”.

LA CRISIS DE OCCIDENTE
Más que una obra contra el Islam, “Sumisión” es una radiografía de la agonía moral de una cultura en declive, Occidente. Refleja como en un espejo, el vacío existencial de la decadencia de Occidente. Su final es desolador, porque el personaje tampoco encuentra esperanza en el catolicismo. Houellebecq dice que la escena clave del libro es el momento en que mirando a la Virgen negra de Rocamadour, siente por un momento, su poder espiritual, pero se desvanece, volviendo al aparcamiento, desolado.

Parece la experiencia también del autor, similar a la de otro izquierdista francés, convertido al catolicismo, Emanuel Carrère, que ha contado ahora también su decepción en “El Reino”. Dicen que el anterior papa, Benedicto XVI, se volvió conservador, ante el fervor revolucionario de las protestas estudiantiles en el París del 68, que tuvo también su eco en Tubinga. Vio la confianza que tenía la cultura medieval europea en la cristiandad, antes de que la Ilustración separara la razón de la fe, y la admiró. La cuestión es si la respuesta ante la crisis de Occidente, es simplemente más religión.

Houellebecq representa la confusión de la Europa actual, sobre todo esa extraña combinación de la cultura francesa de intelectualismo y erotismo. Tiene un discurso científico, pero como Carrère, es también alguien muy relacionado con el mundo del rock. Le apasiona la religión, pero sus novelas están llenas de sexo explícito, da entrevistas en un club de intercambio de parejas y sus apariciones en televisión, oscilan entre largos silencios y abruptos insultos.

LA ATRACCIÓN DE LA FE
El autor de “Sumisión” dice: “Tiendo a creer cuando voy a misa, pero apenas salgo, se me pasa. Así que ahora lo evito, porque el bajón es desagradable. Pero la misa en sí misma es muy convincente; es una de las cosas más perfectas que conozco. Y mejor todavía son los entierros, porque se habla mucho de la supervivencia después de la muerte, y con una apariencia de convicción total. La verdad es que mi ateísmo no salió indemne de la muerte de mis padres y de mi perro Clément.”

A pesar de su formación científica cree que “en realidad, la razón no se opone a la fe de una manera tan clara. Si nos fijamos en la comunidad científica los ateos se cuentan sobre todo entre los biólogos. Los astrónomos, en cambio, son cristianos sin mayor dificultad. Esto tiene una explicación, y es que el universo está bien organizado. Cuando se trata de seres vivos, la cosa es más dudosa. No están bien organizados, y son un poco repugnantes. Un matemático no tiene mayor dificultad para creer en Dios. Al contrario, trabajar con ecuaciones pega bien con la idea de un orden, y por ende un creador de orden.”



Aunque lo que le interesa es la vida eterna: “San Pablo lo dice con toda claridad: si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana. Así que Cristo vino por eso. Para prometernos que la muerte había sido vencida. La caridad no es algo específico del cristianismo. Y en cuanto al perdón de los pecados, es algo que le importa más a los protestantes. En el catolicismo, el perdón de los pecados era algo casi automático. Ego te absolvo, y ya está.”

EL AMOR QUE ECHA FUERA EL TEMOR
Houellebecq nos muestra que la religión no es la solución a los problemas del hombre. Quiere los beneficios de la fe, pero sin el amor y el perdón en que se basan. Es por eso, que la respuesta de Occidente al desafío de Islam no puede ser un llamado a volver a la Cristiandad. ¡No nos engañemos! La religión ha traído mucha violencia a este mundo. También el ateísmo, pero no sólo el Islam produce fanáticos. Basta escuchar a muchos cristianos como hablan de la sana doctrina, frente al error, o los valores de la familia, frente a la homosexualidad. Algunos dan miedo, la verdad.

Si el terrorismo islámico nos muestra una religión de odio y violencia, la respuesta no es más rencor e intolerancia. Los cristianos ya sufrimos de bastante fanatismo. Martin Luther King se enfrentó a los musulmanes afroamericanos, partidarios de la violencia, con un llamado a “la fuerza creativa del amor”. Ya que “devolver odio por odio, multiplica el odio, añade una oscuridad más profunda a una noche ya desprovista de estrellas”. Puesto que “la oscuridad no puede expulsar a la oscuridad; solo la luz puede hacer eso”. King creía que “el odio no puede sacarnos del odio: solo el amor puede hacer eso.”

Ante la estrategia del terror, necesitamos la esperanza que sólo el amor de Dios puede darnos en Cristo Jesús. Juan dice en su primera carta que “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Jn. 4:18). Como observa Tim Keller, cuando se enfrenta al racismo, King no llama a las iglesias del sur de Estados Unidos a hacerse más seculares, sino a volverse a la justicia de Dios, que vemos en los profetas bíblicos. Ya que observa el predicador de Nueva York, “la gente que es fanática, no es porque está demasiado comprometida con el Evangelio, sino porque no lo está suficientemente”. Es por eso que no necesitamos más religión, sino más Evangelio. Ninguna otra cosa nos va a poder cambiar.

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