El hombre sin rostro
La Historia está llena de personas sin rostro. A diferencia de la sociedad actual, saturada de imágenes de nosotros mismos –hasta el punto de que algunos no tienen más que compartir que su autorretrato–, el pasado nos ha dejado pocas caras, aparte de las de los poderosos de este mundo. Más aún cuando se trata de los heterodoxos, que ni siquiera existen para la Historia oficial.
Si hoy sabemos que hubo reformadores españoles en el siglo XVI, es gracias a un hombre sin rostro, Luis de Usoz (1805-1865), cuya obra se recuerda en una exposición que acaba dentro de unos días –el 10 de septiembre– en la Biblioteca Nacional de Madrid. Un documentalista de televisión, Manuel Serrano Vélez, se ha interesado también por su figura, a raíz de una obra que escribió sobre Menéndez Pelayo, el historiador de los heterodoxos españoles. El libro se llama “Luis de Usoz, el discreto heterodoxo” y está editado por Almazura en Córdoba.
No es la primera publicación que se hace sobre Usoz, pero si la única que se ha hecho accesible al gran público. En 1986 la infatigable Irma Fliedner sacó una antología en Ediciones Pléroma, acompañada de una extensa y documentada introducción de Eugenio Cobo, un experto en flamenco que se interesó por el tema. Y antes un cuáquero –la fe a la que estuvo más cercana Usoz–, Domingo Ricart, se propuso rescatarle en 1973 con una primera aproximación biográfica, que acusaba a la Biblioteca Nacional de ocultar su legado, donado por su viuda en 1873.
BOLIVIANO DE NACIMIENTO
Hijo de un magistrado español en el Virreinato del Perú, Usoz nació en 1805 en la actual ciudad de Sucre (Bolivia), capital de la provincia de Chuquisaca. Su madre tenía una cultura como para traducir obras del francés, pero murió cuando él tenía sólo 8 años. Se cría con su padre hasta los 15 años, que se queda huérfano. La conciencia liberal de Usoz se debe en gran parte a su padre, que opuesto a la esclavitud, toma el lado de los indígenas, viéndose envuelto en una de las primeras revueltas independentistas. Desterrado, vaga por el Alto Perú, hasta regresar a España en 1816.
“En el año 1820 conocí al padre Villaseñor, docto y perseguido fraile trinitario que al quitarse la Constitución en Madrid, fue encontrado casualmente en la calle por las turbas realistas, que gritaban y apaleaban. Viendo un fraile, tuviéronlo por suyo y le abrazaron y dijeron: Padre, viva la religión! Villaseñor les respondió; Sí, hijos míos, viva la religión, pero la religión de Jesucristo y no la vuestra.”
ROMA Y LA BIBLIA
Ese mismo año estudia Usoz hebreo en el Instituto San Isidro con el más importante especialista que había en España en lenguas semítica, el siglo XIX, Francisco Pascual Orchell y Ferrer. Luis fue compañero de clase del gran hebraísta Antonio García Blanco. En Madrid y Alcalá estudia también Moral y Derecho Natural. Por una carta de su hermano menor, sabemos que se batió en duelo, poco después de morir su padre, pero no se da la razón.
Al obtener el título de bachiller, Usoz enseña hebreo en Valladolid, donde había hecho ya un curso de Derecho, ampliando sus estudios en Bolonia. Viaja por Italia, donde tras visitar el Vaticano cuatro veces, escribe que ha “visto claramente los frutos ponzoñosos que produce el árbol de la idolatría”.
Al volver a Madrid, escribe en revistas literarias y el diario El Español, que era el más prestigioso en aquel momento, ya que aunque era de ideología liberal, era bastante moderado y poco panfletario. Vivía en la calle Huertas, entonces. Participa en la recuperación del antiguo Ateneo, donde enseña hebreo con su amigo Estébanez, catedrático de árabe. Su distanciamiento se ve en una carta que escribe Estébanez a un amigo en el verano del 42, que encuentra a Luis en San Sebastián:
“Se ha convertido el tal Luis en un herejote de primera clase. Ha reimpreso una carta de Garcilaso, en la que se habla de las intrigas de Roma. El objetivo es tirar el catolicismo. Cuando me burlé de su puritanismo, habiendo reimpreso el Cancionero de burlas –conocido por su contenido erótico–, se quedó como sonrojado, pero después, repuesto de la sorpresa, me dijo con una frescura que me enamoró que había reimpreso el tal libro para hacer ver cuál era la educación que los frailes habían dado a este país.”
INFLUENCIA CUÁQUERA
Hacía 1836 cae en su manos la “Apología de la Doctrina Cristiana” de Robert Barclay, que aunque no es el fundador de los cuáqueros –sino George Fox a mediados del siglo XVII–, desarrolla su teología un cuarto de siglo después, como suele ocurrir en muchas tradiciones religiosas –así como Lutero no es el creador del luteranismo, ni Calvino del calvinismo, Wesley del metodismo, Russell de los Testigos, o Smith del mormonismo–. Ese mismo año publica Usoz en El Español, una biografía sobre Guillermo Penn, el fundador cuáquero de Pensilvania.
Los cuáqueros es una de las iglesias tradicionalmente pacifistas, junto a los menonitas y cierto tipo de Hermanos. Dan mucha importancia a la vida comunitaria y la simplicidad, incluso en sus cultos, que son casi todo el tiempo en silencio. Tuvieron una gran influencia en las colonias americanas, así como en la lucha por la abolición de la esclavitud, uno de los aspectos que destaca la exposición de Usoz y que también caracterizó a los primeros protestantes españoles como Julio Vizcarrondo.
LIBRERÍA SECRETA
Aunque no hay ningún retrato de Usoz, sí que lo hay de su esposa y nada menos que por José de Madrazo, el pintor de la alta sociedad madrileña. En 1837 Luis se casó con una viuda acaudalada llamada María Sandalia del Acebal, que le exime de cualquier preocupación material y le da recursos que utiliza con generosidad. Vivieron en la calle Santa Catalina 12, antes de volver con su esposa a la calle Huertas, números 16 y18, y establecerse finalmente en el número 27 de Atocha, donde reside Usoz hasta su muerte. Es gracias a los fondos de su mujer, que logra publicar tantas cosas.
Lo primero la edición de 1837 del Nuevo Testamento que hace con George Borrow, el primer agente de la Sociedad Bíblica en España. Era la traducción del Padre Scio, pero sin notas. Lo hizo en la imprenta del diario de Usoz, El Español. La Sociedad Bíblica establece así un despacho en la calle Príncipe, que tendría a Usoz como secretario, pero por una Real Orden de 1838 del gobernador Gamboa, su literatura es confiscada y prohibida. Borrow acaba en prisión, aunque tiene que ser liberado a los once días, por presión diplomática.
Usoz fue muy cuidadoso a partir de entonces, con todo lo que publicó. Los libros no tenían píe de imprenta. No aparecía su nombre o dirección en ningún sitio. La colección de los Reformistas Antiguos Españoles nace de la amistad con un cuáquero, Benjamin Wiffen, que conoce por medio de Borrow. Usoz viaja con el agente de la Sociedad Bíblica a Londres en 1840. Allí le presenta a Josiah Forster, un cuáquero que era miembro del consejo, pero intenta contactar también con el traductor inglés de Garcilaso, que ha oído que también es cuáquero. Era el padre de Wiffen, que había muerto en 1836.
En Londres no sólo conoce a Wiffen, sino también a Calderón, el helenista y cervantista manchego que al llegar al anglicanismo en el exilio liberal español, publicó las primeras revistas protestantes en español, El Catolicismo Neto (1849-51) y El Examen Libre (1851-54). La colaboración de Usoz con Wiffen dio lugar a veinte volúmenes de los Reformistas Antiguos Españoles, que editan clandestinamente del año 43 al 47. El primero fue el llamado Carrascón de Francisco de Tejada. A los que siguen las obras de Juan Pérez, Juan de Valdés, las Artes de la Inquisición, los tratados de Valera y su traducción de la Institución de Calvino, así como los textos de Enzinas y Ponce de la Fuente.
CREYENTE EN JESUCRISTO
La exposición no sólo incluye ejemplares de estas obras, vídeos y grabados, sino también muchas de sus notas. En uno de los paneles se citala correspondencia con Manuel Matamoros, que sufría prisión en Granada a causa de su labor evangelizadora. Cuando éste le pregunta si es protestante, Usoz le contesta que no, pero que es “un creyente en Jesucristo” a quien considera su Señor y Maestro. Como la respuesta no le resulta clara del todo, Matamoros insiste. Usoz se lo explica en los siguientes términos:
“Escribí a usted que no era ni quería ser protestante. Esto dicho así peladamente, es oscuro para usted, que puede inferir de ahí que yo soy, ni más ni menos, que un creyente papista. Pero, aunque no quiero ser protestante, no puedo ser ni soy papista o romanista, ni quiero serlo, porque quiero ser cristiano. Y baste, en una carta, esta explicación.”
Las reticencias de Usoz a declararse protestante, son fácilmente comprensibles. Matamoros estaba en prisión. Y a pesar de las presiones extranjeras, no se sabía si iba a poder liberado. Llamarse protestante entonces, era estar dispuesto a ir a la cárcel. Por otra parte, Usoz había ya observado la política de algunas misiones extranjeras que preparaban desde Gibraltar su entrada en España. Sus métodos e intereses le parecían poco evangélicos:
“Estoy muy lejos de pensar que el cristianismo se puede introducir en un país por medio de fardos de libros o de liturgias humanas, o de combinaciones propagandísticas, o de reverendos pastores contra reverendos romanistas. Todo eso es farándula, a mi ver, cuando en ello interviene el interés y no el amor. Y como esto sólo Dios lo sabe, de ahí es que yo no me atrevo a condenar rotundamente los trabajos y esfuerzos ajenos, pero no confío en ellos.”
El cristianismo en que Usoz creía, era el que se alimentaba de la Biblia misma. Es en torno a ella que reunía a otras personas en su domicilio y hacían suya esta oración que para mí expresa lo que es la verdadera fe evangélica, Sólo Cristo: “Bendice, oh Señor, toda reunión de cristianos, y concede a los que ahora juntos aquí te lo suplicamos el conocimiento de tu poder y tu bondad, sólo en nombre del verdadero y único Mediador y Salvador, y del grande y único sacrificio, hecho por nosotros, una sola vez, por nuestro único Sacerdote y Pontífice, Jesucristo.”